Según un informe de la FAO, más de 11 millones de familias resultaron beneficiadas con el programa Bolsa Familia durante el mandato de Lula Da Silva. Tres años y medio después de que el programa `Fome Zero` (Hambre Cero), fuera puesto en marcha por el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, una comisión de […]
Según un informe de la FAO, más de 11 millones de familias resultaron beneficiadas con el programa Bolsa Familia durante el mandato de Lula Da Silva.
Tres años y medio después de que el programa `Fome Zero` (Hambre Cero), fuera puesto en marcha por el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, una comisión de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) realizó un balance sobre la evolución y los logros del programa que declaraba la guerra al hambre.
Tras analizar los resultados de su implementación y entrevistarse con personas relacionadas directamente con el programa, la misión de la FAO consideró «extraordinario lo que Brasil ha alcanzado durante los últimos tres años y medio», no sin reconocer que todavía «queda mucho espacio en el futuro para mejorar la eficiencia, la focalización, el impacto y la sostenibilidad de los programas».
Hambre Cero fue la propuesta estrella del programa de Lula Da Silva durante su campaña para la Presidencia de Brasil en 2002. En su propuesta, aprovechaba iniciativas anteriores, aunque ahora reconociendo la responsabilidad del Estado para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de todos los brasileños.
En un primer momento, la opinión pública recibió con entusiasmo y esperanzas la promesa del entonces candidato del Partido de los Trabajadores (PT) de que al final de su mandato todos los brasileños comerían tres veces al día. Con más de 30 programas complementarios, Hambre Cero pretendía combatir las causas subyacentes del hambre y la inseguridad alimentaria.
Sin embargo, afirma la FAO, «a pesar de tener logros en un corto tiempo», estos fueron considerados insuficientes en relación a las expectativas de la población y pronto surgieron las quejas y las críticas. Poco tiempo después de su lanzamiento, el Gobierno reestructuraba «con audacia» -asegura la agencia de la ONU- el programa y ampliaba considerablemente la Bolsa Familia, uno de los componentes más importantes del Hambre Cero.
Este programa concreto consiste en la entrega de dinero con condiciones a familias pobres -con una renta mensual por persona de entre 60 y 120 reales (entre 20 y 40 euros)- y extremadamente pobres -con una renta mensual de hasta 60 reales. Los requisitos que deben cumplir las familias están relacionados con la asistencia escolar de los hijos, su vacunación y el cuidado de las mujeres embarazadas, condiciones que son supervisadas y controladas.
Según recoge la FAO en su informe de evaluación, a día de hoy, un total de 11,1 millones de familias pobres de Brasil -alrededor de 45 millones de personas, es decir, el 25 por ciento del total de la población del país, con 180 millones de habitantes- reciben unos 60 reales mensuales. Además, se ha constatado que el 76 por ciento del dinero se ha gastado en alimentos y que cada vez un número mayor de familias ha mejorado la frecuencia de las comidas y su contenido nutricional.
Ahora, de cara a su reelección, el presidente Lula Da Silva ha prometido ampliar y profundizar en esta iniciativa. «Voy a hacerlo, mejorando al mismo tiempo la educación y la generación de empleo en las áreas atendidas por el programa, para que las personas no pasen toda la vida dependiendo de esta ayuda», aseguró recientemente el candidato del PT para las presidenciales del próximo 1 de octubre.
«En todos los países donde voy sólo escucho elogios. Para que se hagan una idea, el Banco Mundial está llevando la Bolsa Familia a países como Egipto, Paraguay, Nigeria y Sudáfrica», asegura Lula en su campaña electoral.
Pero Hambre Cero no consiste solamente en la Bolsa Familia. Otro de sus programas que mejores resultados ha obtenido, según la misión de la FAO, es el Programa Nacional de Alimentación Escolar, que garantiza alimentación escolar a los niños y niñas de preescolar y enseñanza básica pública y del que se habrán beneficiado más de 36 millones de alumnos cuando finalice este año.
«Todos los niños, niñas y adolescentes brasileños que estudian en las escuelas públicas –un total de 36,3 millones– han mejorado su acceso a una ración diaria de alimentos nutritivos en su guardería, escuela preescolar o escuela primaria», asegura el informe de la agencia de la ONU. Además, la propuesta va más allá de la alimentación infantil, ya que se han iniciado «algunos esfuerzos» con el propósito de que estos alimentos sean comprados «localmente a pequeños agriculturas» y se ha prestado «especial atención a las necesidades de la dieta alimentaria de los indígenas, respetando sus hábitos alimentarios».
La FAO advierte de que es importante recordar que el programa Hambre Cero «es aún joven y es demasiado temprano para evaluar el alcance total de su impacto en la sociedad». No obstante, las expectativas de la agencia de Naciones Unidas es que la transferencia de ingresos de la Bolsa Familia «no sólo conllevará una mejora en la nutrición, la salud y la productividad, sino que también resultará en inversiones de pequeña escala pero significativas en la producción, lo que reducirá la vulnerabilidad de las familias a los impactos y los protegerá de la pérdida de activos».
Asimismo, la misión de evaluación recuerda las discusiones que ha suscitado el Hambre Cero en Brasil, hasta el punto que «muchas de ellas han tendido a distraer la atención sobre el reconocimiento de los importantes resultados que han sido alcanzados». En este sentido, uno de los aspectos más controvertidos del programa es la medida en la que las condicionalidades y el control social a nivel local deber asociarse a la transferencia de ingresos del Bolsa Familia.
Por otro lado, los críticos se han referido también al riesgo de crear dependencias a largo plazo y al alcance del énfasis dado a abordar las causas subyancentes del hambre junto al logro del mejores a corto plazo en la nutrición.
De esta manera, la FAO recomienda que estos y otros aspectos sean considerados por los países que quieran diseñar programas de seguridad alimentaria adaptados a sus necesidades. «El debate es importante, pero si hay una lección que debe ser aprendida de Brasil, es que debe aceptarse que estamos en un proceso de aprendizaje», afirma el documento.
Ahora, de cara a los comicios, los principales candidatos a las presidenciales han asegurado en los medios de comunicación que, de ser elegidos el próximo 1 de octubre, continuarán con los programas sociales.
«Vamos a mantener la Bolsa Familia, pero vamos a trabajar para que las personas tengan empleo y renta, para que Brasil crezca y pueda mejorar el empleo para la población», afirmó Geraldo Alckim, candidato por el Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), y el segundo en las intenciones de voto hasta estos momentos, por detrás de Lula Da Silva.
La tercera en las encuestas, Heloísa Helena, candidata por el Frente de la Izquierda, que reúne a tres partidos, también dejaba clara su postura: «Voy a mantener la Bolsa Familia, no para la explotación electoral y perversa de la pobreza, sino para garantizar la dignidad de nuestras familias brasileñas».