Se habla de rescate de cientos de miles de millones de euros, de primas de riesgo, de deuda bancaria, de deuda pública, de déficit por cuenta corriente, etc., pero rara vez se analizan en profundidad las consecuencias sociales que acarrean los llamados «rescates» ni los procesos de lucha que se desencadenan antes, durante y después […]
Se habla de rescate de cientos de miles de millones de euros, de primas de riesgo, de deuda bancaria, de deuda pública, de déficit por cuenta corriente, etc., pero rara vez se analizan en profundidad las consecuencias sociales que acarrean los llamados «rescates» ni los procesos de lucha que se desencadenan antes, durante y después de los mismos.
Cuando las instituciones tipo FMI, UE, Banco Mundial o BCE hablan de rescate, en realidad lo que quieren decir es una financiación de la deuda privada mediante la destrucción de los servicios públicos, ataques a las condiciones laborales, reducción de las pensiones y deterioro ambiental y social. En este sentido es importante entender que la intención de fondo del 1% que gobierna el mundo es conseguir ser todavía más ricos después de la crisis, aunque algunos de ellos caigan. A partir de ahí, se entiende fácilmente que los llamados rescates, anteriormente llamados planes de ajuste estructural, sólo agravan las crisis de los países saqueados y suelen llevar asociados un proceso de polarización social y fuertes luchas.
A finales de los años 70 el ciclo económico expansivo que siguió a la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin. Durante este periodo la economía armamentística permanente -la producción masiva de armamento- y la reconstrucción de Europa habían permitido el desarrollo económico capitalista bajo las directrices del keynesianismo. Es decir, mediante políticas de aumento de la demanda se pretendía expandir la economía. Se teorizaba que los salarios relativamente altos permitían el aumento del consumo y, por lo tanto, la expansión de la economía. Sin embargo estas políticas no fueron capaces de frenar el deterioro económico de finales de los 70 y principios de los 80, dado que fruto de su irracionalidad el capitalismo tiende a las crisis irremediablemente.
En ese momento, los llamados neoliberales, encabezados por Milton Friedman, tuvieron su oportunidad. En el libro de Naomi Klein, La doctrina del Shock, se describe cómo los ‘Chicago Boys’ (discípulos de Friedman) aprovecharon los golpes de estado en el cono sur para poder experimentar sus teorías económicas. Así, los generales golpistas argentinos asesinaron a 30.000 militantes de izquierdas para aplicar el ‘paquete financiero’, como se llamaba a los rescates en aquella época. En toda América Latina y en gran parte de África se impusieron dictaduras respaldadas por la CIA y asesoradas por los Chicago Boys. Las condiciones quizás os suenen: recorte del déficit mediante privatizaciones de servicios públicos, enorme esfuerzo popular para pagar la deuda externa (con el nuevo rescate nos quieren hacer pagar un mínimo de 2.222 euros por persona), bajada de salarios y descenso de impuestos para los ricos. Todo ello en aras de restaurar el crédito y convertir los estados en lugares idóneos para los negocios.
Las consecuencias fueron desastrosas para la mayoría de la población. De hecho, los años 80 fueron conocidos como la década perdida. Los estados afectados por los rescates vieron reducidos todos los indicadores de desarrollo humano, esperanza de vida, porcentajes de pobreza, alfabetización, vivienda, etc. En Grecia, después de tres años de rescates la esperanza de vida ha descendido cinco años desde el primer rescate y un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Aquí empezamos a ver cómo crece el chabolismo o cómo después de los recortes en sanidad empieza a disminuir, por primera vez en 35 años, la esperanza de vida. Cada rescate ha empeorado la situación económica general a la vez que la riqueza se ha ido concentrando en menos manos. Las recetas de la UE seguidas fielmente por Rajoy sólo van a empeorar la situación económica y lo más grave, la vida de las personas.
Un aspecto clave a analizar son las resistencias surgidas en los países que ya han sufrido los «rescates». En Grecia se han dado 19 huelgas generales que han permitido, por ejemplo, que existan durante algún tiempo centros de salud autogestionados por los trabajadores y trabajadoras que atendían gratuitamente a la población. O también la imposibilidad del gobierno griego de privatizar servicios públicos para conseguir hasta 50.000 millones. En America Latina, desde el Caracazo venezolano de 1989 -calificado como la primera revuelta urbana contra los planes de ajuste estructural-, se inauguró una década de resistencias, como la victoriosa Comuna de Cochabamba en Bolivia contra la privatización del agua (incluida la de la lluvia). Los ejemplos más exitosos se han dado en aquellos países que mediante revueltas populares han conseguido derrocar los gobiernos promemorándum, como en Argentina en 2001 donde echaron a cinco presidentes en pocos días, o los ejemplos más avanzados de Bolivia, Ecuador y Venezuela, que han acabado revertiendo muchas de las consecuencias de los rescates.
Es importante señalar que estos gobiernos sólo rompieron la hegemonía de los grandes partidos tradicionales debido a enormes procesos de luchas populares y que actualmente afrontan graves e irresolubles contradicciones al intentar conjugar justicia social y capitalismo.
Oscar Simón (@simongorjeos) es militante de En lluita / En lucha
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