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Nancy Fraser: Teoría crítica del capitalismo

Fuentes: Intersecciones

Crítica desde la crisis Que vivimos tiempos de crisis capitalista no es una novedad para nadie. Al menos desde el estallido financiero de 2008, el análisis del capitalismo, que parecía olvidado en buena parte de la teoría social y también de la acción política, ha vuelto al centro de la escena. Tal vez, algo ande […]

Crítica desde la crisis

Que vivimos tiempos de crisis capitalista no es una novedad para nadie. Al menos desde el estallido financiero de 2008, el análisis del capitalismo, que parecía olvidado en buena parte de la teoría social y también de la acción política, ha vuelto al centro de la escena. Tal vez, algo ande mal con el capitalismo como tal. De la mano de este «retorno» de la crítica del capital, Marx y el marxismo han vuelto a gozar de cierta legitimidad teórica, aunque más no sea en una versión limitada, como herramientas intelectuales para el análisis de la crisis económica. Sin embargo, también asistimos a una significativa multiplicación, fragmentación y heterogeneidad de los conflictos sociales. Lejos de las predicciones del marxismo tradicional sobre la creciente homogeneización subjetiva de las capas proletarias bajo las presiones del dinamismo sistémico, el conflicto social de nuestro tiempo aparece irreductiblemente heterogéneo en su interior. Mientras que el poder de los sindicatos, como órganos tradicionales de la clase, ha sido debilitado por décadas de neoliberalismo, han cobrado importancia varios movimientos sociales centrados en el género, el racismo, la naturaleza, la vivienda y las formas de habitar las ciudades, el acceso al agua y otras necesidades básicas, los servicios públicos, etc. La crisis capitalista, estructural como es, parece generar múltiples respuestas, pero que permanecen marcadas por la heterogeneidad y la multiplicidad. Articular el momento objetivo de crisis sistémica con el momento subjetivo de multiplicidad de luchas a veces fragmentarias es un desafío de peso para el momento presente.

Las cosas no son más simples en el plano de la teoría. El marxismo tradicional, a pesar del retorno a la crítica del capital, es una teoría ampliamente desacreditada. Se lo ha cuestionado, sobre todo desde las tribunas posestructuralistas, por tener una mirada reduccionista de la clase (incapaz de dar cuenta de ejes de dominación social atravesados como el género o la raza), un historicismo eurocéntrico (una filosofía de la historia progresista basada en el desarrollo de las fuerzas productivas) y una teoría del sujeto demasiado ligada a la modernidad (que ve a la naturaleza como mera materia disponible para ser dominada por el sujeto). Sin embargo, la mayoría de las «teorías de relevo» en competencia con el marxismo tradicional han tendido a desconocer sin más al capitalismo como objeto de crítica. Este es el caso, por ejemplo, el posmarxismo de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, en el mejor de los casos una teoría de la autonomía de lo político con respecto a lo social. En la propia teoría crítica de la sociedad (Jürgen Habermas, Axel Honneth), parece que encontramos herramientas para diagnosticar y combatir algunas patologías sociales de la modernidad, pero no al capitalismo como tal en cuanto ensamble sistemático.

Producir una nueva gran teoría social, abarcadora y amplia de miras, capaz de vérselas con la pluralidad de conflictos sociales sin retroceder a los reduccionismos y esencialismos del marxismo tradicional y volviendo a poner al capitalismo como tal en el centro de la discusión, parece un desafío intelectual de primer orden para nuestro tiempo. Nancy Fraser ha recogido el guante. Sus intervenciones más inmediatamente políticas de los últimos años son mejor conocidas (por ejemplo, Fraser, 2018, Fraser, 2019). Ha cuestionado el «neoliberalismo progresista», que se caracterizó por la alianza entre avance de la mercantilización e incorporación domesticada de demandas de reconocimiento de algunos movimientos sociales en las décadas pasadas. Contra esta peligrosa alianza, Fraser ha propugnado por la construcción de un populismo de izquierdas que reúna demandas emancipatorias en todos los planos con una fuerte crítica económica de las desigualdades sociales. Sin embargo, las bases teóricas de sus intervenciones políticas permanecen menos conocidas. Es precisamente en los trabajos teóricos de los últimos años donde Fraser desarrolla una teoría ampliada del capitalismo vigorosa. En este artículo intentaré presentar los rudimentos de esa teoría.

