El anuncio de deslocalización de la empresa Reckitt Benckiser, dejando sin trabajo a 194 personas, y el accidente laboral «de manual» ocurrido en la ACB de Sestao también en Tubacex y otras plantas de Arcelor vuelven a situarnos ante el papel y el efecto de las multinacionales, no sólo en lo referente a su impacto […]
El anuncio de deslocalización de la empresa Reckitt Benckiser, dejando sin trabajo a 194 personas, y el accidente laboral «de manual» ocurrido en la ACB de Sestao también en Tubacex y otras plantas de Arcelor vuelven a situarnos ante el papel y el efecto de las multinacionales, no sólo en lo referente a su impacto en nuestras economías y en la elaboración y desarrollo de una política industrial propia y conforme a los intereses de nuestro país, sino también en la dejación y desprecio hacia la salud y la vida de los trabajadores y trabajadoras.
Las empresas multinacionales suelen mimar sobremanera su imagen. Saben que en esta sociedad de consumo tan o más importante que ser es aparentar. Es por ello que una y otra vez las direcciones de las diferentes multinacionales ubicadas en Euskal Herria insisten machaconamente en la alta calidad de sus productos y su liderazgo en el mercado mundial en la rama de producción que les compete. Además, hay otro aspecto que resaltan: su adecuada interlocución con las personas que trabajan para ellas y su preocupación por las condiciones laborales y la salud de la plantilla.
Actitudes dignas de elogio si fueran sinceras, si fueran algo más que un discurso meramente retórico. Así, demasiado a menudo observamos que a la hora de la verdad lo que prima en la toma de decisiones es la búsqueda de altas tasas de productividad al menor coste posible, los fuertes ritmos de trabajo y lograr el mayor beneficio posible, sea como sea, «porque el mercado manda».
Consecuencia de ello suelen ser las decisiones traumáticas de cerrar centros de trabajo ubicados en Euskal Herria para trasladarse a otros países donde la mano de obra es más barata y los derechos laborales brillan por su ausencia. Es la llamada «deslocalización», recurso manido y amenaza constante de la transnacionales que durante los últimos años se ha cobrado miles de empleos en el sector industrial de Euskal Herria, sin que «nuestros» gobernantes de Nafarroa, Vascongadas e Iparralde siquiera hayan levantado la voz. Desde LAB entendemos que hay que plantar cara a la reconversión industrial encubierta que la citada deslocalización está suponiendo para nuestra economía, con la pérdida de más de 3.000 puestos de trabajo durante los tres últimos años en el sector industrial.
Pero, si bien los casos de deslocalización son tal vez el máximo exponente de la disociación entre el discurso y la práctica real de las multinacionales, no son el único. Así, últimamente hemos visto cómo algunas de estas empresas se quitaban su careta y nos mostraban su rostro menos humano en temas como la negociación colectiva y la salud laboral. Dicen impulsar el diálogo social, pero a la hora de la verdad recurren a la amenaza y a la imposición al abordar la negociación de los convenios. Afirman preocuparse por la salud de sus plantillas, pero demuestran que lo que realmente les preocupa es que cuadre el dato estadístico de «accidentes 0», utilizando para ello todo tipo de triquiñuelas.
Y, como muestra, vamos a citar sólo tres ejemplos de empresas «modélicas», multinacionales punteras en el sector del metal, que han demostrado decir una cosa mientras hacen otra:
1 Volkswagen: La multinacional alemana se ha destacado estos últimos meses por la política de imposición de la que hace gala. Esta política de imposición la ha llevado a cabo, además de en la planta de Landaben en Iruñea, en sus plantas de Brasil y México. En todos estos casos, ante conflictos laborales y luchas obreras que sólo pretendían la consecución de convenios dignos y/o impedir despidos, la empresa ha amenazado constantemente con el cierre de plantas y deslocalizaciones salvajes.
