El conocido intelectual de izquierda advierte del papel que desempeñan algunas ONG como brazos del poder internacional en la fractura de luchas populares reivindicativas. Según él, para combatir verdaderamente las fuentes de las desigualdades y la pobreza, estas organizaciones deberían actuar al amparo de los movimientos sociales Las luchas políticas desde abajo deben apuntar a […]
El conocido intelectual de izquierda advierte del papel que desempeñan algunas ONG como brazos del poder internacional en la fractura de luchas populares reivindicativas. Según él, para combatir verdaderamente las fuentes de las desigualdades y la pobreza, estas organizaciones deberían actuar al amparo de los movimientos sociales
Las luchas políticas desde abajo deben apuntar a cambios radicales en la estructura de poder, lo cual indica que las medidas de bienestar conseguidas por medio de la reivindicación representan un paso en el proceso alcanzar la verdadera transformación social.
«Hay que poner las botas en el barro y matar mosquitos para ser una ONG solidaria», subraya en un castellano de marcado acento estadounidense James Petras, uno de los intelectuales de izquierda más críticos del siglo XX. Petras, quien actualmente trabaja como profesor en la Universidad de Binghamton (Nueva York), acusa a muchas ONG de ser brazos de los poderes internacionales que buscan despolitizar los conflictos de clase y estrangular el germen de la organización social en las bases a fuerza de apoyar las políticas asistencialistas y la filosofía de la microempresa.
Como sociólogo ha estudiado en profundidad el efecto de las políticas neoliberales estadounidenses en Latinoamérica, África y Asia. El resultado de ese estudio fundamenta sus duras críticas al imperialismo de su país y alienta aún más su actitud de izquierda militante. Coherente con sus ideas políticas a favor de la lucha de clases, opta por la desobediencia intelectual y se muestra intransigente con los compañeros que abandonaron esta senda en los años 80. Asimismo, enfadado con el papel «nefasto» de la centro izquierda actual -que promete una cosa y practica luego una política continuista, según él-, apuesta decididamente por los nuevos movimientos sociales. De hecho, participa activamente en algunos de ellos.
En palabras de Petras, estas manifestaciones populares encuentran su fuente de energía en el desengaño que genera la «traición» de los políticos en los ciudadanos. Y lo ilustra con estas palabras: «cuando el camino electoral no se corresponde con sus expectativas, la gente vuelve a actuar dentro de lo que pueden controlar: los movimientos sociales». Por tanto, para este teórico y activista, los movimientos sociales actúan como vías para que la sociedad canalice y reivindique sus necesidades. Así, la organización desde abajo, la acción entre personas para resolver problemas comunes, constituye el primer paso de una lucha por cambiar radicalmente la actual estructura del poder capitalista.
EMPRESARIOS DE LA POBREZA
¿Hay que mirar el auge de las ONG como una revitalización de la sociedad civil?
Hay que ponerlo en la situación contraria. Muchas ONG son realmente brazos de gobiernos que reciben su financiamiento de los estados y de instituciones como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y de fundaciones como Ford, que tienen vínculos con los grupos de poder. Lo mismo ocurre en los países donde las ONG están ubicadas, donde se da una cadena de vínculos entre ellas y los ministerios. Llamar a este auge una revitalización de la sociedad civil es olvidarse de estas fuentes de financiamiento y de los vínculos que tejen con las clases dominantes fuera y dentro del país. Por otra parte, muchas ONG no tiene afiliaciones: son un grupo con oficinas y de jefes con buen salario que reciben de esas instituciones mucho más que los dirigentes de movimientos sociales.
¿Y cómo debe interpretarse entonces el voluntariado?
Hay varios tipos de voluntariados. Por un lado, están quienes participan en movimientos de lucha contra el capitalismo y el imperialismo, que tienen un papel positivo. Por otro, están los jóvenes que buscan enchufes para conseguir un puesto en una ONG, que trabajan allí como interinos para adquirir experiencia y que luego entran en la cadena. Como sea, el término «voluntariado» incluye muchos grupos poco políticos y sociales y mucho más asistencialistas. Recordemos que el voluntariado empezó con los misioneros y con la clase acomodada que buscaba a partir de la caridad salvar su conciencia y evitar la radicalización del pueblo. Por todo ello, al analizar el papel del voluntariado y de las ONG debe clarificarse respecto de cada caso el contenido específico de clase, la orientación política y social, los vínculos con los movimientos de lucha, la contradicción entre el paternalismo y la aceptación de un papel subordinado a los líderes naturales que encabezan los grandes movimientos de la lucha de clases.
¿Por qué estas organizaciones gozan entonces de aceptación social?
