Das Ganze es más dilatado que el sistema teórico en sentido formal; das Ganze de Marx es más hegeliano que ricardiano. Por eso no cabe satisfactoriamente en el marco de la teoría en sentido formal, y admite mucho mejor la categoría histórico-doctrinal para la que Schumpeter introdujo el término «visión», menos comprometido con estructuras y […]
Das Ganze es más dilatado que el sistema teórico en sentido formal; das Ganze de Marx es más hegeliano que ricardiano. Por eso no cabe satisfactoriamente en el marco de la teoría en sentido formal, y admite mucho mejor la categoría histórico-doctrinal para la que Schumpeter introdujo el término «visión», menos comprometido con estructuras y formalidades, o también la categoría kuhniana de «paradigma» como en seguida notaron los economistas norteamericanos de tendencia marxista o radical, los cuales han sido probablemente la claque más entusiasta del éxito del ensayo de Kuhn de 1962…
Manuel Sacristán (1978), «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia».
El plano más o menos resueltamente especulativo en el que se dirimen a menudo controversias como la de la sociobiología ha llevado incluso a historiadores de la ciencia de inspiración kuhniana a tratar la cuestión con categorías propias de una historia de las marcas comerciales. Así, D. L. Hull, tras estimar que el fracaso de la frenología y el éxito del darwinismo en el siglo XIX se debió a que el segundo fue capaz de seguir dando su nombre a conceptos y tesis que no tenían ya casi nada que ver con sus posiciones iniciales, mientras que la frenología no mostró esa flexible capacidad de «hacer trampa», aconseja a los sociobiólogos que, para ganar su controversia, se preocupen sobre todo de seguir llamando sociobiología a cualquier revisión de sus premisas, por destructiva que sea.
Manuel Sacristán (1981), «Sobre los problemas presentemente percibidos en la relación entre la sociedad y la naturaleza y sus consecuencias en la filosofía de las ciencias sociales. Un esquema de discusión»
De una de la carpetas de resúmenes depositadas en Reserva de la Universidad de Barcelona, se siguen presentando en esta segunda entrega las anotaciones de lectura de Sacristán -no fechadas pero probablemente de 1976 o 1977- sobre el clásico de metodología e historia de la ciencia de Thomas S. Kuhn. Sacristán cita por la edición inglesa (Chicago and London, The University of Chicago Press, (1962)), aquí se da normalmente su propia versión castellana, no escrita obviamente para su publicación sino como material de trabajo.
Una lectora me ha preguntado por la existencia de comentarios de Sacristán sobre otras obras de Kuhn. Si no ando errado, Sacristán anotó los primeros capítulos de La tensión esencial y las aportaciones de Kuhn al congreso de filosofía e historia de la ciencia de 1965. Las observaciones al primer trabajo se darán en la 3ª y última entrega de estos materiales, junto con sus comentarios a trabajos de la corriente estructuralista (Carlos Ulises-Moulines, Exploraciones metacientíficas). En otro entrega posterior, se presentarán sus comentarios a gran parte de los trabajos incluidos en La crítica y el desarrollo del conocimiento científico, volumen publicado precisamente en castellano en «Teoría y realidad», una colección dirigida por Jacobo Muñoz en años años setenta para Grijalbo.
*
IX. «Naturaleza y necesidad de las revoluciones científicas».
1. «…las revoluciones científicas se consideran aquí como aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado completamente o en parte por otro nuevo e incompatible».
¡Caramba!, ¿qué será incompatibilidad en parte?
2. Justificación del término ‘revolución’ por dialéctica. Dos paralelismos con revolución científica: el primero es la consciencia del mal funcionamiento de lo instituido.
«Pero el paralelismo tiene un aspecto segundo y más profundo del que depende la importancia del primero. Las revoluciones políticas aspiran a cambiar las instituciones políticas de modos excluidos por éstas mismas. Por eso su éxito exige el abandono parcial de un conjunto de instituciones en favor de otro y, mientras no ocurre eso, la sociedad no está enteramente gobernada por ninguna institución» (pp. 150-151; p. 92).
