Cuando Manuel Rosales reconoció su derrota, estableció sin proponérselo un antes y un después en la historia de la oposición a Hugo Chávez. Así como este comenzó su carrera pública reconociendo su responsabilidad el 4 de febrero de 1992, la oposición se infligió las derrotas más estruendosas y jamás reconoció haberse equivocado. Su arrogancia es […]
Cuando Manuel Rosales reconoció su derrota, estableció sin proponérselo un antes y un después en la historia de la oposición a Hugo Chávez. Así como este comenzó su carrera pública reconociendo su responsabilidad el 4 de febrero de 1992, la oposición se infligió las derrotas más estruendosas y jamás reconoció haberse equivocado. Su arrogancia es solo comparable con su imbecilidad.
Pero no me sorprendió demasiado que Rosales reconociera su fracaso, sino que lo hiciese con un discurso coherente y sin pedir peras al horno. La ausencia de estas ridiculeces tiene explicación, pues no intentaba deslumbrar con una cultura inexistente. Lo extraño fue que hablase con sindéresis, para lo que no tengo explicación.
La admisión del fiasco también tiene interpretación: Rafael Poleo y Radamés Muñoz León se fueron a Miami, lo que revela que alguien, fácil saber quién, abortó los planes insurreccionales (guarimberos). Esos planes estaban develados y debelados; no había oficiales con quienes alzarse; los paramilitares se vieron paralizados por la inteligencia popular. No sé ahora qué hará el aprendiz de brujo con los loquitos que le amaestró la televisión y se tiran al piso en la calle. Son los destornilladitos que gritan fffRRRaude sin pruebas, llaman vendido a Rosales, sostienen que la FAN le secuestró la bebé para presionarlo y demás delirios de bajeza.
En el comando de Rosales hay gente racional que se daba cuenta de que la guarimba sería un nuevo desastre. En diciembre pasado esa gente cedió a los maniatiquitos. Ahora tuvieron suerte y el Departamento de Estado, ante la debacle iraquí y el naufragio electoral del 7 de noviembre, no estaba para nuevas temeridades, sobre todo si la derrota que le venía era más evidente que en abril y diciembre de 2002 ó en la guarimba. Tuvieron, pues, permiso para cubrirse de gloria con la aceptación de la paliza. Bueno, la paliza no la reconoció Rosales, aunque no pasó como sostuvo, que la ventaja bolivariana sería menor sino que fue mayor que la declarada por el primer boletín del CNE.
Con tal de que no vuelva con la amnesia crónica de la oposición y salga pronto con que él nunca reconoció nada. No, no soy un brillante analista sino que son predecibles hasta para mí.