Primero comenzaron diciendo que los candidatos y candidatas de Bildu no tenían brillo. Y era verdad. Unos y otras carecían de esas maquilladas sonrisas que desde los carteles de campaña invitaran al voto, de esas convincentes miradas escrutando venturosos futuros que atrajeran la adhesión del electorado, de esos apellidos habituales en los grandes escenarios y […]
Primero comenzaron diciendo que los candidatos y candidatas de Bildu no tenían brillo. Y era verdad. Unos y otras carecían de esas maquilladas sonrisas que desde los carteles de campaña invitaran al voto, de esas convincentes miradas escrutando venturosos futuros que atrajeran la adhesión del electorado, de esos apellidos habituales en los grandes escenarios y medios. Peor todavía, los candidatos de Bildu daban la impresión de ser gente sencilla, honesta y trabajadora o, lo que es lo mismo, de ser gente sin brillo.
Ahora han salido diciendo que tampoco tienen experiencia. Y es verdad. Es más, ni siquiera sus cientos de miles de electores teníamos experiencia después de tantos años sin poder ejercer nuestro derecho al voto. Algunos ni recordábamos qué era una urna o cómo es que se votaba. Ni nosotros ni ellos tenemos experiencia. Los electos de Bildu, sin haber tenido la oportunidad de gobernar ayuntamientos, por cierto, conducidos a la ruina por el brillo y la experiencia de quienes les precedieran, por ahí andan ahora, dando muestras de su extrema bisoñez en las lucrativas artes de endosarse jugosos salarios y comisiones, o en las rentables destrezas de embolsarse pingües beneficios gestionando negocios municipales de alta velocidad.
Lo que algunos no acaban de entender es que lo que sí tenía brillo era el programa de Bildu y que esa fue la razón de su triunfo electoral. Y que lo que va a seguir brillando de la mano de la íntegra trayectoria de sus representantes es su gestión, y que esa va a ser la causa de su próximo y masivo respaldo.
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