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Nueva arquitectura del pensamiento desde la educación

Fuentes: Rebelión

El modelo educativo que durante años se ha desarrollado en Venezuela, a pesar de los ajustes y revisiones de las cuales ha sido objeto, continúa formando profesionales para un sistema de explotación que luce saturado y agotado, que se enfrenta con todo a la nueva arquitectura de pensamiento que trata de surgir desde las bases, […]

El modelo educativo que durante años se ha desarrollado en Venezuela, a pesar de los ajustes y revisiones de las cuales ha sido objeto, continúa formando profesionales para un sistema de explotación que luce saturado y agotado, que se enfrenta con todo a la nueva arquitectura de pensamiento que trata de surgir desde las bases, con la participación de un sector educativo que ha logrado interpretar la necesidad del cambio, una nueva lógica. Las revisiones al currículo tratan de lograr la necesaria pertinencia entre el hacer y el pensar del sujeto social e histórico de este proceso, en contraposición a lo planteado por la estructura formal y acartonada de las algunas instituciones educativas, que demarcan claramente las fronteras entre el saber científico y el conocimiento vulgar. Estos claustros, han servido sólo para la conformación de gethos con tendencia entrópica, por la poca pertinencia de producciones investigativas que son realizadas puertas adentro y que sólo han servido para engrosar los currículos de expertos investigadores, cuyo objeto de estudio no muy a menudo es la real realidad social.

Pocos han entendido la necesidad de trabajar con las comunidades, haciéndolos participes en la conformación de sus propios modelos de desarrollo. Pocos han intentado escudriñar la forma de ajustar a las necesidades reales cualquier alternativa de solución o proyecto, como vía para una efectiva y eficiente relación escuela-comunidad. La institución educativa se ha observado como un laboratorio de hacer soluciones, preñado de eruditos que sin conocer la realidad se la imaginan, la modelan y según su propia apreciación, lo hacen muy bien. Por lo tanto, las comunidades han servido como campo experimental para la verificación de los modelos científicamente producidos, seguros de que la realidad se amolda a la teoría y no al contrario.

En este sentido, podríamos pensar que estos modelos fracasaron, pero la historia nos dice que no, por cuanto eran adecuados a lo que necesitaba el sistema. Esa concepción de escuela logró lo que se esperaba: castrar cada día más el potencial creador de las comunidades, del pueblo. Los resultados eran los esperados. Por ejemplo, en una intervención de Humberto Calderón Berti (presidente de PDVSA desde 1983 hasta 1984) en un programa de televisión, éste aseguraba que siendo presidente de PDVSA no recibía instrucciones de nadie acerca de lo que debía hacer, un periodista de otro canal que hacía referencia a esta entrevista decía, que no era necesario que le dijeran nada pues la programación de lo que él debía hacer, se la habían dado en la Universidad. Por está razón este modelo educativo, es el defendido por las elites de nuestra sociedad, puesto que garantiza su hegemonía y por ello a toda costa mantienen convencidos a un grupo minoritario que cree estar defendiendo sus derechos, cuando sólo entregan la patria.

No es nada fácil darse cuenta del error, es necesario entender el movimiento económico y político mundial, para comprender como se mueven los hilos internos que defienden posiciones contrarias a las del actual gobierno. Es necesario conocer que el proceso viene desde antes y que sus motores son supranacionales. No es de extrañar entonces, que en la experiencia de nuestros antepasados y la visión de si mismos implantada en sus mentes (lo cual aún persiste en nuestros días) les haya llevado a clasificarse como aptos y no aptos. Pero, ¿aptos para qué? El Estado se encargó de crear escuelas bajo este esquema, escuelas para obreros, universidades para los aptos. La división era realmente económica, de clases. Con la honrosa excepción de algún becado, o hijo de padres sacrificados para que el muchacho «llegara a ser alguien en la vida». Por cierto, una vez logrado el objetivo, no tardaban en olvidar su origen porque el sistema así lo requería. Los que no lo lograron, no eran nadie y poco importaba si tenían cédula o no. Por tal razón ni el sistema público de salud, debía funcionar correctamente para ellos. Por lo tanto, hasta antes de las reformas educativas, prevaleció un sistema educativo excluyente y privativo, que profundizó las diferencias de clase y una visión de un mundo sólo alcanzable para quienes «nacieron enmantillados», o encontrándose a «un príncipe azul», o ganando un premio en la lotería, o por herencia. Es decir, sólo para algunos, los más aptos.