Fraser hizo un primer giro a la teoría del capitalismo en un trabajo sobre Karl Ponaly en 2012, dando con formulaciones más completas en el artículo «Behind Marx’s Hidden Abode» (2014) y el libro co-escrito con Rahel Jaeggi, Capitalism. A Conversation in Critical Theory (2018, traducido al castellano en 2019, ver Bibliografía al final de este artículo, ndr.). Sabemos que Marx dirigió su atención a la «morada oculta de la producción» detrás de las escenas superficiales del intercambio de equivalentes, desentrañando la explotación y la dominación de clase tras las promesas de igualdad y libertad del capitalismo. Con Marx, pero más allá de Marx, Fraser encuentra nuevas «moradas ocultas» detrás de la producción de valor: la reproducción social, no reconocida como trabajo y realizada gratuitamente, en buena medida en los hogares y por mujeres; la naturaleza, introducida en la dinámica capitalista periódicamente mediante nuevas anexiones y mercantilizaciones; la expropiación de comunidades racializadas, no reconocidas plenamente en el derecho ni siquiera en los términos del trabajo asalariado; la política, que provee marcos institucionales indispensables -pero potencialmente conflictivos- para el sostenimiento de la acumulación. Estos ámbitos configuran la ontología social internamete diferenciada del capitalismo. Se trata de un único orden social, pero que no posee una lógica unitaria (por ejemplo, la valorización o la mercantilización), sino lógicas diversificadas conforme divisiones institucionales que portan también diferentes criterios normativos. El capitalismo es entonces algo más que un sistema económico basado en la clase, es un orden institucional que también se estructura de manera racista y patriarcal, que agudiza la separación entre humanidad y naturaleza y que hace posible, al tiempo que constriñe, demandas democráticas y transformadoras.

Finalmente, el capitalismo es un orden institucional históricamente cambiante. Las fronteras institucionales que lo caracterizan no son estáticas. Cada una de ellas es propensa a la crisis y renegociable. Las grandes fases históricas del capitalismo (el liberalismo del siglo XIX, el capitalismo administrado por el estado de posguerra, el neoliberalismo actual) son estabilizaciones provisorias de las contradicciones dinámicas y los conflictos de límites del orden institucional. Esto significa que cada fase del capitalismo debe estabilizar la dinámica de la acumulación, con su perpetua propensión a crisis. Pero también debe articularla con las otras dimensiones institucionales: la reproducción social, la relación con la naturaleza, la expropiación de comunidades y la política, generando sucesivas formas de equilibrio precario. Hoy, la última gran fase del capitalismo, el neoliberalismo, está en crisis en todos los planos (la acumulación, la reproducción social, la nueva ronda de expropiaciones, la legitimidad democrática, la relación con la naturaleza). Esto explica que, junto con la lucha de clases o como elemento imbricado con ella, aparezcan nuevas «luchas por los límites» (boundarie struggles) en todos los ámbitos del orden institucional. La teoría ampliada del capitalismo permite abordar la crisis contemporánea, tornando inteligibles los vínculos entre la dinámica de la crisis y los conflictos sociales abiertos, dando lugar a nuevas maneras de comprender los procesos y a nuevas perspectivas para intervenir en ellos.

Hacia una teoría ampliada del capitalismo

En sus conversaciones con Jaeggi, Fraser avanza una primera definición «ortodoxa» del capitalismo para, sobre esa base, construir caracterizaciones más complejas. El capitalismo supone 1) la división de la sociedad entre una clase de productores y una de propietarios; 2) la mercantilización institucionalizada del trabajo asalariado; 3) la dinámica compulsiva del capital como valor que se valoriza; 4) la alocación del excedente social y los factores de producción mediante el mercado (Fraser y Jaeggi, 2018: 41). El capital es caracterizado como «sujeto» del proceso de valorización (Fraser y Jaeggi, 2018: 31), en cuanto su dinámica recursiva y automatizada toma a los seres humanos como sus «peones». Asimismo, esa dinámica de acumulación tiene por presupuestos la división de la sociedad en clases y la compra-venta de la fuerza de trabajo. Estos cuatro rasgos iniciales pretenden dar cuenta del carácter históricamente determinado de la sociedad capitalista, de su especificidad histórica o de los rasgos singulares que la caracterizan y diferencian de otras formas sociales preexistentes.