Eso es incorrecto. Despiertan diversas actitudes dependiendo de la ONG que se trate y del grado en que están dispuestas a aceptar un papel subordinado a los lideres naturales. Yo encontré entre los Sin Tierras (Brasil), en la Federación Nacional de Campesinos y en muchas otras organizaciones hostilidad hacia las ONG. Según ellos, estas organizaciones intentan dividir a los movimientos, cooptar líderes y establecer actividades con poco contenido político (más asistencialistas y subordinadas a las políticas de las instituciones europeas y estadounidenses que las financian). No es cierto entonces que las ONG reciban siempre una buena acogida; muchas veces sencillamente es que ellas tienen recursos y las comunidades pobres las aceptan para poder recibir algún beneficio…
Porque ¿dónde están las ONG cuando hay confrontaciones, cuando, por ejemplo, los maestros rurales ocupan terrenos? Entonces ellas se muestran indiferentes e incluso hostiles. Hay casos en Brasil de ONG feministas que no aceptan que en el Frente Unido haya movimientos de mujeres sin tierra. Alguna minoría de ONG pobres, que actúan en solidaridad con los movimientos sociales y que ocupan un papel secundario, sí tienen buena acogida. De todos modos, éstas suelen contar con escasos recursos y por ello sus acciones tienen un menor impacto. Los misioneros católicos y protestantes también son recibidos en comunidades perdidas como un aporte porque prestan ayuda médica… Eso sí, a cambio los sacerdotes ejercen de instrumentos de control, de limitación de la acción, de elementos que oscurecen la conciencia de clase.
Pese a todo, da la impresión de que las sociedades ricas tienen una imagen de las ONG como brazos solidarios hacia el tercer mundo y los desfavorecidos en general, ¿no?
La sociedad europeas y estadounidenses están divididas. Algunos sectores progresistas tienen una buena imagen de ellas porque las encuentran en protestas en el norte. Sin embargo, quienes tienen más experiencia en los países dominados entienden que las ONG, en el mejor de los casos, desempeñan un papel ambiguo, cuando no muy negativo. ¿Qué criterios siguen quienes las critican? Por ejemplo, las actividades que las ONG promueven y la organización vertical en que se estructuran a partir de las fuentes de financiamiento que las sustentan. Muestra de esto último es que los jefes locales de las ONG no responden a ninguna comunidad, que nunca participan en debates asamblearios, que no son elegidos por las comunidades donde supuestamente trabajan o que utilizan a los pobres como fuente para conseguir financiamiento de los visitantes de países ricos. De hecho, para conseguir contratos muestran a los ricos clases de educación popular, alguna máquina de coser, alguna clínica… En verdad, no son ONG sino empresarios de la pobreza.
DESPOLITIZACIÓN DE LA LUCHA DE CLASES
Usted señaló en alguna oportunidad que las ONG «movilizan» a la gente para producir en los márgenes y no para luchar por el control de los medios básicos de producción y riqueza. ¿Ésta es una de la consecuencia política de la actuación de ciertas ONG que, sin embargo, se definen como apolíticas?
No son apolíticas. Todas tienen una agenda de microdesarrollo, proyectos de microempresa. Se trata de una política ultrareformista disfrazada de acción social, una agenda política que implica no actuar sobre la estructura de poder, no insertarse en la lucha de clases, sino otra forma de hacer política que consiste en la búsqueda de la colaboración de clases. ¿Dónde está el poder en los países? En el Estado y en los grupos dominantes nacionales e internacionales que lo manejan. Se trata del lugar de conflicto que dispone de mayores recursos y que actúa de intermediario entre el mundo, los poderes imperiales, el mercado global y las comunidades.
Para lograr cambios estructurales el pueblo debe conseguir esos recursos, los ingresos que recibe el Estado, y redistribuirlos según criterios de clase. Y no admitir la autoexplotación de los pobres para conseguir una casa o una clínica -la autoayuda de la que tanto hablan las ONG-, mientras los ejecutivos de estas organizaciones no gubernamentales reciben enormes salarios: conozco algunas ONG, que no son las más grandes, donde los directores reciben entre 30 y 100 mil dólares por año. Las grandes coordinadoras de las ONG, como las que están en Barcelona, tienen palacios, centros con bibliotecas, reciben dineros de ministerios de defensa y son centros de penetración y difusión de ideología hegemónicas.
Sin embargo, cuando uno escucha a muchas ONG nota en sus posturas y discursos valores de izquierdas. ¿Se contradice esto con el papel que según usted estas organizaciones desempeñan en la práctica.
