Una característica de los neomachistas iberoamericanos es su inevitable tendencia a hablar en favor de los derechos de las mujeres al mismo tiempo que actúan en contra de los derechos de las mujeres. El clásico neomachista es un hombre que no tiene ningún reparo en declarar su admiración y/o su respeto a las mujeres mientras […]
Una característica de los neomachistas iberoamericanos es su inevitable tendencia a hablar en favor de los derechos de las mujeres al mismo tiempo que actúan en contra de los derechos de las mujeres. El clásico neomachista es un hombre que no tiene ningún reparo en declarar su admiración y/o su respeto a las mujeres mientras que con sus actos cotidianos se encarga de demostrar el desprecio o el odio que siente hacia ellas. El neomachista quiere hacer todo por las mujeres, pero nada con las mujeres.
Esta dualidad entre lo que dicen sobre las mujeres y lo que hacen (o dejan de hacer) por las mujeres, se evidencia particularmente en la estrategia comunicacional utilizada por muchos funcionarios públicos de corte neomachista (presidentes, ministros, secretarios técnicos, diputados, alcaldes) que se deshacen en elogios sobre las capacidades económicas, sociales y políticas de las mujeres, pero que, una vez que se encuentran en la posibilidad de aplicar y/o apoyar medidas concretas para promover una mayor participación de las mujeres en estos ámbitos del poder, hacen todo lo que está en sus manos para bloquear sus avances o bien para empujar retrocesos en sus derechos.
Debe reconocerse sin embargo que los políticos neomachistas de nuestros países han logrado desarrollar un sorprendente dominio del arte de la disociación entre la palabra y la acción, al mismo tiempo que logran mantener a salvo su imagen de aliados en la lucha por la igualdad y la no discriminación de las mujeres.
Un caso digno de estudio es el del actual gobernante de El Salvador. Este dignatario no tiene ningún reparo en afirmar públicamente que «las mujeres son el pilar fundamental de la sociedad y la prioridad en su gobierno» al mismo tiempo que su gabinete tiene la cuota más baja de participación de mujeres de los últimos 23 años (una sola mujer ministra entre un total de 13 ministerios ) y que su gobierno se oponga a cualquier tipo de revisión de las leyes que penalizan todas las formas de interrupción del embarazo, incluyendo el aborto terapéutico y el aborto en caso de violación. Pero lo más sorprendente de este caso, es que la brecha entre lo que dice y lo que hace, tiene lugar en un contexto de altos niveles de apoyo (y hasta de reconocimientos) nacionales e internacionales a los supuestos avances gubernamentales en materia de igualdad de género. Estos apoyos incluyen a destacadas feministas locales y a instituciones como la CEPAL que, dicho sea de paso, tiene en sus archivos una nota oficial de este gobierno poniendo objeciones al denominado Consenso de Brasilia, que curiosamente contiene la agenda de la igualdad de género de este organismo.
Algo parecido ocurre también en El Salvador con los diputados del partido ARENA en el debate que actualmente se realiza sobre la Ley de Partidos Políticos. Estos mismos diputados que dieron su apoyo y sus votos a la Ley de Igualdad de Género y No Discriminación hacia las Mujeres aprobada en marzo de 2011, no tienen problemas ahora en oponerse rotundamente al establecimiento de cuotas u otro mecanismo que promueva la participación de más mujeres en los partidos políticos y en los cargos de elección popular, como medio para promover la igualdad y la no discriminación de género en el ámbito político.
Y así avanzan los políticos neomachistas, diciendo unas cosas y haciendo otras distintas, sin que se les pueda acusar directamente de oponerse a los derechos de las mujeres ni de odiarlas, porque rápidamente traen a cuenta los «momentos memorables» de sus discursos en donde difícilmente se puede encontrar una grieta por donde asome su misoginia y/o la discriminación de género.
Pero algunas veces, cuando menos se espera, las palabras se rebelan y terminan por jugarles una mala pasada. Un alto funcionario español acaba de comprobar que en la política, el neomachismo es un arma de doble filo que más tarde o más temprano pasa factura.
Me refiero al caso de José Manuel Castelao, nombrado hace apenas una semana en el Gobierno del Partido Popular como Presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior, que acaba de experimentar en carne propia las consecuencias que tiene decir lo que en realidad se piensa sobre las mujeres. Durante una reunión en el segundo día en su cargo, se dirigió al secretario de la mesa de Educación y Cultura, para solicitarle el acta de la reunión y al darse cuenta que faltaba una firma para legalizar el documento, manifestó: «No pasa nada. ¿Hay nueve votos? Poned diez… Las leyes son como las mujeres, están para violarlas». (El País, 05.10.2012).
Al darse cuenta de la «re- conexión» momentánea ocurrida entre su pensamiento y sus palabras, José Manuel Castelao intentó dar una explicación a lo injustificable: «Cité la frase, lo reconozco, pero en el sentido inverso (…….) No tengo para nada ningún pensamiento en contra de las mujeres que me merece todos mis respetos. Es más, soy un devoto de la mujer».
Un «pequeño desliz» que le ha costado por el momento su dimisión y una posible investigación de la Fiscalía por el delito de incitación a la violencia y a la discriminación contra las mujeres. Esto seguramente ha puesto en qué pensar al resto de neomachistas que ejercen como funcionarios en el actual gobierno del Partido Popular, y que están haciendo sus mayores esfuerzos por hacer retroceder todos los avances que en materia de reconocimiento de derechos humanos de las mujeres y de paridad de género fueron conquistadas por las mujeres españolas durante los gobiernos del PSOE.
Hasta ahora, este retroceso se esta facilitando porque las reformas propuestas por el Partido Popular vienen acompañadas de un hábil discurso neomachista que presenta la disminución en derechos humanos de las mujeres como reformas de corte progresista. Por ejemplo, el Ministro de Justicia Alberto Ruiz- Gallardón, ha tenido la habilidad de promover mayores restricciones a la interrupción voluntaria de embarazos como si se tratara de reformas progresistas, ya que en sus palabras: «proteger el derecho a la maternidad es lo más progresista y avanzado que se puede hacer desde un gobierno», porque «la maternidad es lo que hace a las mujeres auténticamente mujeres» (EFE, 28.03.2012). Sin embargo, podría ser solo cuestión de tiempo esperar que también a él le ocurra una «re-conexión» temporal entre su pensamiento y su discurso, y termine en el mismo apuro en el que hoy se encuentra su colega José Manuel Castelao.
¿Cuál es la moraleja que este último episodio de la política española deja a los neomachistas iberoamericanos?. Muy sencilla: «cuando veas las barbas de tu vecino afeitar, pon las tuyas a remojar».
La autora es economista feminista, profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana «José Siméon Cañas» (UCA) de El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.