Ahora bien, ni la dinámica de la valorización, ni la venta de fuerza de trabajo como mercancía, ni la división de la sociedad en clases bastan para caracterizar al capitalismo, una forma social que excede estructuralmente a la relación de capital y sus ramificaciones internas. Sencillamente, «la sociedad no puede ser mercancías hasta el final [all the way down]» (Fraser, 2012: 1). Por el contrario, hay «condiciones de posibilidad» no mercantiles para la existencia de mercancías (Fraser, 2012: 8). Siguiendo críticamente a Karl Polanyi, Fraser cuestiona la tesis de la universalización capitalista de la forma mercancía, con sus patrones objetivos y subjetivos (2014: 5). Por el contrario, el marco institucional del capitalismo produce una diferenciación de ámbitos que son las «condiciones de trasfondo» [background conditions] del proceso de valorización.

Fraser retoma, para pensar esas condiciones de trasfondo, cierta metodología desplegada por Marx en el estudio de la acumulacion originaria. Esta investigación nos lleva de la explotación del trabajo doblemente libre a la expropiación de las comunidades campesinas, la historia de las enclosures y la instauración por medios político-estatales, directos y violentos, de las clases sociales en sentido moderno. Aparecen entonces condiciones de posibilidad (históricas) de la acumulación, que no se resumen en su dinámica intrínseca como tal. Fraser retoma este argumento pero le da un giro sincrónico: las «condiciones de trasfondo» de la acumulación no son solamente su presupuestos históricos. Son, en cambio, sus condiciones simultáneas de eficacia y permanencia, en una lógica de primer plano y trasfondo [foreground/background] que permite ampliar la concepción del capitalismo y encontrar «moradas ocultas» tras la producción de valor. Hay un marco institucional que debe funcionar simultáneamente con la acumulación para que ésta tenga eficacia.

La reproducción social

La primera condición de trasfondo o división institucional del capitalismo que Fraser destaca, siguiendo al marxismo feminista, es la reproducción social. En la sociedad capitalista, la reproducción de la fuerza de trabajo es realizada en buena medida (aunque no totalmente) en un marco no mercantilizado, en el ámbito doméstico y predominantemente por mujeres. Este trabajo reproductivo es «absolutamente necesario para la existencia de trabajo asalariado» (Fraser y Jaeggi, 2018: 45). Incluye también los procesos de subjetivación básicos que dan lugar a la formación de comunidades y la interacción social significativa. La división entre producción de mercancías y reproducción social es una condición «completamente generizada» del capitalismo (Fraser y Jaeggi, 2018: 46). Esta división institucional también es históricamente específica: en otras sociedades históricas, la actividad social y económica se orienta directamente a la producción para la subsistencia como tal, no separándose en los ámbitos escindidos de la producción de valor y la reproducción social. La reproducción social delimita una condición de trasfondo no mercantilizada del mercado capitalista, que posee dinámicas normativas propias.

En el artículo «Contradictions of Capital and Care», Fraser sostiene que el capitalismo tiene una profunda, estructural, tendencia a la crisis de reproducción social (2016a: 100). Las contradicciones sistémicas del capitalismo no se despliegan solamente dentro de la acumulación de capital (caída de la tasa de ganancia, sobreproducción, etc). El capitalismo posee contradicciones estructurales y tendencias a la crisis también en la interacción entre el ámbito de la reproducción social y la producción de mercancías. «Por una parte, la reproducción social es una condición de posibilidad para la acumulación de capital sostenida, por la otra, la orientación del capitalismo a la acumulación ilimitada tiende a desestabilizar el proceso de reproducción social en el que se basa» (Fraser, 2016a: 100). La separación entre producción de mercancías masculinizada y reproducción social feminizada conlleva una relación contradictoria entre las dos (Fraser, 2016a: 103). Esta combinación de separación, dependencia y rechazo es fuente de constante inestabilidad social, en cuanto la dinámica de la acumulación tiende a socavar las bases de la reproducción social que, al mismo tiempo, presupone como su condición institucional.

