Esta pregunta parece fácil de contestar. Sin embargo, a pesar de eso, una respuesta sencilla no satisface las inquietudes y las dudas de los pueblos latinoamericanos, por lo que lo que parece fácil es más bien difícil, sobre todo, porque no existe consenso en ellos de la necesidad de dar este paso, un paso de […]
Esta pregunta parece fácil de contestar. Sin embargo, a pesar de eso, una respuesta sencilla no satisface las inquietudes y las dudas de los pueblos latinoamericanos, por lo que lo que parece fácil es más bien difícil, sobre todo, porque no existe consenso en ellos de la necesidad de dar este paso, un paso de gran trascendencia para obtener de una vez por todas una liberación completa, efectiva y real de la tutela y de la explotación que somos objeto por parte de las empresas trasnacionales y del imperio norteamericano.
Por esa razón, creo que es mejor invertir la pregunta: ¿A quién perjudica la integración de los pueblos latinoamericanos? Y me refiero a una integración real, es decir, a romper con todas las fronteras que nos separan, en el ámbito que sean (geográficas, económicas y políticas).
Hay un viejo adagio que dice: dividir para reinar. Y es un adagio que aunque es sencillo encierra una verdad muy profunda. Este pensamiento llevado al plano de las relaciones internacionales, de las relaciones entre los Estado, puede llegar a transformarse en una estrategia política de dominación.
Siguiendo con la idea inicial de la política de dominación, vuelvo al papel rector que tiene el imperio norteamericano en nuestras economías y en nuestra política exterior. Desde hace un tiempo ya largo USA se ha auto-nombrado director de la política exterior de los Estados latinoamericanos. Lo que dice USA nuestros gobiernos se apresuran a cumplir como si no tuviésemos una soberanía verdadera. Depende de si un Estado latinoamericano no cumple con el rol asignado por la Casablanca dentro de su política económica, para que esta le aplique una serie de sanciones haciendo uso de medidas económicas como las que se le han aplicado a Cuba desde ya hace mucho tiempo. Mediante la extorsión y amenazas veladas los gobiernos latinoamericanos aprueban sanciones y otras medidas y nadie se pone de pie y protesta contra esta forma de hacer política que pone nuestros países a la altura del unto.
Por otro lado, USA se toma el derecho de disponer de nuestras materias primas que le son necesarias para su economía y mantenernos en un estado de países eternamente en vías de desarrollo, sin llegar jamás a serlo. Carecemos de las técnicas de punta, y la investigación para lograrlas cuesta mucho dinero que nuestros países no tienen, al menos no en cantidad suficiente, porque desviamos gran parte de nuestros recursos en mantener enormes y sobredimensionadas fuerzas armadas que hoy no tienen justificación alguna. En Latinoamérica, en conjunto, hay más de un millón de soldados que se tragan una suma considerable de dinero de los erarios nacionales y que necesitamos con urgencia para nuestro desarrollo.
Tomemos el caso de la reciente controversia entre Perú y Chile por los límites marítimos. No me voy a pronunciar quién tiene la razón, a lo mejor, desde diferentes puntos de vista ambos la tienen. Nuestro litigio en nada favorece el desarrollo pacífico y la integración de nuestros países, al único que le interesa mantener este litigio (que probablemente no esté impulsado desde USA, aunque nadie puede asegurarlo) es aquel Estado que tiene la política de dominación y la estrategia de mantenernos enfrentados como países contendores y enemistados. Aunque no creo posible que esta situación conduzca a un enfrentamiento de carácter militar, es, desde luego, una situación muy inconfortable para todos los ciudadanos de ambos países. Fácilmente, nos podemos ver envueltos en una carrera armamentista, que no es otra cosa que tirar al mar una enorme suma de dinero en forma de buques, tanques y aviones de combate, dinero que hace falta para desarrollar nuestras economías y para aplicar una política más justa de redistribución del ingreso nacional, sobre todo, que en nuestros países existen muchas personas muy perjudicadas por sus bajos salarios y sus bajas pensiones. No es necesario ser muy astuto para darse cuenta que esta política guerrerista nos lleva a alejarnos de la posibilidad de trabajar por nuestra integración y que sólo existe un Estado que se beneficia de nuestros errores y de nuestra división: el imperio norteamericano.