Una conversación con tres activistas que luchan contra el cártel bancario: una directora de teatro en España, un líder por la justicia fiscal de Kenia y un activista local del Reino Unido.
Día a día, son innumerables las personas activistas que se dedican a luchar contra el poder financiero en todo el mundo. Son pocos los que tienen conocimientos financieros; más bien son ciudadanos que, gracias a sus luchas, han llegado a entender el poder financiero más que muchos académicos.
El Transnational Institute (TNI) ha tenido el privilegio de hablar con tres activistas que luchan contra el cártel bancario: una directora de teatro en España, un líder por la justicia fiscal de Kenia y un activista local del Reino Unido, para que nos cuenten sus luchas y compartan una mirada que debería resultar enormemente relevante para quienes defendemos un mundo más justo y sostenible.
Simona Levi, directora de teatro y artista, vive en Barcelona. Junto con su grupo Xnet , consiguió que se sentenciara a prisión a Rodrigo Rato, exjefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) y director de Bankia, y a otras 17 personas por delitos financieros y por el papel que desempeñaron durante la crisis económica en España.
Alvin Mosioma vive en Nairobi y, junto con otras personas, consiguió detener un tratado entre Kenia y las Islas Mauricio relativo a la evasión fiscal. Contribuyó a organizar el primer Foro Social Mundial en Kenia y es el director ejecutivo y fundador de la Red Justicia Fiscal-África.
Joel Benjamin vive en Londres. Gracias a su trabajo en Debt Resistance UK ha investigado un gran número de préstamos tóxicos vendidos de manera fraudulenta a las autoridades locales y ha promovido una gran cantidad de demandas colectivas, preguntas parlamentarias y una cobertura mediática muy amplia.
¿En qué campañas sobre temas financieros estás participando actualmente?
Alvin Mosioma: Nuestro trabajo persigue garantizar que las finanzas funcionen para la gente. En otras palabras, que los que tienen más ingresos contribuyan al bienestar social y a los servicios públicos a través de los impuestos.
Actualmente estamos implicados en dos campañas. En 2015, lanzamos una campaña denominada Paremos la Sangría (Stop the Bleeding), que estaba centrada en la evasión fiscal por parte de las empresas transnacionales. Nuestro mensaje era sencillo: el continente africano no es pobre, pero se está desangrando a través de un sistema financiero que permite que los recursos se vayan fuera de él.
Actualmente también estamos luchando contra las propuestas para crear un centro financiero internacional en Nairobi. Esto es resultado de los intentos que están llevando a cabo en Kenia para aprovechar su fuerte posición financiera en África oriental e intentar facilitar las inversiones en la región. Existe un gran riesgo de que se cree un nuevo paraíso fiscal como en las Islas Mauricio y Dubai, lo cual tendría un impacto muy negativo sobre la economía y la región de Kenia. De hecho, los principales consejeros del proyecto son de la City londinense y, según sus declaraciones, está bastante claro que esto es lo que quieren que ocurra.
Joel Benjamin: Durante los últimos cinco años, mi principal preocupación ha sido una campaña a favor de que se realizara una auditoría ciudadana de la deuda de los ayuntamientos. En concreto, estamos fijándonos en los préstamos ofertados a las autoridades municipales, conocidos como préstamos «opción prestamista, opción prestatario» (LOBO, por sus siglas en inglés).
Estos préstamos de alto riesgo y extremadamente caros se vendieron indebidamente a las autoridades locales y dieron lugar a 220 víctimas y una deuda total de 660.000 millones de libras esterlinas. Existe un evidente paralelismo con los mercados de las hipotecas de alto riesgo.
Simona Levi: Para derribar a estos banqueros creamos una plataforma llamada 15MparaRato. Lanzamos nuestra campaña en 2012, después del primer rescate bancario en España. El origen está en un gráfico que vi en un periódico, que mostraba cómo la mitad del rescate iba únicamente a un banco, Bankia (5.000 millones de euros de un total de 10.000 millones de euros), y que se deberían haber destinado a políticas de bienestar y a necesidades sociales.
