1. La cultura dominante es aquella que, desde las clases dominantes, se impone a toda la sociedad. En tanto esta cultura siga siendo hegemónica, la reproducción de las relaciones de producción que posicionan a las clases dominantes como tales, cuenta con una poderosísima arma a su favor. Cuando las elites han perdido su poder político […]
2.
Muchos procesos nacionalistas y populares en Nuestra América, como es el caso del peronismo en la Argentina de las décadas del 40 y 50 -pese a haber transformado al país sustancialmente bajo la consigna de una «Patria justa, libre y soberana»-, cayó a los pies de la oligarquía, entre otros motivos, por no haber avanzado más radicalmente en la tarea de confiscar el aparato cultural de las elites y ponerlo al servicio del pueblo. Mientras los argentinos masivamente accedían a la educación como nunca antes lo habían hecho, la oligarquía nativa, acantonada en la trinchera cultural, bombardeaba el cerebro de los estudiantes con su prédica contrarrevolucionaria, su mensaje no estaba centrado en la coyuntura, sino que apuntaba a imponer los valores individualistas, autoritarios, materialistas, consumistas y jerárquicos que a la larga iban a carcomer el gobierno popular del Ge neral Perón. Mientras más estudiaban los hijos de los obreros peronistas, más se alejaban del movimiento que les había permitido acceder a las universidades. El aparato cultural estaba manejado por liberales y conservadores, nacionalistas clericales e intelectuales del establishment, quienes supieron reacomodarse a la nueva situación, preservando la esencia de la educación oficial y enfilando sus cañones a criticar una simple iconografía oficialista que se insertaba en los textos escolares como mera propaganda gubernamental. La nueva clase media argentina, que se había consolidado económicamente con el gobierno peronista, paradójicamente, engrosaba las filas de la contrarrevolución a partir del frente estudiantil universitario.
3.
Es que la cultura dominante impregna a toda la sociedad. No es sólo la cultura de las clases privilegiadas, sino que es la cultura que las clases privilegiadas imponen a las subalternas para evitar que éstas piensen y actúen en función de sus intereses. Cuando un ciudadano común, un asalariado por ejemplo, dice: «no me interesa la política, con la política no como ni alimento a mi familia», no está expresándose la clase asalariada, sino que está hablando la clase dominante a través de ese asalariado, se está manifestando el pensamiento oligárquico, cuyo mayor interés radica en que los asalariados no participen en política.
Pero, ¿por qué ese asalariado o ciudadano común expresa esas ideas?, ¿de dónde provienen esos postulados? De la cultura dominante, que por medio de diferentes instrumentos (educación oficial, medios de comunicación, propaganda, publicidad, etcétera) irradia valores, costumbres, impresiones, datos y mensajes que son asimilados acríticamente y que no desafinan en el concierto de la opinión generalizada.
Educación, religión y medios de comunicación parecen ser las armas fundamentales de la artillería cultural oligárquica; sin subestimar un espacio muchas veces poco atendido a la hora de dar batalla: el espacio del entretenimiento, el juego, el ocio y la recreación.
Las fantasías y deseos impuestos -por las técnicas de manipulación, los mensajes subliminales, la publicidad y el marketing- en el momento en el que la persona se dedica al entretenimiento, penetran profundamente en la mente de los seres humanos, porque justamente ése es el momento en el que se busca un estado de relajación, y por lo tanto la persona baja sus defensas críticas y analíticas. Al mismo tiempo, condiciona la creatividad. Tanto más en el caso de los niños, para quienes jugar es en gran medida su forma de conocer el mundo.
4.
