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Mirando de frente a la paradoja de Epicuro

Fuentes: Rebelión

El examen de la imagen nos permite el acceso al reconocimiento simultáneo de una especie de “mapa” o “callejero”, a vista de pájaro, de las distintas opciones de conclusiones que brinda el análisis de la susodicha paradoja de Epicuro.

Esa suerte de “instantánea”, le permitirán al lector hacerse una idea global de la cuestión, por lo que su examen previo resultará muy recomendable para los lectores.

De la mencionada paradoja, nos ocupábamos en su día, en sus respectivos momentos, cuando publicamos una serie de trabajos, en los que, aunque no lo reconociéramos explícitamente, así vino, efectivamente, a suceder.

Descripción verbal: Paradoja de Epicuro. Dios, dice, desea eliminar los males y no puede; o Él es capaz, y no está dispuesto; o Él no está dispuesto ni es capaz, o Él está dispuesto y es capaz”.

Esta paradoja también se conoce como el problema del mal, o el problema de la existencia del mal.

Fue así, en el caso, por ejemplo, de nuestro previo trabajo: Francisco Báez Baquet. La tragedia ‘divina’ de la heterotrofia, la depredación y la pirámide alimentaria     «MUNDO OBRERO», 7/09/2021, https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=11851 y: «REBELIÓN»,21/09/2021, https://rebelion.org/la-tragedia-divina-de-la eterotrofia-la-depredacion-y-la-piramide-alimentaria/

Sin embargo, en ello no ha existido siempre un reconocimiento explícito, y en virtud de tal omisión, a día de hoy todavía subsisten reflexiones que cabe seguir presentándolas aquí como si fuesen novedosas, y que a primera vista parecieran no tener nada que ver, aunque realmente eso no sea así: el canibalismo entre animales irracionales (caso de la hembra de la Mantis religiosa), o el de la antropofagia, entre los seres humanos, animales racionales, por extraño que ello nos pueda parecer.

En todos esos casos, en efecto, se trata de una extensión del concepto de heterotrofia, abarcando en ello a territorios conceptuales que resultan aparentemente poco o nada conexos.

Diremos, asimismo, respecto de la violencia machista, que es, y ha sido, una auténtica lacra comportamental, que afecta a las más diversas naciones, y que probablemente arrastra, para toda la Humanidad, desde la más añeja Prehistoria.

Otros trabajos nuestros, previamente ya publicados, guardan relación, igualmente, con el contenido de la paradoja epicúrea. Se trata de nuestros artículos:

Francisco Báez Baquet. os monstruos de Dios. Rebelión», 23/04/2021. https://rebelion.org/los-monstruos-de-dios/

Francisco Báez Baquet. El alma de los perros. Edición digital de «MUNDO OBRERO», 25/09/2021. https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=11898

Respecto del contenido de este último trabajo, tenemos que confesar que inadvertidamente en su momento no tuvimos en cuenta el hecho de que no todas las razas perrunas evidencian la misma predisposición juguetona de la que hacían gala los protagonistas de nuestro susodicho relato, pues, concretamente, las llamadas, con razón, razas agresivas, no resultan aptas para ello.

La calificación como tales, implica, para sus respectivos dueños, obligaciones legales, concretas y específicas.

Las llamadas razas agresivas, son razas clasificadas como formadas por perros potencialmente peligrosos, con arreglo a la vigente legislación española:

– Pit Bull Terrier

– Staffordshire Bull Terrier

– American Staffordshire Terrier

– American Staffordshire Terrier

– Rottweiler

– Dogo Argentino

– Fila Brasileiro

– Tosa Inu

– Akita Inu

– Dobermann

– Bull mactiff

– Dogo de Burdeos

– Mastín napolitano

– Presa canario

– Dogo del Tibet

– Presa mallorquín, o “ca de bou”

– Bull terrier

– American Bully

– Akita Americano

– Bandogg-American, Bandogg Mastiff

La agresividad de todas estas razas, difícilmente resulta compatible con la actitud habitualmente juguetona y festiva, a la que aludíamos antes, y de la que hacían gala los protagonistas de nuestra descripción incluida en el susodicho trabajo nuestro, sobre “el alma de los perros”.

Por lo que respecta al contenido de nuestro trabajo titulado “Los monstruos de Dios”, resulta fácil identificar, haciendo uso del “mapa” descriptivo de la paradoja de Epicuro, que fue objeto de cita en el presente texto, señalando el punto exacto del susodicho “mapa”, en el que queda representada la correspondiente salida de conclusión, de la epicúrea paradoja.

Se trata, en todos los casos, de seres vivos, incluidos los racionales, sin perspectiva alguna de supervivencia, en unas condiciones mínimas de viabilidad vital, en un plazo más o menos breve.

Es el caso, como ya dijimos en su momento, en uno de nuestros trabajos ya publicados, de los llamados gemelos siameses, con participación unificada de vitales órganos.

El problema de coherencia lógica y de coexistencia respecto de un supuesto Dios, infinitamente bondadoso e infinitamente omnisciente y poderoso, se exacerba en el caso de la toma en consideración de los casos de los llamados asesinos en serie.

Entre las motivaciones de un asesino en serie, frecuentemente se encontrará el propósito de encubrir una violación previa, ya sea de una mujer, ya sea la de un niño, cuando se trata de un caso de pederastia.

