Vale la pena repetir esa frase de Lula: miles o cientos de miles de brasileños encarnan hoy la idea de justicia social por la que peleó el dirigente, sacando a casi 30 millones de la pobreza. El ex presidente Lula, favorito absoluto en las encuestas para las elecciones de octubre próximo, está preso desde el […]
El ex presidente Lula, favorito absoluto en las encuestas para las elecciones de octubre próximo, está preso desde el sábado pasado por la noche. El viernes, debió entregarse a la policía federal; no lo hizo. «No habrá resistencia, porque él no irá al matadero con la cabeza baja», dijo su abogado en horas avanzadas del viernes. «El político más popular del mundo» (Obama dixit) quiso elevar el costo político a sus carceleros esperando a que la policía lo aprehendiera en el Sindicato dos Metalúrgicos do ABC, en São Bernardo do Campo, donde recibía un apoyo de extrema vehemencia brasileña, de obreros, aliados políticos y militantes del Partido dos Trabalhadores (PT): batucada, llantos, iras, discursos airados e iracundos, bailes frenéticos, protagonizados por cientos o miles de sus seguidores que estuvieron acompañándolo desde el jueves dentro y fuera del edificio del sindicato.
El arresto de Lula, intensamente dramático, emocionó y devastó anímicamente a vastos sectores de Brasil. En el otro extremo social, manifestantes en contra de Lula hicieron sonar bocinas y encendieron fuegos artificiales mientras una caravana policial escoltaba al ex presidente a la estación de policía.
El viernes, los combativos miembros del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra hicieron manifestaciones en favor del ex presidente y bloquearon más de 50 carreteras en diversos lugares de Brasil. En Caetés, Pernambuco, tierra natal del ex presidente, los partidarios de Lula prendieron fuego a cúmulos de llantas protestando por su encarcelamiento. La derecha brasileña es brutalmente dura y tiene los medios de comunicación a su disposición. Los odios sociales, engendrados por las élites, están partiendo en pedazos a Brasil.
Las izquierdas brasileñas hablan de un golpe de Estado: 50 por ciento del mismo ocurrió con la defenestración de Dilma, y otro 50 por ciento con el encarcelamiento de Lula, afirman. Los carceleros han cerrado la reja de la prisión del dirigente: quedó encerrada ahí también la incipiente democracia brasileña. Con ese encierro, el gobierno corrupto de Temer se ha guardado para sí mismo y especialmente para la gran burguesía paulista, una bomba que detonará social y violentamente, aquí y allá, en territorio brasileño.
Otro futuro probable de Brasil también se advierte: mientras aumentaba la presión de los poderes fácticos sobre el Tribunal Supremo, el general en jefe del ejército, Eduardo Villas Bôas, salió a orientar la sentencia, tuiteando: «Aseguro que el Ejército brasileño juzga compartir el anhelo de todos los ciudadanos de bien, de repudio a la impunidad y de respeto a la Constitución, del mismo modo que se mantiene atento a sus misiones institucionales». Otros líderes militares, respondieron enfáticamente a los mensajes de Villas Bôas. «¡Estamos juntos en las trincheras! ¡Pensamos igual! ¡Brasil por encima de todo!», tuiteó el general Antonio Miotto. El mensaje, en un país en el cual uno de cada tres ciudadanos dice ser favorable a un golpe militar, estaba claro: «Si los jueces no defienden la democracia contra el ex presidente de izquierdas, el ejército sí lo hará…»
En la mañana del sábado, después de una misa en memoria de la difunta esposa de Lula, Marisa Leticia, Lula hizo un largo discurso arengando a sus seguidores a continuar su lucha; también para convencerlos de que permitieran que la policía lo encarcelara. Lula niega rotundamente los delitos que se le señalan de corrupción y lavado de dinero. Él y sus abogados piden pruebas materiales. Sólo hay «testimonios» de oligarcas.
El diputado evangélico Marcos Feliciano le dedicó un «chiste»: «Cuando a un izquierdista le pegan un tiro en la cabeza, tarda en morir una semana: el tiempo en que la bala demora para encontrar su cerebro».
«Hace mucho tiempo que soñaba que era posible gobernar este país que incluye a millones de pobres en la economía, en las universidades, la creación de millones de puestos de trabajo…; este fue el crimen que cometí…»; pidió que cada miembro de la militancia «se convierta en un Lula». «Tienen que saber que la muerte de un combatiente no para una revolución»… «Cuanto más tiempo me dejen allí (preso), más calamar nacerá», dijo Lula, convocando a la militancia. «Yo no pararé porque yo ya no soy un ser humano, yo soy una idea, una idea mezclada con la idea de ustedes…»
La gente lo llevó en vilo a entregarse a la policía cantando el samba de Chico Buarque, Apesar de Você: Amanhã há de ser outro dia / Hoy es usted el que manda / Lo dijo, está dicho / Es sin discusión, ¿no? / Toda mi gente hoy anda / Hablando bajito / Mirando el rincón, ¿vio? / Usted que inventó ese Estado / E inventó el inventar / Toda la oscuridad / Usted que inventó el pecado / Olvidóse de inventar / El perdón / A pesar de usted / Mañana ha de ser / Otro día / Yo quisiera saber / Dónde se va a esconder / De esa enorme alegría / Cómo le va prohibir / A ese gallo insistir / En cantar / Agua nueva brotando / Y la gente amándose / Sin parar / Cuando llegue ese momento / Todo el sufrimiento… Amanhã há de ser outro dia…
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/04/10/opinion/019a1pol