La expropiación y el racismo

La segunda condición institucional del capitalismo está vinculada con el imperialismo y el racismo, «integrales a la sociedad capitalista, tan integrales como la dominación de género» (Fraser y Jaeggi, 2018: 55). El capitalismo no suprime las jerarquías de estatus (Fraser y Jaeggi, 2018: 57) ni instituye sin más la explotación de clase basada en la igualdad jurídica. Por el contrario, marca políticamente a algunos sujetos como menos-que-proletarios: sujetos que ni siquiera van a ser reconocidxs como jurídicamente libres e iguales y por lo tanto pueden ser objeto de expropiaciones directas y violentas. La constitución política de estos sujetos está marcada de cabo a rabo por la racialización y el imperialismo. «Mientras que los trabajadores explotados reciben el estatus de individuos libres portadores de derechos (…) aquellos sometidos a expropiación son constituidos como seres dependientes, no-libres, despojados de derechos» (Fraser y Jaeggi, 2018: 56). Como dice la autora en «Expropiation and Explotation in Racialized Capitalism», el Estado capitalista fuerza cada vez una división entre «trabajadores-ciudadanos» y «sujetos dependientes, expropiables» (Fraser, 2016b: 163).

Las dinámicas de racialización se organizan de manera transnacional, delimitando núcleos y periferias globales del capitalismo, al tiempo que expropiación y la explotación coexisten a veces en un mismo territorio. La expropiación, nuevamente, no es una condición histórica pretérita cancelada en la historia posterior del capitalismo. Es uno de sus mecanismos constantes, «acumulación por otros medios» de «bruta confiscación -de trabajo, ciertamente, pero también de tierra, animales, herramientas, depósitos de energía y hasta de seres humanos, sus capacidades sexuales y reproductivas, sus hijos y órganos corporales» (Fraser y Jaeggi, 2018: 55). La expropiación es entonces una background condition de la explotación tanto como la reproducción social.

La separación sociedad/naturaleza

El capitalismo instituye una relación dual (de separación y anexión) con la naturaleza. La convierte en un recurso cuyo valor es a la vez «presupuesto y denegado» (Fraser y Jaeggi, 2018: 50). Los capitalistas la expropian «sin costo», tratándola como una materia libremente disponible y aprovechable. La constante anexión de la naturaleza, como fuente de riquezas y vertedero de deshechos, acompaña a la acumulación de capital continuamente. Estas anexiones permanentes y crecientes, al mismo tiempo, vienen acompañadas de una agudización de la frontera que separa sociedad y naturaleza. «El capitalismo asume (en efecto, inaugura) una división tajante entre un reino natural, concebido como provisión gratis, no producida, de ‘materiales brutos’, y un reino económico, concebido como la esfera del valor, producido por y para seres humanos» (Fraser y Jaeggi, 2018: 50). Con esto se endurece la distinción previa entre humanidad y naturaleza, que tiene una larga tradición en el pensamiento occidental.

El capitalismo, además de cursos paradojales, tiende a producir contradicciones ecológicas. Presupone la disponibilidad libre y en principio infinita de la naturaleza como recurso. Pero también desestabiliza la ecología, minando sus propias condiciones de posibildiad cada vez. Nuevamente, las contradicciones del capitalismo no se limitan a la acumulación de capital. Incluyen las contradicciones entre la acumulación y sus condiciones de posibilidad o de trasfondo, en este caso, las condiciones ecológicas.

Economía y política

La última condición de trasfondo del capitalismo es la política. Simplemente, la acumulación presupone lógicamente un poder público separado, que tercie en las relaciones contractuales (incluida la salarial, condición de la explotación). Esto configura una separación entre economía y política que es también específica del capitalismo (en otras sociedades históricas es normal ver al poder político y el económico fusionados inmediatamente). La diferenciación entre economía y política, por lo tanto, es estructuralmente necesaria para el capitalismo. Al mismo tiempo, la política se constituye sobre criterios normativos no-idénticos a los económicos, «principios de democracia, ciudadanía igualitaria e interés público, por muy restrictivos o excluyentes que puedan ser a veces» (Fraser y Jaeggi, 2018: 64).