Veamos algunos ejemplos: el niño o niña se levanta a la mañana y va a la escuela. Su morral, carpetas y cuadernos están impresos con Barbie, el Hombre Araña, Superman, Barney o Mickey. En la escuela estudian historia: «Colón y las Tres Carabelas»; los romanos, los egipcios, los griegos, Alejandro Magno y los Reyes Católicos, algo de matemática y geometría y algo de lenguaje y literatura, con ejemplos de elefantes, leones, tigres, focas, duendes, príncipes, hadas y dragones. De vuelta a casa los niños ven televisión en Cartoon Network; y si leen libros o historietas estarán presentes los X-Men, Harry Potter, Batman o el Pato Donald. A la hora de los juegos la Barbie ocupará un lugar de privilegio en las niñas; los Transformers, comandos y mercenarios, superhéroes de televisión y naves espaciales con la bandera estadounidense estampad a en algún lugar, serán las opciones más recurrentes para los niños. Cuando practiquen deportes soñarán con algún ídolo de las Grandes Ligas o de la NBA. Los carritos serán Ferraris, Batimóviles o blindados de USA Army. En los días de paseo, los niños y niñas se vestirán con franelas estampadas en inglés, habrá Sambil o cualquier otra versión local de shoppings y grandes galerias comerciales, McDonalds y Coca Cola y, si el presupuesto alcanza para ir al cine, se entusiasmará con las propuestas de cartelera: Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer; El Hombre Araña 3; Harry Potter y la Orden del Fénix, Transformers o Shrek Tercero. A la noche, los niños y niñas verán más televisión, o tal vez podrán ir a algún Video Juego donde se insertarán en el mundo de Super ! Mario BROS, Pac-Man, Carmaggedon o Dragon Ball, seguramente con auriculares para no desconcentrarse, aparatos que usarán antes de dormir para escuchar la música de moda normalmente entonada en inglés.
¿Y un adolescente o joven? Dejo al lector que haga su propio análisis. ¿Y un adulto? Tampoco escapa al bombardeo alienante de la industria cultural en manos de las clases dominantes.
¿Hay diferencia entre una persona rica y una pobre en esta materia? La diferencia es meramente cuantitativa, en absoluto cualitativa. El niño rico tendrá computadora y video-juego en su propia casa, el niño pobre buscará unas monedas para ir ciber, para acceder a los video-juegos o a un local de juegos electrónicos; el niño pobre tendrá un reproductor de música, un niño rico un MP4; un niño pobre tendrá un Transformers o una Barbie (o una imitación de los «originales») y uno rico tendrá diez. El mensaje, la esencia del mensaje es la misma para ricos y pobres. La cultura dominante impregna a toda la sociedad.
5.
Ahora, si aceptamos este perverso, alienante y antiético manejo de la educación y el entretenimiento, como asimismo de la propaganda y publicidad (otro tema es la religión pero aquí no ahondaremos en esta materia), que realizan las clases dominantes ¿cómo vamos a pretender formar hombres y mujeres nuevos?
Teniendo en cuenta lo antes mencionado, ¿dónde aparecen los valores de la solidaridad, el desprendimiento, la austeridad, el amor al prójimo, el trabajo, la fraternidad y la honradez? ¿Dónde queda la autoestima del venezolano si desde la infancia sufrimos un bombardeo de enajenación donde la identidad nacional está borrada absolutamente?
6.
Es necesario que de manera urgente la revolución bolivariana asuma la responsabilidad de ocupar el espacio de la industria cultural y de entretenimiento. No podemos dejar en manos de las clases dominantes un elemento tan importante que influye en las conductas, actitudes y normas de la vida cotidiana de los ciudadanos. Es fundamental, entre otras medidas:
- Convocar a un Congreso Pedagógico que asuma la tarea de revisar y cambiar los contenidos de todos los programas educativos, agregando las asignaturas necesarias para garantizar el Proyecto Nacional, a nivel primario, medio y universitario, con la participación de toda la sociedad bajo el lema «Toda la Patria una Escuela».
- Hacer de las escuelas un lugar de enseñanza y esparcimiento, donde el niño o niña pueda concurrir los fines de semana a jugar, hacer deportes, ver espectáculos infantiles, hacer arte, bailar y compartir con sus amigos.
