Nuevas circunstancias comienzan a ponerse sobre el tapete; mientras sigue arreciando de una forma u otra el odio fascista a través del activismo violento de su base social joven y suma sus muertos el paramilitarismo que le sirve de retaguardia, las élites reales ligadas al empresariado monopólico nacional sonríen encantados ante las nuevas actitudes y […]
Nuevas circunstancias comienzan a ponerse sobre el tapete; mientras sigue arreciando de una forma u otra el odio fascista a través del activismo violento de su base social joven y suma sus muertos el paramilitarismo que le sirve de retaguardia, las élites reales ligadas al empresariado monopólico nacional sonríen encantados ante las nuevas actitudes y disposiciones concretas de gobierno que pareciera estar en estos momentos dispuesto a un intento de «negociarlo todo» por garantizar lo que han llamado la paz y la democracia. En ningún momento de estos últimos 15 años -ni siquiera en el Chávez pos 13 de Abril del «perdón a los oligarcas»- habíamos presenciado un intento de tal magnitud regresiva dentro de una dirigencia que presume ser la cabeza de la continuidad de la revolución bolivariana en curso.
Hechos y razones
Ante el desate en tierra venezolana de un plan contenido por mucho tiempo por parte de los agentes directos internos y externos de la orquesta imperialista sobre nuestramérica, como hemos venido diciendo, afloran muchos elementos resguardados bajo lo invisible de la realidad pero esta vez en forma evidente:
-Aflora con contundencia una subjetividad de odio pequeñoburgués a la transformación igualitaria que finalmente es canalizada por las agrupaciones protofascistas asentadas principalmente en la juventud de clase media alta.
– Se muestran sus características particulares dentro de una sociedad de estratos medios y ricos de consumo feroz y autorepresión interna que explican todo su violentismo y mensaje de víctima sangrientamente castigada que han exportado al mundo a través de intelectuales y redes sociales.
– Brota por primera vez el tejido paramilitar que acompaña esta ascensión de ultraderecha que se extiende estratégicamente desde el occidente hacia el centro del país en un plan proclive al caos y la imposición de la guerra civil.
– Se desvela el enorme desgaste que han vivido las organizaciones populares en todos estos años de cooptación burocrática y desmovilización clientelar y su incapacidad para frenar y enfrentar desde sí mismas la conspiración fascista como sí pasó entre el 2002-2004.
– Aflora con toda claridad el desastre económico e improductivo que ha significado el modelo corporativo-burocrático de desarrollo.
– Queda perfectamente claro hasta que punto estamos en el medio de un gran conflicto histórico y de clases donde es imposible la salida revolucionaria deseada masivamente desde hace más de dos décadas, en la medida en que ese mismo conflicto este protagonizado por los intereses de una vieja y parásita oligarquía y el nuevo panorama creado al interior del gobierno ante la consolidación y dominio a su interno de la burguesía sembrada en su seno por vía del desfalco de divisas y la corrupción.
-Se ponen en claro las consecuencias políticas y sociales que ha significado la armazón de castillos autocráticos no solo dentro de la derecha opositora, consustanciales a su naturaleza, sino dentro del movimiento popular estructurado políticamente al interno del chavismo y su atadura con ese cono autocrático que se ha ido montando y afianzando al interno del PSUV, como mecanismo de contención en última instancia de esa voluntad revolucionaria aún viva.
«Lo concreto es concreto porque es la síntesis de sus múltiples determinaciones», decía Marx. Y en efecto lo que estamos viviendo es la puesta en claro de la realidad concreta en que nos movemos en sus múltiples y muy contradictorias aristas subjetivas y determinaciones materiales. Quizás lo que le faltó decir a Marx es que ese concreto realmente aparece y se hace visible a todos cuando brotan los acontecimientos que permiten hacer evidente lo que hasta entonces estaba oculto al ojo común. Tenía que aparecer finalmente este fenómeno cruzado por los planes conspirativos que desde el mismo inicio de la revolución bolivariana fueron armándose desde las agencias imperiales pero esta vez bajo una explosión violenta de lo que el periódico The Guardian de Inlaterra nombra con toda precisión «la rebelión de los ricos», para que se ponga evidencia ese cúmulo de contradicciones y determinaciones que tienen en su extremo más radical el antagonismo entre revolución social y guerra civil.
