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México: La amenaza de crisis, estrategia para asustar

Fuentes: La Jornada

Muy al estilo de las «manos limpias» panistas -es decir, con el lodo hasta el cuello-, el Consejo Coordinador Empresarial atendió la «petición» del IFE y retiró sus promocionales en televisión y radio que alimentaban el voto del miedo, ante «el riesgo de cambiar de rumbo», porque «apostarle a algo distinto implicaría retroceso». Lo hizo […]

Muy al estilo de las «manos limpias» panistas -es decir, con el lodo hasta el cuello-, el Consejo Coordinador Empresarial atendió la «petición» del IFE y retiró sus promocionales en televisión y radio que alimentaban el voto del miedo, ante «el riesgo de cambiar de rumbo», porque «apostarle a algo distinto implicaría retroceso».

Lo hizo ocho horas antes de que, por ley, concluyeran, felizmente, las campañas con miras al 2 de julio, y «con el único fin de evitar que el panorama electoral pudiera enturbiarse», según dijo José Luis Barraza, la cabeza visible de un organismo empresarial que nació y brincó a la palestra política inyectando miedo a la sociedad («vienen los comunistas») y que 30 años después no ha cambiado de táctica («viene el Peje«).

En este contexto, vale la pena reproducir un análisis que sobre las elecciones mexicanas elaboró el Center for Economic and Policy Research, de Washington -firmado por su director adjunto, Mark Weisbrot- con el sugerente título México: su marca es crisis.

El brillante documental de Rachel Boynton, lanzado este año y titulado Nuestra marca es crisis, relata las aventuras de una de las más influyentes compañías de relaciones públicas en Estados Unidos al aplicar las técnicas más avanzadas de publicidad, encuestas, sondeos y grupos de enfoque en las elecciones presidenciales bolivianas de 2002. La compañía Greenberg Quinlan Rosner tiene la intimidante tarea de conseguir que Gonzalo Sánchez de Lozada, un ex presidente que habla español con acento estadunidense y que tiene pocos simpatizantes, gane las elecciones. La empresa concluye que la única forma de que Goni triunfe es convenciendo a los votantes de que si su oponente gana, el país sufrirá una severa crisis económica. «Nuestra marca», explica uno de sus ejecutivos, «es crisis».

Este lema se ha convertido en la estrategia estándar de los partidos políticos en América Latina, al ver cómo un gobierno tras otro se enfrenta a oponentes de izquierda. El próximo país en la lista es México, donde este 2 de julio el partido del gobierno -el PAN- se verá desafiado por el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador.

Queda claro que México debe reconsiderar sus políticas económicas. En los últimos 25 años el ingreso per cápita en México sólo ha crecido 17 por ciento. Para apreciar qué tan desfavorable ha sido el desempeño en este periodo, basta compararlo con el de 1960-1980, cuando creció 99 por ciento. Si la economía mexicana hubiera mantenido esa tasa de crecimiento, hoy el ingreso promedio en México equivaldría al de España y muchos menos mexicanos estarían intentando emigrar ilegalmente a Estados Unidos.

El crecimiento de México anterior a 1980 fue bueno, pero nada extraordinario para ser un país en vías de desarrollo. En el mismo periodo, Corea del Sur creció dos veces más rápido que México, y Taiwán casi tres. Por lo tanto, el crecimiento de México en el pasado sirve como un patrón razonable para comparar la falta de crecimiento sin precedentes del último cuarto de siglo. Mucha gente no tiene claro el significado de crecimiento económico (…) Como resultado de esta confusión, el enfoque del criticismo está en el estado de la pobreza de México, y no en su causa, la falta de crecimiento.

¿Causará un gobierno de izquierda una crisis económica en México? Lo mismo se dijo de Lula, cuando cuatro años atrás era candidato del PT brasileño, pero la crisis nunca se materializó. Se dice que se previno gracias a que Lula hizo todo lo que los mercados financieros recomendaban. Sin embargo, al otro lado de la frontera, el presidente Néstor Kirchner hizo en Argentina lo contrario a las recomendaciones de los mercados financieros, y en ese país hay un boom económico que lleva más de tres años, con una tasa de crecimiento de alrededor de 9 por ciento anual.

Los gobiernos de izquierda de América Latina están desempeñándose bien, independiente de que Washington, o quien sea, apruebe o no sus políticas. Venezuela es, a la par de Argentina, una de las economías con crecimiento más rápido del hemisferio. Y en Bolivia, mientras Evo Morales ha sido presidente por sólo medio año, el incremento en los ingresos del gobierno por la venta del gas natural ha ayudado a financiar el programa de reformas, y la renacionalización de la industria no ha causado ninguna crisis económica o política.

México muy probablemente se enfrentará con serios problemas cuando los grandes desequilibrios de la economía de Estados Unidos se corrijan. La última recesión (2001) en Estados Unidos causó un retroceso en la economía mexicana y la próxima probablemente tendrá el mismo efecto. Las políticas económicas actuales de México, que tienden a sacrificar el crecimiento y el empleo en favor de la lucha contra la inflación, podrían ser la receta equivocada para la recuperación. México requeriría de un Franklin D. Roosevelt liderando en los próximos años, en vez de un Herbert Hoover.