La división entre política y economía, estructurante del capitalismo como tal, hace posible el funcionamiento «automatizado» de la acumulación como «compulsión silenciosa» (Fraser y Jaeggi, 2018: 53). Al mismo tiempo, acá emerge la posibilidad de la contradicción entre capitalismo y democracia, como fue tematizada por Ellen Meiksins Wood. En efecto, la desigualdad de clase y la regulación compulsiva de la economía tienden a socavar a la política y su autonomía. La legitimación democrática es entonces puesta en cuestión, o mejor, se vuelve periódicametne incompatible con los imperativos de la acumulación. Se ponen de manifiesto «las contradicciones específicamente políticas de la sociedad capitalista -el hecho de que su economía simultáneamente se basa en y tiende a desestabilizar a los poderes públicos» (Fraser y Jaeggi, 2018: 54). Fraser ha profundizado estas tesis en el artículo «Legitimation Crisis?» (2015), donde retoma algunas herramientas del análisis de Jürgen Habermas para analizar la crisis política del capitalismo neoliberal. «La lógica de sistema de la economía capitalista está profundamente arraigada en la sustancia del poder público y la consume desde adentro. Desestabilizando sus propias condiciones políticas de posibilidad, el régimen actual no solo amenaza con destruirse a sí mismo, sino también a la única fuerza que podría transformarlo» (Fraser, 2015: 188).

Historicidad de las fronteras

Arriba reconstruí el marco institucional del capitalismo como tal, con sus divisiones constitutivas entre producción y reproducción, explotación y expropiación, sociedad y naturaleza, economía y política. Estas divisiones, inherentemente capitalistas, tienen una historia interna de articulaciones y renegociaciones. El capitalismo como orden institucional no es estático. Ha atravesado una serie de fases donde sus divisiones institucionales, que encierran propensiones a la crisis, fueron estabilizadas temporalmente.

Por ejemplo, durante el capitalismo liberal, especialmente hasta la crisis de 1929, en los países del centro primó un modelo de reproducción social basado en «esferas separadas» (Fraser y Jaeggi, 2018: 107). La familia, como unidad de reproducción de la fuerza de trabajo, se encontraba separada del mercado y escasamente atendida por medidas estatales. Durante el capitalismo administrado estatalmente de la posguerra este modelo fue reemplazado. El poder de estado se dedicó directamente a administrar la reproducción social, garantizando servicios públicos en la salud, el cuidado de niños, la educación (Fraser y Jaeggi, 2018: 108). Al mismo tiempo, se instituyó el «salario familiar», con el que «debía pagarse a un trabajador varón industrial lo suficiente para mantener a toda su familia» (Fraser y Jaeggi, 2018: 109). Esta forma de reproducción social «fordista» garantizó salarios altos y bienestar obrero, al menos en el centro global, pero al precio de reforzar los patrones familiares patriarcales y heteronormativos supuestos en el salario familiar. Finalmente, con el neoliberalismo se difundió el modelo de «familia de dos asalariados» [two-earner family]. En esta fase se condensaron ambiguamente las presiones a la baja de salarios exigidas por la acumulación ante la baja de productividad y las demandas feministas y LGBT contra las opresiones condensadas en el formato familiar fordista. Se erigió así el «orden de género del capitalismo financiarizado» (Fraser y Jaeggi, 2018: 111), que a su vez estaría en crisis actualmente, en un marco de crisis general del capitalismo neoliberal. «Este régimen promueve la desinversión estatal y corporativa del bienestar social, al tiempo que recluta mujeres en la fuerza de trabajo paga -extrernalizando el trabajo de cuidados en familias y comunidades mientras reduce su capacidad para realizarlo» (Fraser, 2016: 112).

Las consideraciones de arriba podrían repetirse para las otras divisiones institucionales del capitalismo. En todos los casos, vemos cómo cada fase histórica afecta al conjunto del orden institucional, redibujando las fronteras entre ámbitos. Nuevas formas de imperialismo, de anexión de la naturaleza y de articulación economía/política se dibujan también en cada caso. Con estos intentos sucesivos, todos ellos precarios y contestables, el capitalismo logra estabilizar transitoriamente sus contradicciones sistémicas, augurando en cada caso nuevas fases de crisis y reconfiguraciones generales.

Proyectos emancipatorios y luchas sociales

Contra la vieja tesis de Lukács que postulaba una tendencia a la universalización de la forma mercancía en el capitalismo (Fraser y Jaeggi, 2018: 65), Fraser enfatiza las gramáticas propias y las ontologías diferenciadas de cada una de las condiciones de trasfondo del capitalismo, construyendo una topografía societal compleja. La política no se rige por la lógica de la mercancía, la reproducción social no se rige por la dinámica de la acumulación, etc. Esto no significa que esas divisiones institucionales variopintas sean reservorios puros de una normatividad emancipatoria: muchas veces, sus oposiciones dinámicas con respecto a la economía capitalista plasman complementariedades sistémicas, madrigueras conservadoras y otras trampas dualistas. Sin embargo, marcan una normatividad alternativa (a veces complementaria, a veces en conflicto) con respecto a la valorización del valor.