En medio de esos extremos se mueven todo este conjunto de elementos que a la final ponen en claro el formato estratégico en que se mueven hoy en día los actores políticos dentro del poder constituido incluidas sus alas estatales y de actores económicos dominantes. El Poder en su forma-Estado, el Poder en su ordenamiento capitalista específico a nuestra realidad, toman posiciones ante el fenómeno dejando muy en claro cual es el norte que los guía y en que medida los hechos que vienen produciéndose les sirve para imponer el juego de sus intereses. El «maldito Estado» como tanta veces se nombra en nuestros barrios, presenta su oferta ante nosotros tratando, por parte de quienes lo gobiernan, de adelantar un esquema de «paz» que en todo caso NO permita que se desate la revolución total y en todas sus consecuencias si revienta de nuevo la conspiración, como advirtió Chávez a la burguesía todos los años posteriores a la primera conspiración del 2002. Por el contrario, algo que debería estar presente en su agenda de «lealtad al comandante y la revolución», no lo es en absoluto; en forma inversamente proporcional a lo advertido por Chávez, «ahora sí nos entregamos» podría resumirse el título de su agenda. Y por parte de quienes tantas veces se han desesperado por volver a gobernarlo por completo, se presenta una disposición de diálogo pero en este caso, derrotado por completo el gobierno en su proyecto económico de desarrollo, buscando retomar enteramente el dominio total sobre el desarrollo material de la sociedad, paso previo a la retoma del poder político, poniéndose fuera del extremo de la guerra civil.
No es poca cosa lo que se viene aprobando en esta «Mesa de diálogo económico» liderizada por Roig (Fedecámas), Mendoza (Industrias Polar) y Fedenaga, se trata de negociar sin que nadie deseche su fachada respectiva, nada menos que los avances mas sustanciales de todos estos años por el lado mas positivo que nos han dejado.
Se viene negociando y hasta donde entendemos estando prácticamente aprobados, verificados mediáticamente por la liviandad inocente, interesada, perdida y complacida de las caras puestas por el vicepresidente Jorge Arreaza frente a ellas:
-Un grueso si no toda la industria media agrícola y nacionalizada y en parte bajo control obrero que pasaría a ser privatizada probablemente en un esquema de empresas mixtas.
-Poner fin definitivo al proceso de reforma agraria y apropiación social de tierras productivas.
-La drástica disminución del gasto público dirigido en su aspecto mas positivo a elementos relevantes de justicia social: pensiones, seguridad social, alimentación, vivienda subsidiada, etc. Igualmente en el subsidio de los servicios públicos y costos de energías.
-La inversión de toda la política de educación y salud hacia un proceso de intervención privada progresiva que de hecho ya legitime todo el monopolio de facto sobre la medicinas, insumos médicos, técnologías. Esto tiene sus consecuencias incluso en el pensum educativo y el diseño de los sistemas públicos de educación y salud, pedidas explícitamente por Roig y Mendoza.
-La privatización abierta y progresiva de los sistemas públicos de distribución alimentariay su absorción definitiva por agentes privados mafiosos que ya están acaparando todo el contrabando y mercadeo de frontera.
-La sustitución del esquema desastroso del control de cambio por un sistema de bandas cambiarias que efectivamente tiende a equilibrar el plano macroeconómico pero haciendo imposible su transparencia y control social, con lo cual se convierte particularmente el Sicad II en un mecanismo de legitimación del saqueo milmillonario de divisas producido en los últimos años por parte de quien son precisamente los agentes negociadores, y continuado a través del Sicad I.