El presidente de este banco era el exministro de Economía y director del FMI, Rodrigo Rato. No podíamos permitirlo. Así que nos pusimos en marcha con cuatro objetivos. El primero, recuperar el dinero del rescate para quienes perdieron sus inversiones. El segundo, llevar a los responsables ante la justicia. El tercero, terminar con la impunidad de los crímenes financieros. Y el cuarto, mostrar que los responsables particulares no eran criminales aislados, sino parte de todo un sistema para quedarse con el dinero de la gente.
Lanzamos nuestra campaña sin datos, solo con la certeza de la existencia del rescate de un banco y la convicción de que sus banqueros eran los responsables. Solicitamos una investigación legal, iniciamos una demanda colectiva y comenzamos con nuestras propias investigaciones a través de una petición de microdonaciones y proporcionando medios seguros para recibir información de denunciantes anónimos. En un año, ya habíamos conseguido información suficiente sobre cuentas falsas y ventas indebidas deliberadas de productos de alto riesgo a los clientes.
Cuéntanos tu mayor éxito hasta la fecha. ¿Por qué crees que tuviste ese éxito?
S.L.: Nuestra campaña tuvo mucho éxito. No solo conseguimos poner a Rodrigo Rato y otras 17 personas en la cárcel, sino que también hemos recuperado parte del dinero y hemos mostrado a la gente que este tipo de corrupción era sistémica. Creo que una decisión táctica fue la de ir a por los que estaban arriba y no a por todo el banco.
Muchos activistas decían que la crisis era responsabilidad del sistema. Estoy de acuerdo con que es importante mantener una visión global siempre, porque necesitamos una visión sobre la situación en la que nos encontramos, pero sentíamos que era necesario que nos centráramos en una persona y Rodrigo Rato era el objetivo ideal.
Rato representaba todos los aspectos del sistema financiero, era el director de Bankia, uno de los primeros en ser rescatados, fue ministro de Economía, director del FMI y formó parte de un plan fraudulento para vender productos financieros tóxicos solo a gente pobre.
Él representaba la puertas giratorias entre el ámbito privado y el público, un sistema creado para robarnos. Se le mencionaba frecuentemente como futuro ministro, la personificación del «milagro español» desde la derecha, así que era el perfecto conector para desvelar toda la crisis.
Así que centramos la campaña en llevarlo ante la justicia. Algunos activistas y machoexplicadores se opusieron a nuestra campaña. Sin embargo, en el arte de la guerra hay que abordar un objetivo alcanzable cada vez. En primer lugar, porque teníamos muchos enemigos, así que tuvimos que ser realistas. Y en segundo lugar porque aunque necesitábamos dedicar tiempo a analizar la situación, a la vez tuvimos que utilizar tácticas y objetivos concretos, como hace la guerrilla. En tercer lugar, como se pudo probar, vas a por uno para atraparlos a todos. Conseguimos tener a 60 personas encausadas de todos los partidos políticos, incluido Podemos.
A.M.: En Kenia, una de las victorias que conseguimos fue cuando fuimos a juicio en 2014 para demandar al Gobierno por su acuerdo sobre doble imposición con las Islas Mauricio. Consiste en un acuerdo que firman dos países y que permite que las empresas que operan en dos jurisdicciones distintas no sean gravadas fiscalmente dos veces. Nos dimos cuenta de que, por la forma en que estaban diseñados estos acuerdos, al final las empresas terminan siendo doblemente no gravadas, o sea que no pagan impuestos en ninguno de los dos países.
Por ejemplo, tienes una empresa británica que quiere trabajar en Kenia, pero se domicilia en las Islas Mauricio, con lo que aparece como una empresa de las Islas Mauricio y esto significa que no paga impuestos sobre los beneficios del capital en Kenia, pero, de hecho, tampoco los paga en las Islas Mauricio. Este tratado no solo lo promovieron los inversores extranjeros, sino también una élite financiera keniata que les habría permitido mover sus inversiones fuera del territorio (offshore).
