El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) considera a la reforma agraria clásica agotada «por las elites brasileñas que adhirieron al neoliberalismo, un modelo dominado por el capital financiero e internacional», y está proponiendo al gobierno un plan de mediano y largo plazo para la agricultura brasileña junto a un nuevo tipo de […]
El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) considera a la reforma agraria clásica agotada «por las elites brasileñas que adhirieron al neoliberalismo, un modelo dominado por el capital financiero e internacional», y está proponiendo al gobierno un plan de mediano y largo plazo para la agricultura brasileña junto a un nuevo tipo de reforma agraria.
Según João Pedro Stédile, integrante de la dirección nacional del MST, el primer paso es la democratización de la propiedad de la tierra, «una bandera republicana» que puede ser establecida por medio de límites en el tamaño de la propiedad rural. «No se puede admitir que una empresa cualquiera tenga 100 mil o 1 millón de hectáreas apenas porque tiene dinero», subraya.
Para Stédile, Brasil precisa de un nuevo modelo agrícola, basado en la pequeña y mediana propiedad. «Para eso, precisamos antes que nada derrotar al neoliberalismo, por medio de la construcción de un modelo de desarrollo nacional, que priorice la distribución de riqueza».
TRIBUNA DA IMPRENSA – ¿Usted admite que el modelo de reforma agraria defendido por el MST está agotado? ¿Qué se debe hacer?
JOÃO PEDRO STÉDILE – Durante todo el siglo 20, los movimientos campesinos de América Latina lucharon por la llamada reforma agraria clásica, por medio de la combinación de la distribución de tierras con un proyecto de desarrollo de la industria nacional, con fortalecimiento del mercado interno y distribución de renta. Ese modelo sacaba a los campesinos de la pobreza y promovía el desarrollo más justo. Así sucedió en todos los países del Hemisferio Norte, pero las élites brasileñas adhirieron al neoliberalismo, un modelo dominado por el capital financiero e internacional, dentro del cual la reforma agraria clásica está agotada.
El modelo se agotó por imposición de las élites, no por nuestra voluntad. Sin embargo, la cuestión agraria no está resuelta y tenemos 150 mil familias acampadas y más de cuatro millones de familias sin tierra en el País. Ante esto, el MST va a luchar por una reforma agraria de nuevo tipo, que es la democratización de la tierra combinada con la reorganización de la producción, priorizando alimentos para el mercado interno, sin el actual control de las empresas transnacionales. Precisamos también de una reforma agraria que adopte un nuevo padrón tecnológico, respetuoso del medio ambiente, llevando para el interior del País las agroindustrias en forma de cooperativas de producción, el acceso a la escuela y la educación.
– ¿Cual es la propuesta para la agricultura brasileña? ¿Cual sería el nuevo modelo agrícola?
El país precisa de un nuevo modelo agrícola, basado en la pequeña y mediana propiedad. Para eso, precisamos antes que nada derrotar al neoliberalismo, por medio de la construcción de un nuevo modelo de desarrollo nacional, que priorice la distribución de riqueza, a la industria nacional y con la prioridad absoluta en generar trabajo y empleo para que el pueblo tenga renta.
El primer paso de este nuevo tipo de reforma agraria es la democratización de la propiedad de la tierra, una bandera republicana que puede ser establecida por medio de límites en el tamaño de la propiedad rural.
No se puede admitir que una empresa cualquiera tenga 100 mil o 1 millón de hectáreas apenas porque tiene dinero. Los verdaderos agricultores, incluso capitalistas, saben que con un establecimiento de 1000 hectáreas pueden ganar mucho dinero. La organización de la producción, antes que nada, debe atender a las necesidades del mercado interno. El mayor mercado potencial de productos agrícolas no es Europa ni Estados Unidos, son los pobres de Brasil. Aquí tenemos el 60% de la población que se alimentan mal.
O sea, tenemos 120 millones de brasileños queriendo consumir, pero que no tienen renta. Actualmente, las transnacionales vienen aquí y controlan la producción, el comercio, los precios. Eso está mal. Como alternativa al control de la producción y procesamiento de alimentos, tenemos que llevar las pequeñas agroindustrias para el campo, generando empleo y renta en el interior del país.
