Luego de que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s degradara la deuda pública estadounidense y en medio del continuado desbarranque de todas las bolsas del mundo, los neokeynesianos y premios Nobel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, iniciaron una cruzada sosteniendo que el problema no está fundamentalmente en la economía, sino en las […]
Luego de que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s degradara la deuda pública estadounidense y en medio del continuado desbarranque de todas las bolsas del mundo, los neokeynesianos y premios Nobel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, iniciaron una cruzada sosteniendo que el problema no está fundamentalmente en la economía, sino en las «nociones económicas» y en la «extrema derecha». «La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficit presupuestarios importantes», dice Stiglitz (Clarín, 6/8). «El déficit presupuestario de Estados Unidos es, después de todo, principalmente el resultado de la crisis económica que siguió a la crisis financiera de 2008», dice Krugman (The New York Times, 8/8).
Y sin embargo… la crisis es fundamentalmente de «nociones económicas», como dice Stiglitz o provocada por la «extrema derecha», como dice Krugman, porque el problema sería que «las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí» (Stiglitz) o que los problemas de Estados Unidos «son casi en su totalidad (…) causados por el crecimiento de una extrema derecha dispuesta a crear crisis repetidas en lugar de ceder un ápice en sus demandas». Lo que los, hasta ahora, críticos por izquierda de Obama quieren decir es que el verdadero peligro no viene de las tendencias estructurales profundas de la economía capitalista que provocaron la crisis de 2007/8, sino del riesgo creciente de que los Estados centrales (que inicialmente actuaron con medidas relativamente coordinadas de contención de la crisis) retiren los estímulos provocando una situación similar a la que se desató en EE.UU. en 1937, ante el retiro por parte de Roosevelt de las medidas de intervención estatal.
Las omisiones de Stiglitz y Krugman
El drama de las economías estadounidense y europea es muy distinto del que aducen ambos académicos. El problema es que las intervenciones estatales más voluminosas de la historia del capitalismo mundial permitieron sólo una débil recuperación de las economías de los países centrales. En el caso de Estados Unidos con más de 3 billones de dólares en rescates que elevó la deuda pública desde el 64,4% del PBI a fines de 2007 a poco más del 100% del PBI actualmente (su nivel más alto desde el fin de la Segunda Guerra Mundial), apenas si logró un nivel de crecimiento que recupere la caída acumulada desde 2008. Tomando el año 2007 como base 100, a finales del año 2009 la economía estadounidense estaba en 96,186 puntos, lo cual implica una caída acumulada del 3,8% (con base en los datos actualizados del Buró de Análisis Económico de Estados Unidos). Si se tiene en cuenta que el PBI creció durante 2010 un 3% y durante los dos primeros trimestres de 2011 alrededor del 0,8%, apenas estaría alcanzando a recuperar la caída, mientras la desocupación se ubica en el 9,2%, esto es 5 puntos más arriba que en 2007 y cuando los primeros síntomas de recesión vuelven a hacerse presentes. De este modo, las «nociones económicas» que -con críticas, claro y sugiriendo alguna medida más radical como el incremento de impuestos a los ricos- defienden como «mal menor» Stiglitz y Krugman, sólo consiguieron contener las quiebras bancarias y recomponer parcialmente la cadena de crédito. Cuestión que permitió al capital aprovechar las ventajas de una débil recuperación para realizar ganancias que en el primer trimestre de 2011 resultaron un 22% superiores a las del último trimestre de 2007 (Catherine Rampell, The Economist, 8/8). Pero muy lejos estuvieron de recomponer una dinámica relativamente estable de inversión (acumulación de capital), de crecimiento del empleo y del consumo, que volvió a caer por primera vez en 2 años, antes de que la economía terminara de recuperar lo perdido.
