Políticas de identidad, crisis económica, arquitectura del sistema financiero, posibilidades de una coordinación de gobiernos de izquierda dentro de la UE… Thomas Fazi se mete en todos los jardines del presente político común a los Estados europeos.
Thomas Fazi, escritor y periodista. Foto cedida por el entrevistado.
Thomas Fazi (Londres, 1982) es un periodista, escritor, creador de documentales, activista y traductor. Es el codirector de Standing Army (2010), un documental sobre las bases militares norteamericanas. Más recientemente, ha escrito dos obras sobre la evolución de la Unión Europea y su relación con la (in)capacidad de desarrollar políticas progresistas.
En particular, este es el tema de su último libro Reclamando el Estado: Una visión progresista de la soberanía para un mundo post-neoliberal, coescrito con el economista William Mitchell. En éste se plantea cómo la recuperación de un concepto de soberanía nacional y popular puede ayudar a la izquierda a recuperar la iniciativa política en el continente.
¿Puedes resumir el argumento del libro?
La narrativa principal trata la transición del keynesianismo al neoliberalismo. Sin embargo, al contrario que otras muchas narrativas, esta toma un punto de vista singular: el debilitamiento de la nación-Estado y la soberanía.
Al contrario de lo que piensa la mayoría, esta erosión no es un proceso natural debido a las dinámicas intrínsecas de los mercados y la globalización. Esta perspectiva a menudo hace referencia al papel sobredimensionado de las finanzas en la economía actual, y en su capacidad para limitar el poder del Estado.
¿Pero no implica el neoliberalismo la retirada del Estado?
En realidad no. Contra eso, aportamos dos pruebas. Primero, los Estados-nación no se han debilitado: de hecho, en algunos casos, se han hecho más fuertes. Mires donde mires los Estados todavía están al mando.
Para funcionar, los mercados necesitan una intervención masiva y constante del Estado. En la actualidad, se ve claramente que los Estados intervienen para favorecer actores privados.
El mayor ejemplo es el rescate bancario posterior a la crisis, pero lo vemos constantemente. Cada vez que se utiliza a la policía para controlar una manifestación, interrumpir una sentada, una ocupación… ese es el Estado interviniendo para favorecer a ciertos actores sociales. El neoliberalismo necesita que el Estado intervenga para mantener el equilibrio de poder en su favor.
Esto es algo que la izquierda ha ignorado completamente. Han tragado con un ideal cosmopolita post-democrático. Mientras que, históricamente, el Estado ha sido uno de los vehículos principales de poder para la izquierda.
El segundo elemento es la cesión voluntaria de la soberanía por las élites nacionales. Por soberanía, nos referimos no solamente a su sentido «nacional» clásico, sino que también a su dimensión popular. Es decir, la habilidad de los ciudadanos de influenciar las consecuencias de las decisiones políticas, y la economía política de la sociedad en la que viven. Esto ha sido debilitado dramáticamente por élites nacionales que se han impuesto a sí mismas una reducción en sus poderes clave.
Esta «despolitización» implica un debilitamiento de la conexión entre los procesos democráticos y las decisiones macroeconómicas. Entonces, se ha eliminado un elemento esencial para la democracia.
¿Dónde se puede ver que esta despolitización tiene lugar?
Hay muchas políticas que trabajan hacia este objetivo. Por ejemplo, bancos centrales independientes. La eliminación de los controles de capitales. La firma de tratados de libre comercio (TLC) que limitan la habilidad de intervenir en la economía, si con ello se dañan las expectativas de beneficio de las multinacionales. Reglas fiscales del gasto… ¡Incluso en Estados Unidos, el país más monetariamente soberano del mundo! El debate sobre el techo de deuda es el mejor ejemplo de límites autoimpuestos.
El neoliberalismo ha utilizado la despolitización para disminuir agresivamente la habilidad de los ciudadanos para influir el proceso de toma de decisiones.
