Traducción Susana Merino
Conocido como el «rey de la soja», el ministro de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento del Gobierno de Michel Temer (PMDB), Blairo Maggi fue objeto de una burla en la COP13, Conferencia de las Partes de la Convención sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (ONU) realizada en Cancún , México. La Coalición contra la Biopiratería (CAB, por sus siglas en inglés) lo «condecoró» con el diploma de ganador del premio «Capitan Gancho», en la categoría dos caras. Como ni él ni ningún miembro del Gobierno participaban del acto, el premio fue entregado a los representantes de las organizaciones sociales brasileñas que deberán hacérselo llegar al ganador.
Principal representante del agronegocio brasileño, Blairo recibió la «distinción» por limitar el cumplimiento de los compromisos asumidos por el país en los acuerdos sobre conservación de la biodiversidad. En lugar de ratificar el protocolo de Nagoya, acuerdo internacional que establece directivas para las relaciones comerciales entre los países proveedores de recursos genéticos y los que los van a utilizar, que abarcan temas como el pago de royalties y el derecho de transferencia de tecnologías y capacitación, formuló la ley 13.123/2015.
Esta ley conocida como Marco Legal de la Biodiversidad, es considerada nociva por parte de la sociedad civil y las comunidades de agricultores tradicionales por legalizar, la práctica de la biopiratería en Brasil, defender los intereses rurales y de las empresas privadas y amenazar los derechos garantizados por la Convención de la Diversidad Biológica y la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Durante la COPP22 del Clima realizada en noviembre en Marruecos el ministro hizo una serie de desastrosas afirmaciones típicas de la mayoría de los ministros de Temer. Llego a decir que Brasil tenía la agricultura más sustentable del mundo avergonzando a la delegación brasileña: que la conciencia de los grandes productores mantiene la preservación de la selva, que el asesinato de ambientalistas en el país es un problema de «interrelaciones» y que la agroganadería «no es el villano» de los cambios climáticos.
Para peor, se refirió a ser «intención» del país realizar las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC) que en realidad son compromisos obligatorios de reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero asumidos por los países firmantes del Acuerdo de París.
Un informe de Greenpeace señalo al actual ministro de Temer como uno de los mayores responsables de la deforestación de Brasil entre los años 2003 y 2004. En esa época solo el 30 % de los 12,576 Km2 deforestados en Brasil en el Estado de Mato Grosso que él gobernaba fue legalmente realizado.
Esa misma organización ya lo había condecorado con el trofeo Motosierra de oro en el año 2006 cuando aseguraba que «el negocio de la selva no tenía futuro».
Agrotóxicos y transgénicos
El mismo día la Comisión Técnica de Bioseguridad (CTNBio) aprobó el ingreso al mercado de tres organismos genéticamente modificados (OGM). Entre ellos una nueva semilla de soja tolerante al herbicida dicamba, desarrollado por Monsanto en Brasil.
La promesa es eliminar solo malezas sin afectar a la soja. Su liberación comercial permite su uso en el medio, su patente, su transporte y el consumo humano y animal, su venta (importación y exportación) de la especie. Según la comisión ese tipo de soja ya fue aprobada para su cultivo y consumo en el Japón, Estados Unidos y Canadá. En Europa se permite su consumo pero no su cultivo.
También fueron autorizados al consumo cierto tipo de algodón y un microorganismo llamado Saccharomyces cerevisae, usado en la producción comercial de etanol. El organismo asegura además que su libre comercialización incluye el análisis de riesgo asociado y su patente.
Pero para muchos investigadores eso no es suficiente por una serie de razones. El agrónomo Leonardo Melgarejo, integrante de la asociación Nacional de Agroecología de la Campaña Permanente contra los Agrotóxicos y por la vida, explica que se trata de una soja resistente a las aplicaciones del dicamba, un herbicida mucho más tóxico y peligroso que el glifosato.
Se creó esta semilla porque el glifosato ya no funciona debido a su excesivo uso, que ha generado la proliferación de las plantas que actualmente lo toleran. Con el uso del dicamba pasará lo mismo… dentro de diez años tendremos varias clases de plantas que no podrán ser controladas ni por el glifosato ni por el dicamba.
Melgarejo destaca que «la intensificación del uso del dicamba a partir de esta nueva soja producirá más daños ambientales y sobre la salud de los operadores de máquinas agrícolas, de las personas que viven cerca de las áreas fumigadas y de los animales. A medida que las plantas se vayan adaptando a este veneno, se seguirán creando otras semillas de soja transgénica tolerantes a algún otro herbicida. La tendencia es sustituir venenos peligrosos por otros aún más tóxicos».
Agrega que esas semillas están generando problemas cada vez más difíciles de controlar. «Las plantas espontáneas que hoy sobreviven a los baños de glifosatos y que en poco tiempo sobrevivirán a los baños de dicamba no podrán ser ya extirpadas de nuestros campos de labranza».
Todo eso se debe a que se publicitan venenos respaldados por científicos «miopes» que desprecian sus efectos en la salud ambiental y de la gente. «Es necesario cambiar esa actitud servil de los formadores de opinión que soslayan las necesidades de la población y de la sociedad brasileña y desestimular su uso». La única salida es la AGROECOLOGÍA. El veneno mata. Deben rechazarse todos los vehículos (inductores) de esos venenos y que propician su uso.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción