Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La prensa financiera ha sido negligente en su información sobre cómo se vincularon la semana pasada dos historias del mundo de las finanzas: primero, el testimonio del Secretario del Tesoro Henry Paulson y de su evasivo Secretario Adjunto interino Neel Kashkari en la defensa del motivo por el cual siguieron un plan totalmente diferente de obsequio a los bancos (su propio electorado en Wall Street) del que fue autorizado por el Congreso; y segundo, el impasse en el G-20 entre los principales ministros de finanzas del mundo durante este fin de semana.
El exceso de dólares es uno de los factores cruciales que ha agravado el problema de las hipotecas basura en los últimos años. Mirando hacia el futuro, si los países extranjeros no siguen invirtiendo sus entradas de dólares en Fannie Mae, Freddie Mac y derivados hipotecarios tóxicos empaquetados, ¿qué van a hacer con esos dólares? El gobierno de EE.UU. se niega a permitir que los fondos gubernamentales extranjeros adquieran cualquier otra cosa que chatarra financiera como las acciones de Citibank en libre caída que compraron ahora los jeques petroleros árabes.
Es el problema que enfrentaron los ministros de finanzas del mundo durante este fin de semana. El déficit de pagos de EE.UU. ha estado enviando excesos de dólares a las economías extranjeros, cuyos destinatarios los han entregado a sus bancos centrales. Esos bancos centrales han evitado el alza de sus monedas (y con ello de la pérdida de mercados extranjeros al encarecer sus exportaciones) comprando bonos del Tesoro para así apoyar la tasa de cambio del dólar al reciclar sus influjos de dólares de vuelta a EE.UU. – lo suficiente como para financiar la mayor parte de nuestro déficit del presupuesto federal, y por cierto también gran parte de los préstamos hipotecarios de Fannie Mae.
Al señor Bush, por su parte, le gustaría conformar el sistema financiero global de modo que las economías extranjeras sigan haciendo obsequios a EE.UU. Responsables estadounidenses controlan el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y usan esas instituciones para imponer políticas neoliberales de privatización a países extranjeros, destruyendo así las economías post-soviéticas, a Australia y Nueva Zelanda desde los años noventa, tal como destruyeron las economías del Tercer Mundo desde los años sesenta hasta e incluyendo los ochenta. Por eso, hasta el mes pasado el FMI había perdido sus clientes y era rehuido casi universalmente. El presidente francés Nicolás Sarkozy encabezó los llamados extranjeros por un «nuevo Bretton Woods,» con lo que quería decir no sólo una actualización de la hegemonía del dólar de EE.UU., sino un orden mundial diferente – más regulador con un quid pro quo más justo. Y como informó Financial Times: «El partido socialista gobernante en España resumió el estado de ánimo excitado en algunas partes de Europa en un documento interno, visto por El Mundo, que identificó la cumbre como un momento de cambio histórico. ‘Los orígenes de esta crisis yacen en la ideología neoliberal y neoconservadora,’ decía.»
El señor Paulson y otros funcionarios de EE.UU. han estado prometiendo desde hace tiempo a los ministros de finanzas extranjeros que los valores de Fannie Mae y Freddie Mac eran tan buenos como los bonos del Tesoro de EE.UU. y producían un interés más elevado. La inversión resultante en esas dos agencias empaquetadoras de hipotecas fue un factor importante en su rescate de 200.000 millones de dólares. Si hubieran permitido que sus valores se fueran a pique habría resultado en el fin para siempre de la Hegemonía del Dólar. Así que el logro del consentimiento extranjero para el financiamiento de futuros déficit de la balanza de pagos de EE.UU. está inextricablemente vinculado con el modo de resolver la burbuja financiera y de bienes raíces de EE.UU.
Que esa burbuja haya reventado llevó al Congreso a autorizar 700.000 millones de dólares, supuestamente para volver a inflar el mercado inmobiliario. El Programa de Asistencia para Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés) da dinero a Wall Street en la esperanza de que prestará suficiente para comenzar a inflar de nuevo los precios de los bienes, posibilitar que los prestatarios se enriquezcan endeudándose de nuevo – «creación de riqueza» al estilo de Alan Greenspan. Es como si los años de la burbuja neoliberal fuera una edad dorada que deba ser recuperada, no el camino a la perdición financiera. Al hacerlo, el señor Paulson, utiliza la economía chatarra para afrontar el problema de las hipotecas chatarra que por su parte se basó en modelos matemáticos chatarra. Su problema es lograr que la fantasía continúe.
El Congreso se ha dado cuenta del juego que tiene lugar. Ahora, cuando el rescate parece un obsequio de último minuto a conocedores mientras puedan hacerlo. El Congreso realizó audiencias la semana pasada para preguntar por qué el Tesoro abandonó su plan de comprar «los activos con problemas» (hipotecas chatarra) que el señor Paulson había dicho que constituían el problema original. ¿Por qué el Tesoro compró 250.000 millones de dólares de «acciones comunes preferentes» sucedáneas en bancos a precios muy por sobre lo que pagaron inversionistas privados como Warren Buffett?
Pintando un cuadro de un mundo imaginario para racionalizar el obsequio a Wall Street, Paulson trató de desviar el problema postulando una serie de interrogantes. Los 250.000 millones de dólares del Tesoro en acciones de los bancos daría dinero a los prestamistas que podría ser utilizado para volver a inflar el suministro de crédito si los bancos decidieran volver a entrar al mercado de los efectos negociables y suministrar más hipotecas a condiciones más fáciles. Esta palabrería del goteo es lo que se presenta estos días como teoría económica neoliberal, La fantasía es que los bancos restauren el «equilibrio» otorgando más crédito, aumentando el endeudamiento de los clientes de los bancos para restaurar el mercado inmobiliario a su grado anterior de inasequibilidad.
Interrogadores del Congreso señalaron que los bancos no estaban prestando más dinero. Los tipos de interés para hipotecas han aumentado, no caído, a pesar de que la Reserva Federal suministra crédito a los bancos a sólo un cuarto de un punto porcentual (un promedio de cerca de 0,30 por centavo la semana pasada.) Los estándares para créditos (comprensiblemente) han sido hechos más rigurosos para requerir que los posibles compradores aporten más de su propio dinero. Las ejecuciones hipotecarias y los desalojos han aumentado y los precios de las propiedades siguen bajando. También cae casi en línea recta el Promedio Industrial Dow Jones, bajando la semana pasada bajo la marca de los 8.000 a los niveles más bajos en años. Nada resulta tal como lo había prometido el señor Paulson.
La palabra que más utilizan los funcionarios del Tesoro estos días es «inesperado.» En su audiencia en el subcomité del viernes 14 de noviembre, Dennis Kucinich preguntó al compañero de trabajo del señor Paulson,
Neel Kashkari, si la falta de previsión realista del Tesoro fue un error inocente o un caso de fraude por enganche u engaño. El señor Kashkari se negó a contestar claramente repitiendo un bucle de «temas de conversación» en el que afirmaba que los obsequios eran el camino adecuado para hacer que la economía vuelva a «moverse.» Los bancos utilizarían su poder redescubierto para ayudar a que los clientes vuelvan a endeudarse aún más, presumiblemente a las tasas exponenciales requeridas para volver a inflar los precios de las propiedades y de las acciones.
El congresista republicano Darrill Issa sólo preguntó cuándo el Tesoro decidió dejar de lado la ley escrita y realizar un obsequio alternativo a Wall Street en lugar de ayudar a los propietarios de casas en cesación de pagos. ¿Por qué no ha hecho lo que especificaba la ley que el propio señor Paulson insistió que aceptara el Congreso – organizar pagos ordenados de deudas utilizando los prometidos 50.000 millones de dólares de dineros públicos para comprar hipotecas encaminadas a la ejecución hipotecaria, y volver a fijar hipotecas de un valor irreal para que reflejen los niveles actuales de precios? La renegociación de hipotecas a ese precio con los propietarios-ocupantes existentes – o la venta de la propiedad a un comprador que pueda permitirse condiciones justas – eliminaría las ventas atribuladas que están envenenando los mercados locales de propiedades. ¿No es lo que planteaba, después de todo, el plan del Congreso?