¿Pero cómo benefició esta cesión de soberanía a las élites nacionales?
Les permitió implementar una serie de políticas deseadas, pero altamente impopulares, como la privatización, la precarización del empleo, etc. Una vez se aísla la toma de decisiones de los ciudadanos, ya no queda mucho que puedan hacer. Los políticos justifican sus acciones diciendo «no queríamos hacer esto, pero…» La ideología de la globalización, la idea que el cambio es irresistible, justifica estas decisiones. Pero estas decisiones son políticas.
La idea de que los gobiernos no tienen alternativa es una patraña. Les resulta muy útil haber creado un sistema donde parece que se les ha quitado el poder de tomar decisiones.
La Eurozona es el ejemplo más extremo de despolitización, donde los países han entregado el poder de emitir su propia moneda; el aspecto más importante de la soberanía. Incluso la auténtica soberanía militar requiere gestionar tu propia divisa. Entonces, una vez la entregas, ya no eres realmente soberano. Paradójicamente, esto no implica que los países no tengan poder real.
En efecto, la despolitización hace que las élites domésticas parezcan más débiles, pero en términos efectivos las hace más fuertes. Esto es porque refuerza el brazo ejecutivo del Estado (el gobierno) frente a los parlamentos nacionales (que hoy en día juegan un papel puramente auxiliar). Las élites españolas son todavía muy poderosas, pero eso no es a pesar de haber entregado su soberanía monetaria; sino precisamente por haberlo hecho. Les permite implementar una serie de políticas que, de otra manera, habrían sido difíciles de aplicar.
¿Piensas que los principales partidos de la izquierda europea son conscientes de estos cambios?
El análisis de la izquierda ha sido muy erróneo. Los enormes fracasos, más aparentes en el caso griego, pero también otros ejemplos (incluyendo a Podemos), se enlazan con este flojo análisis del sistema europeo. No entienden cómo funciona la UE y las enormes dificultades que impone a las políticas progresistas. Mientras las élites nacionales sigan apoyando el statu quo, permanecer en este sistema solo las hace más fuertes.
Sin embargo, si la izquierda alcanzase el poder en un gran país europeo, se verían obligados a incumplir su programa político. O incluso serían forzados a abandonar el poder: el Banco Central Europeo tiene una serie de herramientas para presionar gobiernos electos.
Lo vimos en Grecia. Pero incluso antes. En Italia en 2011, cuando un Primer Ministro elegido por las urnas, Berlusconi, fue forzado a renunciar por el BCE. Ahora tenemos información que respalda esta historia. Fue justamente Zapatero quien confirmó cómo Alemania, Francia y el BCE conspiraron para destituir a Berlusconi. Todo lo que el BCE tuvo que hacer fue detener la compra de bonos italianos, lo que aumentó las tasas de interés y precipitó una crisis de gobierno. Por muy poco que nos guste Berlusconi, esto significó un desprecio de la soberanía popular.
¿Qué debería hacer la izquierda para contrarrestar esta situación tan complicada?
En la segunda parte del libro señalamos que el elemento esencial es ganar soberanía nacional, soberanía monetaria. Este es el primer paso. Podemos debatir durante horas y días cómo lo hacemos. Se puede hacer de un día para otro, se puede anunciar previamente… Eso depende de cada país y cada situación. Pero, en resumidas cuentas, permitir que los países recuperen sus propias divisas es el paso esencial para permitir que los ciudadanos vuelvan a orientar la dirección de sus sociedades.
¿No es posible reformar la Unión Europea en una dirección progresista?
Nuestra argumentación parte de la creencia de que una reforma de Europa es imposible. La reforma son castillos en el aire de la izquierda. Algunos piensan que la Unión Europea puede transformarse, y que de alguna manera los poderes que se quitaron a la gente se devolverán al nivel supranacional.
No es realista pensar que solamente porque las élites europeas se enfrenten a cierta agitación en las calles, que van a entregar sus poderes. Cualquier reforma en la dirección de más empleo, más democracia, el empoderamiento de los trabajadores… es muy improbable que las élites europeas bajo presión hiciesen algo en esa dirección.
Además, pensar que si todos los gobiernos europeos fuesen de izquierdas podríamos cambiar… es una propuesta muy complicada. Técnicamente, se puede hacer; pero vivimos en el mundo real y aquí podemos estar de acuerdo en que la izquierda llegue al poder en más de veinte países al mismo tiempo es prácticamente imposible. Creo que Varoufakis y su movimiento DiEM25 son conscientes de esto, pero hablarlo es un gran tabú. La idea de abandonar el euro es un tabú todavía más grande, y este sueño de reformar la UE les permite evitar atacar el problema directamente.
¿Cuáles serían las consecuencias económicas y políticas de abandonar la Eurozona? ¿No bloquearían una agenda de gobierno de izquierdas?
Recuperar la soberanía popular es la única manera de reactivar las políticas de izquierdas. Hemos pasado los últimos diez años debatiendo asuntos estúpidos: reducir el déficit, fijar ratios de deuda al PIB más generosos…Nada de esto tiene significado, son solo números en un ordenador, creados y destruidos a voluntad por bancos centrales y la banca privada. El dinero se crea en un ordenador, justo igual que tú estas redactando esta entrevista ahora mismo. Y pensar que en mitad de crisis múltiples: ecológica, humanitaria, nuevas guerras… nos pasamos el 90% del tiempo hablando de déficit, ¡ésta es la absurdidad del sistema!
La idea de que abandonar el sistema dañará la solidaridad europea es absurda: es este sistema el que precisamente está creando conflictos entre países. No hemos visto este nivel de desconfianza desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Eso impide cooperar en cualquier tema, como los refugiados.
Permitir a los países recuperar su soberanía monetaria y mejorar las condiciones de sus ciudadanos sería un elemento esencial para una verdadera cooperación europea. Implicará que ya no se culpará a otros países por los problemas que son propios. Piensa en el conflicto entre Grecia y Alemania. Es cierto que se tomaron decisiones injustas e imposiciones en ambos lados, pero son la consecuencia última de la arquitectura del euro.
¿No está Alemania en la posición de poder en este caso?
Sí, Alemania ha estado explotando este sistema a su favor, pero es la arquitectura la que está equivocada. La mayoría del poder alemán se cancelaría mañana fuera del euro. Es su papel dentro del BCE el que les otorga el control. Incluso su gran superávit comercial se reduciría, su moneda se apreciaría…
En resumen, no puedes solucionar una crisis creada por el euro dentro del euro. A no ser que Alemania acepte limitar su superávit, que es casi imposible. Tenemos que salir del modelo económico que bloquea nuestro pensamiento más allá del mantenimiento del euro y sus principios.
¿Cuál fue el papel de la socialdemocracia en ceder esta soberanía?
La mayoría de estudiosos del período keynesiano de postguerra piensan que la fuerza de los partidos socialdemócratas de ese período fue el resultado de la presión directa que los partidos ejercieron sobre el sistema. Sin embargo, argumentamos que fue el sistema en sí mismo, el campo de juego, que empoderó a estos partidos. Las reformas no llegaron simplemente porque los partidos y movimientos se enzarzaron en luchas para implementarlos. Más concretamente, este período de la historia europea se organizó de tal forma que concedió a los ciudadanos mucho poder.
Asimismo, estos partidos de izquierdas de masas alcanzaron el poder centrándose en políticas como el pleno empleo y nuevos paradigmas de inversión pública. Tan pronto como este sistema entró en crisis en los años 70, las condiciones que sirvieron de base para el compromiso de clase desaparecieron. Una vez los beneficios empresariales empezaron a resentirse, las élites capitalistas vieron su poder político debilitarse por la fuerza que el pleno empleo daba a los trabajadores.
