Traducido para Rebelión por S. Seguí
Merece la pena destacar que ya en la antigüedad se dieron tres tipos generales de respuesta a la crisis de la deuda en la zona mediterránea-mesopotámica. Decimos tipos generales ya que es muy posible que el tipo concreto comentado fuera el predominante o definitorio de un movimiento y que pudiera ir acompañado de otros tipos de medidas [1] . Nos limitamos a esta área geográfica por razones de brevedad, aunque similares respuestas se puede encontrar por ejemplo en China (especialmente el éxodo masivo).
Los tres tipos son:
1) la liquidación de la deuda,
2) el éxodo, y
3) la ocupación.
Como ejemplo del primero, en Atenas en 594 AC nos encontramos con que las reformas de Solón equivalían, en la práctica, a retirar a los «bien nacidos» (eupátridas) sus privilegios hereditarios como propietarios de la tierra, dispensadores únicos de justicia y líderes del culto. La característica principal de este vuelco, quizá no tan atractivo para algunos como la institución de la democracia ateniense, fue una revisión del tema de la deuda, que se denominó seisachtheia (literalmente, liquidación de la carga) [2] . El poder económico de los eupátridas derivado de la propiedad de la tierra y el control del templo (y por tanto del intercambio) garantizaba no sólo la capacidad de ofrecer unas primeras formas de crédito a los agricultores, sino también la de establecer los términos de su cumplimiento. Así pues, que Solón prohibiera la esclavitud por deudas de los ciudadanos y que acabara con la concentración de la tierra en pocas manos es igualmente digno de mención, por cuanto parece probable que la esclavitud por deudas fuera más inmediata y dolorosa para el ateniense medio del siglo anterior a estos cambios fundamentales que una forma de nuevo gobierno. No sólo esto, sino que Solón canceló todas las deudas, restableció la propiedad, y estableció un límite a la cantidad máxima de propiedad que una persona pudiera poseer, con independencia de la legalidad de la adquisición. Tan terrible se había convertido la situación derivada de la deuda, que el propio Solón en su poesía considera que la propia Gaia es ya esclava de la deuda:
Oh poderosa madre de los dioses del Olimpo
Tierra Oscura, tú conoces mejor que nadie de qué pecho
Brrí los extendidos pilares allí plantados
Y te hice libre, a ti que habías sido esclava de antaño.
Y a muchos hombres vendidos por fraude o ley Lejos de su divina tierra, esclavos marginados,
Traje de nuevo a Atenas; sí, y también a otros,
Exiliados de su hogar por la carga opresiva de la deuda,
Que ya no hablaban la querida lengua ateniense,
y vagaban por otros lugares lejanos, traje de nuevo;
Y a los que aquí sufrían la más vil esclavitud
Bajo el ceño airado de sus dueños, puse en libertad.
Así, poder y derecho fueron aquí uncidos en armonía … [3]
El segundo caso es en realidad el tipo más temprano y Graeber [4] afirma que tiene su origen en las economías sumeria y babilónica. Aquí, la dependencia casi total de la agricultura significaba que cada agricultor tenía que registrar en su cuenta del templo-palacio los productos no agrícolas adquiridos hasta el momento de la cosecha. Eran dichos templos-palacios quienes disponían de plata o metales similares como unidades de cuenta, y quienes a través del comercio de exportación garantizaban la adquisición de herramientas, ropa, etc. Cuando una cosecha era mala, los agricultores se encontraban en bancarrota y en riesgo no sólo de perder sus tierras, sino también sus muebles, sus familias y su propia libertad ante el acreedor central. Frente a esto, en una llamativa versión de lo que en Estados Unidos se conoce hoy día como jingle mail [5] , familias enteras entregaban sus fincas a los alguaciles y se dirigían a las montañas para unirse a las comunidades nómadas que en la Edad del Hierro constituían una parte de la población tan importante como la asentada. De hecho, los escitas, los indígenas amazonios y otros pueblos similares parecen haber sido algo más parecido a los modernos cosacos, en el sentido de agruparse por asociación voluntaria y no por ningún vínculo étnico o religioso.