Las divisiones institucionales del capitalismo dan lugar a luchas por los límites [boundarie struggles]. En diferentes contextos, las personas pelean colectivamente por redefinir, rediscutir y a veces también defender las fronteras entre ámbitos institucionales. Por momentos, tratan de proteger fronteras heredadas, por ejempplo contra los avances de la mercantilización (luchas defensivas, Fraser y Jaeggi, 2018: 213). También, retomando un vocabulario que desarrolló en trabajos previos (2006), Fraser distingue luchas por los límites afirmativas y transformadoras. Las primeras buscan situar en otro punto la localización social de una frontera dada, sin discutir la existencia de esa forntera como tal (por ejemplo, discutir la inclusión de las mujeres en el trabajo asalariado o de poblaciones racializadas en la ciudadanía estatal). Las segundas objetan la existencia de algunas fronteras institucionales como tales (por ejemplo, proyectos radicales de transformación social que busquen abolir las separación entre producción y reproducción, entre política y economía, etc.). Finalmente, como Fraser viene sosteniendo desde los años ’90, la propia distinción entre luchas afirmativas y transformadoras se complica en la práctica, donde son posibles reformas no reformistas, afirmativas bajo un criterio estricto, pero que «dan lugar a efectos transformadores porque alteran las relaciones de poder y, por lo tanto, abrir un camino para nuevas luchas que se vuelven cada vez más radicales» (Fraser y Jaeggi, 2018: 214).

Al mismo tiempo, Fraser nos advierte contra los peligros de dos imaginarios extremos y simétricos: el liquidacionismo y el prohibicionismo. El primero busca «eliminar una frontera del todo», mientras que el segundo intenta «hacer impenetrable» una frontera dada (Fraser y Jaeggi, 2018: 215). Ejemplos peligrosos de liquidacionismo se encuentran en el intento soviético por eliminar la frontera entre economía y política, que condujo a las dificultades sistémicas de la economía planificada; así como en algunas experimentaciones fascistas de instrumentalización estatal de la reproducción social y biológica. El prohibicionismo se encuentra, en cambio, «en aquellas feministas que buscan prohibir toda mercantilización del sexo, la reproducción y el trabajo de cuidados» (Fraser y Jaeggi, 2018: 215). En estos casos se asume que cierto ámbito de la existencia (la reproducción social) es inherentemente no mercantilizable. De un lado, liquidar toda frontera institucional puede ser peligroso, del otro lado, decretar la sacralidad de las fronteras puede resultar conservador y paralizante. Fraser recomienda mantener una actitud abierta y contextual, capaz de pensar renegociaciones y redefiniciones de fronteras, militando por una «nueva y más democrática» manera de trazarlas (Fraser y Jaeggi, 2018: 216).

Las consideraciones anteriores se enmarcan en otra caracterización de las luchas sociales en el capitalismo. Reformulando las ideas de Karl Polanyi, Fraser distingue un «triple movimiento» entre mercantilización, protección social y emancipación (Fraser y Jaeggi, 2018: 231). El ciclo fordista estuvo, en buena medida, marcado por la alianza entre protección social y mercantilización, en detrimento de la emancipación social (lo que se plasmó en las presuposiciones hetero-patriarcales del salario familiar, entre otras cosas). El capitalismo neoliberal, en cambio, significó una curiosa alianza de mercantilización y emancipación, que incorporó parte de las críticas y demandas emancipatorias de la nueva izquierda de los años ’60 y los movimientos sociales, muchas veces «desplazándose hacia formas individualistas y meritocráticas de enmarcar sus agendas» (Fraser y Jaeggi, 2018: 241). Esto marcó un período de neoliberalismo progresista donde la expansión del mercado pareció ofrecer oportunidades a versiones domesticadas de los movimientos sociales. Las estabilizaciones sistémicas parecen posibles cuando se alían dos de los tres posibles movimientos capitalistas, en detrimento de un tercero. En esos casos es posible condensar dinámicas de lucha en sentido de un ordenamiento social provisorio pero viable. Una articulación disruptiva de movimientos generales y luchas de fronteras (incluida la de clases) podría dar lugar a una transición a una nueva articulación institucional o, incluso, a una ruptura con el capitalismo como tal.

