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La moderna titanomaquia de Europa: Cómo grandes batallas sobre asuntos aparentemente menores están determinando el futuro de Europa (II)

Mr Draghi asiente a los europeístas

Fuentes: www.yanisvaroufakis.eu

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


El 8 de 2012 el presidente del BCE reconoció que la Eurozona estaba en un avanzado proceso de desintegración y a renglón seguido prometió hacer lo necesario para detenerlo. El 6 de septiembre llegó su anuncio de Transacciones Monetarias Directas (OMT, por sus siglas en inglés) considerado por muchos comentaristas un cambio de juego. Aunque la mayoría reconoce que no sería suficiente como arma con la que ganar la guerra contra la crisis, ha dado a los europeístas la oportunidad de argumentar que al final Europa estaba en vías de resolver sus crisis. El hecho de que el anuncio de las OMT coincidiera en el tiempo con el admirable documento publicado por la Comisión Europea referente a la formación de una unión bancaria adecuada y, también, con la aceptación a regañadientes por parte del Tribunal Constitucional alemán del derecho a existir del Mecanismo de Estabilidad Europea (ESM, por sus siglas en inglés) dio pie a un signo de alivio en el colectivo europeísta.

A los efectos de, como se dice, ser totalmente claro, estas líneas las escribe un eurocrítico, aunque sin lugar a dudas no un euroclasta (véase Parte A para la distinción*). Lo digo porque a uno se le perdonaría pensar que como eurocrítico tengo interés en ver a los señores Draghi, Baroso y al resto de los dirigentes europeos fracasar en su búsqueda de una solución basada en las asunciones y políticas básicas que hasta ahora no se han revisado o corregido. Por mi parte, todo lo que puedo hacer es tratar de ver la nueva situación sin prejuicios y con una mirada analítica fresca. Así pues, echemos una mirada fresca a la situación a la que se enfrenta la Eurozona: ¿han sido reivindicados los europeístas?

La postura europeísta era que, con tiempo, Europa estará a la altura de la ocasión y creará las instituciones necesarias para vencer la crisis que amenaza al euro. ¿Cuáles son las instituciones mínimas necesarias para conseguirlo? Creo que todos estamos de acuerdo en que son tres: en primer lugar, una unión bancaria adecuada. Segundo, un tope entre la deuda nacional de los diferentes Estados miembros que impida una fuerte demanda secuencial de sus bonos. Tercero, un estrategia para hacer frente a una escasez de inversiones globales y a los desequilibrios internos (de inversión, flujos de capital y comercio), lo que me gusta llamar un Mecanismo de Reciclado de Excedentes. ¿Está la Eurozona cerca de conseguir establecer estas tres instituciones y de que funcionen antes de que la crisis destroce completamente sus cimientos?

Empezando por la última de las tres instituciones que faltan (el Mecanismo de Reciclado de Excedentes), hay poco que decir, excepto que ni siquiera está en la agenda. Es bastante instructivo, además de triste, que en el caso de Grecia, por ejemplo, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), en vez de ser el pilar de todos los intentos de contribuir al crecimiento de la economía social que se desploma, ha sido castrado por la crisis de la banca. Aunque Grecia tiene 12.000 millones de euros pendientes de Bruselas (fondos estructurales no gastados para el periodo 2007-2012), la Comisión Europea solo está canalizando 1.440 millones al BEI para invertir en Grecia. Sin plan alguno para una estrategia de inversión paneuropea, centrada en torno al BEI, las posibilidades de crecimiento y de recuperar el equilibrio de Europa parecen muy remotas.

En lo que se refiere a la Unión Bancaria, se está fraguando una lucha de titanes. Mientras se escriben estas líneas, está haciendo estragos una nueva titanomaquia entre la postura firme de los banqueros alemanes en contra de cualquier supervisión seria del BCE y la Comisión que ha publicado un espléndido trabajo sobre cómo debería ser el sistema bancario de Europa dentro de unos pocos años. Esta titanomaquia en cuestión no es ni visible a simple vista ni su resultado es previsible. Como he escrito en otra parte, el Ministerio de Finanzas alemán está adoptando el lenguaje de una unión bancaria para negar lo esencial. Esto no es un buen augurio para una unión bancaria que tenga éxito en su tarea esencial: disociar la crisis bancaria de la crisis de la deuda nacional en la periferia de la Eurozona.

