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México y la deuda externa: de eso no se habla

Fuentes: Argenpress

Como anillo al dedo le viene hoy al tema de la deuda externa mexicana el título de uno de los más reconocidos largometrajes de la realizadora bonaerense María Luisa Bemberg: ‘De eso no se habla’.Porque aún cuando analistas aquí coinciden en que parte importante de la debilidad de la economía y las limitaciones en el […]

Como anillo al dedo le viene hoy al tema de la deuda externa mexicana el título de uno de los más reconocidos largometrajes de la realizadora bonaerense María Luisa Bemberg: ‘De eso no se habla’.

Porque aún cuando analistas aquí coinciden en que parte importante de la debilidad de la economía y las limitaciones en el desarrollo nacional son atribuibles al pago de los intereses y amortizaciones del débito, al asunto parecen cerrársele cada vez más los espacios en el discurso oficial.

Apenas 11 palabras dedicó el presidente Vicente Fox a mencionarlo en su mensaje con motivo de la entrega del IV Informe de Gobierno, en septiembre pasado: ‘Hemos reducido también la deuda externa como proporción del producto interno’, dijo.

Sin embargo, la cuestión salió nuevamente a relucir a raíz de la decisión del gobierno argentino de reestructurar su deuda pública, después de mantener durante tres años una moratoria de pagos a sus acreedores privados.

Buenos Aires ofreció canjear títulos en default (cesación de pago) por casi 82.000 millones de dólares, por otros cuyo valor ronda los 40.000 millones de dólares, en una operación financiera considerada la más importante y voluminosa de todos los tiempos.

Cuando Argentina anunció la moratoria, muchos pronosticaron una ola de represalias financieras y comerciales sobre el país, señaló en declaraciones al diario La Jornada el presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), Eric Toussaint.

Pero en realidad, en 2004 ese país creció un ocho por ciento -el doble de México- y demostró, aunque de manera parcial, que es posible para un gobierno decidir no pagar la deuda externa, o al menos una parte, y mejorar la economía y el nivel de vida de su pueblo, destacó.

Para los mexicanos, una experiencia de este tipo no resulta enteramente desconocida.

En un artículo publicado dos años atrás en Bélgica, el propio Toussaint recordaba que en 1914, en plena revolución, México (por entonces el país más endeudado del continente) suspendió por completo el pago de su deuda externa.

Esta política radical antimperialista y popular provocó naturalmente protestas de los acreedores. Pero la tenacidad de México dio resultado: en 1942 éstos renunciaron aproximadamente al 80 por ciento del valor de sus créditos, abundó.

Lo que vino después tuvo un corte completamente diferente. Aunque el endeudamiento del país despegó en la década de 1960, alcanzó su incremento más notable en los dos decenios siguientes, cuando pasó de 7.000 millones de dólares en 1970 a cerca de 80.000 millones en 1982.

Hoy, después de dos severas crisis financieras (1982 y 1994) los expertos coinciden en que el costo mayor de la primera fue el pago del servicio de la deuda externa, que implicó una erogación anual de casi 10.000 millones de dólares a la banca internacional.

La de 1994, en tanto, obligó a México a suscribir con Estados Unidos, su principal acreedor individual, un conjunto de acuerdos considerados los más lesivos en la historia reciente para la soberanía fiscal y financiera de un país.

Además, Washington planteó un grupo de exigencias financiero-políticas que, sin duda, representaban una grave amenaza para la soberanía de la república.

Según investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, en 33 años el país pagó en intereses y amortizaciones de la deuda más de 376.000 millones de dólares, que equivalen a 2.34 veces el monto del débito, y todavía se deben 160.777 millones.

Dicho de otro modo: los fondos empleados durante la última década para el servicio de la deuda externa triplican -de acuerdo con el Banco de México (Banxico)- los recursos obtenidos en ese mismo lapso por la exportación de petróleo crudo.

Sólo entre 2000 y el primer semestre de 2004, el pago del débito a cargo del gobierno federal representó 143.000 millones de dólares, o sea, 239 por ciento más que el presupuesto destinado en el mismo período a los programas de combate a la pobreza.

América Latina, lamentaba Toussaint en su reciente entrevista, sufre una hemorragia silenciosa de recursos.

Según la CEPAL, esa transferencia masiva de capital alcanzó el pasado año 77.826 millones de dólares, el doble de los que la región recibió por inversión extranjera directa.

El único flujo positivo procedente del norte -constató la publicación- es el de las remesas, que en el caso de México alcanzaron los 17.000 millones de dólares, convirtiéndose en el factor de mayor peso en la reducción marginal de la pobreza.

Pero además, en los primeros cuatro años de la actual administración los más de 41.000 millones de dólares enviados por los migrantes fueron suficientes para pagar el 98 por ciento de los intereses del débito externo, de acuerdo con estimados de Banxico.

El gobierno foxista del ‘cambio’ -señala el CADTM en su sitio web- ni siquiera ha puesto el dedo en este asunto, como de alguna manera sí lo hicieron las anteriores administraciones del Partido Revolucionario Institucional, aunque con resultados igualmente agraviantes para México.

Pero cuando menos, subraya, se intentaba algo; aunque sólo fuera para aflojar el dogal de los pagos obligatorios.