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Modelo: Deuda + (deuda)2 = (exportar)2

Fuentes: El tábano economista

Cada deuda, por pequeña que sea, es el eslabón de un grillete

En el artículo anterior vimos cómo las vacunas juegan un papel central en el condicionamiento de los gobiernos que pretenden mantenerse en el poder. La única forma de revertir las secuelas de las espantosas políticas económicas neoliberales, más las consecuencias de la pandemia, se simplificaron en: mantenimiento de la oferta y suplicar e implorar por vacunas.

El caso que nos convoca, la formación de la matriz productiva generada con posterioridad y como consecuencia de las políticas de la dictadura militar, así como la pérdida y el extravío progresista en la batalla cultural en democracia. Esta última contienda permitió que se instalara en el imaginario social de América Latina, y en especial en Argentina, que este era un continente sediento y carente de dólares, cuya único roll en el concierto internacional es implementar un modelo exportador de materias primas que generen las divisas necesarias para pagar deuda. La salida exportadora tantas veces aludida por establishment, donde el 70% de la población queda fuera, es consecuencia de las políticas de endeudamiento, no de la creación de un modelo de crecimiento y producción como se le suele demandar a las autoridades.

Lo interesante del relato exportador, como de tantos otros, la deuda que veremos, por ejemplo, es que forma parte de un conjunto de descripciones que se presentan de manera fragmentaria, incompleta, de forma tal que la novela nunca tiene lo que se llama estructura narrativa (prólogo, desarrollo y conclusión). Es decir, los elementos y la idea del relato queda parcialmente descrito. En realidad, de eso se trata, de mostrar la parte conveniente de la exposición, no toda en su conjunto, ya que podría hasta contradecir la idea a presentar. Por eso cuando la ex presidenta argentina declara en tribunales, se convierte en un búmeran para los medios que inventaron relatos parciales. Teniendo tiempo, se encarga de contar metódicamente la historia, es decir, con estructura narrativa, convirtiendo una acusación en hipocresía o en un fraudulento relato que deja mal parado al sistema judicial, y sorprendida a la población.

Pongamos un rápido ejemplo de los relatos o de la sutileza de los encabezados. El ahora benévolo FMI asigno U$S 650.000 millones para distribuir entre los países miembros más vulnerables que están luchando contra los estragos de la crisis provocada por la COVID-19. Lo que para su titular, Kristalina Georgieva, “Esta es una decisión históricala mayor asignación de DEG en la historia del FMI y una inyección de ánimo para la economía mundial en medio de una crisis sin precedentes”. Todo parece digno de un cuento de hadas económico.

El economista Julio Gambina, en su blog detectó que siete países de los 184 que componen el FMI, sobre la base de las cuotas de cada país miembro del Fondo, se quedaría con “el 45,16% del total, casi 300.000 millones de dólares de la emisión irán a fortalecer las reservas de EE.UU., con el 16,5% del paquete de cuotas en el FMI, o a China (6,15%), Japón (6,09%), Alemania (5,32%), Francia (4,03%), Gran Bretaña (4,03%) e Italia (3,02%)”. Por cierto, para la Argentina la asignación es de U$S 4.350 millones, que no se utilizarán para luchar contra los estragos del Covid-19, sino para cancelar vencimientos que operan desde septiembre del 2021 hasta fin de año por 3.822 millones de dólares, e incluso vencimientos del 2022. Así expuesto, la decisión histórica del FMI se convierte en un exquisito auxilio para el propio FMI.

Ahora comencemos con lo nuestro. Desde 1980 a 2020, según el INDEC, el superávit comercial argentino arrojó la friolera de U$S 181.162 millones, es decir, las exportaciones superaron a las importaciones en casi la mitad de PBI. Entonces, ¿cómo fue posible que en 1980 la deuda argentina era de U$S 27.200 millones y que finalizara, con el gobierno de Mauricio Macri, en U$S 323.065 millones, o sea, en 39 años creció en más de 1180 veces. Además, hay unos U$S 485.000 millones en cuentas del exterior y desde diciembre de 2015 a 2018, según el BCRA, en su informe Mercado de cambio, deuda y formación de activos fijos, 2015-2019, “A lo largo de todo el período, la formación de activos externos (FAE) de los residentes (coloquialmente llamada “fuga de capitales”) se triplicó, superando los USD 86.000 millones”. Es decir, comienza a tomar color la necesidad de superávit externos para mantener esta inmensa filtración.

El gobierno del doctor Alfonsín reconoció una deuda ilegítima que había pasado de U$S 9.000 millones a casi U$S 46.000 millones, lo que provocó que se ingresara en lo que se denominó “la década perdida”. Un periodo de ajuste fiscal interminable que nunca logró solucionar el problema de la deuda. De hecho, se agudizó con el default mexicano en 1982. Lo que sí logro fue condicionar un perfil exportador para pagar los préstamos de los bancos privados, sobre todo americanos, que al no poder provisionar por ley la totalidad de sus deudas incobrables afectando las utilidades, necesitaban tiempo, y asientos contables ficticios. Aún en esta década perdida, de 1980 a 1989, se pagaron U$S 50.000 millones, y de todas maneras la deuda alcanzó U$S 64.500 millones.

