Frente al cataclismo económico-financiero mundial se dibujan dos escenarios: uno de crisis y otro de tragedia. Tragedia sería si toda la arquitectura económica mundial se desmoronase y nos empujase hacia un caos total con millones de víctimas, por violencia, hambre y guerra. No sería imposible, pues el capitalismo generalmente supera las situaciones caóticas mediante la […]
Frente al cataclismo económico-financiero mundial se dibujan dos escenarios: uno de crisis y otro de tragedia.
Tragedia sería si toda la arquitectura económica mundial se desmoronase y nos empujase hacia un caos total con millones de víctimas, por violencia, hambre y guerra. No sería imposible, pues el capitalismo generalmente supera las situaciones caóticas mediante la guerra. Gana al destruir y gana al reconstruir. Solamente que hoy esta solución no parece viable, pues una guerra tecnológica liquidaría a la especie humana; sólo caben guerras regionales sin uso de armas de destrucción masiva.
Otro escenario sería el de crisis. Para ella, no acaba el mundo económico, sino este tipo de mundo, el neoliberal. El caos puede ser creativo, dando origen a otro orden diferente y mejor. La crisis tendría, por tanto, una función purificadora, abriendo espacio para otra oportunidad de producción y de consumo.
No necesitamos recurrir al ideograma chino de crisis para saber de su significado como peligro y oportunidad. Basta recordar el sánscrito, matriz de las lenguas occidentales.
En sánscrito, crisis viene de kir o kri que significa purificar y limpiar. De kri viene también crítica que es un proceso por medio del cual nos damos cuenta de los presupuestos, de los contextos, del alcance y de los límites sea del pensamiento, sea de cualquier fenómeno. De kri se deriva además crisol, utensilio químico con el cual se limpia el oro de las gangas y, finalmente, acrisolar que quiere decir depurar y decantar. Entonces, la crisis representa la oportunidad de un proceso crítico, de depuración de lo esencial; sólo queda lo verdadero; lo accidental, sin sustentación, cae.
Alrededor y a partir de este núcleo se construye otro orden que representa la superación de la crisis. Los ciclos de crisis del capitalismo son notorios, conocidos. Como nunca se hacen cortes estructurales que inauguren un nuevo orden económico sino que siempre se recurre a ajustes que preservan la lógica explotadora de base, nunca supera propiamente la crisis. Alivia sus efectos dañinos, revitaliza la producción para nuevamente entrar en crisis y así prolongar el ciclo de crisis recurrente.
La crisis actual podría ser una gran oportunidad para la invención de otro paradigma de producción y de consumo. Más que nuevas regulaciones son urgentes las alternativas. La solución de la crisis económico-financiera pasa por el encarrilamiento de la crisis ecológica general y del calentamiento global. Si estas variables no fuesen consideradas, las soluciones económicas dentro de poco tiempo no tendrán sosteniblidad y la crisis volverá con más virulencia.
Las empresas en las bolsas de Londres y de Wall Street tuvieron pérdidas de más de un billón y medio de dólares, pérdidas del capital humano. En cuanto a esto, según datos de Greenpeace, el capital natural tiene pérdidas anuales del orden de 2 a 4 billones de dólares, provocadas por la degradación general de los ecosistemas, desarborización, desertificación y escasez de agua. La primera produjo pánico, la segunda ni siquiera fue notada. Pero esta vez no hay posibilidad de seguir con el business as usual.
Lo peor que nos puede pasar es no aprovechar la oportunidad proveniente de la crisis generalizada del tipo de economía neoliberal para proyectar una alternativa de producción que combine la conservación del capital natural junto con el capital humano. Hay que pasar de un paradigma de producción industrial devastador a otro de sustentación de toda la vida.
Esta alternativa es imprescindible, como lo mostró valerosamente François Houtart, sociólogo belga, en una conferencia ante la Asamblea de la ONU el 30 de octubre del presente año: si no buscamos una alternativa al actual paradigma económico, del 20 al 30% de las especies vivas podrán desaparecer en quince años y a mediados de siglo habrá de 150 a 200 millones de refugiados climáticos. Ahora la crisis en vez de oportunidad se vuelve un peligro aterrador.
La crisis actual nos ofrece la oportunidad, tal vez una de las últimas, para encontrar un modo de vida sostenible para los humanos y para toda la comunidad de vida. Sin eso podremos ir al encuentro de lo peor.