Entonces, la izquierda no está preparada para afrontar la situación: su análisis estaba acabado. Lo que los líderes de izquierdas escribían en esa época es que habían alcanzado el socialismo. Pensaron que habían creado un sistema donde habían reducido permanentemente el poder del capital. Por supuesto, la existencia de la Unión Soviética también les ayudó a intimidar a las clases dirigentes.
De pronto, se hace evidente que este no era el caso. En nuestro libro, miramos específicamente al Partido Laborista británico a mediados de los 70, y a Mitterrand en los 80. Ambos partidos reaccionaron de la misma manera, concluyeron muy rápidamente de que no había alternativa a lo que hoy conocemos como neoliberalismo. Literalmente se autoconvencieron.
¿Por qué se autoconvencieron?
Primero, como mencioné antes, habían desarrollado un análisis erróneo del período. En segundo lugar, hicieron una mala lectura del sistema posterior a Bretton Woods. Tras su disolución, todos los países comienzan a operar un sistema fíat [del latín ‘hágase’] o dinero fiduciario: el dinero se crea de la nada.
La mayoría de partidos de izquierdas todavía operaban dentro del viejo pensamiento. Libros, como La crisis fiscal del Estado, fueron muy influyentes. Pensaban que, ya que el Estado aplica impuestos a los beneficios capitalistas, ahora que estos beneficios se habían reducido; por lógica el Estado tendría menos dinero. Sin embargo, de acuerdo con la Teoría Monetaria Moderna, el dinero no es un recurso escaso.
En cualquier caso, es cierto que el sistema no podría haberse «salvado» con unas pocas reformas. Necesitaba una reforma radical en alguna dirección: en favor de los trabajadores, o del capital. En caso contrario, te quedas bloqueado entre la conexión ideológica al régimen anterior, y tu miedo a comenzar una revolución: el problema que tuvo Syriza. Esto también es aplicable a Miterrand, Felipe González… A pesar de tener un gran consenso social, estos izquierdistas se convencieron de que no había alternativa.
¿Había alternativa?
¡Por supuesto que había alternativa! En Reino Unido, Tony Benn y otros aliados desarrollaron la Alternative Economic Strategy (Estrategia Económica Alternativa) contra las imposiciones de la austeridad. En Italia también. En los años 70, economistas cercanos al PCI desarrollaron una visión del futuro diferente, pero el partido los ignoró.
Tenemos que abandonar la idea de TINA (acrónimo de There Is No Alternative: no hay alternativa, en inglés). Tenemos que reconocer que hay alternativas al nivel doméstico. Por supuesto, si un país no tiene su propia moneda, necesitas recuperarla. En el caso de Europa, el espacio para la maniobra política es más amplio de lo que muchos izquierdistas piensan.
¿Cuál es tu visión del populismo de derechas, que también esta «reclamando el Estado»? ¿Es demasiado tarde para frenar su ascenso?
¡Nunca es demasiado tarde! Todavía creemos que las cosas se pueden cambiar, por eso escribimos lo que escribimos.
¿Por qué ha tenido más éxito la derecha? Primero de todo, no han tenido miedo de criticar a Europa, incluso sobre cuestiones legítimas.
Salvini tiene argumentos increíblemente racistas, pero cuando dice que la imposición de Bruselas de un límite de déficit del 3% es un problema, suena lógico. También Le Pen combinó su discurso xenófobo con lecturas muy razonables del sistema euro. Han atacado a la UE frontalmente en estas cuestiones fundamentales.
Los partidos de la extrema derecha han hecho campaña contra el euro durante años. Mientras que la mayoría de partidos de izquierda todavía se abstienen de criticar seriamente la eurozona, mucho menos hablar de salirse del euro.
