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La constelación de fuerzas del mundo árabe a punto de cambiar radicalmente

Monarcas asediados

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

El anuncio la semana pasada en Riad de que el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) ha dado la bienvenida a la propuesta de Jordania y Marruecos de unirse a la organización fue recibido en todo el mundo árabe primero con gruñidos y después con carcajadas burlonas. Sin embargo, los analistas se están dando cuenta de que se trata de una iniciativa que va en serio y que los Estados miembros de los seis países del CCG la han tomado para contrarrestar la creciente influencia de Irán en la región y para hallar formas alternativas en la defensa de sus intereses comunes, tras el éxito de los levantamientos populares de Túnez y Egipto, sin tener que depender de Estados Unidos.

«El momento en que se produce este anuncio tiene que ver con la agitación que atraviesa el mundo árabe; esta solicitud de ampliación surgida bien del CCG o de los países afectados, no habría sido tolerada en lo que se conoce por «circunstancias normales», afirmó Muhammad Ramadi, profesor de Economía en la Universidad de Petróleo y Minerales King Fahd, en Dahran (Arabia Saudí).

Lo que ha alentado este anuncio ha sido la sensación creciente de inseguridad por parte de los Estados del CCG al ver que el que fuera su firme aliado, Hosni Mubarak, ha sido expulsado de su cargo sin miramientos por las protestas callejeras populares en Egipto; porque consideran que Estados Unidos no hizo nada al respecto, así como por las violentas protestas callejeras de los chiíes de Bahréin, reprimidas por la fuerza de soldados y policías del CCG dirigidos por Arabia Saudí, y por las protestas callejeras en curso en Siria.

Arabia Saudí no permitirá que la agitación política en la región desestabilice a las monarquías árabes. En Yemen, los saudíes están insistiendo en que haya una transición del poder ordenada y una salida digna para el presidente Ali Abdulá Saleh (una cortesía que no se extendió a Hosni Mubarak a pesar de los muchos años que el ex presidente de Egipto fue un importante aliado de Estados Unidos)», escribía esta semana en The Washington Post Nawaf Obaid, asesor de seguridad del gobierno saudí.

Los beneficios de permitir que Jordania y Marruecos entren en lo que ha sido hasta ahora un club de Estados del Golfo ricos en petróleo podrían ser múltiples: los Estados del Golfo se beneficiarían de tener acceso a la capacidad política y militar de ambos países, mientras que Jordania y Marruecos se beneficiarían de las enormes cantidades de ayuda económica que los países del Golfo podrían bombear a sus economías.

«Jordania y Marruecos necesitan inversión de capital; ambos presentan déficits fiscales regularmente mientras que el CCG, como bloque, es un importante exportador de capital», explica Jane Kinninmont, investigadora de Oriente Próximo y Norte de África en Chatham House en Londres.

De hecho, Samer Al-Tawil, ex ministro de Turismo de Jordania, declaró a Al-Arabiya que las tropas militares de su país podrían desplegarse en el Golfo si a Jordania se le permitiera unirse al CCG.

«Ambos países tienen potencial económico pero lo que los hace más atractivos es que disponen de ejércitos suníes bien entrenados que el CCG puede utilizar para contrarrestar lo que considera como la amenaza iraní emanada de los chiíes locales», afirma Meir Javedanfar, analista irano-israelí. «La prioridad para los países del CCG es reforzar sus fuerzas de seguridad con soldados suníes procedentes de países que, al igual que ellos, están regidos por monarquías. Ni Iraq ni Yemen son monárquicos. Asimismo, entre su población hay chiíes, lo que los hace mucho menos atractivos para los países del CCG».

Si este proyecto de ampliación sigue adelante, muchos observadores han señalado que el grupo regional se convertirá en el club de las monarquías suníes (con la excepción de Omán, que practica la forma Ibadi del Islam) versus las repúblicas árabes. Pero quedan muchas dudas sobre si el CCG tendrá voluntad política para llevar a cabo este plan.

Fundado hace 30 años para agrupar a las seis monarquías árabes que bordean las costas del sur del Golfo Pérsico, a saber, Kuwait, Arabia Saudí, Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán, el CCG fue una reacción tanto contra la invasión soviética de Afganistán y contra la revolución de Irán, ambas desarrolladas en 1979, como contra los ocho años de la larga guerra iniciada en 1980 entre Irán e Iraq.

De incansable retórica pero muy lento en realidad para lograr algo, el CCG se ha fijado ambiciosos objetivos como la exención de visado para sus ciudadanos de los Estados miembros, una moneda común y la armonización de aranceles de comercio. La cooperación militar destaca igualmente en su agenda, con una muy promocionada Fuerza Escudo de la Península compuesta por soldados de los seis países que supuestamente iba a ser una fuerza de reacción rápida para defenderse de amenazas externas e internas.

Por desgracia para el CCG muchos de sus nobles objetivos no se han alcanzado nunca. Los ciudadanos del CCG se benefician de la exención de visado en la región y se puede invertir y trabajar en sus respectivos países sin ningún tipo de burocracia. Los aranceles aduaneros también han sido objeto de armonización pero hasta la intervención en Bahréin el pasado marzo, la Fuerza Escudo de la Península estaba a todas luces muerta; la unión monetaria que se suponía iba a ponerse en marcha el año pasado no ha llegado a ver la luz. La rivalidad entre los Estados miembros es culpable de muchos de estos fracasos. Emiratos Árabes Unidos y Omán se negaron a unirse a la moneda común, y Arabia Saudí, con mucho el miembro más influyente del CCG, tiene disputas fronterizas con Qatar y con Emiratos Árabes Unidos.

