Los ciudadanos estadounidenses se hallan en la desagradable contradicción de vivir en el país más rico del mundo y a la vez padecer la constante incertidumbre de si los sorprende un desastre natural, una guerra o algún ataque terrorista, la administración federal no será capaz de resolver o apaciguar sus necesidades más perentorias. Un reciente […]
Los ciudadanos estadounidenses se hallan en la desagradable contradicción de vivir en el país más rico del mundo y a la vez padecer la constante incertidumbre de si los sorprende un desastre natural, una guerra o algún ataque terrorista, la administración federal no será capaz de resolver o apaciguar sus necesidades más perentorias.
Un reciente informe elevado al Congreso asegura que el gobierno no organizó una cadena de mando clara tras los huracanes que azotaron la costa del Golfo de México el pasado año, lo cual perjudicó las labores de socorro y reconstrucción.
El documento fue elaborado por la Oficina de Responsabilidades del Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés) y puntualizó que el gobierno aun no tiene planes y programas de entrenamiento suficientes para enfrentar catástrofes como el huracán Katrina del 29 de agosto.
La GAO, organismo investigador del Congreso, agrega que debido a la confusión interna, los funcionarios federales respondieron con indecisión y lentitud, sin comprender la magnitud de la catástrofe.
Según cifras aun sin precisar, al destruirse los diques que protegían la ciudad, las inundaciones provocan más de un millar de muertos y cerca de 3 000 todavía permanecen desaparecidas.
Después de casi seis meses de aquella tragedia, muchos residente de Nueva Orleans carecen de las más elementales necesidades y familias numerosas viven hacinadas en pequeños remolques-apartamentos.
El diario The New York Times denunció que cientos de miles de residentes están a la espera de los próximos pasos del Ejecutivo pues Luisiana es un estado pobre y no puede resolver el desastre causado a la ciudad de Nueva Orleáns y de otras que sufrieron los embates del Katrina.
Si esto ocurre en el empobrecido sur de la Unión, otro tanto ocurre en el norte, en Nueva York, anteriormente famosa por ser la ciudad de los impresionantes edificios y de los grandes negocios.
Después de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, Nueva York ha ido de mal en peor. Un estudio realizado por la Coalición de los Desamparados señaló que el problema es cada vez peor en la ciudad donde durante la última década se han reportado más casos de personas sin hogar que viven en las calles o albergues.
La Coalición denomina al último lustro como «los peores tiempo del desamparo desde la Gran Depresión».
Que en la ciudad insignia de Estados Unidos, el país más poderoso económicamente del mundo, la cantidad de desamparados aumente en la primera década de este siglo en 44 % es algo que indica el desinterés de la administración de George W. Bush por los ciudadanos pobres.
Junto a los desamparados aumentó también en un 55 % el número de niños sin hogar que tocaron a las puertas de los albergues en la década pasada.
A esto se suma que las escuelas públicas de la ciudad no han recibido los fondos federales bajo el plan «Que ningún niño quede rezagado» como fue prometido cuatro años atrás, de acuerdo a un informe divulgado por el congresista Anthony Weiner.
Según el congresista, el presidente y sus aliados republicanos le han fallado a los niños, maestros y escuelas, y ya es tiempo que Washington les otorgue lo que nos corresponde.
Datos oficiales reconocen que en toda la nación hay 36,5 millones de pobres, mientras 45 millones, o sea, casi uno de cada siete estadounidenses, no tiene seguro de salud. Actualmente, el sistema de atención primaria de salud esta al borde del colapso, señaló en un reciente documento el Colegio Americano de Médicos.
El aumento de la pobreza en Estados Unidos se ha hecho consustancial al sistema altamente de privatización neoliberal llevado a cabo en el país y que Washington, bajo enormes presiones, logró imponer en algunos países de Latinoamérica.
Ejemplos sobre la desproporción existente en el gigante norteamericano, sobran. En el último lustro, el crecimiento de las utilidades empresariales alcanzó el 60 %, mientras el aumento de los salarios en el mismo período solo fue del 7 %.
Las estadísticas señalan que el 1 % de los hogares más acaudalados del país, es dueño del 57 % de la riqueza empresarial.
La institución Estudio de Ingresos Luxemburgo tras realizar un análisis sobre 13 países con altos Producto Interno Bruto (PIB) clasificó a Estados Unidos como el tercero más desigual en la distribución de los ingresos.
Con estos datos reales resulta comprensible que los habitantes de Nueva Orleans y Nueva York no esperen una mejoría en sus deteriorados niveles de vida y que ciudadanos de otros estados y ciudades de la Unión no duermen tranquilos pensando que algún desastre natural pueda lanzarlos hacia una espiral de amargura y pobreza, sin que el gobierno federal les tienda una mano.