Empezó a rodar por América la bola de nieve de la revolución; ya no es una cuestión de ideas de un gobierno en búsqueda de nuevos esquemas, es acción y reacción en el conglomerado americano. Todo gracias a la fisura producto del resquebrajamiento del sistema de capitalismo salvaje que ha practicado el totalitarismo imperial y […]
Empezó a rodar por América la bola de nieve de la revolución; ya no es una cuestión de ideas de un gobierno en búsqueda de nuevos esquemas, es acción y reacción en el conglomerado americano. Todo gracias a la fisura producto del resquebrajamiento del sistema de capitalismo salvaje que ha practicado el totalitarismo imperial y que bien fue aprovechada por el presidente venezolano Hugo Chávez para darle luz a la esperanza de los pueblos latinoamericanos oprimidos en lo económico y en lo moral. Ahora el compromiso es mayor para los venezolanos, un error sería fatal para la quinta parte del planeta, pero Venezuela apenas comienza el proceso de transformación del Estado, y es en este país donde se espera el mayor los éxitos gracias a las condiciones económicas que permiten a su gobierno experimentar políticas que luego puedan exportarse al resto del mundo americano.
Pero quizás sea allí donde tenga dicho proceso revolucionario su mayor debilidad, pues para implementar un nuevo socialismo el individuo debe tener un corazón fresco y una mirada periférica social, sin ortodoxias del viejo comunismo ni las vejaciones salvajes del capitalismo neoliberal. En otras palabras poner en práctica el humanismo puro y ancestral que yace en la memoria étnica de nuestros pueblos. Hace 5000 años en las aldeas americanas no existían huérfanos ni excluidos, el Estado era conformado por el consejo de ancianos, el Piache y el Jefe Cazador o Guerrero, y la OEA de hoy fue siempre el Consejo de las Tribus, así vivieron durante 6400 años y bien pudieron evolucionar tecnológicamente sin perjudicar la ecología del planeta.
En algún lugar de la Biblia se da a entender que quién dirigiese a su pueblo hacia la tierra prometida está condenado a no verla, más adelante alguien sentenció que la revolución se traga a sus hijos, nosotros decimos que hay algunos hijos que podrían tragarse a la revolución. Para el 2021 los que ahora edificamos la ideología del proceso tendremos un promedio de 75 años. ¿Qué estamos haciendo para fomentar el Nuevo Humano? En las recientes elecciones de Venezuela aun cuando bajó de manera notable el índice de abstención hubo un visible incremento en el porcentaje de jóvenes que no ejerció el voto, aun cuando hubo campañas donde se ofrecían fiestas y caravanas de regetón para que se inscribieran en el registro electoral pero no hubo efectividad alguna en lograr que votaran y mucho menos que se involucraran con el proceso político actual.
La política sigue estando en manos de unos pocos tocados por la cancerigena educación de la IV república. Soldados que en su momento enfrentaron con la vida misma las vicisitudes de la lucha contra la resistencia de las viejas oligarquías y que hoy ocupan puestos claves en la gerencia del gobierno, al mejor estilo romano el general entra a Roma con sus legiones y se corona emperador. Hay emperadores en alcaldías, ministerios y hasta en porterías de los edificios públicos, mientras nuestros hijos beneficiarios de la revolución son los reyes del Chat y el nintendo. Nada sería más peligroso una revolución transgénica cuyo fruto sea fuerte pero la semilla no germine.
En China Mao revolucionó al país, reforma agraria, industrial y salud; el pueblo empezó a retomar el campo con sentido común en función de todos y el hambre tomó sus maletas, las mujeres se cortaron sus cabellos para amasarlos con barro y edificar los hornos para el acero que surgía en cada aldea, la vacunación fue total y la limpieza en los hogares se convirtió en una cuestión de Estado, literalmente Mao pidió al pueblo que tumbara montañas y desviara ríos con sus propias manos y el pueblo cumplió, un día Mao se lanzó a las frías aguas que atraviesan China y tras él, el ejército y el pueblo nadó por el puro placer de apoyar al líder, el libro rojo era el código en la revolución del siglo XX, pero los jóvenes se adoctrinaron para obedecer ciegamente al partido y terminaron destruyéndolo y a la muerte del líder en diez años ya China era Capitalista y sus clubes nocturnos bien saben ser sucursales de la cultura gringa.
En esta revolución del siglo XXI el Estado debe transformarse en si mismo, reformar las estructuras del poder político, cambiando espadas por arados pero en campos de dignidad social, reducir la burocracia sin disminuir la eficiencia, que las compensaciones de seguridad social sean más atractivas que las comisiones de los intermediarios entre el gobierno y el pueblo, trabajo es lo que hay que dar y su valor al trabajo, un valor que se exprese, más que en moneda, en la mayor suma de felicidad posible, felicidad radicada en la paz y la salud con dignidad y amor, un amor integral al derecho ajeno y las diferencias que nos hacen un pueblo americano que bien describió Bolívar en Angostura, y así los hijos de la revolución podrán gozar del planeta que soñaron para nosotros nuestros ancestros y que hoy casi fenece en nuestras manos si no prendemos los motores del socialismo del siglo XXI.