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Mr.K – Zulianópolis y los Disociados

Fuentes: Rebelión

¿Se equivocaron o formaron parte de una escenario montado para ¿Nuevamente dirán que se equivocaron o simplemente confirmaremos que eran parte del escenario montado para una fenomenal operación mediática? Las explicaciones de los principales protagonistas buscarán deslindar responsabilidades hablando de fallas técnicas, errores muestrales, desaciertos en las preguntas, mala praxis y finalmente, atribuirán sus «errores» […]

¿Se equivocaron o formaron parte de una escenario montado para

¿Nuevamente dirán que se equivocaron o simplemente confirmaremos que eran parte del escenario montado para una fenomenal operación mediática? Las explicaciones de los principales protagonistas buscarán deslindar responsabilidades hablando de fallas técnicas, errores muestrales, desaciertos en las preguntas, mala praxis y finalmente, atribuirán sus «errores» al miedo de la gente a decir la verdad en un contexto de política clientelista. Eso siempre que no logren pasar desapercibidos, después del fiasco que habrán promovido en su rebaño el próximo 3 de diciembre.

La lección de anteriores encuestas pre-electorales por encargo, sugiere que hay algo más que errores en sus calculados resultados. ¿Cuánto hay de medición y cuánto de manipulación en los sondeos? ¿Hay una doble medición que responde a dos realidades? Una; la de los que deciden ocultarla y otra fraudulenta cuyo destino deliberado ¿es la ciudadanía? En última instancia, si la manipulación es una práctica contínua, ¿por qué nuevamente -esta vez es más seguro que nunca- no dará el resultado esperado por los manipuladores?

En Venezuela sabemos muy poco de la relación entre las encuestadoras y los políticos, sobre todo en lo que refiere a honorarios y la prefabricación de los resultados en los trabajos. La verdad es que de todos los sondeos producidos previamente a la divulgación de tales resultados, suele llegar solo entre el 2 y el 5 por ciento a la fase final. Eso tratándose de las encuestadoras que algunos catalogan como más serias. Existen otras que se rigen por esquemas previamente confeccionados en su totalidad, sin atender ningún porcentaje de encuestados.

Y eso pasa porque nuestro país cuenta con pocos actores en el trabajo de calle, como pocos también suelen ser los contratantes de las encuestas. No hay medios, ni universidades, ni «think tanks» como sucede en los países cabecillas del mal llamado primer mundo, especialmente en E.U.

Los únicos que invierten en estudios de opinión en nuestro medio son los políticos de la oposición, en grado menor lo hace el actual gobierno nacional, rompiendo con la tradición de anteriores administraciones clientelistas. De allí que la mayoría de las encuestas quedan capturadas en las telarañas de alguna operación política opositora. Estas encuestas no tienen efecto determinante a estas alturas en Venezuela. Forman parte de la fantasmagoría creada durante casi cinco décadas y cuyos altos costos eran subsidiados por la oligarquía nacional a cambio de jugosas parcelas de poder.

Ahora, el proceso de votar sin ser tan complejo, integra al votante en una inversión humanizadora y solidaria. Luego de su despertar bolivariano, la gran mayoría de venezolanos está en capacidad de evaluar el pasado, vivir el presente y proyectar su futuro y el de la Patria con amor revolucionario. Ahora sabe que la realidad es compleja y que ella no se arregla simplemente con numeritos. Esto -a juzgar por lo sucedido en Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Nicaragua- lo que asoma ya en Ecuador, Paraguay y Chile y hasta en el mismísimo E.U. entre otros- junto a la heróica Cuba y nuestra Venezuela Bolivariana, está trastornando la concepción imperialista del capitalismo en el mundo.

Volviendo al tema; en síntesis diríamos que una encuesta es la que se envía a los medios; la otra es la que tiene la gente que toma las decisiones. El general De Gaulle decía al respecto, que estaba cansado de contarles mentiras a los periodistas por la tarde y creérselas a la mañana siguiente cuando abría los diarios.

Chávez y Venezuela marcarán un antes y un después en el mapa de la encuestomanía mundial. Los sondeos, en nuestro caso, están más cerca de una operación política que de ser un instrumento para medir el pulso de la opinión pública. Como nunca antes, quedará expuesto el próximo 3 de diciembre, que quien paga el sondeo está comprando también un resultado burdamente prefabricado, puesto que nadie puede equivocarse por más de 20 puntos de diferencia como en el caso del encuestador Keller . ¿Habrá que inventar de nuevo las matemáticas aplicadas Mr. K?

Lo curioso y desconcertante es que en estos casos, los más equivocados suelen ser los que más cobran.

