La elección del candidato sandinista Daniel Ortega en los comicios de Nicaragua ha sido un golpe trascendental a las corrientes económicas neoliberales, las cuales han perdido espacio en América Latina después de dos décadas de conducir hacia el hambre, la miseria y la inseguridad social a la mayoría de los pobladores de la región. Muchos […]
La elección del candidato sandinista Daniel Ortega en los comicios de Nicaragua ha sido un golpe trascendental a las corrientes económicas neoliberales, las cuales han perdido espacio en América Latina después de dos décadas de conducir hacia el hambre, la miseria y la inseguridad social a la mayoría de los pobladores de la región.
Muchos apostaban a que Ortega no ganaría en la primera vuelta, lo que dejaría el terreno preparado para que en una segunda votación las fuerzas de derecha se unieran y derrotaran al único candidato que se pudiera desembarazar de las leyes neoliberales imperantes en el país y llevara paulatinamente beneficios sociales y económicos al sufrido pueblo nicaragüense.
Escrutado el 91.48% de los votos, Ortega ganó con un 38,08% mientras la Alianza Liberal Nicaragüense del ex banquero Eduardo Montealegre alcanzaba el 29%, el Partido Liberal Constitucionalista, del ex vicepresidente José Rizo llegaba al 26,21% (estos dos de línea derechista), el Partido por la Renovación de Edmundo Jarquín obtenía el 6,44% y la Alternativa por el Cambio de Edén Pastora solo 0,27%.
La victoria sandinista se concretó pese a la fuerte campaña en su contra desarrollada por el gobierno norteamericano, empeñado en no perder a otro aliado que le permitiera seguir llevando adelante en la región sus recetas políticas y económicas como el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Aunque el ALCA, en su versión original, ha sido enterrado por la tenaz oposición que encontró en países como Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela, Estados Unidos lo ha estado imponiendo en forma bilateral.
En meses pasados logró que Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y República Dominicana firmaran un compromiso para llevar adelante el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y República Dominicana (TLCAN-RD).
El embajador estadounidense en Managua, Paul Trivelli, fue el principal vocero en llevar adelante la campaña contra Ortega, al que se le sumaron declaraciones del congresista republicano Dan Burton, del secretario de Comercio norteamericano, Carlos Gutiérrez, y del ex miembro del Consejo de Seguridad durante el mandato de Ronald Reagan, Oliver North, entre otros.
El embajador estadounidense, sin ningún recato, opinó que no se trataba de Montealegre o Rizo o de otra nueva cara, sino de que no ganara Daniel Ortega.
Trivelli impulsó su peyorativa campaña a nivel internacional al ofrecer entrevistas a varios medios de comunicación. A la BBC de Londres le manifestó que «sería una tragedia para Nicaragua si las elecciones suponen una regresión. Todos los países de Centroamérica se verían afectados en sus avances por el libre comercio y los demás avances que han hecho».
Una de las últimas coacciones de la administración norteamericana fue la de amenazar con cortar la llegada de remesas a esa nación centroamericana si el sandinismo tomaba el poder.
La economía nicaragüense depende en gran medida de las remesas que envían sus coterráneos desde el exterior. En 2005, los emigrados enviaron 850 millones de dólares, que representaron el 19% del PIB y el 99.2% de las exportaciones totales.
El PIB de la segunda nación más pobre de América (después de Haití) es de solo 4 500 millones de dólares y si el gobierno del presidente George W. Bush le reduce el envío de remesas, el daño lo sufrirán las familias pobres que tienen parientes en el país del norte donde laboran en las labores más duras y menos remuneradas.
El 70% de la población económicamente activa se encuentra sin empleo y se resguárda en el llamado sector terciario o informal, vendiendo o negociando las más increíbles mercancías. En ese sector se halla el 57% de los trabajadores urbanos y el 71,8 de los rurales.
Nicaragua ha estado envuelta en constantes crisis económicas. Invasiones e intromisiones norteamericanas se sucedieron hasta colocar en el poder al dictador Anastasio Somoza que convirtió al país en una finca particular con toda su familia disfrutando de las riquezas mientras el pueblo padecía la miseria.
Tras la derrota de la dinastía somocista en 1979 con la llegada de los sandinistas, se abrió una etapa que auguraba beneficios para la población con campañas de alfabetización, servicios médicos gratuitos y proyectos económicos que se vieron truncados por la agresión estadounidense que impuso una guerra económica y militar (a través de los grupos contras) la cual duró hasta 1990.
Desde ese año se sucedieron varios gobiernos pronorteamericanos que adoptaron las leyes del libre mercado y las privatizaciones. Esto ayudó a que en la actualidad el 78% de los 5,7 millones de nicaragüenses se encuentren por debajo de la línea de pobreza.
La deuda externa a la que debe dedicar todos los años una parte importante de su PIB, se sitúa en 4.300 millones, o sea, cada habitante debe 745 dólares.
Contra estos y otros muchos escollos deberá luchar el presidente electo Daniel Ortega quien en sus primeras declaraciones ha expresado que su futuro gobierno representará a los pobres y a los campesinos, y tendrá entre sus metas eliminar el analfabetismo, el desempleo, la pobreza, los apagones y garantizar la salud, la educación y la canasta básica alimenticia de los ciudadanos.
Por el momento, otro bastión neoliberal norteamericano en Latinoamérica ha caído estrepitosamente. Ahora le toca a los sandinistas llevarle a su pueblo las reivindicaciones sociales que tanto ha anhelado, a pesar de los desafíos que provengan del Norte,