Precisamos también de una nueva matriz productiva en el campo, por medio de técnicas que respeten al ambiente, produzcan alimentos saludables y no llenos de agrotóxicos, que afectan a la salud de toda la población, inclusive a la de la ciudad, que muchas veces piensa que no tienen nada que ver con eso. Después, pueden pagar la cuenta de ese desconocimiento en el hospital.
Finalmente, precisamos llevar los servicios públicos para el campo, especialmente la educación formal y el conocimiento para formar al ciudadano campesino. El campesino sin estudios solamente lo único que ve es la tierra en su frente y no comprende la complejidad de la sociedad brasileña y de la lucha de clases. Nosotros estamos haciendo un esfuerzo enorme para elevar el nivel de conciencia cultural y política.
Lanzamos recientemente en nuestro congreso una Campaña Nacional de Alfabetización en el campo, basado en el método cubano «Si, yo puedo». Tenemos que dominar las letras y avanzar en la enseñanza formal. Quien está en la enseñanza primaria tiene que ir para la educación media y quien esta en la media tiene que entrar en la universidad. Para eso, nosotros tenemos solo una bandera: para ser militante de los sin tierra tiene que estar estudiando.
– ¿Cómo son los campamentos del MST en el país?
Los campamentos son formados por familias de trabajadores rurales pobres, que reciben los salarios mas bajos de la sociedad brasileña y perciben que la tierra debe ser de aquellos que trabajan en ella, no de aquellos que la tienen como parte de reserva de su patrimonio o producen para la exportación. Son pobres que viven como arrendatarios, trabajadores zafrales bóias-frias, medianeros, que quieren tener su propia tierra para plantar.
También hay familias pobres, que fueron expulsadas del campo y se deslocalizaron para la periferia de las ciudades, y que quieren retornar al campo visualizando en el Movimiento una alternativa para la conquista de la tierra para mejorar sus condiciones de vida, tener su casa, una huerta para plantar y trabajar, dar educación, esparcimiento y garantizar salud para la familia.
– ¿La victoria del agronegocio en el campo obliga al MST a politizarse y buscar nuevas banderas de lucha?
No creemos en la victoria del agronegocio ni del neoliberalismo. En las dos elecciones en las que gana el presidente Lula, el pueblo voto contra el neoliberalismo, un modelo concentrador de tierra, riqueza y renta, que genera mas pobres y desempleados y que no tiene las condiciones de resolver los problemas de la sociedad. El agronegocio politizó a nuestro movimiento, porque el actual nivel de la lucha por la reforma agraria implica la derrota del modelo económico neoliberal y la construcción de un proyecto de desarrollo, que resuelva los problemas del pueblo brasileño, creando condiciones para un proceso de distribución de tierras de nuevo tipo.
– La reforma de las leyes laborales es una polémica que está próxima. ¿Cual es la posición sobre el tema?
Nosotros nos oponemos a la retirada de derechos históricos conquistados con mucho esfuerzo y lucha por los trabajadores durante todo el siglo XX. Estamos junto al movimiento sindical, popular y estudiantil, en una gran jornada contra la reforma de la Seguridad Social, contra toda reforma que reduzca derechos, como la Enmienda 3. El gobierno precisa de un proyecto para crear empleos, garantizar un salario digno y vivienda y realizar la reforma agraria. Esa política económica, basada en el superávit primario, intereses altos y en el pago de los títulos de la deuda, perjudica a la clase trabajadora y a la soberanía del país y enriquece banqueros y grandes empresarios, estrangulando cualquier posibilidad de inversiones en políticas sociales, manteniendo la perversa concentración de la riqueza.
– Por primera vez desde la fundación del MST, en 1984, el presidente Luiz Inãcio Lula da Silva no fue invitado para el Encuentro Nacional del movimiento, realizado recientemente, en Brasilia. ¿Por qué?
Lula es consiente de que nuestro congreso tiene otra naturaleza y no se pauta por el gobierno. Eso es lo que la prensa tampoco entiende. Nosotros nunca invitamos a ningún presidente de la República. No tendría sentido, porque es una actividad para nuestra militancia y para la discusión interna de nuestro movimiento. Las autoridades que participaron fueron por iniciativa propia como amigas del movimiento.
– ¿Cual es el balance del 5º Congreso Nacional del MST?
