«Existe un grupo poderoso de gente allá afuera que secretamente gobierna el mundo, hablo de aquellos a quien nadie conoce, los tipos invisibles, el uno por ciento en la cima del uno por ciento, los tipos que juegan a ser Dios sin permiso.» La navidad del 2019 marcó el fin de la historia de […]
La navidad del 2019 marcó el fin de la historia de Mr. Robot, una serie de ciencia ficción producida por USA Networks y escrita por Sam Smail. A partir de su lanzamiento en 2015 con un total de 45 capítulos en cuatro temporadas, Mr. Robot desarrolla una excelente e intrigante historia sobre un joven hacker, Elliot Alderson, personaje principal de la serie que labora como ingeniero en una empresa de sistemas de seguridad informática en Nueva York. El argumento principal de la serie radica en cómo Elliot y un grupo de hackers libertarios agrupados en un colectivo llamado FSociety planea y ejecuta un mega hackeo a una corporación financiera monopólica en el mundo llamada E Corp. A través de una narrativa doble que, por un lado aborda las razones, los conflictos y la implementación del hackeo, también se ocupa en mostrarnos la dura vida de Elliot quien padece serios problemas psicológicos que le provocan trastornos de ansiedad, depresión y dificultades para entablar relaciones sociales.
El mega hackeo de FSociety se propone desmantelar las finanzas del 1% más rico del planeta y eliminar todos los registros de las deudas bancarias de la población mundial sometida a los bancos de E Corp; es decir, el «mayor acto de distribución en la historia de la humanidad». Tal como plantea el mismo Mr. Robot, el hackeo derribaría el capitalismo financiero y lograría que la sociedad se liberará del yugo del consumo y la deuda eterna. No obstante, para llevar a cabo esta tarea, lxs personajes se enfrentan a una multiplicidad de desafíos, contradicciones y vicisitudes que mantienen al espectador en constante tensión por los giros que plantea la trama.
A nivel artístico, en la serie destacan los colores sublimes de cada contexto en los diferentes episodios ambientados en la desigual isla de Nueva York, los encuadres atípicos sobre el diálogo de cada personaje, un guión sólido y coherente, una gran selección musical, así como la constante referencia implícita a clásicos del cine de la década de los ochenta y las tremendas actuaciones de Rami Malek, Christian Slater y Carly Chaikin hacen que Mr. Robot sea una de las mejores series de la década. Sobre todo, quiero subrayar que es una de las series más sugerentes para pensar el capitalismo financiero y la dominación del 1% más rico de la sociedad global a partir de la historia de un hacker.
Más allá de las múltiples interpretaciones que pueden desarrollarse frente al complejo guion de esta serie, que puede catalogarse sobre todo como un thriller psicológico que aprovecha el contexto de tecnología moderna para desarrollar a su personaje principal, con sus dramas internos y su actitud política frente al poder de la estructura dominante, me interesa rescatar dos ideas que sirvan para motivar la desobediencia civil y la crítica al sistema capitalista actual, tomando como referencia esta serie de ciencia ficción que tiene contrastes con la realidad.
Primero. Los hackeos no son inventos de la ciencia ficción, son reales y pueden ser protagonizados por corporaciones de todo tipo; desde un colectivo libertario como FSociety que busca «salvar el mundo», un grupo de ladrones con gran conocimiento informático, empresas privadas que pretenden extraer datos, hasta gobiernos que emplean el hackeo como estrategia de espionaje con fines políticos.
Un ejemplo, a principios del 2018, un malware norcoreano fue hallado y neutralizado por la Procuraduría General de la Republica (PGR) y la Oficina Central de Investigación (FBI) en una operación conjunta tras el rastreo de una empresa mexicana de telecomunicaciones que desde 2006 había sido infectada por este virus (para quien es fan de la serie, no pueden dejar de pensar en el grupo asiático Dark Army). Este dispositivo tenía la capacidad de «extracción de información de los discos duros en el sistema infectado; crear, iniciar y terminar procesos nuevos en el sistema; buscar, leer, escribir, mover y ejecutar archivos; modificar sus fechas de acceso y modificación, así como autoeliminarse del sistema infectado una vez cumplidos sus objetivos». Como resultado de este malware, durante cuatro meses (octubre del 2016 a enero del 2017) hubo 289 hackeos a empresas públicas y privadas, con un robo de información aún desconocido.
Existen otros ejemplos relevantes. El año pasado fue hackeada la base de datos de Uber con lo que absorbieron datos de miles de usuarios de la aplicación, es decir que se robaron información codificada de los móviles inteligentes con el objetivo de escanear cuentas y montos de los usuarios. La noticia no tuvo eco a nivel nacional. Meses después surgió la noticia de un supuesto hackeo a las cuentas de distintos bancos a partir del cual se extrajeron millones de pesos en efectivo en cajeros automáticos. La nota se viralizó rápidamente en las redes sociales. Según las primeras investigaciones que se hicieron públicas mediante una conferencia de prensa a cargo del departamento de seguridad informática del Banco de México, al menos tres hechos son sugerentes:
1) El hackeo fue una acción coordinada colectivamente, donde algunos sujetos redirigieron los depósitos virtualmente a cuentas bancarias fantasma que en 24 horas fueron retirados de cajeros automáticos de bancos por diversas personas y en distintos puntos del país.
