Traducido para Rebelión por Caty R.
En junio de 2009, por tercera vez desde principios de año, un equipo del FMI visitó Zimbabue para evaluar las políticas económicas del gobierno. Sin embargo, ese papel de supervisión es ilegal a la vista de los daños causados por las instituciones financieras internacionales (IFI) a la población de Zimbabue. En efecto, el empobrecimiento de Zimbabue no sólo se debe a la desastrosa gestión del régimen de Mugabe, sino también a la presión ejercida por las IFI. En 2005, Mugabe sacrificó las necesidades humanas básicas de la población en beneficio del reembolso de la deuda: 295 millones de dólares de atrasos al FMI y 1.000 millones de dólares a los demás prestamistas para atraerlos de nuevo después de su salida de Zimbabue en 2000. A eso se añade la crisis alimentaria que azota Zimbabue desde 2002 (1).
El fracaso de las reformas agrarias
La reforma agraria, que está considerada como un elemento clave de la política de lucha contra la pobreza, ha sido un fracaso en Zimbabue, tanto la que se llevó a cabo después de la independencia como la de 2000. Por culpa de los acuerdos de Lancaster House, firmados con la ex potencia colonial, el Reino Unido, en el momento de la independencia de Zimbabue en 1980, que impusieron una moratoria de diez años para la regulación de la reforma agraria, se bloqueó una redistribución justa de las tierras acaparadas por los agricultores blancos. En 1990, durante el régimen de Mugabe, se pudo emprender esta reforma y hubo que pedir préstamos y firmar un programa de ajuste estructural (PAE) impuesto por las IFI. Entonces se desregularon los salarios, se privatizaron las empresas públicas y se despidió a los trabajadores, se recortó el presupuesto del Estado y se abolió el acceso gratuito a la sanidad y la enseñanza (2). La segunda reforma agraria, en el año 2000, también resultó un fracaso, ya que la redistribución de casi todas las explotaciones, es decir, 8,3 millones de hectáreas sobre un total de 11 millones, desgraciadamente no fue acompañada de una reducción de las desigualdades sociales. En efecto, los beneficiarios no fueron los agricultores necesitados de tierras cultivables, sino los veteranos -o supuestos veteranos- de la guerra de liberación, que más bien parecían comandos teledirigidos por el régimen.
El descenso a los infiernos
La mala orientación de la reforma agraria, la importación mínima de artículos de primera necesidad y el estallido de los precios sumieron entonces a Zimbabue en una crisis alimentaria sin precedentes que, además, dio origen a una epidemia de cólera. La crisis ha llegado a un punto crítico en 2008, con más de 7 millones de personas (el 60% de la población) que sobreviven con la ayuda humanitaria. El cólera, por su parte, ha causado 4.000 muertes entre agosto de 2008 y marzo de 2009, y 90.000 personas infectadas.
Todas esas plagas que sufre la población de Zimbabue ponen de manifiesto la precariedad de la situación y la imposibilidad para el país de cubrir las necesidades de su población. A pesar de las ayudas en especie (asistencia técnica, ayuda humanitaria), Zimbabue necesita sobre todo ayuda financiera para satisfacer las necesidades básicas de su población. Sin embargo, dicha ayuda financiera imprescindible para Zimbabue, en la actualidad está condicionada por el Banco Mundial y el FMI al pago de los atrasos de las deudas. Algo inaceptable cuando sabemos que esas deudas, contraídas por el dictador Mugabe con la complicidad de prestamistas como el Banco Mundial y el FMI, ¡no beneficiaron a la población que ahora tiene que desangrarse para reembolsarlas! ¿Cómo se puede exigir a un país ya agotado que pague los atrasos (3) de su deuda exprimiendo, más todavía, a la población por medio de ajustes estructurales? Los programas de ajuste estructural imponen la privatización de empresas públicas y la reducción de los gastos del Estado en sectores vitales como la sanidad y la educación; prohíben las subvenciones a los productos de primera necesidad y obligan a congelar los salarios de los funcionarios. Sin embargo, esas impopulares medidas ya han demostrado ampliamente su fracaso en el pasado.
Los avances del gobierno inclusivo
El nuevo gobierno inclusivo (gobierno conjunto de todas las fuerzas políticas para hacer frente a los problemas prioritarios, N. de T.) establecido desde febrero de 2009, con Morgan Tsvangirai (4) al frente, ha realizado algunos avances. Se ha frenado la epidemia de cólera y la suspensión de la moneda nacional en las transacciones ha permitido controlar una hiperinflación colosal que llegó a su punto culminante del ¡500.000% en septiembre de 2008! (5). Las estanterías de los supermercados ya no están vacías como antes, aunque los artículos alimenticios básicos expuestos continúan siendo inaccesibles para la mayoría de la población. Finalmente, se han vuelto a abrir las escuelas y los hospitales.
La gira internacional de Morgan Tsvangirai y la palabrería de los proveedores de fondos
La gira internacional del jefe del gobierno de Zimbabue en el mes de junio de 2009 se saldó, una vez más, con las condiciones para una eventual ayuda directa a Zimbabue. En efecto, en París, Morgan Tsvangirai ha oído la misma cantinela que en Washington, Berlín, Bruselas o Londres: «Hagan las reformas prometidas del sistema de seguridad, restablezcan el Estado de derecho, acaben con las violaciones de los derechos humanos y volveremos a la ayuda directa» (6). Algunos Estados como Estados Unidos y el Reino Unido anunciaron la concesión de ayuda indirecta (vía ONG), para quedar bien. Francia, por su parte, anunció una nueva negociación de la deuda en el marco del Club de París. Esas condiciones de democracia y esas «ayudas» sólo sirven para desviar la atención de su política rapaz de obligar a los Estados africanos a reembolsar sus deudas. En mayo de 2009, el gobierno de Zimbabue cedió a la presión de sus acreedores y se comprometió a pagar los atrasos de su deuda al FMI por importe de 100.000 dólares trimestrales. Pero esa solución no es en absoluto sostenible para Zimbabue, inmerso en la vorágine infernal de la deuda.
Así, aparece la necesidad de una etapa imprescindible para el gobierno de Zimbabue para salir de la crisis: la realización de una auditoría de la deuda para fundamentar el rechazo del reembolso de todas las deudas odiosas e ilegales, recordando siempre que la obligación de respetar los derechos humanos de las poblaciones está por encima de las obligaciones financieras de los Estados (7).
Notas:
(1) En 1999, debido al exceso de lluvias y las dificultades de importación, Zimbabue ha tenido una cosecha de cereales inferior a la media, del orden de 2 millones de toneladas, que está muy lejos de cubrir las necesidades de consumo.
(2) Colette Braeckman, «Bataille pour la terre au Zimbabwe», archives Monde diplomatique, Mayo de 2002:
http://www.monde-diplomatique.fr/2002/05/BRAECKMAN/16432
(3) El 31 de abril, Zimbabue debía 438 millones de dólares al BAD (Banco Africano de Desarrollo, N. de T.). Y el 31 de mayo debía 138 millones y 675 millones de dólares al FMI y al Banco Mundial respectivamente, según el artículo del senador Obert Gutu en africa.com : «Economie in transition dialogue Conference: Towards a subtainable public Debt for Zimbabwe».
(4) Actual Primer Ministro de Zimbabue y fundador del partido político «Movimiento por el Cambio Democrático (MDC)»
(6) Extraído del artículo «Morgan Tsvangirai à Paris», publicado por RFI el 23 de junio de 2009, http://www.rfi.fr/actufr/articles/114/article_82120.asp
(7) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87415
Texto original en francés: http://www.cadtm.org/spip.php?article4586