Nuestro congreso fue una gran confraternización de los militantes de 24 estados, un momento de reflexión y análisis colectivo sobre el cuadro de la cuestión agraria y la sociedad brasileña, y de movilización, con la marcha que hicimos para denunciar que el Estado brasileño, retratado en sus tres Poderes de la República, impide la reforma agraria. Aparte de eso, después de dos años de discusión en los campamentos y asentamientos, concluimos nuestro Programa Agrario, que presenta nuestra propuesta para la agricultura brasileña.
– El ministro de desarrollo agrario, Guilherme Cassel, al rebatir críticas suyas, clasificó como «medieval» el discurso y que las banderas del movimiento están superadas. ¿Cómo lo ve?
Nosotros no queremos perder tiempo con cuestiones secundarias, que no ayudan a la realización de la reforma agraria. Queremos si discutir con la sociedad, inclusive con el gobierno, un nuevo modelo agrícola, que de prioridad a la agricultura familiar volcada al mercado interno, a los pobres del País. Eso debe comenzar con un proceso masivo de reforma agraria, inicialmente con el asentamiento de las 150 mil familias acampadas al costado de las carreteras.
No podemos seguir con ese modelo del agronegocio, que entrega nuestras tierras a las empresas transnacionales, expulsa al pueblo del campo, destruye el medio ambiente, impone los transgénicos y los agrotóxicos. El nuevo modelo agrícola que defendemos esta vinculado a un proyecto de desarrollo, basado en la defensa de la soberanía popular, y en un nuevo modelo económico, que tenga como centro el fortalecimiento del mercado interno, la distribución de la riqueza, la industria nacional para sustentar la generación de empleo y renta para el pueblo.
Lo que sucede es que el presidente Lula esta en deuda con el MST y con los campesinos de todo Brasil, porque su gobierno no hizo la reforma agraria. Al contrario, la concentración de la propiedad de la tierra aumentó.
– ¿Cual es su opinión sobre la desigualdad de la renta en el país?
La desigualdad entre ricos y pobres en el país es una vergüenza, que es resultado de las opciones de la elite brasileña en el pasado y en el presente. Según estudios del profesor Marcio Pochmann, cinco mil familias controlan 40% de la riqueza nacional, un 10% de la población rica se apropia del 75%, mientras el 90% del pueblo brasileño se quedan apenas con 25%.
La política económica neoliberal, vigente desde la mitad de la década de los 90, apunta para la preservación y la ampliación de esa desigualdad. La sociedad brasileña gasta actualmente, por medio de sus impuestos, cerca de R$ 150 mil millones por año en el pago de los títulos de la deuda pública, que son dirigidos para 20 mil familias de banqueros y especuladores. Hasta el vice-presidente José de Alencar denunció esa transferencia absurda.
En el campo, por cuenta de la opción de las clases dominantes, perdemos cuatro oportunidades históricas de realizar la llamada reforma agraria clásica, combinando la distribución de tierras con un proyecto de desarrollo de la industria nacional para ampliar el mercado interno.
La primera fue durante el proceso de abolición de la esclavitud, cuando los trabajadores rurales negros querían trabajar en el campo, pero fueron impedidos por la Ley de Tierras de 1850. Después, en la implementación de un proyecto nacional de industrialización, en la década del 30. En el comienzo de la década del 60, con el ascenso del movimiento de masas en torno a las propuestas de João Goulart, especialmente la reforma agraria.
Finalmente, durante la campaña por las elecciones Directas Ya, cuando había un clima favorable en el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) para viabilizar un proyecto de desarrollo nacional. A partir de allí, las elites brasileñas dejaron de lado el proyecto nacional e impusieron al País el neoliberalismo, que subordina la economía brasileña al capital internacional y financiero y que amplia las desigualdades sociales y la pobreza.
– ¿Como ve la violencia en el campo? ¿Como se combate eso?
El fin de las muertes de trabajadores rurales depende de la realización de la reforma agraria y de la fuerza de los movimientos sociales del campo, que, cuando están organizados, tienen mas fuerza para resistir la violencia, como lo demostró el último Informe de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT). Las muertes y la impunidad, que deja que pistoleros y latifundistas que los contratan estén en libertad, demuestra las intransigencias de las clases dominantes con los problemas sociales del pueblo brasileño, y son siempre «resueltas» por medio de la violencia y las muertes. La muerte de compañeros y compañeras es consecuencia de nuestra estructura injusta de la propiedad de la tierra y de la mentalidad atrasada de los latifundistas.
Muestra también el carácter antisocial del Estado brasileño, que no resuelve los problemas del pueblo. Tenemos un Poder Judicil que protege a los ricos y es omiso en relación a los derechos de los pobres, un Poder Legislativo que no aprueba desde hace mas de 10 años un proyecto que establece la expropiación sin indemnización de tierras de hacendados que se aprovechan del trabajo esclavo, y un Poder Ejecutivo que no tiene el coraje de cumplir la Constitución, que determina que todos los latifundios que no cumplen una función social deben ser expropiados.
– ¿El presidente Lula ahora es un enemigo de la reforma agraria?
Nuestros enemigos son el agronegocio, las transnacionales, los bancos y el mercado financiero. Denunciamos también que los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial impiden la reforma agraria, dando protección al latifundio y apoyo al agronegocio. Con relación al gobierno, nosotros ya le entregamos una propuesta y queremos discutir un plan de medio y largo plazo para la agricultura brasileña para combatir la pobreza en el campo y concretar la reforma agraria. Vamos a mantener nuestra autonomía y a criticar la política económica, el apoyo al agronegocio y las grandes empresas, por medio de préstamos de los bancos públicos y con la exoneración de la tasa de exportación.
– ¿Cómo ve a la izquierda brasileña?
La izquierda brasileña está pasando por un proceso pedagógico y está comprendiendo que las transformaciones sociales no suceden por la voluntad de un presidente, de un partido o incluso de un gobierno, por mas que sea nuestro amigo e que hayamos ayudado a que sea electo. La transformación del país se concretará con la movilización del pueblo brasileño en torno a un proyecto de desarrollo nacional, que modifique la estructura de la sociedad brasileña y sustente el crecimiento de la economía, con creación de empleos, reforma agraria, inversiones en los servicios públicos de educación y salud y distribución de renta y riqueza.
Los movimientos de masas de izquierda están en un reflujo desde 1989. En la década del 80, el país vivió un período de ascenso de los movimientos de masas que consiguió imponer la democracia y apuntó en un sentido de cambios mas profundos en la sociedad brasileña. En la década del 90, ese reflujo implicó perdida de fuerza en el movimiento sindical, que tuvo su base social impactada por las políticas neoliberales, que causaron desempleo e informalidad.
– ¿Qué diagnóstico realiza del gobierno Lula?
El pueblo votó al presidente Lula contra el neoliberalismo. Sin embargo, las alianzas realizadas para ganar las elecciones generaron un gobierno de composición, que incluye con peso a las fuerzas neoliberales. No hubo una reactivación del movimiento de masas en la sociedad. Mas allá que tengamos un gobierno mas progresista que en relación a los tucanos, la correlación de fuerzas no se vio alterada en relación al modelo económico. Nuestra sociedad es muy compleja y las fuerzas del capital, aliadas al capital internacional, son muy poderosas. Las transformaciones en un país como Brasil vendrán cuando el pueblo tenga mas conciencia, este mas organizado y realice grandes movilizaciones de masas, como hicimos contra el régimen militar.
– ¿Cómo analiza esta serie de escándalos de corrupción en el país?
El Estado brasileño fue construido históricamente por medio del patrimonialismo, de los cambios de favores y de la corrupción para favorecer una burocracia ligada a los empresarios. No es una novedad. Precisamos salir de lo superficial y buscar la raíz de esos desvíos, que es la relación estrecha de senadores y diputados con empresarios, prestamistas e intermediarios, banqueros y con el mercado financiero. No adelanta hacer una reforma política que no implica cambios en este sistema, que tiene a la Vale do Rio Doce con 47 diputados; a Aracruz con 16 diputados; al Banco Itaú con 27 y al Grupo Gerdau con 27.
El problema de la democracia brasileña es mas profundo de lo que aparece en los diarios y en la televisión. Nosotros precisamos de una reforma política, pero para colocar los poderes y las instituciones al servicio del pueblo, por medio de mecanismos de real participación y de representación. La Constitución prevée en el articulo 14 la realización de plebiscitos, referendos y consultas populares. Nosotros estamos, junto a otros movimientos sociales y entidades como la Orden de Abogados de Brasil (OAB) y la Comisión Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), coordinados por el profesor Fabio Comparato en una campaña en defensa de la democracia y de la república.
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