2) Un actor clave del hackeo trabaja en la misma central del banco; es decir, existen infiltrados que conocen al enemigo desde adentro y pueden articular mejores estrategias.
3) ¿De quién era el dinero robado? ¡De los bancos! Con las operaciones que hicieron los hackers no tocaron el dinero de ninguna cuenta personal, sino que sustrajeron dinero de las cuentas de las empresas financieras en Banxico.
Un tiempo después, las investigaciones avanzaron e informaron públicamente que el resultado del robo sumó más de 300 millones de pesos que fueron extraídos por medio de cuentas fantasmas de Bancomer (el banco que según algunos tiene el mejor sistema de seguridad). Algunas de esas cuentas estaban inutilizadas desde hace tiempo por clientes reales; es decir, que pudo haber sido cualquiera con una cuenta bancaria. También aceptaron que desde el 17 de abril del 2018, algunos funcionarios habían reportado fallas en el sistema operativo que ejecuta los pagos en línea de la banca, una plataforma que al ser hackeable resultaría desastroso para las corporaciones por la extracción de datos y dinero virtual existente.
La nefasta clase bancaria del este país se vio obligada a dar conferencias de prensa donde anunció sus acciones y calmó cualquier alerta sobre los ataques virtuales hacía usuarios particulares (cosa que nunca pasó, a quienes robaron fueron a ellos, no a nosotros). Argumentaron que se trasladaron temporalmente a una plataforma de emergencia para no ser infectados nuevamente, como una medida temporal en lo que resolvían el conflicto con un plan de contingencia. Su temor era evidente. Aunque no es probable que este ejemplo anterior sea un acto de desobediencia civil en contra del sistema financiero para agrietar el capitalismo ni mucho menos mostrar una respuesta desde abajo, considero que es una buena referencia para recomendar Mr. Robot por la lógica con la que ejecutaron el hackeo.
Segundo. Necesitamos posicionar en la agenda de lucha de los abajos la desobediencia civil por medio de los hackeos, las tecnologías libres y el conocimiento de la informática como una construcción colectiva para enfrentarnos al capital y a los gobiernos. Aquí la lucha de la juventud de Hong Kong tiene mucho que enseñarnos. Pero también es vital encontrar las complicidades entre los principios de los militantes del software libre y los pueblos que buscan la autonomía.
Por ello, debemos evitar que ese frente de lucha sea capturado y despolitizado por los productos culturales, ya que el fenómeno del hacker como revolucionario solitario ha tenido cierto impacto en los mass media en la última década; por ejemplo en el cine, donde por lo general se construyen narrativas poco realistas sobre las posibilidades del hackeo y se aborda de manera simplista sus conflictos éticos. Por eso sostengo que en Mr. Robot, inspirado en múltiples características de Anonymous, podemos encontrar una primera aproximación más compleja sobre el tema gracias al potente guión escrito por Smail, quien se asesoró con hackers reales para mantener un equilibrio poco inusual entre los detalles técnicos y los límites morales que se pueden encontrar cuando el objetivo es penetrar un sistema digital.
El mensaje está implícito a lo largo de la serie llena de referencias clave, desde la construcción de FSociety como el colectivo libertario de hackers, las referencias a Donald Trump, la conspiración del imperio asiático, la promoción de guerras nucleares como negocio, la creación de monedas alternativas como el ECoin y el crash financiero; esta serie constituye una referencia imprescindibles para comprender algunas razones por las que Edward Snowden hace un tiempo señaló que las próximas generaciones crecerían sin un concepto de privacidad.
Por último, algunas sugerencias. La mejor forma para ver Mr. Robot no es pagando por ella; en lugar de apoyar a plataformas que lucran con una muy pequeña selección de los ilimitados productos culturales a los que se pueden acceder en Internet, es mejor buscar la serie en servidores independientes o plataformas de intercambio libre y descentralizado como The Pirate Bay.
Advierto que no se trata de una serie sugerente para todo público, tanto el guión como la trama argumental son complejas, contienen una profunda crítica al sistema dominante que resuena de diversas formas a partir del cuestionamiento propio al modelo de consumo, donde todos somos parte.
El magnífico Sam Smail inevitablemente te pondrá a dudar sobre cuanto saben de ti los de arriba, de qué tan vulnerables somos por hacer nuestra vida en red virtual, pero sobre todo, la serie sirve para darse cuenta que a veces nuestras «revoluciones» son aprovechadas por fuerzas sociales mucho más complejas y que para destruir este sistema no basta con acciones individuales como las de héroe cibernético de la serie.
Lo cierto es que Mr. Robot será una serie de culto, no sólo por integrar referencias históricas de la cinematografía, sino por sus potentes discursos, su fotografía única y una trama que alcanza en el séptimo capítulo de la última temporada una narrativa magistral. Además, es uno de esos productos culturales que terminan dando una importante lección: las herramientas tecnológicas del momento son también herramientas de lucha y es momento de apropiarnos colectivamente de las posibilidades del hackeo ético y usarlas con creatividad para agrietar este sistema de muerte y olvido.
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