-El fin progresivo de toda la legislación tendiente a garantizar algún nivel de precios justos que en los hechos ya se esta desplomando.
-Reducir drásticamente la política de constante de aumento de salarios, hasta hace unos tres años proporcional o superior a la inflación acumulada.
-Acabar definitivamente con la política de inamovilidad laboral.
-La entrada de lleno de los intereses monopólicos nacionales dentro de gigantescos contratos de inversión ya aprobados con una gran cantidad de países empezando por China, Rusia, Brasil, Comunidad Europea. Se trata de compartir de lleno el paquete a futuro de la renta petrolera.
Todos estos puntos de negociación se desglosan en una lista específica que se mantiene totalmente en silencio y que no son menos de un centenar de medidas que calladamente se negocian y que suponen una nueva política económica donde la tendencia socializante sea sustituida por una imposición privatizante en todas sus consecuencias y detalles. Claro que a la final entran aspectos de mayor envergadura aún dirigidos a la privatización o esquemas compartidos de control sobre la industria petrolera, minera, industrias básicas, etc. Pero este es un aspecto para lo cual la burguesía nacional no tiene de fuerza para proponerse como agente directo de inversión y negociación. Desde que Juan Vicente Gómez la sacó del paquete han sido agentes de segundo orden en estos aspectos centrales de la economía petrolera otorgada a las transnacionales de entonces. Su presencia sin embargo se hace a través de su fusión con el capital transnacional que a la final también tratará de entrar a negociar lo suyo al menos con mayor agresividad y evidencia, ya que siempre ha estado en cada uno de los pasos dados por la industria petrolera, gasífera e industrias básicas que no han salido en absoluto de su dependencia tecnológica y de mercados controlados por el capital transnacional.
Y muy probablemente se siga abriendo la agenda bajo un esquema de «negociarlo todo», hacia el plano institucional del Estado. Repartir de nuevo los cargos que abusivamente esta gran y pequeña burguesía de gobierno ha ido acaparando hasta acabar la clásica división de poderes y compartirla con la ala enemiga de la burguesía y sus agentes políticos, volviendo a un liberalismo respetable por todas las élites. Esto con la finalidad de aliviar la tensión política que se agrega a la tensión económica en negociación. La declarativa en ese sentido ya esta avanzada, pero claro está, siempre y cuando esto no signifique el desplome de la maravillosa impunidad con ha podido rearmarse por completo el estado de corrupción; ese es otro aspecto que también tendrán que repartir mas ampliamente.
A ello agreguemos en esta acta de rendición algo que va mucho más allá de ella y sus límites dentro de nuestro microcosmos nacional, y es la propia estrategia antimperialista donde Chávez se jugó sus mejores cartas y logros políticos. Algo todavía muy ambiguo y peligroso para el gobierno que pondría en juego su credibilidad como gobierno enfrentado en los escenarios del orden mundial a las estrategias imperiales que se mueven en todos los planos: comercial, monetario, bancario, tecnológico, de megapolíticas alimentarias, ambientales, energéticas, y donde se sella el imperialismo, en sus políticas militares y de intervención genocida. Acabaría así su condición de gobierno de izquierda para convertirse en un simple demandante de respeto a su soberanía (esquema argentino). Supondría el final de la premisa de patria soberana y bolivariana dejada por Chávez y por tanto imposible de aceptar hasta los momentos por parte de la base chavista, incluso la más leal al gobierno. De todas formas, la disposición a reencontrarse con los EEUU indican una pulsión clara en este sentido y una presión real al interior del gobierno de caminar hacia allá.