Gracias a nuestro trabajo, conseguimos parar el tratado y visibilizar el problema, ayudados por la cobertura que supusieron los Papeles de Panamá. Hace falta mucha educación y formación, ya que los temas financieros son a menudo muy complejos. Intentamos desmitificarlos e identificamos oportunidades concretas para el cambio dependiendo del contexto, de los países, de los acuerdos constitucionales…trabajando con miembros concretos del Parlamento, con los medios de comunicación, etcétera.
J.B.: Ha habido muchas victorias a lo largo del camino y estas han ido viniendo en olas, pero creo que la primera sucedió cuando un programa de investigación de televisión del canal C4, Dispatches, produjo un documental en julio de 2015 sobre los préstamos LOBO. Esto condujo a una pregunta parlamentaria sobre el tema, aunque se cerró sin ninguna investigación seria y sin que se le diera ningún tipo de seguimiento.
En febrero y marzo de 2016, gracias a la publicación de una carta conjunta de los diputados John McDonnell, Caroline Lucas y cerca de 30 concejales de administraciones locales, conseguimos la cobertura del Financial Times, del Evening Standard y The Independent, que condujo a una petición de investigación de un comité del Ministerio de Hacienda.
Otro momento afortunado, más local, fue cuando decidimos centrar nuestra atención sobre uno de los municipios más pobres del Reino Unido, Newham, en el Gran Londres, con tasas altísimas de pobreza infantil y carencias sociales. Newham fue sede de los Juegos Olímpicos en 2012 y, sin embargo, el crecimiento económico pasó de largo, en parte por los 80-90 millones de libras esterlinas dedicados a pagar los intereses anuales de los préstamos del Ayuntamiento. Esto equivalía al 120% de lo que la ciudad era capaz de recaudar a través de los impuestos municipales.
Nuestra campaña aprovechó los comentarios de las personas que vivían en Newham sobre lo que funcionaba y lo que no en su comunidad. Estuvo centrada en la complejidad de los créditos y, así, todo el mundo pudo comprobar cómo se iba el dinero a los bancos sin que nadie pudiera decir nada. Con esto se consiguió más interés, más invitaciones a reuniones y mayor cobertura de los medios de comunicación local.
Tanto nuestro trabajo con tres concejales como los tres años de campaña de lucha contra la trayectoria financiera del alcalde fueron factores decisivos para que este fuera sustituido por Rokhsana Fiaz, la primera mujer alcaldesa negra procedente de una minoría étnica en Londres, en mayo de 2018, y que prometió llevar a los bancos a los tribunales.
Desde tu punto de vista y tu experiencia, ¿cuáles son los pilares del poder financiero y por qué se ha hecho tan poderoso?
A.M.: Creo que su poder proviene de que permea todos los sectores. Vivimos tiempos en los que todo está financierizado. Un comerciante de materias primas o de petróleo no solo vende petróleo, se enriquece a través de la financierización: bonos, derivados y otros tipos de instrumentos financieros. Hay gente que está tomando decisiones que nos afectan a todos y todas con solo pulsar un botón.
Esto hace que el sector financiero sea proclive al abuso y sea muy poderoso, como pudimos comprobar claramente en la crisis posterior al 2008. Su poder proviene de cómo está organizado globalmente y cómo sus interesen están concentrados. El sector bancario es oligopólico, lo cual le ha proporcionado un enorme poder para determinar la dirección de las políticas, y no precisamente hacia el bien común.
Esto se hace evidente en las puertas giratorias entre las finanzas y los Gobiernos. Los ejecutivos entran en política y, después, vuelven a los negocios. Esto hace que haya demasiada interferencia de poder entre el sector empresarial y la política, dejando los intereses de la ciudadanía totalmente al margen.