El señor Kashkari trató permanentemente de ganar tiempo explicando procedimientos de rutina del Tesoro. Aseguró al comité cada noche estaba preocupado por la suerte de los propietarios de casas, y dijo que el señor Paulson también se retorcía las manos por empatía, pero que había considerado mucho mejor dar dinero a los bancos en la esperanza de que mostrarían una preocupación similar por sus clientes. Los miembros del comité simplemente se dieron por vencidos cuando fue evidente que los funcionarios del Tesoro se negaban a dar respuestas claras, tal como la Reserva Federal lo había hecho con el Congreso al negarse a dar detalle alguno sobre el obsequio de 850.000 millones de dólares que había estado realizando bajo su propio programa de dinero por basura. El 12 de noviembre, el señor Paulson dio su excusa: «Cambiamos nuestra estrategia cuando cambiaron los hechos.»
¿Cuáles eran esos hechos? Para comenzar, la Reserva Federal descubrió que podía transferir una suma aún mayor al programa «dinero por basura» que la que el Tesoro iba a suministrar originalmente. El plan del Tesoro habría obligado a los bancos a aceptar una pérdida al vender sus «activos con problemas» (hipotecas chatarra) a los actuales precios post-burbuja. A los banqueros no les gusta tener pérdidas. Se supone que las tenga el gobierno. La Reserva Federal puede hacer lo que le dé la gana para «estabilizar mercados,» bajo una cláusula general introducida en su Ley precisamente con ese propósito. Aplicando la justificación «privatizar los beneficios, socializar las pérdidas» a la que los cabilderos de los bancos han sacado brillo durante el siglo pasado, ha decidido que la mejor manera de «estabilizar la economía» es intercambiar bonos del Tesoro por activos chatarra de alto riesgo a valor nominal, evitando que los bancos tengan que aceptar una pérdida.
Mientras más riqueza se acumula en la cumbre de la pirámide económica y mientras más bancos pueden ser consolidados en unos pocos que determinen el mercado, más «estables» serán los mercados. Es la doctrina económica neoliberal utilizada para justificar la compra por la Reserva Federal de hipotecas chatarra, bonos chatarra, y de las malas apuestas en el seguro de derivados que había preparado A.I.G. Sólo se puede concluir que el señor Paulson engañó a sabiendas cuando dijo al Congreso el 12 de noviembre que el gobierno había encontrado un mejor camino para que su obsequio goteara de los bancos a los mercados crediticios que comprar sus préstamos malos. Por cierto ha estado haciendo precisamente eso, pero a través de la Reserva Federal y al precio íntegro y en secreto, lejos de los ojos curiosos del Congreso, en lugar de hacerlo a través del programa del Tesoro que el Congreso autorizó bajo términos más orientados al mercado actual con la intención de proteger los «intereses del contribuyente.» La Reserva Federal evalúa las hipotecas chatarra a los altos precios de fantasía que habían pagado los bancos, A.I.G. y otras compañías, evitando que tuvieran que sufrir una pérdida. Los hedge funds y los especuladores que habían comprado seguros chatarra de A.I.G. fueron saneados y accionistas de A.I.G. fueron salvados por la infusión de capital gubernamental de modo que los jugadores no tuvieran que perder dinero en el casino Wall Street.
Ahora, cuando lo hace la Reserva Federal, el Tesoro puede volcarse a su propia forma de obsequio: comprar acciones de los bancos muy por sobre su precio de mercado (es decir, sobre el precio pagado por inversionistas como Warren Buffett por acciones de Goldman Sachs), a condiciones que permiten que los bancos vayan y utilicen el dinero para comprar otros bancos, pagar dividendos a accionistas o pagar altos salarios de ejecutivos en lugar de ayudar a los deudores hipotecarios. «No pienso que el gobierno debiera colocar dinero en instituciones desfallecientes,» aseguró el señor Kashkari al Congreso, explicando que el rescate de A.I.G., Fannie Mae y Freddie Mac sería en vano sin más rescates gubernamentales. La observación final del representante Kucinich al señor Kashkari fue: «La declaración que acaba de hacer, la oirá hasta el fin de su carrera.»