Las rupturas dentro de la estrategia «golpe de Estado suave» a la revolución
Esta enorme negociación en principio busca evitar la guerra civil y la posibilidad del golpe de Estado, pero a la final no es más que un golpe de Estado terrible no al gobierno sino a la revolución y gran parte de las pocas conquistas alcanzadas en su proceso hasta hoy. Se tiene que dar un golpe suave pero a fondo a la revolución porque el escenario dominante entre los agentes negociadores presiona en forma natural o silenciosa, pero casi de igual manera, en contra de su posibilidad. Se posicionan ambos en sus intereses de clase dominantes. Sin embargo, esta situación no acaba para nada con el problema de la violencia fascista ni mucho menos el de la revolución social como salida definitiva. La «paz de los ricos» es un escenario hipotético de orden donde el actor de gobierno chantajea con la revolución en favor de su criterio, mientras que la contraparte oligárquica sin nombrarla pero jamás contrariándola públicamente, chantajea con la guerra civil y la ruptura total, incluso ubicándose en sus límites a través de agentes externo como es el caso de la conferencia episcopal.
Como siempre cada actor utiliza sus piezas extremas, pero el problema para ambos es que es pura demagogia mutua ya que tanto el uno el otro las manejan solo las utilizan pero no las controlan en absoluto. El actor de gobierno como mando fundamental del poder constituido ya hace años viene alejándose de su fusión original con el pueblo en lucha, hasta convertirse en una distancia prácticamente irreversible, utilizando de más en más los métodos autocráticos, el clientelismo y el miedo a un regreso al pasado para mantener la base chavista y progresiva del pueblo dándole su formal apoyo. Pero ya demasiados saben que esto no es una alianza revolucionaria es un juego táctico y por lo general oportunista por parte de las bases de apoyo; para muchas de las bases organizadas es cada vez menos una alianza de esperanza, y para otras muchas una tragedia que muchas veces da asco ante la degradación moral y la infinidad de abusos descarados que ven frente a sus ojos, donde la explotación y la opresión pura y simple revive en pleno hasta la volver a sentir la represión selectiva del movimiento obrero, indígena y campesino. La revolución social está allí viva, hasta cierto punto organizada y siempre con posibilidades de explotar, pero ya no tiene un espacio de integración, articulación y liderazgo que sea evidente en la mayoría. Por ello no nos cansaremos de repetir que tal espacio habrá de crearlo un tercer sujeto colectivo fabricante de «otra política», constituyente de un verdadero poder popular e insurgente. El «gobierno revolucionario» que existió y pervive en el sueño de millones, se acabó. Los hechos de estos dos últimos meses lo han dejado muy en claro.
Por su lado oligarcas y demás burgueses opositores, incluidos muchos de sus representantes políticos, sindicales, movimientistas, su enlace con la violencia protofascista y paramilitar no es para nada un hecho bajo su control. Aunque casi todos sus agentes algo tienen que ver con ella, la promueven directamente, la utilizan en casos concretos para sus intereses o la observan con simpatía, está claro que ella está comandada en última instancia por un cono autocrático externo, (cuyas coordinaciones de mando externo están sobretodo en Miami y Colombia, siguiendo las cartillas del Plan Balboa) mucho más ligado a las estrategias imperialistas generadoras del caos necesario previos a cualquier salida que supone golpe, guerra civil, separatismo.
Dentro de una estrategia imperial consistente y su puesta en práctica dentro de nuestramérica, los intereses de estas burguesías nacionales prácticamente ya no tienen ningún peso, particularmente en un país como el nuestro donde esa burguesía parásita salvo contadas excepciones como la Polar o el reinando de Cisneros, son más un acompañante de fiestas mayameras y rumbas caribeñas que agentes de fuerza propia; no deciden se utilizan y fusionan como agentes locales de un mismo orden global. Se trata de envolver por completo estos países en su radio de dominio y Venezuela es demasiado apetente por sobradas razones como para no intentarlo de lleno. Promueven, entrenan, crean las condiciones subjetivas y mediáticas para fomentar un odio desde las clases medias y altas que incluso podrían dejar que se vaya de sus manos (estrategia de «multitudes» en su versión y control de ultraderecha ya probada en Europa del este e incluida en la primavera de los países árabes), que produzcan todo el caos que puedan mientras fortalecen sus verdaderas líneas de guerra, combinación de formas de lucha, fuera y dentro del país. Allí están personajes como la M.C. Machado o L. López de piezas perfectas de inicio, pero da la impresión que el verdadero «jefe» de todo esto lo están cocinando dentro de la juventud combinado con las élites regionales mas reaccionarias ligadas por lo general al capitalismo mafioso, enredado a su vez con muy variados agentes internos del cuerpo nacional y regional de gobierno que terminan haciéndose cómplices y protagonistas de esta conspiración imperial.
