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No todo lo que reluce es oro

Fuentes:

Sólo 10 centavos de cada dólar que Iraq recibe de Estados Unidos realmente cuentan, si la cifra nominal se ajusta según la calidad de la ayuda y los condicionamientos impuestos, de acuerdo con el Índice de Compromiso con el Desarrollo publicado este miércoles.

El no gubernamental Centro para el Desarrollo Global (CGD, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, elabora anualmente ese índice, que evalúa la efectividad de las políticas de 21 países ricos para apoyar los esfuerzos del Sur pobre para alcanzar la prosperidad, la seguridad y un buen gobierno.

El informe indica que la mayoría de las comparaciones entre los países donantes toman en cuenta el monto de la asistencia o el porcentaje que representa respecto del producto interno bruto. Pero para el CGD la cantidad es apenas el punto de partida.

El estudio señala que al confeccionar el índice se «penaliza» a los países que obligan a los receptores a comprar productos a la nación donante, que imponen el destino que se debe dar al dinero o que vuelcan fondos a países donde la corrupción es rampante y no se respetan las leyes.

La ayuda de Estados Unidos a Iraq es un buen indicador sobre la forma en que las cifras nominales se reducen drásticamente cuando se evalúa su calidad e impacto real en el país receptor.

«Vemos que la asistencia no está teniendo efectos muy positivos en Iraq», dijo David Roodman, investigador del CGD y responsable de la elaboración del índice.

Los beneficios potenciales del dinero recibido no se concretan a causa de la corrupción y el mal manejo. Roodman señaló a IPS que a causa de esto, en el caso de Iraq, se reduce a «10 centavos por cada dólar destinado a ese país».

Por otra parte, agregó, incluso el monto nominal se verá recortado en el futuro.

«Estados Unidos invirtió 10.000 millones de dólares en Iraq, pero en algún momento esa cifra se va a reducir. Esta es probablemente la mayor transferencia bilateral en la historia y cuando disminuya arrastrará el monto global de ayuda a los países pobres», dijo Roodman.

La metodología empleada por el CGD también descuenta de los montos nominales de ayuda los pagos de cancelación de duda que realizan los países pobres.

El estudio considera que la ayuda que ofrece Estados Unidos es «pobre», pues incluye cláusulas sobre el uso específico que se debe dar al dinero u obliga a los receptores a recurrir a empresas de ese país para realizar sus compras.

Roodman señaló que el caso de la Unión Europea (UE) es diferente, ya que no impone la forma en que deben invertirse los fondos y así se evita la multiplicación «de pequeños proyectos».

«Nos preocupa su proliferación. En algunos países existen miles de pequeños proyectos, que generan una carga administrativa y problemas de coordinación. La Comisión Europea», rama ejecutiva de la UE, «y Dinamarca tienen un enfoque adecuado. Alemania y Noruega tienden más a la proliferación», dijo Roodman.

El índice de compromiso con el desarrollo del CGD no sólo toma en cuenta la ayuda monetaria, sino que también evalúa otros aspectos como el cuidado del ambiente por parte de las naciones ricas, el comercio, las inversiones, la migración, la seguridad y la tecnología.

Estados Unidos aparece en último lugar entre los 21 países analizados en lo que hace a su preocupación por el ambiente. Noruega figura primera, seguida por Irlanda, Finlandia y Gran Bretaña. En los puestos más bajos aparecen Australia, Canadá y España, señala el informe.

Holanda se ubica en la primera posición en lo que hace a la ayuda, la reducción de emisiones de gases invernadero, que contribuyen al calentamiento global, y prácticamente empatada con Gran Bretaña respecto de la adopción de políticas que promuevan la inversión directa en los países pobres.

Detrás de Holanda, en la nómina de los mayores donantes, considerada la «calidad» de la ayuda y no exclusivamente su monto, se encuentran Dinamarca, Suecia y Noruega, seguidas por Australia, Canadá y Nueva Zelanda. El último lugar corresponde a Japón.

En la evaluación global, que promedia el puntaje obtenido por los países en los distintos aspectos analizados, el primer lugar corresponde a Holanda, seguida por Dinamarca, Noruega y Suecia. A continuación se ubican Finlandia, Nueva Zelanda, Canadá, Australia y Gran Bretaña.

«Las posiciones en la evaluación global cambiaron poco respecto del año pasado, porque las prácticas y políticas para el desarrollo tienden a modificarse lentamente», señaló el informe.

El capítulo sobre migración analiza la receptividad de los países hacia extranjeros que quieren ir a estudiar o buscar trabajo y el índice se confecciona tomando en cuenta el número de inmigrantes en relación a la población total de cada país.

Austria ocupa la primera posición, seguida por Suiza. En último lugar aparece Japón, donde el número de trabajadores no calificados provenientes de países en desarrollo se redujo durante los años 90.

Estados Unidos, que el informe describe como «esa gran nación de inmigrantes» figura «sorprendentemente» a mitad de la tabla. La razón es que, dado su tamaño, el número de extranjeros legales y refugiados es bajo en comparación con muchas naciones europeas.

«Hay una suerte de hipocresía, es como decir queremos sus materias primas pero no a su gente», señaló Roodman.

El informe considera que el problema de la fuga de cerebros podría estar sobrevalorado.

«En Filipinas muchas personas estudian enfermería para trabajar en el exterior. Pero no todas se van del país. En consecuencia, Filipinas tiene el mayor número de enfermeras por habitante», comentó Roodman.

«En África, no se encontró correlación entre el número de médicos que emigran e indicadores de salud como la mortalidad infantil», agregó.

La publicación del índice es importante para los países en desarrollo. «Finlandia y Holanda lo están utilizando para evaluar su desempeño en la promoción del desarrollo», dijo Roodman.

«No vamos a cambiar de un día para otro las políticas migratorias o comerciales. Estamos sosteniendo un espejo frente a los países ricos y preguntando si realmente están a la altura de los ideales que proclaman. Obviamente no lo están», concluyó.