Fijémonos ahora en otra institución que es un requisito sine qua non para acabar con la crisis: cómo financiar a las naciones afectadas, Italia y más significativamente España, atrapadas en las garras de un Patrón Oro posmoderno, incapaces de financiarse a sí mismas en un momento de feroz recesión. ¿Qué pondría fin a esto? Sea cual sea la institución que se cree, debería estar centrada en el BCE y encontrar un modo de eludir la cláusula de no rescate que fue la piedra angular del BCE. En nuestra Modesta Propuesta [Modest Proposal], Stuart Holland y yo hemos puesto de relieve una manera sencilla de hacerlo: el BCE actúa como un especie de intermediario entre los Estados miembros y los mercados financieros, prestando en su nombre a tasas interesantes y organizando un mecanismo de pago creíble que vigilaría que los gobiernos nacionales pagan los nuevos préstamos, garantizando de este modo que el BCE no necesita monetizar su deuda (bien en los mercados primarios o en los secundarios). El único argumento serio contra esta propuesta, con el que me tropecé entre los responsables de la política de los partidos, era que otorgaría al BCE un papel que nunca ha tenido ningún otro Banco Central. Al parecer, Alemania esta deseando garantizar que el BCE se abstiene de actuar como un Banco Central «innovador». Nuestra propuesta les chocó por ser demasiado innovadora en un momento en que una mínima innovación era un imperativo político.

La única alternativa seria que se discutió en aquel momento era dar una licencia bancaria al ESM-EFSF (siglas en inglés de, respectivamente, Mecanismo de Estabilidad Europea y Fondo Europeo para el Sudeste de Europa) que le permitiera apalancar sus préstamos a los Estados miembros afectados utilizando el balance del BCE. Me opuse a esta idea porque consideraba tóxica la propia estructura del ESM-EFSF (especialmente cuando la recapitalización de la banca añade nueva deuda a los [estados] soberanos que financian el ESM-EFSF y que pueden necesitar financiación de este). Apalancar un fondo tóxico no era la idea que teníamos de una buena política. Con todo, la Reserva Federal estadounidense, el gobierno francés y posiblemente la mayoría de la periferia de la Eurozona esperaba en secreto que el ESM-EFSF pudiera conseguir su licencia bancaria. Pues bien, no la consiguió. No obstante, la «solución» final del señor Draghi, sus Transacciones Monetarias Directas (OMT, por sus siglas en inglés), se acerca bastante a ello.

Según un ESM-EFSF propulsado (o apalancado) por el BCE, el fondo de rescate de la Eurozona prestaría, por ejemplo, cinco euros por cada euro que fuera financiado por los gobiernos para darlo en préstamo a países como Italia y España, por supuesto, bajo unas estrictas condiciones del FMI similar a la troika. La señora Merkel, el Tribunal Constitucional alemán, la opinión pública alemana, etc., lo consideraron inaceptable políticamente e incluso moralmente. Entonces, ¿que hará diferente el OMT? No mucho, según Gavyn Davies. Este es el argumento de Davies: según las OMT del señor Draghi, España se tendrá que someter a un estricto programa de ajuste fiscal supervisado por el FMI y la troika. Una vez que se apruebe el programa, el ESM-EFSF prestará dinero a España directamente (por ejemplo, compra de bonos españoles en el mercado primario) mientras que el BCE infunde entusiasmo a sus prensas digitales para crear más dinero con el que comprará muchos más bonos españoles «de segunda mano» (con un vencimiento que no exceda los tres años) en mercados secundarios.

Aunque Gavyn Davies tiene razón, creo que es importante diferenciar ente la idea del ESM-EFSF apalancado por el BCE y las OMT. Según las OMT, el ESM-EFSF estará más limitado en relación a cuántos bonos frescos puede comprar (ya que su financiación está gravemente circunscrita). Esto significa que el señor Draghi tendrá que imprimir mucho más dinero para dirigirlo a los mercados secundarios con el fin de mantener bajas las tasas de interés españolas. En realidad, sus OMT es una versión menos eficaz del modelo del ESM-EFSF propulsado por el BCE. El significado político de esto es que el BCE se enfrentará a más críticas de las necesarias por parte del Bundesbank por conseguir que la misma compresión de las tasas de interés se extienda dentro de la Eurozona (ya que tendrá que imprimir más dinero para conseguir el mismo efecto que tendría el ESM-EFSF apalancado por el BCE). Con todo, para ser justo con el señor Draghi, este bien podría replicar que el mérito de las OMT es que, a diferencia del plan ESM-EFSF apalancado por el BCE, era posible vendérselo al gobierno alemán. En esencia, se compró la aceptación política alemana a corto plazo a expensas de una mayor oposición alemana a largo plazo a las operaciones del BCE; un punto que concuerda con el análisis de Wolfgang Munchau.