El problema no es la deuda, es la recesión
Tiene razón Krugman cuando señala que el gran problema de Estados Unidos no está en los déficit presupuestarios, y que si la economía marchara por el camino correcto la deuda no debería ser un gran problema. Es cierto, pero sólo a condición de que «la economía marchara por el camino correcto» cosa que no está sucediendo. El problema es que la intervención estatal y el endeudamiento no permitieron más que sacar coyunturalmente a la economía de la recesión con lo cual la deuda estalla, ahora sí, como un problema en sí mismo y las «nociones económicas» que defienden ambos economistas (insistimos, como «mal menor»), están seriamente cuestionadas en su efectividad. La posibilidad de Estados Unidos de endeudarse está asociada a su rol en el mundo, cuestión muy relacionada con la fortaleza de su economía. La máxima calificación y el «riesgo 0» de la deuda estadounidense, se basan en última instancia en la confianza del mundo en la seguridad que otorga EE.UU., en lo que el resto del mundo piensa de EE.UU. Las dificultades para recuperar el ritmo de crecimiento de la economía que se acompañan de un persistente desempleo y decadencia de la sociedad estadounidense, van en contra de esa «seguridad». Este es precisamente el límite de EE.UU. para tomar crédito de forma infinita. Si la economía estadounidense se muestra débil, la confianza se debilita y el endeudamiento se encarece como indica la rebaja de la calificación que en perspectiva abarata los Bonos del Tesoro e incrementa el interés que se debe pagar por ellos. La situación de la economía pone un límite a la capacidad de endeudamiento (por eso no era lo mismo endeudarse para Estados Unidos en los años 30 con una deuda cercana a 0 y una economía poderosa, que hacerlo en 2011). La recesión provocó una destrucción parcial de capitales y los estímulos estatales (a la vez que evitaron una caída más profunda, como señala Stiglitz) ayudaron al capital a aprovechar las ventajas de esa desvalorización y de un incremento de la desocupación que impulsó una caída de salarios elevando la tasa de plusvalía. El problema es que ni bien se llega al status anterior, la sobreacumulación de capitales se vuelve a plantear como mínimo con la misma fuerza que inicialmente. Al no lograr la economía una dinámica propia e independiente de los incentivos estatales, la gran acumulación de deuda se combina con los síntomas que indican la posible entrada en una nueva fase recesiva. Cuestión que por supuesto pone en tela de juicio la capacidad de endeudamiento del Estado impidiendo que los estímulos se reciclen al menos en la magnitud y con la potencia que lo hicieron en la primera fase. Es un círculo vicioso y todo hace pensar que el pronóstico para la próxima recaída es más sombrío que el anterior.
El Tea Party y la xenofobia europea
El fortalecimiento del ala ultraderecha del Partido Republicano, el Tea Party, no es la causa actual de la crisis sino la consecuencia de la decadencia, del salvamento impune de los bancos y las grandes corporaciones, de la continuidad de la desocupación y de la extremadamente débil recuperación de la economía estadounidense. El ala Tea Party, tiene su correlato en las profundas tendencias xenófobas que anidan en Europa. El florecimiento de dichas tendencias es, del mismo modo, el resultado de las políticas de contención de la crisis que incrementaron exponencialmente las ya abultadas deudas de los países del sur de la zona euro e Irlanda. Es el resultado del estallido de esas deudas que condujo a los brutales planes de ajuste en economías en estado recesivo y con muy altos índices de desocupación, dictados por los acreedores, Alemania y Francia. Es el resultado de los centenares de miles de millones de euros que Alemania y Francia destinaron a salvar a sus propios bancos. El fortalecimiento de las «nociones económicas equivocadas» que «a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí», son en realidad, el subproducto del fracaso de las «ideas económicas» que ahora defienden Krugman y Stiglitz. En última instancia, son producto de la impotencia de las medidas de intervención estatal destinadas a salvar al capital de la crisis que sobrevino como resultado del estallido de las contradicciones acumuladas durante las últimas tres décadas de «neoliberalismo».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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