Lo que en todo caso termina de estar muy en claro es que la «paz de los ricos» y el «golpe de estado suave a la revolución», no es para nada una estrategia de estabilidad controlada por sus actores negociantes ni mucho menos. La entropía general, producto de que no ha sido posible acabar por completo pero tampoco avanzar en la revolución social anhelada como única alternativa a la complicadísima historia de los últimos 25 años, es una tendencia inexorable que puede terminar de reventar este grandioso intento de paz tan gris y triste como sus negociadores.
Conclusión provisional y de gamelote
Serán «gamelotadas» como acusa Nicolás a la critica frontal a su esquema de paz, pero cuidado que no sean tan bobas y llenas de «pajuatadas» como aquella «generación boba» de los ochenta que entre sus tantas boberías terminó preparando el escenario suficiente de rebeldía y desobediencia como para acabar con la IV República. Lo cierto es que nos encontramos arrastrados por los primeros pasos de un plan caótico desde el cual opera la idea de guerra civil en la actualidad. La «guerra civil» ya no es un enfrentamiento de ejércitos oficiales y no oficiales perfectamente identificables, reconocidos y con espacios nacionales controlados. El modelo posguerrafría de guerra civil se inicia con la inyección caótica y de genocidio mutuo comenzada en el laboratorio construido en Yugoslavia -años noventa- que llega hasta el punto de la inevitable intervención externa de todos los dispositivos políticos, judiciales y militares adscritos al orden global de imperio. Animales que se destrozan entre ellos son separados finalmente por una fuerza externa superior que fue la que generó silenciosamente las condiciones para que se mataran, de manera que su armisticio y condiciones finales de paz solo convenga al plan inicial de dominio. El mismo modelo pero bajo otras situaciones se intenta desde entonces. Por ejemplo, un Estado opresor que es enfrentado por la rebelión popular que le comienza a ladrar y luego morder con razón, también es salvado y a la vez inculpado, contaminando esa rebelión de múltiples venenos violentos que vuelven todo una sopa inmunda imposible de resolver (caso Siria). O se genera un espectáculo mediático y de confrontación callejera totalmente inducida en contra de gobiernos corruptos pero en principio progresistas y legítimos, es inflada por la corporación mundial de redes sociales y comunicacionales, a su vez estimulada internamente hasta la histeria por los agentes más reaccionarios y protofascistas que se superponen a la protesta, capaces además de cualquier crueldad animal, hasta llegar al caos atroz y la necesaria intervención o golpe de Estado fomentado por el intervencionismo (caso Ucrania y su nuevo intento en Venezuela).
Hasta ahora no se han dado indicios claros de la posibilidad de que todo esto pueda ir más allá de donde está. Como ya vimos son muchas las bisagras que el fascismo no ha podido sellar a nivel militar, social, geográfico y político. Eso no quiere decir que no tengan la posibilidad de pasar a nuevas etapas de ataque mucho más terrorista y sangriento, añadiendo otros elementos caóticos a nivel económico – lo que el mismo gobierno les ha puesto en bandeja de plata desde hace años-, o a nivel político como la amenaza separista de la media luna de occidente, que podrían acercarlos mucho más a la meta de guerra civil-golpe de Estado. A estos niveles y estudiando los mensajes, propagandas, esquemas de organización de la histeria violentista que ya manejan y propagan, inducciones subjetivas, manipulaciones inconscientes, cualquier cantidad de formas de inversión de la verdad, que se arman sobretodo en los laboratorios mediáticos de Miami («anonymus» entre otros), podríamos decir que el camino lo están allanando con prontitud, antes que se debilite demasiado la guarimba.
