Un día soleado en la plaza Bolívar de Caracas escuché a un jovencito, casi niño, con unas encendidas palabras. Al final del acto, lo abracé como se abraza a un hijo y lo llevé a mi despacho. Fue en el año 2001 cuando el destino nos cruzó en el camino. En esa primera oportunidad aquel […]
Un día soleado en la plaza Bolívar de Caracas escuché a un jovencito, casi niño, con unas encendidas palabras. Al final del acto, lo abracé como se abraza a un hijo y lo llevé a mi despacho. Fue en el año 2001 cuando el destino nos cruzó en el camino. En esa primera oportunidad aquel niño me dijo de forma enérgica «cuídeme bien esa silla Alcalde, porque yo seré su sucesor», confieso me deleitó la energía, inteligencia de aquel pequeño muchacho y lo adopté como hijo.
Eran tiempos muy duros, la derecha una vez más, trataba de arrebatar los sueños al pueblo venezolano. Para ese entonces, no solo era el Alcalde de la ciudad de Caracas, sino también, presidente de la Asociación de Alcaldes Bolivarianos y me correspondía desplazarme por el territorio nacional a conversar con nuestro pueblo. Me hice acompañar para muchas de esas giras por este jovencito, que inspirado en los ideales de la revolución, sacudía con su energía y sagacidad las emociones y euforia de nuestro amado pueblo, e inclusive, fue él uno de los promotores del Cabildo Infantil y Juvenil de Caracas.
Al amigo «Chispa», lo regañé algunas veces y lo orienté otras, pero siempre con respeto mutuo. Él era un adolescente estudioso, sencillo y activo, sin duda, motivo de orgullo de la generación que relevaba. Difícil olvidar la dura batalla que libraste en la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello), no solo frente con los estudiantes de la reacción, sino también con las autoridades de esa casa de estudio, incluyendo al rector Ugalde. Luego te vimos enarbolando, con tu encendido discurso, los postulados de los estudiantes bolivarianos en la Asamblea Nacional, donde finalmente serías, además del diputado más joven en la historia de la patria, uno de sus más destacados parlamentarios.
Allí compartimos batallas, siendo ambos objetos de bromas; que si «pídele la bendición a tu papá», que si fuimos vestido igualitos, etc. Así, y en la lucha del trabajo parlamentario diario, nos unió mucho más el combate como patriotas y luchadores por el legado del comandante Hugo Chávez, de la revolución bolivariana y en defensa irrestricta del gobierno del compatriota Nicolás Maduro.
No olvidaré jamás, tu última intervención el 30 de septiembre en el parlamento, donde después de esa sesión, compartiríamos nuestro último almuerzo, porque horas después, llegaría la fatídica noticia que la contrarevolución te había asesinado.
«Chispita», nunca te doblegaste, siempre disparabas misiles de razones, tu lealtad fue inquebrantable, no tengo duda que tus asesinos no lograron amilanar, ni por un segundo, el amor que sentiste por el pueblo, por la revolución y por el comandante Chávez, con quien sin duda hoy compartes el cielo.
Se equivocaron tus verdugos, pensando que eliminándote físicamente acabarían con tu verbo y pensamiento. Pues bueno, que lo sepan, ¡se volvieron a equivocar! Hoy tu verbo retumba en las calles de la patria. Tu voz se multiplicó, junto con la de camarada Lina Ron, con quien ahora estás sembrado. Hoy por ti, en las calles de Venezuela, ondea con mayor fuerza, las banderas de libertad, solidaridad y patriotismo.
El paramilitarismo y la parapolítica fueron inoculados en nuestra patria, mostrando sus garras más despiadadas y aberrantes, creen que pueden detener el avance de la revolución con terror, ¡Se equivocan! Sin duda hemos llorado y lamentado tan irreparable pérdida, pero nos levantamos de las catacumbas con la fuerza que heredamos del comandante Hugo Chávez, y con la energía, coraje y tenacidad con que defendiste la revolución, hasta el último momento. Confiamos en nuestro presidente Nicolás Maduro y en el compatriota Diosdado Cabello, la captura de tus asesinos, honrarán la lucha contra la impunidad. Nosotros, tampoco permitiremos que la derecha empañe tu nombre y tu ejemplo.
Hasta luego hijo. Tengo fe en Dios y en la revolución, que tus asesinos pagarán su crimen. He pedido en mis oraciones, me acompañe tu ímpetu y fortaleza, porque también por ti, por Otaiza, por el comandante Chávez y muchos otros que se nos han ido físicamente. Venceremos.