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Microcréditos, ¿en busca de su misión perdida?

Fuentes: IPS Noticias

Mientras aumenta al controversia sobre la eficacia de las microfinanzas, la 15 Cumbre Mundial del Microcrédito, que se realizará del 14 al 17 de noviembre en Valladolid, España, se verá obligada a responder preguntas cruciales sobre los recursos y las tácticas para aliviar la pobreza. Convocada por la Campaña de la Cumbre del Microcrédito, un […]

Mientras aumenta al controversia sobre la eficacia de las microfinanzas, la 15 Cumbre Mundial del Microcrédito, que se realizará del 14 al 17 de noviembre en Valladolid, España, se verá obligada a responder preguntas cruciales sobre los recursos y las tácticas para aliviar la pobreza.

Convocada por la Campaña de la Cumbre del Microcrédito, un proyecto del Fondo Educativo Results, la reunión de este año apuntará a dos objetivos: extender opciones de crédito a 174 millones de las familias más pobres del mundo, y lograr que 100 millones de ellas superen el umbral de 1,25 dólares diarios, permitiendo que 500 millones de personas abandonen las filas de la pobreza abyecta para 2015.

El año pasado, la ideología y las instituciones emblemáticas del microcrédito, creadas por el economista bangladesí Mohammad Yunus, lograron capear un temporal de oprobio.

Pero este mes, tras lo que se cree fue una campaña políticamente motivada en su contra y luego de una prolongada disputa con el gobierno de Bangladesh, Yunus renunció a su puesto de director ejecutivo del Grameen Bank, institución que fundó y que se convirtió en el buque insignia del esfuerzo ahora mundial en pro de los microcréditos.

La batalla que desembocó en su renuncia se inició con argumentos de que ya había superado la edad obligatoria para jubilarse, e incluyó la decisión de la Suprema Corte de ese país de destituirlo, desestimando luego su apelación.

Sam Daley-Harris, fundador de la Campaña de la Cumbre del Microcrédito, criticó la decisión en un artículo titulado «Two Steps Backward for Innovation to End Poverty» (Dos pasos atrás en la innovación para poner fin a la pobreza).

«La atrocidad aquí es el hecho de que la independencia y la integridad de una de las principales instituciones mundiales de lucha contra la pobreza está en serio riesgo», escribió Daley-Harris en Microfinance Focus.

«El Grameen Bank, una institución con más de ocho millones de clientes de microcréditos que llevó 35 años construir, puede ser destruida en cuestión de meses por la incompetente acción del gobierno», sostuvo.

Sin embargo, la interferencia gubernamental en el esfuerzo por los microcréditos es apenas uno de varios obstáculos que se interponen en el camino de la campaña.

Una transición crucial

Vikas Bajaj, columnista de The New York Times radicado en Mumbai, co-escribió el año pasado un artículo en el que arremetió contra la transición de que fue objeto el esfuerzo por las microfinanzas.

Allí señaló que éstas dejaron de ser «una promisoria vía de salida de la pobreza para millones» para pasar a ser una gira por «fundaciones, capitalistas de riesgo y el Banco Mundial, que han usado (a los países pobres) como placas de petri para las ‘empresas sociales’ con fines de lucro que buscan hacer dinero al tiempo de satisfacer una necesidad social».

Según Bajaj, ahora se acepta ampliamente la noción de que las microfinanzas en busca de réditos -donde inversores de capitales locales y extranjeros esperan enormes retornos- terminan empujando a las mujeres, que constituyen su principal «mercado», a un mayor endeudamiento, lo que por ende les quita poder.

David Korten, presidente del People-Centered Development Forum, escribió a comienzos de este año sobre el «regreso a Wall Street» en la revista Yes!. Allí señaló que «a medida que los programas de micropréstamos pasaron a centrarse en los porcentajes de los pagos de deudas y en hacer crecer sus carteras de préstamos, buscaron nuevas fuentes de capital para expandir su alcance».

Muchos recurrieron a inversores extranjeros, «pero como los capitales de inversión entran en conflicto con el modelo sin fines de lucro (…) muchos programas de microcrédito (…) cambiaron su estatus a empresas con fines de lucro, y convirtieron sus activos filantrópicos en activos privados» que buscan ganancias económicas, agregó Korten.

El propio Yunus ya había destacado las consecuencias de estos cambios cuando dijo: «Para garantizar que los préstamos pequeños fueran redituables, los bancos… elevaron los intereses y se comprometieron en un mercadeo agresivo y en una serie de préstamos», con lo que desapareció la clase de empatía que una vez se profesó hacia los acreedores cuando los prestamistas no tenían fines de lucro.

Al echar un vistazo a los números, es fácil ver por qué las microfinanzas con fines de lucro resultan tan atractivas a los capitalistas de riesgo. Tanto Microfinance Focus como The New York Times informaron que, para mediados de 2010, los accionistas del gigante indio de las microfinanzas SKS generaba unos 350 millones de dólares en el mercado de valores, experimentando en cinco años un aumento de 100 por ciento en sus ganancias anuales.

¿Tiene futuro el microcrédito?

Algunos activistas y economistas que durante mucho tiempo criticaron al microcrédito como solución a corto plazo para un problema estructural aprovecharon que para muchos la imagen de las microfinanzas cayó para impulsar una agenda más radical.

La ambientalista y filósofa Vandana Shiva dijo durante años que las microfinanzas son la única solución en un contexto particular. «Pero los créditos, los préstamos y la circulación de dinero no pueden resolver los problemas de la alienación», enfatizó.

«La privatización del agua que hace aumentar su costo puede financiarse mediante flujos de crédito, pero la solución al acceso en realidad tiene que ver con el derecho básico al agua», sostuvo.

«Los derechos no pueden ser sustituidos por el crédito. Tienen que reconocerse como derechos colectivos sobre la riqueza común de este planeta. El crédito puede llegar luego de haberse ofrecido una solución en materia de derechos», añadió.

Sin embargo, Daley-Harris advirtió que este momento no debería aprovecharse para destruir el legado del microcrédito sino para reivindicar su misión visionaria.

«La gente o bien dice que las microfinanzas son realmente malas o bien que son realmente buenas, como si hubiera un solo modelo de microfinanzas; no es así», dijo a IPS.

«Y cualquier intento por cerrar el Grameen Bank en Bangladesh es una farsa», señaló, agregando que la comunidad internacional debe distinguir entre las críticas legítimas de los activistas y la manipulación política que efectúan gobiernos corruptos.

«En las microfinanzas tenemos la tarea de volver más fácil que los políticos nos apoyen», dijo Alex Counts, director ejecutivo de la Grameen Foundation, con sede en Washington, a The New York Times.

«Tenemos que imponernos a nosotros mismos la disciplina de la transparencia en relación a la reducción de la pobreza», agregó.

http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98219