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Nuevo escenario tras el entierro de Doha

Fuentes: IPS Noticias

La embestida de las dos economías más pujantes del mundo, China e India, contra una tercera con su primacía amenazada, Estados Unidos, no sólo sepultó la última tentativa por salvar la Ronda de Doha sino que evidenció los cambios producidos en el equilibrio de poderes desde la instalación de la OMC, en 1995. El intento […]

La embestida de las dos economías más pujantes del mundo, China e India, contra una tercera con su primacía amenazada, Estados Unidos, no sólo sepultó la última tentativa por salvar la Ronda de Doha sino que evidenció los cambios producidos en el equilibrio de poderes desde la instalación de la OMC, en 1995.

El intento de la OMC (Organización Mundial del Comercio) de concertar un acuerdo, que concluyera casi siete años de negociaciones en aras de una mayor liberalización del comercio, se derrumbó el 29 de julio en Ginebra a causa, principalmente, de las diferencias entre esos tres países.

Nunca antes en el sistema multilateral de comercio, algún país en forma individual había desafiado de esta manera a Estados Unidos y menos hasta el extremo de forzarlo a una frustración.

Ese desenlace fue posible por un cambio registrado entre los actores que debatieron hasta último momento, en esta ciudad suiza sede de la OMC, la suerte de la Ronda de Doha.

En las épocas de la anterior rueda de negociaciones globales, la Ronda Uruguay (1986-1994), las decisiones clave se adoptaban en un grupo selecto llamado el «Cuadrilátero», que integraban Canadá, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea.

Esta vez, durante la conferencia de ministros de unos 30 países celebrada del 21 al 29 de julio, esa instancia especial de negociación se ensanchó con el ingreso de Australia, Brasil, China e India, aunque ya la exclusión de Canadá hizo que el nuevo ámbito pasara a llamarse Grupo de los siete (G-7).

Pero la mayor diferencia, con respecto a otras reuniones de la OMC, ha sido la inclusión de China en el órgano principal de decisiones, observó a IPS la representante del Instituto sobre Políticas Agrícolas y Comerciales (IATP, por sus siglas en inglés), Anne-Laure Constantin.

Este cambio ha sido importante porque China es un país muy específico, pues no necesitaba del acuerdo, finalmente frustrado, para mejorar su balanza de intercambio o para beneficiarse más con el comercio, razonó.

Un ministro de un país latinoamericano, que prefirió reservar su nombre, comentó que en la esfera del equilibrio en la OMC el hecho más saliente de la pasada reunión ministerial ha sido que «China abandonó su bajo perfil»

Beijing dio ese paso bajo la presión de Estados Unidos, que pretendía ver a la nación asiática más comprometida en las negociaciones, opinó Constantin.

El gobierno chino obtuvo el ingreso a la OMC durante la cuarta conferencia ministerial celebrada en noviembre de 2001 en Doha, la capital de Qatar, precisamente cuando se lanzó la ronda.

China se había resistido a involucrarse en el núcleo duro de las negociaciones mientras se escudaba en su carácter de miembro de reciente adhesión, una categoría que la OMC reconoce sus nuevos adherentes y que premia con trato más favorable, como los períodos más extensos para la aplicación de los acuerdos comerciales.

Constantin supone que India también convenció a Beijing, pues necesitaba un aliado que compartiera sus posiciones defensivas en agricultura.

La representación china irrumpió en el G-7 con fuerza y estableció de inmediato diferencias, señalo Romain Benicchio, representante en Ginebra de Oxfam Internacional. En particular sostuvo una posición extrema en la cuestión aranceles sobre el algodón, dijo.

Unas 140 millones de personas dependen en China de la explotación del algodón en todas sus fases, apuntó el experto de Oxfam.

La otra novedad ha sido la consolidación de India como líder de los países en desarrollo más pobres que defienden a los agricultores de subsistencia.

El ministro de Comercio de India, Kamal Nath, llevó a Estados Unidos casi hasta posiciones de bloqueo de las negociaciones por su oposición a la iniciativa de reconocer a los países en desarrollo, agrupados en el Grupo de los 33 (G-33), el derecho a aplicar un mecanismo de salvaguardias especiales para protegerse de aumentos imprevistos de importaciones agrícolas.

El rechazo de Estados Unidos a esas salvaguardias fue finalmente el detonante del derrumbe de las negociaciones.

Respecto de Brasil, Constantin observó que era probablemente uno de los países que más se hubieran beneficiado con el modelo de acuerdo de Doha que se venía diseñando en los últimos.

Benicchio indicó que la posición de Brasil en la última conferencia de la OMC «es difícil de desentrañar». Tradicionalmente lideró una gran coalición de países en desarrollo, pero en esta ocasión «no se los escuchó mucho», estimó.

Ahora debe haber «una gran diferencia en sus intereses», dedujo.

Constantin comparó la actitud de Brasil en la quinta conferencia ministerial de la OMC, realizada en 2003 en el sudoriental balneario mexicano de Cancún, con la de esta semana en Ginebra.

En Cancún, la delegación brasileña fue más defensiva y más radical en el impulso de la causa de los países en desarrollo, comentó la experta de IATP.

Por el contrario, en esta reunión ministerial de Ginebra, tal vez sintiendo que se jugaban las últimas cartas de Doha, Brasil se mostró más dispuesto a hacer concesiones y a permitir que Estados Unidos continúe con sus subvenciones que distorsionan el comercio agrícola, reflexionó.

Igualmente puede ser que Brasil ahora haya sido más realista respecto de lo que Estados Unidos podía hacer, arriesgó Constantin.

El Grupo de los 20 (G-20), creado en Cancún por países en desarrollo con algunas afinidades en las negociaciones sobre agricultura, sufrió sacudones con la finalización frustrada de la conferencia ministerial reducida de Ginebra.

Aunque no hayan chocado directamente, Brasil e India estuvieron enfrentados en el momento de adoptar las decisiones que finalmente condujeron al fracaso de la Ronda de Doha.

Brasil no acompañó a India en la defensa de sus posiciones agrícolas y quedó alineado junto a Estados Unidos, la Unión Europea, Australia y Japón, todas naciones industrializadas.

El ministro Nath y el canciller brasileño Celso Amorim trataron de demostrar que las diferencias no han quebrado al G-20, al exhibirse en actitudes amistosas ante los medios de comunicación al término de la fallida conferencia.

A su vez, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Jorge Taiana, declaró a IPS que «el tiempo va a decir» si algunas alianzas salen maltrechas de la conferencia de Ginebra.

Argentina también quedó descolocada porque Brasil, su socio en el Mercado Común del Sur (Mercosur) y en el G-20, no lo apoyó en la negociación sobre productos industriales.

«La solidaridad brasileña con Argentina es eterna», repitió varias veces en Ginebra el propio Amorim, quien empero afronta en su país las críticas de algunos sectores que cuestionan su política de alianzas con países en desarrollo.

José Botafogo Gonçalvez, un prestigioso diplomático que preside el Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI), criticó esta semana el diagnóstico del presidente de su país, Luiz Inácio Lula da Silva, de que en la OMC hay una confrontación entre países ricos y pobres.

Por el contrario, nuestros rivales ya no son más los países industrializados sino los países en desarrollo, sostuvo Botafogo en una entrevista periodística.

Lo que interesa actualmente a Brasil es el mercado agrícola asiático, especialmente de India y China, dijo. Es que Brasil exporta ahora manufacturas a Estados Unidos e importa esos mismos bienes de ese país, apuntó. La relación de «comercio imperialista» que tenemos hoy es con China, no con Estados Unidos, insistió el experimentado diplomático.