La Unión Europea ha propuesto una directiva que pretende facilitar la entrada de estos cerebros inmigrantes para salvar los futuros problemas que la economía europea tendrá que afrontar. La propuesta legislativa se llama «Tarjeta Azul». Europa conseguiría así su objetivo de pagar con la aportación de inmigrantes jóvenes las pensiones de una población envejecida. Esta […]
La Unión Europea ha propuesto una directiva que pretende facilitar la entrada de estos cerebros inmigrantes para salvar los futuros problemas que la economía europea tendrá que afrontar. La propuesta legislativa se llama «Tarjeta Azul». Europa conseguiría así su objetivo de pagar con la aportación de inmigrantes jóvenes las pensiones de una población envejecida.
Esta semana, la Unión Europea ha propuesto una directiva que pretende facilitar la entrada de estos cerebros inmigrantes para salvar los futuros problemas que la economía europea tendrá que afrontar. La propuesta legislativa se llama tarjeta azul y obliga a los países a ofrecer buenos sueldos (al menos tres veces el salario mínimo del país de origen). Los trabajadores serán admitidos en menos de 30 días, hasta 60 en casos extraordinarios, y a sus consortes se les concederá automáticamente un permiso de trabajo. Los portadores de la tarjeta azul podrán además trabajar en cualquier país de la UE una vez que hayan pasado dos años desde su contratación. Europa conseguiría así su objetivo de pagar con la aportación de inmigrantes jóvenes las pensiones de una población envejecida.
En el trabajo «¿Fichaje de inmigrantes o fuga de cerebros?», publicado en El País, se denuncia estos contratos de jóvenes universitarios cualificados como si fueran futbolistas. Pero muchos países en vías de desarrollo acusan a Occidente de promover la fuga de cerebros y ejercer una nueva suerte de colonialismo explotando ahora los recursos humanos más capacitados. Cada año, miles de profesionales especializados -ingenieros, economistas, informáticos, médicos, investigadores- abandonan los países del Sur, seducidos por las mejores oportunidades laborales, los altos salarios y unas condiciones de vida más atractivas. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la huida de capital humano ha ido a más con el paso de los años. En el caso de África, más 20.000 personas cualificadas abandonan el continente cada año. El 35% de los que se fueron, nunca regresaron.
Philip Emeagwali, ganador del Gordon Bell, algo así como el Nobel en computación, considera que el trabajo de los científicos, académicos e intelectuales africanos es indispensable. «Los que consigan la tarjeta azul serán los que lideren la lucha contra el sida», asegura. «Hasta que los hombres de ideas, los verdaderos senadores de África, no vuelvan a casa, el renacimiento africano y la lucha contra la pobreza serán sólo lemas vacíos. Si no se incrementa el capital del continente, África seguirá siendo irrelevante en el siglo XXI y más allá del mismo», afirma.
Pero, el mismo Emeagwali, es uno de los que no se plantean el regreso a Nigeria porque eso les impediría seguir investigando. Otros, como el ingeniero indio V.S Mani, residente en Nueva York desde los años 80, porque están tan adaptados a la vida occidental que el regreso sólo les supone un paso hacia atrás. Mientras que el biólogo mexicano Siro Rico, investigador en Madrid, sostiene que la ciencia es internacional y que no deberían de existir fronteras para sus logros. Unos 20 millones de indios viven en el extranjero. La riqueza que generan es igual al 35% del producto interior bruto del país que les educó, pero de todo ese caudal no se beneficia India. El gobierno indio intenta que participen en el boom económico del país. «La gente más capacitada se educa con dinero público y se van a aplicar sus conocimientos a otro país», explica Rupa Chanda, directora del Instituto Indio de Dirección, en Bangalore, una especie de Silicon Valley indio que pretende crear las condiciones adecuadas para que sus cerebros regresen. Como está haciendo China con enorme éxito.
Chanda señala que son las instituciones públicas y las zonas rurales las que más sufren las consecuencias de la huida de sus técnicos y científicos estrella, sobre todo con la contratación de médicos. «Las zonas más pobres son las que quedan más desprotegidas», comenta. Chanda, que tras estudiar en Harvard regresó a India, hace autocrítica y subraya la necesidad de que su país siembre el campo para que los nuevos investigadores quieran quedarse. «No sólo es cuestión de dinero. Hay que crear condiciones para que tengan calidad de vida. La gente tiene que sentirse a gusto en sus trabajos», concluye. Aún así, el caso de India quizá sea uno de los que mejor ejemplifica las tesis de quienes defienden la contratación de inmigrantes cualificados. No sólo por el hecho de que muchos de ellos estén regresando, sino porque durante los últimos años los inmigrantes han enviado en remesas millones de dólares. El actual crecimiento de la economía india debe mucho a los emigrantes que salieron entre los años 60 y 70. Muchos de ellos han conseguido contratos millonarios para India y han ayudado a construir escuelas en las que se forman los prestigiosos técnicos del país reclamados por las empresas occidentales. Recordemos que las remesas de dinero de los emigrantes, cualificados y los que no lo son, a sus países se acercó a 200.000 millones de dólares en todo el planeta. www.ecoportal.net
* Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS