A partir de los años noventa se intensificaron las firmas de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) en todo el mundo. Con el objetivo de atraer inversiones extranjeras hacia sus territorios, en un contexto histórico de disolución de la Unión Soviética la cual planteaba el fin de las alternativas al libre mercado y un fuerte discurso que resaltaba la necesidad de perseguir el desarrollo y el bienestar, los Estados vieron en estos tratados una gran oportunidad para insertarse en este “nuevo orden”: la economía globalizada con garantía de libre mercado y libre comercio.
Para dar cuenta de este objetivo, en 1995 nace la Organización Mundial del Comercio (OMC) que fue fundamental para la rebaja de aranceles y para crear condiciones a un mayor flujo comercial. Los organismos internacionales y las empresas transnacionales aprovecharon el afán de los Estados en atraer nuevos inversores para diseñar una arquitectura que pudiera proteger a las inversiones y también expandir la lógica liberal de economías abiertas y de mercado libre y auto-regulador.
Esta forma de funcionamiento de la economía sería especialmente interesante para los países llamados de tercer mundo, ya que esta apertura generaría su integración a la económica mundial, el desarrollo de los Estados y, por ende, la reducción de la pobreza.
Tras 25 años de TLC y TBI, América Latina ve su economía fragilizada y reprimarizada, los índices de pobreza y desigualdad no han disminuido y los Estados se encuentran endeudados. Las demandas de los inversionistas a través de los mecanismos de protección de inversión han traído más pérdidas que ganancias a los Estados y todas las externalidades —es decir, los costos sociales y ambientales— que involucran estos acuerdos han comprometido al bienestar los pueblos y la capacidad productiva de los países latinoamericanos.
Muchos son los argumentos críticos desde la academia que ponen en evidencia las asimetrías de los tratados de comercio e inversión, que generan ganadores con “cartas marcadas”, es decir, hay un modus operandi que hace de estos tratados un juego desigual en beneficio de los gigantes privados.
Asimismo, los movimientos territoriales, sindicatos, pequeños productores, pueblos originarios y campesinos han trabado una lucha histórica, y aún poco conocida por el conjunto de la sociedad, en contra de estos acuerdos. Los tratados han dejado tierras arrasadas, han expulsado a las personas de sus tierras y hogares, han destruido la forma de existir de comunidades ancestrales, en lo que se podría llamar de terricidio —término acuñado por el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en Argentina—. Pero también han precarizado el empleo, dificultado el acceso a los medicamentos, socavado la soberanía de los Estados al punto que los gobiernos toman sus decisiones de acuerdo a los intereses de las transnacionales.
En un contexto de Emergencia Climática, el transporte utilizado para el comercio de bienes es un agravante importante. La facilitación del comercio termina por convertirse en una forma perversa de ignorar rotundamente la realidad. El comercio por el comercio, que no sirve para mucho más que garantizar que el capital circule, cobra un análisis crítico.
A pesar de las evidentes consecuencias, la desinformación hace que muchos sectores, incluso entre las izquierdas, apoyen estos proyectos. Con la idea del progreso frente a los ojos, muchos han defendido que sin inversiones extranjeras no hay forma de salir adelante, no hay desarrollo.
Para mostrar que estos argumentos no corresponden a la realidad, la Plataforma América Latina Mejor sin TLC junto a la CLATE y la ISP, con el auspicio de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín, está ofreciendo un seminario virtual, libre y gratuito —en español y portugués— sobre los impactos de los tratados en estos 25 años.
Las inscripciones estarán abiertas hasta el 2 de octubre para el idioma español y 16 de octubre para el idioma portugués, a través de este enlace: http://registro.clate.org/
Fuente: http://virginiabolten.com.ar/editorial/multinacionales-controlando-estados-padecen-los-pueblos/