S.L.: Soy una buena activista, pero no soy experta en finanzas. Sin embargo, el contexto nacional determina la manera en que debemos luchar. En España, la corrupción está claramente enraizada en los partidos políticos, incluidos los de izquierda; es un tipo de política mafiosa, pero no está afianzada en la población. Por el contrario, en Italia, la corrupción funciona más como un ecosistema en el que se puede beneficiar más gente. Los políticos intentarán implicar a la gente para atarles a las estructuras de poder.
Pero en ambos lugares, el poder financiero se sustenta sobre una relación extractiva que trata a la gente como materia prima y que canaliza dinero hacia la cúpula de las puertas giratorias de las finanzas y el poder político.
Bankia, el banco de Rodrigo Rato en España, es el ejemplo típico. Es una institución financiera mixta, público-privada, que cuenta con representantes políticos y la mitad de su dinero va a los políticos. Opera como una mafia y no lo digo metafóricamente.
J.B.: El poder político de las finanzas es crucial. El Ayuntamiento de Londres tiene varios cientos de lobistas que promueven constantemente sus intereses. Si esto lo comparamos con las ONG que tienen muy poco personal, vemos que no hay una situación de igualdad. Se da continuamente: un fenómeno de puertas giratorias entre las empresas de auditoría, los bancos, los políticos y los medios de comunicación.
Tomemos como ejemplo el caso de Rona Fairhead. Era directora del banco HSBC, después pasó a ser presidenta de BBC Trust, el órgano de gobierno de este medio y, actualmente, es ministra de Comercio del Gobierno. Su trayectoria, desde la banca a los medios de comunicación, no es poco habitual y permitió que los intereses bancarios defendieran los servicios financieros en un momento en el que eran considerados públicamente como tóxicos. Es una cuestión de intereses de la élite protegidos por los intereses de las élites.
La gran banca posee un mercado cautivo de políticos, medios de comunicación y auditoras. Las empresas auditoras ganan más dinero auditando a los bancos que a los Ayuntamientos y ganan más asesorando sobre cómo evadir impuestos que auditando las cuentas de las empresas. Los funcionarios no solo forman parte del engranaje de un sector financiero donde incluso los auditores son cómplices, sino que no quieren admitir su responsabilidad ni sus errores. Por lo tanto, nadie está dispuesto a decir que existe un problema y se está más preocupado en mantener la reputación que en proteger y servir el interés público.
Esto significó que, en las elecciones generales de 2015, siete años después de la crisis, ni un solo partido político en el Reino Unido hablara seriamente sobre políticas de reforma financiera. Es un tema vetado.
Por este motivo, nos hemos visto obligados a utilizar cualquier herramienta a nuestra disposición para romper este poder: auditorías ciudadanas propias, redes sociales, parlamentarios aliados, etcétera. De vez en cuando, conseguimos el interés de los medios y avanzamos; después, la puerta se vuelve a cerrar de un portazo.
¿Qué podemos hacer como activistas contra la complejidad y la opacidad de las finanzas?
A.M.: La opacidad y el secretismo son la sangre del sistema financiero actual. Estoy convencido de que los complejos instrumentos que solo entienden los que están dentro consisten en un esfuerzo deliberado para evitar la regulación. Sin embargo, la cuestión no es únicamente cómo regularlos, sino también qué sucede con la voluntad política para hacerlo.
Si observamos los Estados Unidos, cómo las finanzas y el dinero dominan las elecciones y determinan la capacidad para legislar, puedes ver hacia dónde vamos en África. Las puertas giratorias y el oligopolio político financiero se están afianzando cada vez más.
La pregunta del millón es cómo superamos esto. Sin embargo, si la opacidad es uno de los ejes del sistema, una de las respuestas clave es arrojar más luz sobre las oscuras salas y las aguas turbias de las finanzas. Por tanto, la transparencia es clave.
Existen soluciones sencillas con efectos muy poderosos como, por ejemplo, solicitar a las empresas que hagan públicas sus estructuras de propiedad, de manera que podamos ver quién se está beneficiando con ellas.