Sea como fuere, la cuestión es lo eficaz que será el sistema de las OMT para proporcionar una adecuada «barrera entre la deuda nacional de diferentes Estados miembros que impida una fuerte demandad secuencial de sus bonos». Todo depende de si los participantes en el mercado de bonos lo miran y deciden que no les conviene apostar en contra de su integridad. ¿Apostarán los especuladores unos cuantos millones a que «compras de bonos específicas» significa algo diferente de «compras de bonos ilimitadas»? ¿Querrán quizá apostar que al final el Bundesbank ganará la discusión al señor Draghi y le fastidiará así sus planes? Esto también dependerá de qué significan las OMT para países que ya están en las garras de los programas de la troika. ¿Comprará el BCE bonos irlandeses, griegos y portugueses en los mercados secundarios? ¿El diferencial del BCE será el mismo para cada Estado miembro? En caso negativo, ¿quién determinará y en base a qué la diferencia entre estos diferenciales? ¿El propio BCE? ¿Los dirigentes políticos europeos? ¿Es posible imaginar que un país como Grecia se convierta en un Kosovo (un protectorado con el euro como única moneda pero sin un Estado que funcione, con un sistema bancario abandonado y en ruinas, y una sociedad desalentada dirigida por la mafia que lo único que exporta son personas además del turismo) mientras que las OMT salva a España e Italia con éxito? Los europeístas probablemente responderán que es demasiado pronto para ser negativos respecto a las OMT del señor Draghi, que no es sino un paso en dirección a una unión fiscal, a una Europa Federal, como demostró la reciente y atrevida declaración del señor Baroso. La única preocupación de los europeístas es que el éxito de las OMT, incluso la efervescencia causada por su anuncio, alivie la presión sobre los gobiernos que los mantiene en el buen camino, lo que suscita la posibilidad de un informe negativo de la troika que, en cambio, obligará al BCE a retirar su asistencia OTM a dicho Estado miembro; en ese punto, este se enfrentará a la seria posibilidad de expulsión de la Eurozona, con lo que nos vuelve a arrastrar al fango del «riesgo de convertibilidad», en palabras del señor Draghi (el eufemismo que creó para la desintegración de la Eurozona). Con todo, los europeístas esperan que antes de que se llegue a este cul-de-sac [callejón sin salida, en francés] los planes del señor Baroso para la federación de la Eurozona estén tan avanzados que se dominen las fuerzas centrífugas.

En resumen, Europa se encuentra actualmente entre las garras de una despiadada titanomaquia. En la esquina roja, los bancos alemanes están luchando con todas las fuerzas que pueden reunir para evitar una unión bancaria adecuada. Se les une el Bundesbank decidido a mantenerse en sus trece, con lo que mina los esfuerzos del señor Draghi por monetizar parte de las deudas de España e Italia para comprimir los diferenciales de la tasa de interés entre el centro y la periferia que garantiza el fracaso de la moneda común y del mercado único. En el rincón azul tenemos a la señora Merkel y a los señores Hollande y Barosos que han formado una alianza de conveniencia que apoya al señor Draghi. Por el momento mantienen a raya a los banqueros alemanes (los bancos privados más el Bundesbank). Pero su mayor enemigo es silencioso, siniestro y está trabajando a escondidas, devorando los cimientos de la Eurozona. ¿Quién es este enemigo? La implacable lógica de la desintegración profundamente enterrada en las macrodinámicas de recesión de la hoy austera Eurozona.

13 de septiembre de 2012

(Continuará)

* http://www.rebelion.org/noticia.php?id=156379

Fuente: http://yanisvaroufakis.eu/2012/09/13/europes-modern-titanomachy-how-europes-future-is-being-shaped-by-large-battles-on-seemingly-small-matters-part-b/