El único país de la Península arábiga que no es miembro del CCG es Yemen, a quien por su pobreza e inestabilidad política se le ha concedido únicamente la condición de observador en el CCG. Ha solicitado formalmente unirse al grupo, y al menos sobre el papel, está a punto de convertirse en miembro de pleno derecho en 2016, pero muchos observadores dudan de que vaya a suceder alguna vez.

«Las disparidades económicas entre Yemen y los ricos Estados del CCG serían demasiado grandes como para que se produjera la unión económica y monetaria, a menos que hubiera una gran cantidad de redistribución fiscal», dijo Kinninmont. «Nunca se ha considerado seriamente que la propuesta de que Yemen sea miembro del CCG vaya a tener éxito, y el anuncio sobre Jordania y Marruecos hace que ello parezca aún menos probable. El CCG debe valorarla por su interés en ayudar a desarrollar la economía de Yemen, ya que la pobreza del país y el agotamiento de sus recursos sólo contribuirá a la inestabilidad regional».

Aun así, pocos creen que a Jordania y Marruecos se les permita nunca unirse a los países del CCG como miembros de pleno derecho: Kuwait, Qatar y Omán ya han expresado objeciones a esa propuesta de ampliación. Al parecer, lo que se está valorando es algo más que la condición de observador pero menos que la de pertenencia de pleno derecho.

«Habrá acuerdos de libre comercio, inversiones bilaterales y más proyectos de gobierno a gobierno si Jordania y Marruecos se unen a los países del CCG de algún modo, pero las restricciones establecidas sobre viajes y residencia se mantendrán invariables. La movilidad completa seguirá siendo un no-no durante mucho tiempo», dice el profesor Ramady.

Sin embargo, muchos ven que al no conceder a Jordania y a Marruecos la pertenencia completa y el acceso al actual CCG se está hiriendo fatalmente al plan de expansión desde su inicio.

«Para mí, la principal razón por la cual los países del CCG han invitado a Jordania y a Marruecos se debe a sus ejércitos. Si los líderes del CCG quieren que los soldados de estos países mueran por ellos, deben darles todos los derechos económicos y de viajes. Cualquier cosa menos dañaría la sostenibilidad y credibilidad de tales operaciones frente a las poblaciones locales de Jordania y de Marruecos», sostiene Javedanfar.

Ello sin duda decepcionaría a los muchos comentaristas saudíes que la semana pasada celebraban en Twitter el plan de expansión propuesto porque decían que sería más fácil para los hombres saudíes casarse con mujeres marroquíes. Los saudíes actualmente necesitan el permiso de su gobierno para casarse con mujeres que no sean del CCG, un proceso que puede llevar muchos meses.

Sin embargo, el verdadero peligro es que este nuevo impulso para ampliar el CCG será percibido como un intento de las monarquías reaccionarias y antidemocráticas para que los cambios democráticos y las libertades que han estado barriendo al resto del mundo árabe no afecten a sus propios pueblos.

«¿El nuevo CCG es un intento desesperado de los ricos Estados del Golfo para proteger a las monarquías/dictaduras que quedan en el mundo árabe?», se preguntaba en Twitter Ebtihal Mubarak, activista y periodista saudí con sede en Nueva York.

Kinninmont no considera que la expansión de los países del CCG sea una reacción a las revoluciones de la primavera árabe, aunque dice que los observadores pueden pensarlo por cómo el grupo se está comportando en relación a Yemen y a Egipto.

«En Yemen, la iniciativa diplomática del CCG parece destinada a preservar la mayor parte del sistema político actual, transfiriendo el poder entre las elites existentes, mientras que los numerosos grupos de base de Yemen desean que las estructuras políticas e instituciones cambien para permitir una mayor participación democrática», afirma.

«En Egipto hay un gran resentimiento por el apoyo del CCG a Hosni Mubarak, y muchos activistas están preocupados por la posible financiación saudí de los grupos salafíes, algunos de los cuales adoptan una actitud muy intolerante hacia los cristianos», agregó Kinninmont. «El CCG tendrá que tener cuidado de que no se le perciba como opositor a la democracia emergente y a los movimientos de reforma en otros lugares de la región, porque corre el riesgo de crearse nuevos enemigos».

Confirmando el carácter reaccionario de la nueva estrategia del CCG, esta semana se informó de que la empresa de mercenarios estadounidense Blackwater ha sido contratada por el CCG para establecer una fuerza de respuesta rápida del desierto en la ciudad militar de Zayed, en Emiratos. Ello únicamente puede suceder con la aprobación de Washington como parte de su estrategia regional post-ocupación.

Como parte de su propia estrategia para defenderse a sí mismos de las fuerzas democráticas de sus países, los monarcas del Golfo refuerzan así su posición de partidarios clave de la política imperial de Estados Unidos en la región. Han apostado a que el gobierno de Obama, a quien las reivindicaciones de cambio democrático que están barriendo al mundo árabe han pillado con la guardia baja, mire para otro lado.

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2011/1048/re12.htm