Una siniestra aritmética, nos remite a los casos, de verdaderos records, habidos en diversos entornos sociales y geográficos, como han sido los casos de:

-Harold Shipman, apodado “Doctor Muerte”, con 218 víctimas confirmadas.

-Luis Alfredo Garavito, apodado “La Bestia”, con 193 víctimas confirmadas.

-Gilles de Rais, apodado “Barba Azul”, con 140 víctimas confirmadas.

-Thug Behram, apodado “El estrangulador mayor”, con 125 víctimas confirmadas, y con931 de ellas, estimadas como probables.

-Pedro Alonso López, apodado “El monstruo de los Andes”, con 110 víctimas confirmadas.

-Niels Högel, apodado “El enfermero de la muerte”, con 85 víctimas confirmadas.

-Mijail Popkov, apodado “El hombre lobo de Siberia”, con 78 víctimas confirmadas.

-Daniel Camargo, apodado “El sádico del charquito”, con 72 víctimas confirmadas.

-Pedro Rodrigues Filho, apodado “Pedrinho Matador”, con 71 víctimas confirmadas.

-Diogo Alves, apodado “El asesino del acueducto”, con 70 víctimas confirmadas.

-Yang Xinhai, apodado “El monstruo asesino”, con 67 víctimas confirmadas.

-Abul Djabar, apodado “El asesino del turbante”, con 65 víctimas confirmadas, y más de300, estimadas como altamente probables, etc.

Sin embargo, quienes ostentan tales elevadas cifras de asesinatos, no resultan ser representativos del fenómeno, por la sencilla razón de que son muchos más los casos en los que tales cantidades de víctimas resultan ser mucho menores, como ocurrió en el caso de los nueve asesinados de Puerto Hurraco, en el que, además, ello se corresponde a una media de 4’5 cadáveres, al ser dos los ejecutores.

A propósito de los asesinos en serie, no se trata de saber meramente, de si hay, o no, responsabilidad moral, o si se trata de simple locura, sino de evaluar también, si, allí donde existe, la imposición de la pena de muerte, como castigo, ha de servir para algo, y de tener, en consecuencia, alguna suerte de justificación o de lógica, en la aplicación de la misma, añadiendo un muerto más, a los previos ya habidos.

De un verdugo, cabe decir, que se trata de un asesino en serie, de promoción voluntaria, de permanencia en el cargo, que al menos parcialmente también depende de su propia voluntad, que viene a incrementar el número de los sicarios existentes, que percibe sus emolumentos, por realizar cotidianamente su siniestra tarea, y cobrando por ello, a cargo del Estado.

Abordemos la cuestión de los atentados terroristas, en los que, en simultaneidad, se inmolan elevadas cifras de vidas humanas, sin más criterio que la identificación como enemigos o adversarios ideológicos, a determinados grupos de seres humanos, y a veces, ni siquiera eso, es decir, sin ni siquiera ningún criterio de selección, a la hora de decidir a aquellos a los que se les provoca su muerte instantánea e inmediata.

Con ser, todo lo antedicho, de indudable oportunidad de ser aquí citado, no obstante, es la guerra, como actividad humana detestable, la que sin duda ha de merecer más nuestro repudio, no sólo en calidad de los distintos pueblos, que, a lo largo de la Historia, y desde tiempo inmemorial, la han practicado, sino que también a título individual, y como ejecutores directos.

Con ese preciso enfoque, indudablemente son los creadores de la bomba atómica, y sus lanzadores sobre importantes poblaciones, quienes, hasta el presente, sin duda ostentan la cifra más alta de mortalidad deliberadamente provocada, y estimada entre 105 000 y 120 000 personas, que murieron, y otras 130 000, que, además, resultaron muy gravemente heridas.

La cuantificación no es la única herramienta que haya de permitirnos apreciar el respectivo grado de crueldad.

En el caso de los llamados “empalados”, el “empalamiento” fue una práctica llevada a cabo por el príncipe Vlad III de Valaquia, en la Rumanía del siglo XV, y conocido como “Vlad el empalador”, y que consistía en un método de ejecución, donde la víctima es atravesada por una estaca puntiaguda, sea por un costado, por el recto, por la vagina, por la boca, o por cualquier otra parte del cuerpo.

El Código de Hammurabi, de alrededor del año 1780 a. C., ya prescribía el empalamiento, como castigo.

El Imperio Neoasirio (932-612 a. C.), practicaba el empalamiento de los enemigos vencidos.

Su único merecimiento en ello, era haber sido derrotados en el combate.

La máxima crueldad se aplicaba, cuando, deliberadamente, en la trayectoria de la puntiaguda estaca del empalamiento, se evitaba interesar ningún órgano vital central (corazón, cerebro), para así poder prolongar la agonía del reo, y su consiguiente sufrimiento.

No bastaba con empalar. Había, además, que prolongar al máximo ese intensísimo dolor.

Por todo ello, yo me pregunto: ¿Es todo eso compatible con la simultánea existencia de un Dios omnisciente, omnipotente, e infinitamente bondadoso?…

Permítasenos poder ahorrarnos aquí, por todo lo dicho, nuestra más que previsible respuesta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.