Cabe imaginar que una deserción en masa de este tipo podía dejar una ciudad-estado de Mesopotamia en la misma situación que una moderna Detroit en pequeño: abandonada a la naturaleza. Esto, asegura Graeber, parece haber forzado a una solución política radical: la condonación de deudas a nivel general. Según el libro del mismo nombre, el copero del rey persa, Neremiah, fue enviado por su amo a reconstruir Jerusalén y, como resultado, redescubrió las Leyes que introdujeron este concepto (ama-gi, o re regreso a la madre) como el concepto hebreo de jubileo o condonación de la deuda cada siete años como válvula de seguridad social para evitar el vaciamiento de un estado a través de la deserción [6] .
Irónicamente, el término ama-gi es el nombre que tomó la revista de la Hayek Society, probablemente debido a su idea de liberación de los esclavos. Queda por saber si la Hayek Society era consciente de que los esclavos son en realidad los deudores, y que la libertad se deriva de la cancelación de la deuda. De hecho, una versión de lo que algunos consideran como la primera expresión escrita de libertad política es una marca registrada -sí, propiedad- del Liberty Fund, Inc., que también considera ama-gi como la libertad de una interferencia gubernamental opresora [7] . Otro detalle para el libro de curiosidades.
El tercer caso, que supone un camino intermedio entre la revolución ateniense y el éxodo, nos lo relata Tito Livio. Dejemos que las palabras del historiador hablen de los acontecimientos que condujeron a la secessio plebis en 494 aC, exactamente 100 años después de las reformas de la deuda de Solón en Atenas:
«Sin embargo, también la guerra con los volscios amenazaba, y el Estado, perturbado en su seno, ardía de animosidad intestina entre el Senado y el pueblo, principalmente a causa de las personas confinadas por deudas. Se alzaban las voces de queja que afirmaban que mientras se luchaba contra el extranjero por la libertad y el poder, los ciudadanos eran capturados y reprimidos en Roma por sus conciudadanos, y que la libertad del pueblo estaba más asegurada en la guerra que en la paz, entre los enemigos que entre los conciudadanos; y este sentimiento de descontento, cada vez mayor, se agravaba aún más con cada sufrimiento individual.
Cierta persona de edad avanzada se lanzó al foro con todos los distintivos de sus miserias en él. Sus ropas eran miserables y la figura de su cuerpo aún más terrible, el rostro pálido y demacrado. Además, una larga barba y crecido cabello imprimían rasgos salvajes a su rostro. No obstante, aún en su miseria era un hombre conocido -cuentan que fue centurión- y en su compasión hacia él mencionaban abiertamente las distinciones obtenidas en el servicio; él mismo exhibía las cicatrices de su pecho, testimonios de batallas honorables en varios lugares. A las personas que repetidamente le preguntaban por su atuendo y la fantasmal apariencia de su cuerpo (la multitud estaba ahora reunida en torno a él casi como en una asamblea popular) les contaba que mientras servía en la guerra contra los sabinos incurrió en deudas debido a la destrucción del producto de su tierra por las depredaciones del enemigo; también su residencia había sido incendiada, saqueados todos sus efectos, dispersado su ganado, a la vez que se le obligaba al pago impuesto en un momento muy doloroso para él. La deuda, agravada por la usura, le había arrebatado en primer lugar la explotación que había sido de su padre y de su abuelo, y más tarde sus otras propiedades; por último, la peste, por así decirlo, había llegado a su persona. Fue conducido por su acreedor no a la servidumbre sino a una casa de corrección y lugar de ejecución. A continuación, el hombre mostró su espalda desfigurada con las marcas de azotes todavía recientes. Ante todo ello, se produjo un gran alboroto. El tumulto ya no se limitaba al foro, sino que se extendía por toda la ciudad. Aquellos que habían sido confinados por deudas y estaban ahora en libertad corrían por las calles de todos los sectores implorando la protección del pueblo. Corrían por las calles en multitud hacia el foro dando fuertes gritos. Aquellos senadores que por azar encontraban en el foro se hallaron ante este grupo, con gran peligro para sí mismos. Y no se habrían salvado de la violencia si los cónsules P. Servilio y AP. Claudio no hubieran intervenido rápidamente para sofocar el disturbio. La multitud volviéndose hacia ellos y mostrando sus cadenas y otras marcas de su miseria afirmaba que se merecían todo esto, echando en cara de los cónsules, cada uno de ellos, los servicios realizados en la milicia, unos en un lugar, otros en otro». (Historia de Roma Bk.II § 23)
Ante esta disidencia creciente, los patricios retiraron el ejército a las afueras de Roma y tras ellos los ciudadanos comunes se retiraron al Mons Sacer, declarando que fundarían una nueva ciudad si sno se satisfacían sus demandas. Efectivamente, los plebeyos amenazaron con separarse de Roma y así hacerla claudicar; prácticamente toda la población se marcharía, negándose a seguir haciéndo el juego a sus acreedores.