La situación actual

Los análisis del presente de Fraser son más conocidos. Se trata de una intelectual políticamente activa, que interviene permanentemente en la prensa y ha producido varios artículos de lectura coyuntural. No voy a reponer sus posiciones más inmediatamente políticas en detalle por razones de espacio. Baste, por el momento, decir que para Fraser asistimos a la crisis del neoliberalismo progresista (cuyo signo sería, en el contexto de Estados Unidos, la victoria electoral de Donald Trump sobre Hillary Clinton), enmarcada en una crisis general del capitalismo financiarizado. Esta situación marca la apertura de un nuevo período de inestabilidad y conflicto. Las nuevas derechas populistas emergen de esta crisis, proponiendo una posible salida regresiva de la situación, que apunta a estabilizar el capitalismo bajo nuevos patrones de dominación. Frente a este contexto, Fraser llama a construir una nueva alianza de emancipación y protección social, que supere los límites del neoliberalismo progresista y enfrente a las derechas conservadoras.

Mi instinto es aprovechar el momento y pasar a la ofensiva (…) Ni el neoliberalismo hiper-reaccionario ni el progresista serán capaces de (re)establecer una hegemonía segura en el período que viene y enfrentamos un interregno caótico e inestable (…). Podría haber una apertura para la construcción de un bloque contrahegemónico en torno al proyecto del populismo progresivo. Combinando en un único proyecto una orientación económica igualitaria y pro-clase obrera con una orientación inclusiva y no jerárquica al reconocimiento, tendríamos al menos una oportunidad de pelear para unir al conjunto de la clase trabajadora (Fraser y Jaeggi, 2018: 257).

En este trabajo traté de reconstruir las nuevas exploraciones teóricas que subyacen a este tipo de propuestas. En los últimos años Fraser produjo una teoría ampliada del capitalismo, que no se limita a la economía en sentido restrictivo. En cambio, se fija en las divisiones institucionales constitutivas de esta forma social e histórica. Esto le permite reconfigurar los límites de la lucha de clases (o, al menos, de las luchas potencialmente anticapitalistas) para abarcar también las luchas por los límites, que buscan redefinir, reorganizar o impugnar las fronteras sociales. Esta teoría capta el carácter históricamente determinado del capitalismo, así como su dinamismo interno. Finalmente, se trata de una teoría capaz de iluminar la crisis del presente, caracterizando su multidimensionalidad (que atraviesa a todas las dimensiones institucionales) y bosquejando algunas perspectivas para la intervención política en nuestro tiempo. 

Bibliografía 

Fraser, Nancy (2012) «Can Society be Commodities All the Way Down? Polanyian reflections on capitalist crisis» publicado en Archive Ouverte de Sciences de l’Homme et la Societé, https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00725060

Fraser, Nancy (2014) «Behind Marx’s Hidden Abode. For an Expanded Conception of Capitalism» en New Left Review, 86, 55-72.

Fraser, Nancy (2015) «Legitimation Crisis? On the Political Contradictions of Financialized Capitalism» en Critical Historical Studies, 3:1, 163-178.

Fraser, Nancy (2016a) «Contradictions of Capital and Care» en New Left Review, 100, 99-117.

Fraser, Nancy (2016b) «Expropiation and Explotation in Racialized Capitalism: A Reply to Michael Dawson» en Critical Historical Studies, 2:2, 157-189.

Fraser, Nancy (2018) «¿Podemos entender el populismo sin llamarlo fascista? Entrevista», disponible online: http://www.sinpermiso.info/textos/podemos-entender-el-populismo-sin-llamarlo-fascista-entrevista

Fraser, Nancy (2019) ¡Contrahegemonía ya!, Buenos Aires: Siglo XXI.

Fraser, Nancy y Jaeggi, Rahel (201)) «Capitalismo. Una
conversación desde la teoría crítica», Ediciones Morata, Madrid, 2019

Fuente: https://www.intersecciones.com.ar/2019/11/18/nancy-fraser-teoria-critica-del-capitalismo/