Del mismo modo, existieron maestros para estas escuelas, amargados y cada vez menos interesados en cumplir con su deber, por cuanto el sistema no retribuía sino sus aspiraciones de cobrar algo quince y último. La escuela se volvió un resuelve, incluso para quienes no «podían», acceder a una educación superior en carreras largas como Medicina, derecho o ingeniería. Las madres les decían al «flojo», «con tal y encuentres aunque sea un cargo de maestro». El maestro dejó de ser importante y así su escuela.

Actualmente, ese no es el lugar ni el rol, que a nuestro juicio, tiene el educador, ni es la visión que se tiene del ciudadano. Para este proceso revolucionario, la educación está cambiando e intenta construirse con fortaleza desde el interés de las comunidades, desde sus necesidades más sentidas. No obstante en algunos sectores, sólo animados por su ceguera, por su opulencia y supuesta majestad, lo cual les impide ver el bosque, continúan construyendo barcos de papel en las aguas turbulentas del cambio. En este sentido, cabe la crítica ¿Por qué se forman ingenieros aeronáuticos sacando del campo a nuestros expertos agroecólogos? ¿Qué se está pensando al cometer tal barbaridad? El desarraigo propiciado por el viejo modelo escolar, alentó estas prácticas que han favorecido la fuga de talentos y ese es uno de los errores que en este proceso se requiere enmendar. A nuestros profesionales les hacen excelentes ofertas en el exterior para que se queden trabajando, sobre todo si realizan estudios a través de becas. El país financia sus estudios y otros los emplean.

Cosas que parecen pequeñas, como detalles de los cursos, sus contenidos, la distribución de las unidades crédito deben ser revisadas. Por ejemplo: el peso del inglés en la carrera de Educación Inicial sea de 6 unidades crédito y Lenguaje y comunicación tenga 2, parecen pequeñeces pero desde aquí hasta la pertinencia del currículo y las propias carreras, desde lo grande hasta el más mínimo detalle, aún se tiene mucho que revisar. Compartimos la visión del comandante Fidel Castro, cuando dice que «Nosotros no sólo debemos hablar inglés, debemos hablarlo mejor que los gringos» como un asunto estratégico. Sin embargo creemos, que no debe ser así antes de mejorar el castellano y que nuestras carreras deben parecerse a lo que nuestra sociedad necesita. No es una función de extensión lo que debe existir en la escuela, eso suena a que el conocimiento se comparte con la comunidad, cuando es la comunidad la que nos ofrece el conocimiento que debemos analizar, la construcción debe ser colectiva y la propiedad del conocimiento también.

Nos hicieron creer que progresar era lograr una carrera universitaria, que los peldaños de nuestra escalera de ascenso se formaban en la medida que comprobábamos nuestro absoluto saber ¿Hemos cambiado esa visión? Esta y otras reflexiones nos llevan a pensar que es necesaria una nueva arquitectura de pensamiento, para lograr una excelente relación entre quienes tenemos el honor de formar parte del equipo académico universitario y las comunidades donde se inserta nuestra institución, como un ciudadano más capaz de aportar y escuchar al otro, capaz de transformar nuestras ideas en la medida que la practica así lo exija, capaz de construir en colectivo lo sustentos teóricos del proceso bolivariano y los modelos productivos idóneos que reivindiquen la esencia creadora del hombre originario de nuestra tierra, la armonía con el ambiente y la justicia social.

La escuela de estos tiempos debe ser liberadora, pertinente, humanista. Debe por sobre todo fomentar y practicar los más elevados valores éticos y morales, debe legitimarse en la esperanza de la comunidad. En este sentido, la construcción social del conocimiento debe ser su máxima y el hombre de la Venezuela justa y solidaria, su más magnánime obra.

Mirla Sandoval Ci. 7.372.484 Prof. UNESR [email protected]