3. Profundización general de la analogía:
«El resto de este ensayo está dedicado a demostrar que el estudio histórico del cambio de paradigmas revela características muy parecidas (a las de las revoluciones políticas) en la evolución de las ciencias. Al igual que la elección entre instituciones políticas en competición, la elección entre paradigmas competidores resulta ser una elección entre modos incompatibles de vida en común. Y por tener ese carácter la elección no está ni puede estar determinada meramente por los procedimientos de estimación característicos de la ciencia normal, pues estos criterios dependen en parte de un paradigma determinado, y ese paradigma es precisamente lo que se discute. Cuando, como es inevitable, los paradigmas intervienen en una discusión sobre paradigmas, su función es necesariamente circular. Cada grupo utiliza su propio paradigma para argüir en defensa del mismo».
Circularidad y persuasión, incluida violencia, y también razonamiento plausible.
Desde luego que la circularidad resultante no destruye la corrección ni siquiera la eficacia de los argumentos. El hombre que presupone un paradigma mientras está arguyendo en defensa de éste puede, a pesar de ello, suministrar una imagen clara de lo que será la práctica científica para los que doten la nueva visión de la naturaleza. Esa exposición puede ser inmensamente persuasiva, y a menudo incluso consistente. Pero, cualquiera que sea su fuerza, el estatuto del argumento circular es estrictamente el de la persuasión. No puede convertirse en lógicamente ni siquiera probabilísticamente constringente para los que se nieguen a meterse de un salto en el círculo, pues las premisas y los valores compartidos por las partes en un debate sobre paradigmas no son lo suficientemente amplios como para eso.
En este contexto, por lo tanto, Kuhn niega implícitamente que haya un paradigma general «ciencia».
Ocurre en la elección de paradigma lo mismo que en las revoluciones políticas: que no hay ningún criterio más alto que el consenso de la población pertinente» (pp. 151-152; p. 93)
4. Consecuencia metodológica para su investigación:
«Por lo tanto, para descubrir cómo se realizan las revoluciones científicas habremos de examinar no sólo la influencia de la naturaleza y de la lógica, sino también las técnicas de la argumentación suasoria eficaz dentro de los grupos más bien especiales que constituyen la población de los científicos» (p. 153; p. 93) [Cursiva de MSL].
5. La lógica y el experimento solos no pueden resolver el problema de la elección de paradigma (p. 153; p. 93).
6. La historia de la ciencia no es acumulativa (p. 154; p. 94)
Es posible que lo que le hace ser aquí tan tajante sea la falta de una dialéctica de la cantidad y la cualidad. También tiene su función en esa radical negación de acumulación, su noción (en este contexto) muy inmanentista y formal de «conocimiento». Porque escribe que si fuera verdadera la comprensión por acumulación, en la evolución de la ciencia conocimiento nuevo substituiría a ignorancia, no a conocimiento de otra clase incompatible con él (p. 94). Lo menos que se puede decir es que la incompatibilidad de que aquí se trata, siendo muy técnica, presupone, salvo en casos especiales (Copérnico), un uso muy poco vital de «conocimiento».
7. No hay descubrimiento sin destrucción de paradigma:
«Los ejemplos de descubrimientos por medio de la destrucción de un paradigma que mencionamos en la sección VI no nos enfrentan a un simple accidente histórico. No existe ningún otro modo efectivo en que pudieran generarse los descubrimientos» (p. 156; p. 96).
El exceso es aquí patente: la idea de que el descubrimiento sólo puede darse por destrucción de paradigma implica que los hallazgos de Neptuno y Plutón no fueron descubrimientos, sino simples soluciones de rompecabezas dados de antemano. El idealismo es patente. Kuhn entiende por descubrimiento, descubrimiento con invención de construcción teórica.
