El presidente mexicano Felipe Calderón aprovechó su participación en el Foro Mundial de Davos a finales de enero para granjearse el apoyo de los representantes de las naciones más desarrolladas del planeta al decir que el modelo neoliberal y de libre comercio adoptado por su país era el más ventajoso para los pueblos del mundo. […]
El presidente mexicano Felipe Calderón aprovechó su participación en el Foro Mundial de Davos a finales de enero para granjearse el apoyo de los representantes de las naciones más desarrolladas del planeta al decir que el modelo neoliberal y de libre comercio adoptado por su país era el más ventajoso para los pueblos del mundo.
Sin mediar ningún reparo, inmediatamente manifestó su oposición a las nacionalizaciones y expropiaciones que se realizan en algunos países latinoamericanos, como Venezuela, lo que motivó al presidente bolivariano Hugo Chávez a señalar que su colega mexicano está subordinado a Washington y sigue los mismos pasos de su antecesor Vicente Fox.
El intercambio verbal entre los mandatarios de dos de las principales economías de Latinoamérica obliga a realizar, como solicitó Calderón, un breve análisis sobre el camino recorrido en los últimos años por los contendientes.
En 1994 México firmó con Estados Unidos y Canadá el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y rápidamente comenzaron a penetrar las compañías transnacionales en empresas clave de la nación, y con el arribo de Vicente Fox al poder en 2000, aumentaron las presiones para que el Congreso autorizara la entrada de capitales foráneos en la rama electroenergética.
El presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó en marzo de 1938, la producción y distribución petroleras y los servicios de energía eléctrica, pues son dos sectores decisivos de la economía mexicana.
Datos del Banco de México puntualizan que en junio de 2005 los proyectos financiados con capital privado en Petroleos Mexicanos (PEMEX) y en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ascendían a 380 000 millones de pesos, o sea, casi dos veces y media más que los reportados en diciembre de 2000 cuando Fox y su Partido de Acción Nacional (PAN) llegaron al gobierno.
Las compañías transnacionales, mediante diferentes licitaciones y sin mediar regulaciones o requisitos para la inversión, han ido copando las industrias petroleras, eléctricas y de otros sectores, en contra de lo establecido en la Constitución mexicana referente a la propiedad estatal.
Las diferencias sociales en la nación azteca son extremas: según el Instituto Nacional de Estadísticas, Geografía e Información (INEGI) el ingreso de la décima parte de los mexicanos más acaudalados creció en el último lustro 4,3% y triplicó el de los más pobres.
Solo 11 mexicanos poseen una fortuna de 38 000 millones de dólares, equivalente al 65,2 % del ingreso anual de los 24,65 millones de hogares del país.
Asimismo, el INEGI indicó que el ingreso de los más desfavorecido es de unos 1 178 pesos (alrededor de cien dólares) trimestrales por hogar, cantidad que solo alcanzaría para comprar un kilogramo de tortillas (de maíz) al día, que ahora se ha disminuido por las recientes alzas de ese producto básico.
El Banco Mundial (BM), abanderado junto al Fondo Monetario Internacional (FMI) de las políticas de libre mercado, ratificó que desde la entrada en vigor del TLCAN, en los estados agrícolas del sur como Chiapas, Guerrero, Veracruz y Oaxaca, se incrementaron los niveles de pobreza a grados superlativos.
El 52 % de los 105 millones de habitantes se encuentran en estado de pobreza y de ellos, el 30% en la pobreza extrema.
El INEGI indicó que de los 42,5% de la Población Económicamente Activa (PEA), solo están empleados 15 millones para un 30% mientras se expandió la ocupación en el sector informal que ya da cabida a 20 millones de personas.
De los seis millones de jornaleros que laboran en los campos, el 40% son niños o adolescentes, quienes realizan trabajos al margen de cualquier protección, según un estudio de la Confederación Nacional Campesina.
Mientras esto ocurre en México, que cuenta con un Producto Interno Bruto de 849 000 millones de dólares según datos del FMI, en Venezuela se ha desarrollado en los últimos años, una política económica para aliviar las penurias que durante décadas padeció esa nación donde cerca del 70 % de la población estaba en la pobreza.
Pese a que el gobierno ha tenido que enfrentar grandes escollos desde que en 1999 el presidente Hugo Chávez llegó al poder, como intentos de golpe de Estado, sabotajes contra diferentes empresas y, en especial, el paro petrolero realizado entre diciembre de 2002 y febrero de 2003 que motivó una caída del 20 % del Producto Interno Bruto en esos dos años, los logros en política social son elocuentes.
En el 2004 el crecimiento del PIB se situó en 17,3 %, y en 2005 y 2006 alcanzaron en ambos años, alrededor del 10 %, de cuyas cifras una gran parte se dirigió a la continuación de los programas sociales.
En cuanto a tasa de desempleo, los números continúan bajando a medida que la economía crece. Si a finales del 2003 rozaba el 17 %, en el 2006 se ubicó en menos del 10 %, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
La Revolución Bolivariana ha escolarizado a más 1,5 millones de niños y jóvenes, y tras una efectiva campaña nacional el país fue declarado libre de analfabetismo.
Casi dos millones de personas han tenido acceso, por primera vez, a agua potable; se han construido cerca de 100 000 nuevas viviendas para la población de bajos ingresos aunque el déficit habitacional es de más de un millón; 1.750.000 niños fueron inmunizados de manera gratuita en hospitales y centros asistenciales.
Toda la población, por lejana que se encuentre, tiene acceso gratuito a la salud a través del programa Barrio Adentro en colaboración con médicos cubanos, a la par que ya se han terminado o se instalan 600 centros de diagnóstico y 14 hospitales estatales.
Por medio de la Operación Mercal, el Estado garantiza la alimentación necesaria, a bajos precios, a los núcleos familiares más necesitados, y en las zonas rurales se les han entregado a los campesinos centenares de miles de hectáreas ociosas.
El presidente Felipe Calderón, después del entredicho con Hugo Chávez, pidió en un acto público efectuado en el estado de Michoacán, que en vez de palabras primaran los hechos. Y efectivamente el corolario es el siguiente: para unos pocos ricos, el neoliberalismo mexicano resulta el mejor, pero para beneficio de las grandes mayorías latinoamericanas, el sistema económico-social venezolano, no tiene competidor.