Cada tipo de «ocupación», dentro de la ciudad, fuera de sus límites o más allá, en los yermos nómadas, parece haber tenido un resultado específico. En el caso de la secessio plebis se introdujeron reformas gubernamentales y jurídicas, en primer lugar con la creación de los tribunos y en posteriores secesiones con leyes sagradas destinadas a regir los asuntos públicos; por fin, más tarde, mediante un código de leyes civiles completo y, finalmente, con el reconocimiento de los plebiscitos. Así relata Livio la primera secesión:
«Hubo una ceremonia para tratar de la reconciliación, y entre las condiciones se permitió que los ciudadanos comunes tuvieran sus propios magistrados, con privilegios de inviolabilidad, que tendrían la capacidad de recabar ayuda contra los cónsules, y que no fuera que ninguno de los patricios ejerciera dicho cargo. (Historia de Roma Libro II § 33)»
No cabe duda, sin embargo, de que los líderes de Roma aprendieron rápidamente a endulzar las reformas con pan y circo, entre otras medidas preventivas. Como ya hemos comentado, el éxodo se resolvió a través del ama-gi, o condonación de deuda a gran escala. Por último, la liquidación de las cargas fue la resolución al problema de la deuda, invirtiendo el éxodo con la expulsión de los gobernantes y completando la secesión con la fundación de una nueva comunidad sobre las ruinas, reales o metafóricas, de la antigua.
Hoy estamos viendo aspectos no sólo de secessio plebis y naciente liquidación de las deudas, mezclados con la decisión de los movimientos Occupy de secesión en el corazón mismo de las capitales financieras, sino también, en los llamativos casos de ciudades de carpas que han surgido por ejemplo en Lakewood, Nueva Jersey, con el éxodo forzado a medida que los sin techo luchan contra la legislación para erigir refugios básicos en los límites de las ciudades. Es quizás por esta razón que la condonación de deuda en general ha vuelto al orden del día como una panacea no violenta. Sin embargo, de las muchas diferencias que caracterizan nuestros tiempos modernos, el papel de la deuda es de una gran relevancia. En la antigüedad, en cada uno de los casos, la deuda funcionaba como un lubricante para una economía subyacente agrícola, y con ella los agricultores caían en servidumbre sólo si se daban varios años de malas cosechas; la esclavitud se constituyó a lo largo del tiempo y la economía agrícola subyacente sufrió las consecuencias a medida que las explotaciones se convertían en fincas aristocráticas difíciles de gestionar basadas en la mano de obra esclava. La liberación de la deuda significó en este caso un regreso a la agricultura y la abundancia. Hoy nuestra cosecha es la deuda en sí, y esto es quizás lo que hace que la sola idea del perdón se considere una «locura». Pues una deuda perdonada equivale a un arado que cultiva la tierra, y la tierra desnuda puede parecer chocante a los que se han saciado en época de vacas gordas. Sin embargo, el agricultor sabe que es el campo, no su cultivo o sus límites, lo principal. Tal vez sea hora para un año de barbecho.
Stephen Connelly es profesor tutor en derecho financiero internacional en el Birkbeck College de Londres.
[1] Por ejemplo, la Seisachtheia ateniense iba precedida por un cierto nivel de éxodo.
[2] Athenaion Politeia 6
[3] Athenaion Politeia 12.4, traducido de la versión inglesa, Kenyon 1919.
[4] En su destacado trabajo Debt: the first 5,000 years
[5] Situación en la que un propietario envía por correo las llaves de su casa al prestatario de su hipoteca, ante la imposibilidad de hacer frente al pago de la misma y ante el convencimiento de que las cantidades pagadas hasta el momento son irrecuperables. Con ello renuncia al proceso de ejecución hipotecaria (N. del t.)
[6] Neremiah 10, 31 «Cuando los pueblos vecinos traigan el sábado mercancías o grano para vender, no les compraremos en ese sábado ni en ningún otro día santo. Cada séptimo año renunciaremos a labrar la tierra y cancelaremos todas las deudas.»
[7] http://www.libertyfund.org/termsofservice.html
Fuente: http://www.criticallegalthinking.com/?p=4757
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