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Obama se acordó de enfrentar a Wall Street

Fuentes: Página 12

La promesa incumplida de reformular el sistema financiero y los costos políticos de no hacerlo llevaron al presidente de Estados Unidos a promover ahora cambios estructurales sobre la banca. Luego de más de un año de promesas incumplidas y en un nuevo intento por recuperar imagen pública, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, […]

La promesa incumplida de reformular el sistema financiero y los costos políticos de no hacerlo llevaron al presidente de Estados Unidos a promover ahora cambios estructurales sobre la banca.

Luego de más de un año de promesas incumplidas y en un nuevo intento por recuperar imagen pública, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, decidió enfrentar a Wall Street. El mandatario anunció ayer un proyecto para limitar el tamaño y el abanico de actividades de los holdings bancarios, con el objetivo de evitar que continúen tomando riesgo con dinero de los ahorristas.
 
«Nunca más los contribuyentes estadounidenses serán rehenes de un banco que sea demasiado grande como para presentar quiebra», prometió. Obama pretende revertir su actual debilidad política enfocando sus esfuerzos a controlar al sector que causó la crisis internacional y que, a partir de ayudas del Estado, logró recuperarse.
 
Esos mismos bancos volvieron a negociar activos de riesgo como si nada hubiera pasado, mientras los ciudadanos aún sufren el desempleo y la caída de sus salarios, entre otras consecuencias de la crisis. Si bien la Cámara de Representantes y el Senado estudian sendas propuestas de reforma financiera, los dichos de Obama plantean puntos esenciales sobre los cuales la Casa Blanca decidió avanzar. La intención del gobierno es que los grupos financieros orienten sus negocios como banca comercial o de inversión, sin cruzar esa frontera. Se trata de una medida de características similares a la Ley Bancaria de 1933 (o Ley Glass-Steagall), con la que Franklin Roosevelt comenzó a sacar al país de la crisis del ’30.
 
La pérdida esta semana de un legislador demócrata y, por ende, de la mayoría especial en el Senado, fue el detonante para que el presidente Obama saliera a mostrarse proactivo y en línea con el pedido de la ciudadanía norteamericana. Los salvavidas financieros que continuó lanzando su administración a los grandes bancos se convirtieron paulatinamente en un lastre a su imagen pública. Los holding financieros, que debieron ser rescatados para evitar sus quiebras, recibieron el dinero del gobierno sin mayores condicionalidades. Una vez que se volvieron solventes, continuaron con sus negocios especulativos. La Bolsa neoyorquina alcanzó nuevamente niveles record y algunos analistas alertan sobre la formación de una nueva burbuja financiera.
 
Por su parte, la actividad productiva continúa débil, el empleo no logra recuperarse y el precio de las viviendas sigue desplomándose. Mientras los bancos giraron utilidades el año pasado por volúmenes por encima del período pre crisis, el desempleo ronda los dos dígitos. Encima, en los últimos días se conoció que las entidades ajustaron la tasa de interés que cobran a sus clientes por el uso de sus tarjetas de crédito. Se critica además que el dinero que se utilizó en los salvatajes es irrecuperable, ya que no se estableció un mecanismo para su devolución. La contradicción que aparece en la política de Obama es que haya designado ejecutivos en el directorio de las automotrices rescatadas, y no haya hecho lo mismo con los holding bancarios. Además, en la Casa Blanca molestó que representantes de los principales grupos bancarios hayan rechazado la invitación del mandatario para una reunión con los principales referentes del sector para consensuar una estrategia que busque evitar nuevas crisis bancarias.
 
Todo eso llevó a que los bancos se conviertan en el vehículo para que el mandatario recupere su popularidad antes de las elecciones legislativas que tendrán lugar en noviembre próximo. A pesar de que el Congreso norteamericano analiza en ambas cámaras una reforma del sistema financiero, Obama presentó una pelea personal a Wall Street. Acompañado de Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal y asesor económico del mandatario, anunció que limitará el accionar y la estructura de negocios de los bancos. «Obama entendió que estaba pagando el costo político de los rescates y tuvo que mostrar a su electorado que tomaba decisiones drásticas», opinó a Página/12 el economista Eugenio Díaz Bonilla, radicado en Washington.
 
Obama aseguró que, a pesar de que el sistema financiero «es ahora mucho más sólido que hace un año, sigue operando exactamente bajo las mismas reglas que lo llevaron al borde del colapso». «Mi decisión de reformar el sistema se ve fortalecida cuando veo un retorno a las viejas prácticas y a algunas de esas empresas oponerse a la reforma», agregó. El proyecto de ley de la Casa Blanca obligará a las empresas a enfocar sus negocios hacia una sola actividad: inmobiliaria, negociación bursátil o actividades comerciales. En el caso de la banca comercial, las entidades contarán con asistencia de la Reserva Federal, mientras que les retirará el apoyo si se vuelcan a negocios financieros. «El anuncio es nuevo y viejo a la vez, ya que tiene muchas similitudes con el plan que utilizó Roosevelt después del crac del ’29», explicó Bonilla.
 
«Lo que se anunció es un relanzamiento de su estrategia para reformar el sistema financiero, porque es lo que la gente está pidiendo», interpretó ante este diario el economista José Siaba Serrate. De hecho, las palabras de Obama sorprendieron al mercado debido a que, a más de un año de la bancarrota de Lehman Brothers, todavía sigue pendiente la «refundación del sistema financiero» que había prometido apenas asumió el cargo. Hasta el momento, las regulaciones fueron superfluas y, en muchos casos, en la dirección equivocada. En enero del año pasado reveló un plan de ayuda financiera por dos billones de dólares, con el objetivo de absorber los activos tóxicos de los bancos y restaurar el crédito. El Congreso aprobó también un paquete de estímulo de Obama de 787 mil millones de dólares.
 
Sin embargo, los bancos que sobrevivieron con dólares de fondos públicos no atomizaron sus actividades. Por el contrario, ostentan actualmente una estructura todavía más grande y concentrada que antes de la quiebra de Lehman Brothers. Por eso Volcker impulsó restaurar las reglas adoptadas durante la Gran Depresión, que separaban las operaciones de comercio bancario de las inversiones bursátiles, dejadas luego de lado por años de desregulación financiera.
 
La comparación entre la actual crisis y la del ’30 es inevitable. Hay rasgos parecidos, salvo «por la política súper expansiva que llevó a cabo la actual administración», reflexionó Díaz Bonilla. No bien asumió, Roosevelt encaró una serie de reformas para sacar a la economía de ese país de la depresión. Entre las medidas que se lanzaron durante el New Deal, se destaca la Ley Bancaria. Esta norma forzaba la separación de la actividad bancaria de la bursátil. Creaba un sistema bancario conformado por bancos nacionales, estatales y bancos locales. Para evitar una competencia desleal entre ellos se aplicó la ley antimonopolio. Luego estas entidades fueron vetadas de participar en los manejos de los fondos de pensiones. En esa época se creó una comisión de vigilancia autónoma, la Securities and Exchange Commission (SEC), precisamente la que setenta años después no logró anticipar la crisis actual.