Cuando Lula definió en 2007 que Brasil se tornara sede del Mundial de este año, esto formaba parte de la estrategia de política exterior expansiva del gigante sudamericano, característica propia de la administración de un mandatario que se retiraría en 2010 con una popularidad del 80% de aprobación. No era posible imaginar que en junio […]
Cuando Lula definió en 2007 que Brasil se tornara sede del Mundial de este año, esto formaba parte de la estrategia de política exterior expansiva del gigante sudamericano, característica propia de la administración de un mandatario que se retiraría en 2010 con una popularidad del 80% de aprobación. No era posible imaginar que en junio de 2013, durante la Copa de las Confederaciones, la organización del mundial sería cuestionada por reclamos emergentes, en pos de reducir las desigualdades de los ciudadanos frente a la ineficiente acción del Estado en el mantenimiento de los servicios públicos. Y tampoco era posible predecir la importancia que estas movilizaciones tendrían sobre el capital político de la presidenta Rousseff y las elecciones de Octubre de este año. Para las mismas, Dilma enfrentará a Aécio Neves del PSDB, que tiene asesoría de Fernando Henrique Cardoso en materia económica, y a Eduardo Campos-Marina Silva, la dupla conformada por estos dos ex integrantes del gobierno de Lula.
Sin embargo, por como se ha desarrollado la coyuntura desde junio de 2013 hasta aquí, mundial y elecciones se han tornado parte de una trama indisociable. Una buena administración del conflicto durante el mundial le permitirá a Dilma disputar en buenas condiciones la reelección, conduciendo las administraciones de hegemonía petista hacia 16 años de mandato, algo en cierta medida inédito en las experiencias de los gobiernos progresistas de América Latina. Lo que demostraría a la experiencia brasileña como capaz de combinar un liderazgo carismático como el de Lula y garantizar una sucesión presidencial resguardándose en un partido político fuerte como el PT.
Si la selección brasileña tiene buen rendimiento y llega a instancias avanzadas en el torneo, los manifestantes estarán a la defensiva, pues se verán obligados a rebatir algunas acusaciones posibles de estar generando actitudes que van en contra de los sentimientos nacionales. Pero si la selección verdeamarela queda rápidamente fuera de la competencia, las movilizaciones estarán a la ofensiva, pues no tendrán que lidiar con este tipo de argumento. Por cómo se han dado las cosas, la coyuntura es tal que aquel que conozca cómo se desarrollará el mundial podrá saber también bastante sobre qué pasará en las elecciones de Octubre.
Ariel Goldstein. Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC).
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