Eso se debe a que muchos ex izquierdistas han tomado el camino de las ONG, porque la lucha de clase, sindical y política no paga bien; es un trabajo duro y peligroso. Muchos se pasan a las ONG porque éstas les ofrecen salarios en monedas fuertes y porque les permiten viajar, adquirir jerarquía social, figurar en los diarios y revistas, hablar con gente importante… Pero sobre todo porque así salen de la marginalidad y se transforman en pequeños burgueses ejemplares, incluso con aspiraciones de entrar en los ministerios de desarrollo o de bienestar social cuando asume algún gobierno de centro izquierda, y así convertirse en funcionarios permanentes con un buen salario, pensión jubilatoria, vacaciones y todo lo demás.
En realidad, muchos integrantes de las ONG son ex comunistas, ex socialistas y ex dirigentes populares, que sufrían con el pueblo y que estaban sometidos por las asambleas. Ahora, sin embargo, son jefes, les gusta tener secretaria, vehículos 4×4, acceso a la tecnología y gozar de los privilegios que antes criticaban. La mayoría de ellos rondan los 30, 40 años, tienen hijos en la escuela pública y sus parejas están cansadas de soportarlos en el activismo político… Para ellos, trazar un camino como el que he descrito, saben que les abrirá la puerta a lo que desean: colegios privados para los hijos, comer fuera tres veces por semana y pagarle a una mucama para que limpie la casa. Sin duda, poder disfrutar de ese nivel de vida actúa como una poderosa fuerza de atracción para quienes han pasado un tiempo en la lucha de clase y se han cansado de ésta. Ahora todos estos ex izquierdistas prefieren integrar la clase media y proyectar una imagen progresista.
No obstante, usted indicaba que hay un porción minoritaria de ONG que cumplen un papel positivo y cuyas acciones apuntan a las fuentes de las desigualdades. ¿Qué distingue a unas ONG de otras?
La ideología. Algunas ONG sí entienden que la vanguardia de la lucha son los movimientos de masa, que la forma de mejorar la vida parte de la lucha de clases, o a favor de las etnias oprimidas. Son organizaciones que no tratan de sustituir a los movimientos populares, sino que están dispuestas a complementar las actividades, a ofrecer apoyo material y financiero -si es que tienen algunos recursos, porque normalmente estos grupos, por su misma política, no tienen mucho dinero- y también a asumir las responsabilidades que el movimiento determine.
Por ejemplo, muchos movimientos en los que participo exigen una agenda de educación política y de economía política: los problemas que plantea el imperialismo, comentarios sobre la competencia entre poderes, incluso análisis críticos de las ONG. Las ONG realmente progresistas aceptan preparar sus programas de educación y de formación según esas exigencias. Además, y esto es fundamental, las ONG deben ir al campo, es decir, deben ser ellos quienes acudan a los lugares donde reside el movimiento social; y no al revés, como sucede muchas veces. No es un problema de distancia física, sino una cuestión de la actitud que transmiten: nosotros somos los brillantes, los iluminados y vosotros pobres debéis venir aquí y aprender y luego volver a vuestra comunidad. Hay que poner las botas en el barro y matar mosquitos para mostrarse como una ONG dispuesta a aportar solidaridad.
UN CONCEPTO CON CUERPO, NOMBRE Y APELLIDO
El poder está en el Estado, manejado por partidos políticos que en general, sean de derecha o de izquierda, aplican medidas neoliberales. Actualmente existe una gran distancia entre esos partidos políticos y los ciudadanos, quienes parecen tener pocas posibilidades de cambiar la agenda política ¿Dónde radica hoy la alternativa para frenar a los intereses económicos?
Las luchas por el poder del Estado empiezan por luchas cotidianas. Los movimientos de masa tienen una gran capacidad de acumular fuerzas, una gran capacidad de pasar de un barrio a una comunidad, de una comunidad a una red de comunidades. La situación actual de América Latina, donde los gobiernos neoliberales han caído como moscas frente a la lucha de rebeldía, es una prueba de ello. En Argentina, en 1991, tumbaron a un gobierno elegido que estaba podrido; en Bolivia, dos; en Ecuador, tres o cuatro en los últimos cinco años. Y en otras partes del mundo sucede algo parecido: en Corea hay un movimiento sindical muy clasista, en el sur de África hay un movimiento de Sin tierras que está exigiendo una reforma agrarias, en Irak se lucha contra las privatizaciones… Hay expresiones de la capacidad de los movimientos sociales para actuar y desafiar a los peores regímenes gubernamentales y las medidas que producen. Entonces, no hay que despreciar la lógica de partir de las luchas cotidianas económicas y sociales para llegar a las luchas por el poder político.
¿El concepto movimiento social no resulta abstracto a los oídos del hombre de a pie? ¿Cómo está compuesto y de qué manera actúa un movimiento social para influir en el poder?