En el caso de Iruñea ha tenido en su política totalitaria como cómplice necesario al Sr. Sanz y su Gobierno. Ante un conflicto laboral tergiversaron la realidad criminalizando a la plantilla, utilizando a la Policía Foral como arma represiva recurriendo a burdos montajes policiales y deteniendo a nueve trabajadores.
Quedó patente, igualmente, que la salud que sus trabajadores han perdido tras estar sometidos durante años a frenéticos ritmos de trabajo a fin de aumentar la producción nada les importa. Como medida de presión, en pleno conflicto laboral en abril y mayo, mientras la Policía Foral detenía y Sanz mentía, la dirección de VW-Navarra despedía a catorce trabajadores por las bajas acumuladas como consecuencia de procesos de Incapacidad Temporal.
2 Arcelor: Los directivos de esta multinacional con sede en Luxemburgo, que vendieron su cultura de diálogo e interlocución con los sindicatos (cabría preguntarse con cuáles) cuando se hizo pública la OPA de Mittal, no han dudado en avalar la negociación y posterior firma, a espaldas del Comité y la plantilla, de un convenio de eficacia limitada con contenidos claramente regresivos entre la Dirección de ACB en Sestao y CCOO. Chantajean a la plantilla, amenazando a quienes no firmen y se sometan al citado convenio, con una congelación salarial para los próximos tres años y la pérdida de más de 3.000 euros durante ese periodo.
En materia de salud laboral, la actuación de la Dirección de Arcelor también deja mucho que desear. En todos los centros se vanaglorian de llevar un montón de meses sin accidentes de trabajo. Lo que jamás cuentan es que, para que les cuadren las estadísticas de «accidentes 0» utilizan triqui- ñuelas y argucias como otorgar permisos médicos retribuidos a trabajadores con el único fin de no darles una baja por accidente laboral. En otros casos se recurre al mal denominado «trabajo adaptado», que consiste en inventarse puestos de trabajo ficticios a fin de que un trabajador que debería estar de baja en su puesto debido a una lesión concreta, desempeñe otra tarea en otro puesto. Sobra decir que con estas prácticas fraudulentas, Arcelor y otras empresas consiguen falsear los índices de frecuencia, gravedad y peligrosidad.
Estas prácticas claramente denunciables se ven agravadas por el hecho de que, cuando los accidentes son graves y no pueden recurrir a semejantes argucias, las empresas a menudo los intentan ocultar, tal y como hizo la Dirección de Arcelor-Bergara con un accidente laboral grave ocurrido hace días, que sólo trascendió debido a la denuncia realizada por LAB. Resulta inaceptable que cuando se trata de la salud de las y los trabajadores se recurra a ocultar y manipular determinados hechos y datos, de forma que la seguridad pasa a un segundo plano, mostrándonos su verdadera cara.
3.- Tubacex: Algo similar cabría decir de la actuación que el líder mundial en fabricación de tubos de acero inoxidable sin soldadura ha tenido antes, durante y después del accidente de trabajo que terminó con 16 trabajadores heridos.
El accidente se debió a una clara negligencia de la empresa, debido a que había una fuga de agua en el sistema de refrigeración que causó un charco bajo la cuchara que transportaba acero candente. El hecho de que se estuviese trabajando con acero candente en un sitio donde había humedades es, ya de por sí, un escándalo. Que a varios de los accidentados se les diese permisos retribuidos en lugar de darles la baja es, además, vergonzoso. Y que la empresa se dedicase a amenazar con posibles sanciones a los trabajadores que secundaron el paro de denuncia del accidente por sumarse a lo que la Dirección consideraba (sin base legal) «una convocatoria ilegal» no tiene calificativo.
Es necesario subrayar que estos tres ejemplos de empresas referenciales constituyen sólo la punta del iceberg de unas prácticas que están a la orden del día en empresas de todos los sectores y tamaños. Y es que, tras sus campañas publicitarias perfectamente estudiadas, las multinacionales esconden a menudo otro rostro, bastante menos amable y bastante más frío e inhumano.
El autor es Secretario Nacional de LAB-Metalgintza