Asimismo, podemos invertir en el fortalecimiento institucional de autoridades reguladoras que garanticen una supervisión, sean estas comités parlamentarios, autoridades reguladoras u oficinas de auditoría general de cuentas. El problema es que, muchas veces, estos organismos están disparando contra un objetivo que se está moviendo continuamente: los financieros contratan a los mejores cerebros para escapar a la regulación, con lo que estamos continuamente jugando a atrapar al otro.
S.L.: Yo no sé nada de finanzas, pero este no es un sistema que no podamos comprender. De hecho, la mayoría de las personas que se dedicaron al expolio de fondos públicos lo entienden mucho menos. En España, para ser banquero, solo tienes que haber nacido en una familia de banqueros.
En 2013, como parte de la investigación, recibimos una filtración de 8000 correos electrónicos denominados «Tarjetas black de Blesa», que probaban que los ejecutivos del banco utilizaban tarjetas de crédito de la empresa no solo para bienes de lujo y vacaciones, sino también para pagar a los políticos y a los líderes sindicales todos los partidos y en todos los sectores.
También demostraban que muchos ejecutivos de la banca no entendían muy bien los balances. Y estaban ciegos ante la crisis que ellos mismos estaban provocando. De nuevo, en los correos Blesa es difícil encontrar referencias a la palabra «crisis». Era más fácil escuchar esa palabra en una hora en cualquier bar de España que en sus conversaciones.
Hace poco, hemos representado una obra de teatro en que utilizamos las mismas palabras encontradas en los correos electrónicos, y la han visto decenas de miles de personas. Incluso con distintos niveles de conocimientos, nadie tiene ningún problema para entender qué es lo que pasó.
J.B.: Yo tampoco era un experto en finanzas. Tuve que aprender por mí mismo sobre créditos y préstamos. Me asesoraron expertos financieros, que me ofrecieron su tiempo. Esto nos ayudó a superar el primer nivel, en el que simplemente estábamos intentando encontrar información sin saber exactamente qué debíamos preguntar.
Nos llevó seis meses de experimentación, de ensayo y error, antes de que supiéramos plantear las cuestiones clave para las peticiones que presentamos en el marco de la ley sobre libertad de información. Pero una vez encontradas, fuimos capaces de empezar a obtener y publicar los contratos de créditos bancarios en una base de datos de código abierto y, más tarde, esos datos fueron el punto de partida de la campaña de Debt Resistance UK en 2014.
¿Por qué no hemos conseguido controlar los poderes financieros, incluso después de la crisis de 2008? ¿Dónde debería centrar sus esfuerzos el activismo?
A.M.: Creo que la razón de que el sistema financiero se haya mantenido intacto es que no hemos roto con las dinámicas de poder que informan y marcan la dirección en materia de políticas. No hemos acabado con la relación incestuosa entre las finanzas y la política. Este debe ser nuestro objetivo principal.
Si te fijas en los países en los que las finanzas tienen menos influencia sobre los políticos y sus políticas, es allí donde esta relación está más separada. Necesitamos separar al máximo estas dos instituciones para debilitar su poder de organización. Esto significa que debemos trabajar para detener a los bancos que son «demasiado grandes para quebrar», por ejemplo, o impedir que los políticos puedan trabajar en el sector privado durante periodos de tiempo previos o posteriores a su mandato político, haciendo que los partidos políticos tengan la obligación de hacer públicas sus fuentes de financiación.
Si no debilitamos esa influencia que tienen sobre la vida política, tendremos muy pocas oportunidades, tanto en África como en el resto del mundo.
J.B.: Algo que puede cambiar las reglas de juego podría ser que la ciudadanía consiguiera tener el derecho de acceder y revisar cualquier contrato que firme el Estado. Esto podría llevar a cambios en las empresas auditoras, empezar a luchar contra las externalizaciones (que van de la mano de la financierización), y confrontar el poder de los grandes monopolios. Tenemos una oportunidad, dados los enormes fallos que han cometido las empresas auditoras ―como en el caso reciente de Carillion, en el Reino Unido―, para poder conseguir este tipo de cambios.