El movimiento social es algo muy conocido; la gente habla de ellos, de la organización. Me refiero a analfabetos, gente con poca educación formal pero que entiende, a partir de las discusiones entre sí, con los líderes de familia y de barrio, qué es la acción colectiva. La solidaridad no es abstracta; tiene cuerpo, nombre y apellido. Lo que sucede es que a la gente le cuesta tiempo pasar del ámbito local al nacional. Sólo una minoría sirve de puente entre el líder local y la masa local. No obstante, en momentos de lucha la concienciación sobre los problemas aumenta y es cuando los movimientos se enfrentan a las autoridades generales. Los movimientos de masa social actúan sobre problemas sociales y económicos, luchas por la salud, el agua, el empleo, las carreteras, las electricidad; aspectos todos vinculados con la organización de la comunidad. En este sentido los movimientos son sociales. Pero después, a medida que interviene el gobierno, para reprimir o apoyar jurídicamente el desalojo a favor de los grandes especuladores y latifundistas, por ejemplo, esos mismos movimientos actúan políticamente frente a la policía, los jueces y los políticos corruptos.
Todo esto implica un proceso de acumulación de conocimiento a partir de experiencias y discusiones, y no a través de libros, que resulta fundamental. Y subrayo esto último porque no se debe subestimar la influencia propagandística que tienen los medios de comunicación de masa. Sólo a través de la experiencia cotidiana, como se ha demostrado en América Latina, se puede superar la influencia mediática. Si no, ¿cómo explicar tantas acciones contra el sistema cuando los medios lo apoyan? Pues gracias a la experiencia del día a día y a la educación oral entre grupos de personas de diferentes niveles, más que la escrita, a los resultados de darle más importancia a hablar con la gente que a la educación por escrito.
¿No corren el riesgo estos movimientos de agotarse en un papel meramente reivindicativo frente a la sordera de los gobernantes?
Mire, cuando es imposible conseguir cambios estructurales con los partidos que, por ejemplo, prometieron una reforma agraria y no la cumplen: ¿qué es mejor: seguir este camino o volver a reivindicar las ocupaciones de tierras por su cuenta? ¿Esperar a un gobierno que da enormes concesiones al gran capital y que explota la mano de obra o luchar para mejorar los salarios? Eso es lo que ha pasado en Argentina y lo que está pasando en Brasil: la gente se está volcando a la lucha reivindicativa.
¿Los movimientos deben apuntar como objetivo a restaurar las bases del estado de bienestar?
No es la solución definitiva, pero es un camino que abre y da confianza a la gente de que tiene poder de mejorar su vida. El sistema de «buena educación y buena salud» es un paso hacia cambios más profundos. Digo eso por el caso de Venezuela. El gobierno de Chávez, más allá de su retórica y de sus expresiones exuberantes, no ha tocado al gran capital bancario y a las grandes petroleras de Estados Unidos. De hecho, las empresas españolas siguen funcionando sin problemas. Sin embargo, el gobierno venezolano ha implementado programas de salud extensivos y profundos, ha aumentado los programas educativos, ha subvencionado productos de consumo y ha creado entre la gente un sentido de valor, de posibilidad de mejora y de compromiso en los sectores más avanzados con las demandas de autogestión e intervención de empresas en bancarrota. Hay un conciencia de clase en sectores campesinos y operarios que no existía antes y, aunque no se trata de un proceso general, sí es una expresión muy positiva. La revolución no es un acto, es un proceso de concienciación y de formación de clase.
Quiere decir que el Estado de bienestar es un requisito en la lucha…
Un gobierno de bienestar social necesita imponer impuestos progresistas para financiar el mejoramiento de salud, pensiones, educación gratuita… La política de redistribución implica tocar la riqueza de los capitalistas: impuestos sobre las ganancias, la propiedad, el lujo. En el grado que se debilita la acumulación de riqueza empieza a debilitarse la capacidad de los capitalistas de comprar votos y de financiar campañas, y también se crean instituciones sociales con contenido popular capaces de aumentar su peso en la política económica. Detrás de estas medidas de bienestar hay movimientos sindicales, movimientos de masa, desocupados, que son las fuerzas motoras de este proceso y que no deben congelarse en el Estado de bienestar, sino verlo como un momento en la lucha para extender el poder popular sobre el Estado y crear el suyo propio.
Ante las desigualdades cada vez más patentes, hoy se debate la caída del Estado de bienestar en los países del primer mundo. ¿Qué pasó, no logró expandir el poder?
El Estado de bienestar social tenía su propia burocracia e instituciones que querían congelar el proceso en una fase muy limitada. Por eso digo que la fuerza dinámica son los movimientos, los sindicatos y los pobres urbanos y jornaleros que exigen, no simples reformas sino cambios radicales que forman parte del proceso de transformación social. Para los revolucionarios, las medidas de bienestar social son parte de un programa de transición a la transformación. Sus luchas sirven para mejora la vida, pero también para educar a la gente a cambiar la estructura de propiedad y gestión de gobiernos.
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Revista Teína