La contradicción interna es por qué la lógica republicana de disgregar Fannie Mae y Freddie Mac en compañías más pequeñas no se aplica al sistema bancario comercial. En lugar de consolidar el sistema bancario en manos de bancos de Nueva York y la Costa Este, ¿por qué no debería el gobierno disgregar instituciones financieras «demasiado grandes para quebrar»? En su lugar, el Tesoro simplemente invierte en acciones de bancos, dejando en su lugar a los accionistas existentes en lugar de eliminarlos.
El señor Paulson bajo George Bush en 2008 se parece a un equivalente de Anatoly Chubais bajo Boris Yeltsin en 1996. Exactamente como los neoliberales rusos dirigidos por Chubais fueron promocionados por el Secretario del Tesoro de Clinton, Robert Rubin de Goldman Sachs, el intento actual del poder de Wall Street de reemplazar al gobierno como planificador central de la economía es orquestado por otro Secretario del Tesoro de Goldman Sachs, empoderado para decidir cuales cleptócratas van a recibir cuales recursos públicos y bajo qué condiciones, con la ayuda de «Helicóptero» Ben Bernanke en la Reserva Federal. La famosa pulla de Bernanke sobre helicópteros que lanzan dinero para que la economía se mueva parece limitarse a Wall Street para ser utilizada en la compra de activos financieros, no verdaderos bienes y servicios para la población en general.
El camino al G-20
Hablando el jueves 13 de noviembre, en el Manhattan Institute, una organización de cabildeo para las finanzas y los bienes raíces, el presidente Bush repitió el mito de que países extranjeros reciclan tantos dólares a EE.UU. debido a nuestra «fuerte economía» y libres mercados.
La realidad es bastante diferente. No hay nada parecido a un «libre mercado.» Durante unos pocos días después del anuncio del obsequio de 700.000 millones de dólares, algunos oponentes viscerales a los gastos gubernamentales acusaron que era «socialismo,» pero descubrieron rápidamente que no todos los gastos de un gobierno son socialistas. No importa qué sistema económico se siga, todos los mercados son planificados, y siempre lo han sido desde que se desarrollaron los calendarios en la Edad de Hielo. La mayoría de las estructuras de mercado a través de la historia han sido organizadas de manera que den todo por nada a los intereses creados. Sigue siendo la esencia del capitalismo post-feudal – o como algunos lo han expresado, el corporativismo.
Lo que sucede en la práctica es que los bancos centrales extranjeros reciclan los dólares que sus exportadores y vendedores de recursos reciben porque (como señalara anteriormente) sus monedas subirían su valor si no lo hicieran. Eso haría que sus exportaciones no podrían competir en los mercados mundiales, produciendo desempleo. Por lo tanto los países extranjeros han caído en una trampa de dólares. Envían sus ahorros para financiar el déficit interior del gobierno de EE.UU. en lugar de ayudar a sus propias economías interiores, porque no han logrado crear una alternativa para el dólar. Aparte de la deuda del Tesoro, las hipotecas de bienes raíces son la única categoría suficientemente grande como para absorber los excedentes de dólares que resultan de los déficit de pagos de EE.UU. resultantes, igual que de los gastos militares de EE.UU. en el extranjero, de gastos de los consumidores para hinchar el déficit comercial, y flujos al exterior de inversiones a medida que inversionistas dentro del país y en el extranjero diversifican sus carteras afuera de EE.UU. La conclusión es que las reservas monetarias del mundo han llegado a consistir de préstamos de bancos centrales para financiar la economía burbuja de EE.UU. Pero la filosofía desreguladora visceral de las eras de Clinton y Bush ha destruido el mercado de inversiones de EE.UU.