Otro tema al que deberíamos prestar atención es la aplicación y el fortalecimiento de la obligación de la UE de aplicar la norma sobre la buena fe, que debería imponerse en todos los acuerdos entre las empresas financieras y sus clientes. Londres es una potencia mundial en el ámbito financiero y la gente de por sentado, erróneamente, que los productos que allí se venden de buena fe; sin embargo, desde el punto de vista legal, toda la responsabilidad recae sobre el comprador. Es un sistema financiero perfecto para abusar de los clientes menos poderosos y conocidos.
Hasta que no dispongamos de una ley igualitaria y se hagan valer los derechos de la gente en el ámbito financiero, seguirán cometiéndose abusos.
S.L.: Lo primero que debemos hacer es desmantelar el formato y la estructura de los partidos políticos. Todos los partidos, incluido Podemos, son clientelistas y desempoderan a la gente, piden apoyo a cambio de favores. Si insistimos en tener un intermediario entre la ciudadanía y el poder, las democracias no mejorarán y continuarán siendo un ejemplo de tráfico de influencias.
También debemos promover un plan para que la ciudadanía controle los flujos financieros. Introducir un sistema de democracia transparente dentro de nuestro sistema financiero que permita un control entre pares de los flujos financieros. Existen algunas campañas importantes sobre este tema, que se centran en investigar cómo la riqueza ―como en el caso de los flujos que van hacia las empresas multinacionales― debería tener los mismos controles y transparencia que los Estados y los municipios en la gestión de los recursos financieros.
Cuando luchemos en estos ámbitos, debemos ser más astutos y menos ingenuos. El dicho «El pueblo unido jamás será vencido» es una gran mentira. La verdad es que cuando crecemos y nos unimos a otros, siempre somos vencidos. La unidad termina contaminando a los movimientos, destruyendo proyectos, conduciendo a plataformas que son un 90 % basura y mierda. Es mucho mejor trabajar en grupos pequeños, para ser inteligentes, para colaborar siempre, pero nunca unirnos hasta que no estemos completamente seguros de que hemos conseguido la unanimidad. Tenemos que acabar con el mito de la unidad, que casi siempre termina en divorcio y nada más.
¿Cómo podemos transformar el sistema financiero de forma que esté realmente al servicio de las personas y el planeta?
A.M.: Debemos reimaginar el papel del Estado y el papel de los negocios. Debemos darle la vuelta a la idea neoliberal de que los Estados están para servir a las empresas. Los negocios existen para servir a la humanidad. Esto exige un cambio total de paradigma.
No hemos sido lo bastante resueltos. Quizá porque tras el derrumbe de la Unión Soviética y el triunfo del orden capitalista, nos resignamos a la narrativa de que «no hay alternativa». Hemos visto a países que han intentado hacer un ejercicio de reimaginación y que ahora están sufriendo una enorme reacción a causa del gran poder que ejercer el capital sobre la política.
Sin embargo, hasta que no cambiemos el relato e imaginemos un sistema mundial reconfigurado y diseñado para servir a la humanidad (en vez de a las empresas), estaremos únicamente rascando la superficie. Quizá algunas veces dando dos pasos adelante, pero luego cinco atrás.
Puede que esto no suceda hasta que volvamos a sufrir otra gran crisis. Sin embargo, también veo indicios de cambio. Incluso en instituciones que han sido abanderadas del pensamiento neoliberal, como el FMI o el Banco Mundial, parece que están tomando conciencia de los costes del sistema. Se están viendo obligados a hablar un nuevo idioma. Me esperanza ver la luz al final del túnel.
Esta entrevista forma parte del informe Estado del Poder 2019, editado en español por Transnational Institute , Fuhem Ecosocial y Attac España .
Traducción: Javier Ramírez Gallardo