- Trabajar para contar con un canal de televisión dirigido a niños y niñas exclusivamente. Asimismo estimular la producción visual y cinematográfica dirigida a ese público, contemplando los valores de la solidaridad, la identidad nacional y el amor al prójimo.
- Generar la infraestructura necesaria para hacer de los espacios públicos (plazas, paseos, campos deportivos, recreos, etc.) lugares de encuentro, entretenimiento y juego para todas las edades. La Misión Cultura no tiene que estar ajena a este emprendimiento.
- Impulsar, a través del Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista, INCES, las escuelas de Educación Técnica, Pequiven, la fabricación de juegos de plaza.
- Impulsar, con el aporte de técnicos, creativos, inventores y artistas, fábricas de juguetes nacionales, donde aparezca nuestra fauna: muñecos de guacamayos, caimanes, jaguares, monos, chigüires, morrocoyes; nuestras leyendas y tradiciones, muñecos, marionetas, títeres con los seres fantásticos del imaginario venezolano: el caimán Babá; la Dientona; La Sayona; los Ceretones, Florentino, Carmelo Niño, etcétera; nuestros héroes: Bolívar, Sucre, José Leonardo Chirinos, Guaicaipuro, Andresote, Zamora y tantos; nuestras Fuerzas Armadas: soldaditos del ejército independentista, los llaneros, los guerrilleros, aviones, tanques, el carro Tiuna; nuestra sociedad: ¿por qué no tener Manuelitas con atuendo indígena, de afrodescendiente, de obrera, maestra, con uniforme de coronela, etcétera, en vez de Barbies con moda yanquis o de pasarelas glamorosas?; nuestra tecnología proyectándola al futuro: Satélite Bolívar, naves espaciales con bandera venezolana, nuestro robot «Petrobot» ¿por qué no?; nuestra diversidad racial: muñecos negros, indios, blancos; nuestros paisajes: «puzzle» con paisajes latinoamericanos en vez de Torres Eiffel, Big Ben, Estatua de la Libertad; nuestros juegos de mesas que estimulen la cooperación, la solidaridad, el conocimiento del entorno, en vez de los «Monopoly»; nuestros juguetes de miniatura: con mercalitos para jugar a las compras, equipos de Barrio Adentro para jugar al doctor, obras de infraestructura como puentes y trenes para los constructores, o un barco como el Leander.
- Controlar la venta y distribución de juegos electrónicos que inducen a la violencia, la guerra, el delito y la crueldad.
- Limitar la publicidad callejera que contienen mensajes ofensivos hacia la mujer y la sociedad toda, como asimismo aquella que en vez de promocionar las virtudes de un productos señalan el status social de quien lo consume. Utilizar los espacios publicitarios callejeros para la promoción de nuestro arte, nuestros paisajes y nuestra sociedad.
- Crear una editorial especializada en textos infantiles y para adolescentes contemplando la publicación de libros, revistas, historietas, juegos de salón y material didáctico.
7.
Sobre la cultura dominante se podría hablar mucho, sobre hegemonía y contrahegemonía, sobre los valores impugnadores de la cultura popular, sobre los mass media, la comunicación de masas, sobre estética y producción artística y mil cosas más. Pero considero que el tema es demasiado serio como para quedarnos simplemente en un análisis intelectual. El Motor Moral y Luces no es solo una idea, es un emprendimiento en marcha que debemos apoyar y apuntalar. Ya no se trata solo de criticar el modelo imperante, o diagnosticar sobre cómo el enemigo sigue alienándonos con métodos sutiles, sino que se trata de proponer y discutir sobre medidas concretas que den una batalla efectiva y eficiente contra el envenenamiento cotidiano que las clases dominantes siguen suministrando a cuentagotas a la sociedad venezolana.
* Periodista, Presidente de la Fundación Emancipación y Secretario de Organización del Congreso Bolivariano de los Pueblos.