Lo que hace que esta dinámica sea inestable es que las exportaciones de EE.UU. son aún menos competitivas a medida que los mayores costes de la vivienda y los pagos por el servicio de deudas aumentan el coste de la vida y de los negocios. Mientras más dólares reciclan los países extranjeros, menos podrá la economía de EE.UU. reducir sus deudas exportando más. De modo que es seguro que la dinámica será un juego perdido para los gobiernos extranjeros – a menos que alguien pueda explicar cómo EE.UU. puede generar los 4 billones de dólares para pagar su deuda a los bancos centrales del mundo. Para empeorar las cosas, la tendencia descendiente del dólar frente al euro y a la libra esterlina obliga a los acreedores extranjeros a una pérdida en sus fondos en dólares denominados en sus propias monedas.
Nadie ha encontrado una solución «orientada por el mercado» para este problema. Es lo que condenó al fracaso las reuniones del G-20 de este fin de semana, igual como no pudo haber un acuerdo en las reuniones del G7 hace unas pocas semanas. Ante los sueños del Tesoro de EE.UU. de volver a inflar el mercado hipotecario, Europa está tratando de fijar un límite al financiamiento de una propuesta perdedora. Pero ahora, cuando el oro ya no es el medio para ajustar déficit de balanzas de pagos, los bancos centrales extranjeros carecen de una alternativa para el dólar de EE.UU. a fin de mantener sus reservas monetarias. Esto los deja con (1) valores del Tesoro de EE.UU., y (2) valores hipotecarios de EE.UU. Los últimos años han visto una diversificación ulterior a través de «fondos soberanos de riqueza» hacia (3) propiedad directa de recursos minerales, compañías industriales, infraestructura nacional privatizada y otra inversión de propiedad directa en lugar de deuda. Pero en lugar de saludar esta posibilidad, el gobierno de EE.UU. trata de limitar la compra por bancos centrales extranjeros de hipotecas chatarra, bonos chatarra y otra basura financiera. Llamar a algo semejante «equilibrio del mercado» es darse el gusto de usar el argot de autosatisfacción que envuelve en niebla el diálogo financiero internacional actual.
Para decirlo de modo terminante, el problema en las reuniones del G-20 es la desconfianza por el sistema bancario no regulado de EE.UU., y, detrás de él, «reguladores» gubernamentales que se niegan a regular. China y otros destinatarios extranjeros de dólares han estado tratando al dólar como una patata caliente, y tratan de gastarlo en la compra de minerales, combustibles y otros recursos extranjeros de cualquier país que acepte pago en dólares. La mayor de los interesados son países del tercer mundo que todavía están comprometidos con el pago de las pesadas deudas dolarizadas que deben al Banco Mundial y a otros acreedores globales. El precio por permanecer en el sistema de Bretton Woods es sacrificar su dominio público en una especie de venta previa a la bancarrota en lugar de repudiar sus deudas bajo las válvulas de escape de la «deuda odiosa» y de la «cesión fraudulenta». Los que se requiere no es una «reforma» del Banco Mundial y del FMI, sino su reemplazo. Pero esa es otra historia, la que otros países ni siquiera se atrevieron a mencionar en las reuniones del 15 y 16 de noviembre.
Eurolandia está oficialmente en recesión por primera vez desde el nacimiento de la moneda única. Parte del motivo es que sus países miembro se sintieron obligados a utilizar sus superávit monetarios para apoyar al dólar – y de ahí, el déficit presupuestario del Tesoro de EE.UU. – en lugar de apoyar sus propias economías interiores. Justo antes de volar a EE.UU. este fin de semana, el presidente francés Nicolás Sarkozy anunció su posición: «‘El dólar, que a fines de la Segunda Guerra Mundial, era la única moneda mundial, ya no puede pretender ser la única moneda mundial… Lo que era verdad en 1945, ya no puede ser verdad hoy en día.'» Señalar este hecho ya no es asunto de ‘coraje,’ sino de ‘sentido común'» El primer ministro italiano Silvio Bernusconi hizo un esfuerzo especial por defender a Rusia, criticando a EE.UU. por «provocar» a Moscú con su escudo de defensa de misiles. Pero el señor Paulson insistió en que la crisis financiera global no es «por culpa de ninguna nación.»
