La conferencia sobre cambio climático en Cancún atrae la atención del mundo entero. Y no es para menos. Si las predicciones de los científicos sobre los aumentos de temperatura son válidas, la humanidad entera estará enfrentando su peor desafío. Y los segmentos más pobres de la población mundial serán los más castigados. Hay muchas razones […]
La conferencia sobre cambio climático en Cancún atrae la atención del mundo entero. Y no es para menos. Si las predicciones de los científicos sobre los aumentos de temperatura son válidas, la humanidad entera estará enfrentando su peor desafío. Y los segmentos más pobres de la población mundial serán los más castigados. Hay muchas razones para colocar a la política macroeconómica entre las prioridades de las negociaciones, pero nadie quiere oír hablar de este tema en estas conferencias de la Convención Marco sobre Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés).
Desde hace años los informes del Panel Intergubernamental de Cambio  Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) han insistido en un punto  clave: los más vulnerables frente al cambio climático son los segmentos  de menores ingresos, los más pobres. El último informe del IPCC señala  que un cambio en la trayectoria de desarrollo de un país de tal modo que  se reduzca la pobreza haría una enorme contribución a reducir los  efectos del cambio climático. Para el IPCC, la selección de una  estrategia de desarrollo es tan importante para estabilizar el clima en  el futuro, como las políticas que específicamente se orientan a tal  objetivo
.
Pero, ¿qué no una estrategia de desarrollo depende crucialmente de la política macroeconómica? La respuesta es, por supuesto, afirmativa. Cambiar de trayectorias de desarrollo, para usar la terminología del IPCC, implica transformaciones profundas en la política macroeconómica. ¿Por qué entonces se omite hablar de política macroeconómica en Cancún?
Es obvio que el tema de la política macroeconómica debería ocupar uno  de los primeros lugares en la lista de prioridades de la UNFCCC. El  cambio climático plantea dos retos gigantescos a todos los países.  Primero, para reducir las emisiones de gases invernadero (GEI) se  necesita llevar a cabo una transformación estructural de primer orden. Descarbonizar
  una economía implica alterar el patrón de inversiones en la industria  extractiva, las manufacturas, el transporte, la construcción, la  agricultura y el sector energético. Las estimaciones del cuarto informe  del IPCC sobre los montos involucrados para realizar esta transformación  estructural (unos 500 mil millones de dólares en 2030 en los países en  vías de desarrollo) se antojan muy por debajo de lo que se va a  requerir. Pero aún en ese caso, subsiste una pregunta: ¿se podrá lograr  esta transformación sin alterar la política macroeconómica? Es evidente  que la respuesta es negativa. Simplemente hay que considerar que las  inversiones del sector privado en los países subdesarrollados no podrán  financiarse en el marco de una política monetaria obsesionada por  mantener altas tasas de interés para controlar la inflación y  privilegiar los flujos de capital.
Segundo, se requieren cuantiosos recursos para enfrentar el  reto de las adaptaciones al cambio climático. Los cálculos del IPCC  recurren a una metodología del Banco Mundial que sistemáticamente  subestima los montos requeridos. Esa metodología considera los niveles históricos
  de las inversiones del sector público en sectores sensibles al cambio  climático (agricultura, zonas costeras, infraestructura, agua y salud) y  les añade un porcentaje que se considera sería lo necesario para adaptar
  cada sector al cambio climático. Pero este procedimiento conduce  inexorablemente a subestimar las necesidades de recursos para la  adaptación. La razón es sencilla: en la mayoría de los países  subdesarrollados las inversiones históricas han permanecido en niveles  bajísimos durante ya más de tres décadas. Esto se debe a que la política  fiscal ha estado dominada por la necesidad de generar recursos para  pagar cargas financieras, no por las preocupaciones del bienestar de la  población. Añadirle un porcentaje solamente reduce el déficit, pero no  lo elimina. Las subestimaciones de costos de adaptación del IPCC son  testimonio de lo anterior.
El IPCC y sus informes surgieron en los años más luminosos del  neoliberalismo. Es cierto que hubo muchas crisis financieras, pero de  alguna manera siempre se mantuvo el engaño de que esas crisis estaban  confinadas a los países emergentes. Así, mientras se gestaba la crisis  financiera y económica global que hoy ha entrado ya en su cuarto año,  los informes del IPCC mantenían el sesgo a favor de mecanismos de  política amistosos hacia el mercado
. Hablar de política  macroeconómica era considerado absurdo porque, después de todo, en la  visión conservadora (y errónea) las políticas monetaria, financiera y  fiscal no debían obstaculizar el buen funcionamiento de los mercados.  Mientras esta retórica bordaba en el aire estas exquisitas fumarolas, la  globalización neoliberal producía legiones de pobres, es decir, de  vulnerables frente al cambio climático.
Pero si esa era la visión de los gobiernos y sus dizque técnicos, no hay razones para que las organizaciones sociales compren el mismo boleto. Hoy y siempre deben llevar al corazón del debate la discusión sobre política macroeconómica.
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/01/index.php?section=opinion&article=033a1eco