Así como Truman Capote inventó el non fiction o periodismo novelado, a ciertas encuestadoras como la de Keller y Asociados ¿asociados de quién? ( nos preguntamos ) le darán irónicamente el crédito de haber inventado un nuevo género: el de la «ficción en psicótica disociación «. Tan ficcional nos parece el mundo electoral creado por el emblemático encuestador, que ameritaría bautizarlo «Mr. K y los disociados del Zulianópolis».

Pero, ¿y cuál es el efecto de la manipulación? En un país sembrado con los viejos conceptos volátiles del «exitismo», aunque construyendo hoy el socialismo bolivariano, todavía hay gente que vota a ganador. Pero también tiene cabida en ella el efecto disuasión. Como ocurrió al comienzo de esta era, cuando algunas encuestas falsas daban a Salas Romer ganador a lomos de Frijolito. Eso apuntaba a que, quienes estaban entre él y Chávez pero no querían votar por un sajón, se inclinaran por su candidatura finalmente, convencidos del chance de ganar.

Además, lo que venden algunos encuestadores no es sólo la encuesta sino la operación mediática. Por eso suelen ser muy caros. Es más, a veces ni siquiera hacen la encuesta, porque lo importante es instalar la opinión de que tal candidato es mejor que el otro en el aparataje mediático. Ellos consideran que una buena operación mediática debe constar de un proceso de difusión y de confirmación que implicará primero, salir bien en los medios. Pero como eso no será suficiente, puesto que la gente no creerá en alguien sólo por haberlo difundido, es preciso entonces agregarle una operación de encuestas. En las etapas finales, más y más encuestas a favor, todas las posibles para afirmar la idea de la «bondad» del candidato. Todo esto funciona en combo, nunca de manera aislada.

El sociólogo francés Patrick Champagne sostenía la teoría de que la operación mediática es decreciente hacia la fecha de la elección. Allí se materializa el momento real de la comprobación. Cuanto más lejos estén los comicios, más se mentirá porque es cuando las empresas tienen menor costo de imagen. Tal es la teoría de Champagne sin haber podido contemplar por razones obvias, la profundidad de intereses que puede tener Mr. «K» con el candidato del zulianópolis y éste a su vez con Mr. Danger y sus trasnacionales globalizadas a partir de gringolandia.

Ocurre también, que el posicionamiento en las encuestas sirve para pelear la distribución de espacios en los medios: tiene más espacio aquel candidato mejor posicionado. Todo eso junto, ayuda a generar un clima ganador entre el rebaño de inconscientes, los enfermos disociados y la jauría de vendepatrias.

El protagonismo que las encuestas pueden tener en las definiciones políticas, no sólo a la hora de votar sino antes -en el momento en que los partidos definen sus candidatos- manifiesta en realidad, la debilidad del supuesto liderazgo político al que aluden. La encuestomanía crece en paralelo con la decadencia de la clase política. No hace más que revelar esa decadencia del liderazgo político.

Un elector consciente espera que un líder dado fije posiciones y las defienda; no que se levante todas las mañanas a preguntarle a la gente qué quiere escuchar para definir entonces lo que él tiene que decir. Ricardo Lagos, en Chile, tuvo que pelearse con sus propios votantes por defender un principio constitucional del que estaba convencido; fue cuando se planteaba si Pinochet sería enjuiciado o no. Triunfó finalmente la resolución del liderazgo.

Sobre este particular es indudable e incuestionable el liderazgo de Hugo Chávez. Su singularidad, su autenticidad, su honestidad y su total dedicación al frente de la tarea para la que fuera elegido hace poco más de siete años, redunda en una abismal diferencia a su favor frente a todos los contendientes que intenten derrocarlo por la vía electoral el próximo 3 de diciembre. Triunfaría contra todos ellos juntos, si fueran capaces de unirse. Claro, tendrían poco tiempo para ello. No sería suficiente; aún volviendo a nacer subsistirían sus profundas ulceras y malformaciones desde sus raíces individualistas, cargadas de odio e hipocresía.

Asumir un liderazgo es estar dispuesto a pagar altísimos costos que incluyen a veces hasta la vida. Sin esa disposición ilimitada al sacrificio, en materia electoral, suele surgir la obsesión por las encuestas que ayudarán a ocultar la debilidad de los programas de gobierno. Gobiernos remotamente posibles que no saben, ni siquiera se imaginaron nunca en medio de sus campañas insensatas, hacia dónde irían en realidad. Tal lo que pasa con el opaco candidato nacional de Mr. K, su Zulianópolis y sus asociados disociados; verdaderos bichitos emblemáticos de un ayer enfermo, en tiempos de nuestro indetenible Proceso Revolucionario Bolivariano hacia el Socialismo.