Lo que parece gracioso, es que, en medio de este camino naturalmente perfilado a las exportaciones, sucedieron algunos hechos inéditos. Un país hambriento de dólares, se daba el lujo de dejar que los exportadores no liquiden sus divisas en el país, “por sobreoferta de moneda extranjera”. O sea, en el gobierno de Macri, con la misma lógica que aplicó el gobierno de Carlos Menen en año 1991, favoreció a los mismos grupos que se habían endeudado en dólares y el gobierno les estatizó la deuda. Ahora les permitía no liquidar en mercado de cambio las divisas que ingresan al país producto de las exportaciones de bienes y servicios y materias primas. Esto fue a través del decreto 893/2017 que derogó el artículo 1 del decreto N°2581/64, que disponía la obligación de ingresar a la Argentina “el contravalor en divisas de la exportación de productos nacionales”. Al parecer, la necesidad, urgencia o escasez de dólares es pendular.

La deuda y la fuga de capitales digitaron el perfil exportador, la misma y desdichada teoría que hundió a Alemania en la miseria y la hiperinflación con posterioridad a la primera guerra. Donde, en el caso de las reparaciones de la guerra, la pregunta que se hacía Keynes era cómo Alemania conseguiría el oro monetario para transferir a los Aliados los montos establecidos en el tratado de Versalles. En el caso latino, los dólares.

Alemania podía obtener un superávit fiscal, extraer todo el jugo de su población, pero el problema radicaba en que ese ahorro estaba en marcos, y se necesitaba oro para pagar. Este se conseguía solamente con el superávit comercial y si las potencias vencedoras no compraban más a Alemania esta no podría pagar. El problema de la transferencia fue tan sonado en su época como rara vez recordado con posterioridad, a pesar que dicho problema organiza el perfil y el ajuste de los países de América Latina desde hace cuatro décadas. Se digitó el mismo formato con un agregado, en el caso latinoamericano, el comercio exterior y los dólares que ingresan son de multinacionales y monopolios, no del país.

Desde la década perdida, las exportaciones latinoamericanas son en su totalidad de productos básicos (productos alimenticios, materias primas agrícolas y minerales y metales) distribuido desde los ochenta en 70, 10 y 20%, respectivamente, según CEPAL. América Latina sufrió la caída de los precios de sus productos de exportación y de sus términos de intercambio a lo largo de años, lo cual afectó su crecimiento y su balanza de pagos. Cuando los precios aumentan generan efectos positivos. Pero la mejora en los términos del intercambio no se produce por el avance en la sustitución de importaciones debida a la industrialización de las economías, sino por el cambio de tendencia de los precios internacionales de los productos de exportación tradicionales de la región. En otras palabras, la mejor situación de los precios de exportación estimuló una primarización de las exportaciones por necesidad de divisas.

Según Nueva Sociedad, en su artículo América Latina y el mandato exportador, la nueva orientación exportadora se forjó no para sostener los niveles internos de consumo ni el desmanejo fiscal, sino para pagar deuda. Con matices, la región se consolidó como exportadora de materias primas, sobre todo de productos agropecuarios, piscícolas, forestales, metalíferos y mineros, así como su procesamiento básico. Sobre todo, se profundizó el modelo con cada crisis de deuda y fuga de capitales. Coincidentemente, cada crisis, devaluación y fuga de capitales, era provocada por los mismos grupos que generan los dólares para afrontar los compromisos externos.

En la Argentina hay tres complejos exportadores que se llevan el 51% de las exportaciones (oleaginoso, cerealero y petroquímico). O sea, para el año 2019 sin pandemia, del total exportado de U$S 65.115 millones, casi U$S 19.000 millones se lo llevó oleaginosas, unos U$S 10.000 millones el complejo cerealero y uno U$S 5.000 millones petróleo y gas.

En base a las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior de granos, legumbres, harinas y aceites vegetales que reporta el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, para la campaña 2019 de soja pueden observarse los primeros diez exportadores. 1)  COFCO, China National Cereals, Oil & Foodstuffs, lideró el ranking de exportadores agroindustriales, le siguen 2) Cargill (USA), 3) Archer Daniels Midland (ADM, USA), 4) Bunge (USA), 5) Aceitera General Deheza (Argentina), 6) Vicentín (Argentina, quebrada), 7) Oleaginosa Moreno (Glencore, Suiza), 8) Louis Dreyfus Company (Francia), 9) Asociación de Cooperativas Argentinas (Argentina), 10) Molinos Agro (Grupo Pérez Companc, Argentina). Estos son los dueños de los dólares argentinos.

Como salta a luz, las diez empresas, de las cuales la mayoría son extranjeras, manejan el ingreso de los dólares al país, por lo tanto, controlan las expectativas devaluatorias a su beneficio. En el artículo Los cien de Macri, en referencia a las empresas y personas físicas que fugaron divisas desde décadas atrás, no solo para el periodo investigado por el BCRA (periodo de Mauricio Macri, citado anteriormente) que nunca develó los nombres, el artículo del Cohete a la Luna, no solo ventiló sino que demostró que la mayoría eran veteranos en estas artes.   

Desde hace tiempo Horacio Rovelli, en sus múltiples artículos, insiste en la relación que existe entre los grandes exportadores y los multimillonarios fondos de pensiones sobre la tenencia de títulos de deuda, dólares de exportación, que condicionan al gobierno con la lógica de la deuda. Los brazos financieros son BlackRock, Fidelity, PIMCO, Franklin Templeton, Vanguard, entre otros, pero también tienen títulos de deuda en ADM, Bunge, Dreyfus, Glencore, etc., los propios exportadores.

Entre brazos financieros, comercio exterior, liquidación de dólares, puertos propios donde nadie sabe que sale, todo este paquete forma el tan mentado modelo exportador, que recircula, con devaluación, exportaciones, deuda y fuga. Si esta lógica, cuyo punto nodal y determinante, es el pago de la deuda, que como dominó arrastra lo demás y no se detiene, no hay forma de desarrollar un país, generar igualdad y tener una moneda propia.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2021/08/08/modelo-deuda-deuda2-exportar2/