La segunda razón es que no están asustados de ser radicales. Como escribió Perry Anderson en la New Left Review, la derecha, incluida la extrema derecha, están formando un consenso porque no les da miedo parecer radicales, proponer soluciones anti-establishment. Aunque xenófobas, proponen medidas radicales: cerrar las fronteras, abandonar la UE…
La izquierda debe ser igual de radical que la derecha si quiere empezar a arrancar el consenso lejos de la derecha. «Tenemos que reformar el Parlamento Europeo». «Hagamos a la Comisión más transparente». No se puede ganar el consenso social con esto.
Finalmente, la derecha no tiene miedo de invocar las identidades nacionales. El discurso sobre los refugiados puede ser racista, pero reconoce la necesidad de la gente de pertenecer a una comunidad. Reconoce los lazos que un pueblo tiene con su territorio. El problema de la identidad se ha visto en Cataluña, por ejemplo. Por todas partes vemos que la tesis del «final de la historia» de los años 90 es falsa. «Oh, la identidad es artificial, hablar de ella es ceder al discurso conservador…» Todo esto se está mostrando como un error.
Es exactamente lo contrario. Las élites cosmopolitas desnacionalizan la identidad con su intento forzado de crear una identidad europea. Y pensaron que sería suficiente para librarse de la identidad nacional. Pero esto no es algo que se puede construir. Es algo que tiene raíces profundas: geográficas, lingüísticas… Un problema que la mayoría de la izquierda ha evitado; es un tabú.
La identidad nacional es una construcción artificial que tiene efectos reales sobre las personas. Causas el efecto contrario con el cosmopolitismo. En realidad, multiplicas identidades locales y localizadas. La alianza al Estado-nación se puede declinar de forma progresista. Incluso por los liberales. Gente como Roosevelt en EEUU y Beveridge en Reino Unido aprobaron las reformas del New Deal y crearon el estado del bienestar moderno con gestos a la nación: esto es lo que somos, avanzamos juntos como sociedad. Entonces, la izquierda comprendía la necesidad de articular el discurso nacional con el discurso de clase. Hoy, visiones progresistas de una comunidad nacional son necesarias.
¿Sientes que el éxito relativo de Corbyn en Reino Unido después del referéndum a favor del Brexit confirma el argumento de vuestro libro?
La cuestión del Brexit no es ni siquiera sobre los efectos concretos del voto, abandonar la UE. Lo que podría hacer a largo plazo es ampliar el horizonte de posibilidades. Uno de los problemas es que, siempre y cuando permanezcas dentro de este sistema, estás obligado a funcionar dentro de fronteras muy estrechas.
Una vez abres esta ventana, las posibilidades aumentan. La gente puede sentirse emocionalmente conectada con la alternativa. Si el Brexit termina sucediendo, en sí mismo demolería el argumento de TINA. Porque la idea de que no había alternativa se empleó por los que estaban a favor de permanecer en la UE durante el referéndum.
Todas las predicciones de desastre han sido desmontadas. Si hubiese ganado el sí a permanecer en la UE, Cameron todavía ocuparía el poder y los conservadores serían más fuertes que nunca. El Partido Laborista habría destruido a Corbyn por no apoyar la permanencia en la UE lo suficiente. En lugar de esto, estamos en una situación donde los conservadores están en un completo caos, y Corbyn no para de subir en las encuestas.
Esto apoya el argumento del libro. En el caso del Reino Unido, su pertenencia a la UE impondría límites a un programa socialista radical. Muchos aspectos del programa de Corbyn serían difíciles o imposibles de implementar con reglas europeas: por ejemplo, renacionalizaciones. La ley europea es muy clara respecto a esto: se opone a monopolios de cualquier tipo, públicos o privados. El gobierno estaría bajo la presión de las instituciones europeas.
El éxito de Corbyn es el resultado de la repolitización de la sociedad y las masas. Necesitas tener una ventana de posibilidades para hacerlo.
Por todo ello, tenemos que ocuparnos del asunto de abandonar el euro, que amplificaría el debate y el tipo de transformaciones que son posibles. Si no hacemos esto, acabaremos atrapados en esta prisión con el «no hay alternativa».