Muchos economistas celebran el fin de la crisis financiera internacional y el hecho de que Brasil haya pasado incólume por ella, pero otros no son tan optimistas y hacen notar puntos vulnerables en el cuadro económico del país. Uno de los argumentos más repetidos por el gobierno brasileño durante las recientes sacudidas en las Bolsas […]
Muchos economistas celebran el fin de la crisis financiera internacional y el hecho de que Brasil haya pasado incólume por ella, pero otros no son tan optimistas y hacen notar puntos vulnerables en el cuadro económico del país.
Uno de los argumentos más repetidos por el gobierno brasileño durante las recientes sacudidas en las Bolsas ha sido el de que la acumulación de 160.000 millones de dólares en reservas ha ‘blindado’ al país contra los efectos desestabilizadores de las crisis externas.
Pero el economista Paulo Nogueira Batista, representante de Brasil -y otros ocho países latinoamericanos- en el Fondo Monetario Internacional, destaca la relatividad de aquel dato y llama la atención sobre otros.
Nogueira parte del principio de que es cierto que, desde 2002, las cuentas externas brasileñas se han fortalecido de manera notable y, además de las reservas, desde hace cinco años el saldo en cuenta corriente ha sido positivo.
Además, el país ha venido recibiendo un volumen razonable de inversiones directas, que en los 12 meses terminados en julio llegaban a 34.000 millones de dólares, o 3 por ciento del Producto Interno Bruto brasileño.
Pero también es verdad que el largo periodo de valorización del real ante el dólar ha dejado secuelas. Actualmente, las importaciones están creciendo a un ritmo mucho mayor que las exportaciones, lo que indica un fin próximo para la era de los grandes superávits comerciales.
Por la misma razón, aumenta la remesa de ganancias de las empresas extranjeras y los gastos en turismo de los brasileños en el exterior, afectando el equilibrio de la balanza de pagos.
Nogueira Batista destaca la importancia de un elemento que ha pasado desapercibido para la mayoría de los economistas: el crecimiento en el último año del pasivo externo de Brasil de corto plazo (deudas e inversiones en acciones y títulos).
La deuda externa de corto plazo aumentó de 20.000 a 47.000 millones de dólares entre diciembre de 2006 y julio de 2007 y, si se consideran las amortizaciones de la deuda total que vencerán en el próximo año, se llega a un total de 66.000 millones de dólares.
Además, la cartera de inversiones en acciones y títulos en poder de extranjeros, que pueden librarse de ellos en cualquier momento, aumentó de 72.000 millones en mayo de 2006 a 150.000 millones de dólares en mayo de 2007.
En otras palabras, el pasivo externo de corto plazo del país se sitúa actualmente entre 210.000 y 220.000 millones de dólares, suma considerablemente superior a las reservas internacionales de que dispone Brasil.
Si la crisis internacional se agrava, existe un riesgo concreto de drenaje externo de esas reservas.
Desde otro ángulo teórico, el profesor de economía Rogerio Werneck agregó otra alerta, en este caso sobre lo que ya constituye un problema estructural de la economía: el crecimiento galopante del gasto público.
Según Werneck, en los últimos 13 años los gastos públicos han crecido a una tasa que es el doble del crecimiento del Producto Interno Bruto nacional del periodo.
Hasta ahora, el superávit primario se ha conseguido con el aumento de la recaudación tributaria y con la cancelación de inversiones, no con la reducción sistemática de los gastos, como aconsejaría la más elemental ortodoxia.
Si se reúnen los dos elementos, el cuadro de euforia pintado por el ministro de Hacienda, Guido Mantega, en las últimas semanas, amenaza empezar a perder sus brillantes colores a plazo no muy largo.