Tomando todos estos complejos elementos que determinan y terminan de armar la realidad concreta en que nos movemos, podemos concluir que nos movemos sobre cuatro escenarios posibles:
-Por un lado no hay ningún elemento claro como para que la burguesía y su alter ego de gobierno no intenten un «plan de paz» no guerrerista y de salvación institucional que pueda ser atractivo para el conjunto de las élites y se monte sobre el apaciguamiento constante del movimiento popular. Incluso podrían acordar políticas de represión consesuadas hacia sus extremos opuestos fascismo y revolución social, llegando a convencer de la posibilidad de su viabilidad y sincronía los intereses con la máquina imperialista conspirativa. Este primer punto es lo que terminaría de materializar el «golpe de Estado suave a la revolución».
-Pero tampoco hay elemento ninguno para declarar fallida la conspiración paramilitar y fascista agenciada aquí pero coordinada desde fuera. De alguna manera ella ha probado su primer éxito corroborando hasta que punto todos los elementos de corrosión interna y enfrentamiento de mandos por intereses propios, desastre del modelo de desarrollo, y entropía reflejada en la práctica política autocrática creada, no hacen sino colaborar con ella. De igual manera que colabora la debilidad incrementada del sujeto popular revolucionario en la medida en que ha quedado en gran parte atado al devenir de ese Estado y su burocracia, y por tanto desmovilizado. Con eso convence también a los salones de élites incluidas lo no convencidos externos. Pero su éxito propio más allá de la manipulación y el espectáculo permanente, de la multiplicación en algunos sitos de agentes activos en lugares de clase media, del tejido social comunicación creado, está por probarse en nuevos terrenos mucho mas determinantes y violentos. Este segundo punto es el «golpe duro a la revolución» y la creación del orden protofascista y proimperialista que subyace a toda esta conspiración.
-Así mismo, las presiones que van en aumento, la corrosión institucional no enfrentada mas bien incrementada con la entrada hasta en el gabinete de personajes que representan la pobredumbre mas asquerosa de esta «boliburguesía» (ver entrada de David Cabello como ministro de industria), de alguna manera hace «indefendible» al gobierno desde cualquier mirada aunque se acepte su legalidad. Esta situación de continuarse podría crear el escenario de golpe de Estado externo a la conspiración fascista, con muchos agentes de gobierno militares y civiles presentes. Sin embargo, tiene como debilidad fundamental que su intento de acabar con toda la corrosión y conspiración, por parte de los agentes que la promuevan se convierta por el contrario en un elemento más y determinante del juego caótico que se maneja desde fuera. Es muy difícil reinventar un 4 de febrero a estas alturas, cuya aparición tendría que preparar la entrada a una guerra revolucionaria abierta, mientras que un golpe más de la conspiración y la derecha corrupta dentro del gobierno es simplemente una jugada más dentro del escenario general de guerra civil que incluso podría estimularse desde fuera.
-Y por suerte y salvación provisional nuestra, aún teniendo a todos estos animales de «Estado, burguesía, imperio», jugando abiertamente en contra de ella de sus versiones suaves o duras, no hay tampoco ningún elemento desde donde se pueda afirmar que la revolución «ha terminado», que ha triunfado el «termidor venezolano». Los «sans coulottes» (sin camisa) nuestros están vivos y por los años de aprendizaje, experiencia, reflexión, de sus lugares más avanzados y nobles con capacidad de dirección, esa revolución aún está en capacidad de responder a la inmensa maniobra contrarevolucionaria que se ha armado en cualquier versión y provocar una verdadera y nueva rebelión mas dura o mas suave de acuerdo al escenario que termine dominando. Su debate actual es el camino de la respuesta, pero su tiempo y articulación es el problema ante el avance permanente de su contrario y allí está su gran debilidad…de todas formas, si no hay pueblo vencido, mucho menos la revolución que le pertenece.