Los responsables estadounidenses prefirieron negar descaradamente lo evidente, incluyendo una nueva ola de proteccionismo estadounidense para la industria automovilística en lo que puede ser un anuncio del nacionalismo económico que vendrá. «Los banqueros se quejan de que los planes de rescate financiero decididos en muchos países deforman la competencia porque operan en términos muy diferentes, mientras otros dicen que los rescates que están siendo considerados para los fabricantes de coches en EE.UU. representan un esfuerzo clásico por proteger a campeones nacionales, lo que podría inspirar actos copiones en otros sitios.» Así lo dijo Krishna Goha en Financial Times, al describir por qué, cuando los ministros de finanzas del G-20 reafirmaron su apoyo al libre comercio, hablaban en gran parte con intenciones contradictorias.
Los últimos ocho años han demostrado la locura de imaginar que el mercado bursátil y los bienes raíces puedan suministrar tasas estables de rendimiento que se acumulen en aumentos exponenciales de ahorros, suficientes para pagar ingresos para jubilaciones y que enriquezcan a propietarios de casas y a pequeños inversionistas sin que realmente tengan que trabajar. Los gestores de inversiones anuncian «Deje que su dinero trabaje para usted,» pero sólo la gente trabaja realmente. Los rendimientos financieros son pagados en la forma de dominio sobre el poder laboral – trabajadores «cumpliendo una condena.» Lo que los bancos suministran es deuda, y permanece en su sitio después que se ha gastado la fuerza de la inflación de precios de activos y los precios del mercado caen por debajo de los pasivos para causar Patrimonio Negativo. Así operan las burbujas económicas. Pero si se escucha a los neoliberales de Wall Street, no es necesario pagar a los jubilados con lo que producido. El capitalismo financiero puede reemplazar al capitalismo industrial sin necesitar en absoluto una base económica «real.»
¿Quién vive de gorra?
¡Basta de condiciones materiales de producción! Todos podemos vivir libres si la ingeniería financiera reemplaza la ingeniería industrial. Ahora dicen que el Tesoro discute rescates para los emisores de tarjetas de crédito, haciéndose cargo de sus malas deudas. Presumiblemente los bancos incluso podrán cobrar al gobierno por la acumulación de exorbitantes emolumentos de penalización.
Los bancos y Wall Street amenazan con demoler la economía «declarándose en huelga» y al crear un apretón crediticio que obligue a ejecuciones hipotecarias y al colapso económico, si el Congreso y la Reserva federal no los salvan de sufrir pérdidas por sus malos préstamos y derivados financieros. Los extranjeros también deben tener un papel subordinado en este juego, o el propio sistema financiero internacional se derrumbará. Los clientes financieros tienen que absorber las pérdidas.
La reacción más razonable a esta postura desvergonzada puede ser devolver las funciones monetarias de la Reserva Federal al Tesoro de EE.UU. Es donde fueron dirigidas con gran éxito antes de 1913. En los años treinta el «Plan Chicago,» propuesto en las ruinas del sistema bancario y de los desmanes de Wall Street que agravaron la Gran Depresión, proponía que se convirtiera la banca comercial en bancos de ahorros de estilo clásico con reservas de un 100 por ciento. Una versión modernizada es presentada en la propuesta de una Ley de Reforma Monetaria por el Instituto Monetario Estadounidense, como una alternativa para las altas finanzas disfuncionales que los cabilderos de Wall Street han creado como una máquina Frankenstein de venta de deudas. La economía de EE.UU. ha estado viviendo de una combinación de reciclaje extranjero de dólares y de crédito bancario que han sido utilizados simplemente para «crear riqueza» inflando los precios de los activos, no mediante el financiamiento de nueva creación de capital.
Tal como han resultado las cosas, los bancos han quebrado haciendo esto. El Tesoro les ha dado billones de dólares de ayuda, e incluso más como ser favoritismo tributario especial, garantías para préstamos y para seguros de depósitos. Esto sólo puede continuar mientras los bancos puedan lograr que el inevitable colapso de los esquemas de interés compuesto parezca impensable. Ese intento es lo que condenó al fracaso las reuniones del G-20 de este fin de semana, y lo hará con cualquier gobierno de EE.UU. que trate de seguir sus pasos.
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Michael Hudson es colaborador regular de CounterPunch. Es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire. Para contactos escriba a: [email protected]