8. No hay invención sin destrucción de paradigma (p. 157; p. 96). En realidad, como ya se apunta en el caso del descubrimiento, Kuhn hace aquí círculo vicioso: define «invención de teorías» por «invención de nuevos paradigmas»:
«Sólo cuando los intentos de articulación (de nuevos fenómenos) fracasan encuentran los científicos el tercer tipo de fenómenos, las anomalías reconocidas como tales, cuyo rasgo característico es su tenaz resistencia a ser asimiladas a paradigmas existentes. Este es el único tipo que da lugar a nuevas teorías. Los paradigmas suministran a todos los fenómenos, excepto las anomalías, un lugar en el campo de visión del científico, y ese lugar está determinado por la teoría» (p. 157; p. 96)
Es un espléndido ejemplo de la tesis de Lazerowitz.
9. Se plantea entonces la cuestión de las teorías que «parecen» recoger teorías anteriores de las que él llamaría incompatibles, porque son fruto de otro paradigma. Sostiene la incompatibilidad lógica, o sea, la no integración. Se enfrenta entonces con un caso ejemplar de lo contrario: la noción de conservación de la energía:
«Incluso una teoría como la de la conservación de la energía, que hoy parece una superestructura lógica que se relaciona con la naturaleza simplemente a través de teorías establecidas con independencia de ella, ha tenido que desarrollarse históricamente mediante la destrucción de paradigma. Surgió de una crisis, ingrediente esencial de la cual fue la incompatibilidad de la dinámica newtoniana con algunas consecuencias recientemente formuladas de la teoría calórica de los fenómenos térmicos. Sólo cuando la teoría del calórico hubo sido desechada pudo convertirse la conservación de la energía en parte de la ciencia. Y sólo una vez que hubo sido parte de la ciencia durante cierto tiempo pudo parecer teoría de un tipo lógicamente superior, una teoría sin conflicto con sus predecesoras. Es difícil comprender cómo podrían originarse teorías nuevas sin estos cambios destructivos de creencias acerca de «la naturaleza»» (pp. 157-158; pp. 96-97).
Pero, como, de hecho, no puede negar la inclusión lógica de las teorías previas en la tesis general de la conservación de la energía, concede o complica su tesis mucho. Escribe, en efecto, tras punto y seguido:
«Aunque la inclusión lógica sigue siendo una concepción admisible de la relación entre teorías científicas sucesivas, es una implausibilidad histórica» (p. 158; p 97).
«Implausibilidad histórica» quiere decir primariamente aquí «psicológica». A través del psiquismo, las determinaciones culturales superiores, la culturales propiamente dichas y la base. Es «histórica» usado en el sentido más positivista o neokantiano, culturalista.
10. Polémica con lo que considera neopositivismo, a propósito del ejemplo dinámica newtoniana-dinámica relativista. Usa el par ‘right / wrong’. Pero ese par alude a un «paradigma» teoría científica, común a ambas dinámicas y no, por ejemplo, a la explicación del movimiento por un alma de las cosas (¿Tales?), explicación que es de verdad dispar con las otras dos. El tipo de comparación entre la explicación animista del movimiento y la relativista no es el mismo de la comparación entre la teoría relativista del movimiento y la newtoniana.
11. Se enfrenta con la objeción de que la dinámica relativista no falsa la newtoniana, sino en versiones imprudentes de ésta que la afirmen válida incluso para velocidades próximas a la de la luz. Kuhn contraargumenta que por esa vía de restricción se puede mantener incluso la química del flogisto (pp. 160-161; pp.98-99). Y así es [Nota posterior manuscrita de MSL no fechada: Hoy no lo creo].
Pero en el segundo ejemplo las restricciones son tan enormes que, a diferencia de la mecánica newtoniana -que sigue siendo útil, después de Einstein, incluso para «pequeñas» velocidades-, la química del flogístico no sirve para nada después de Lavoisier. Kuhn olvida completamente la función de los problemas sugeridos por la naturaleza o la práctica, que fuerzan la teoría existente, y olvida los criterios de simplicidad y regularidad. Así como la inclusión lógica. Todos estos criterios justifican el uso hoy de la mecánica newtoniana para la producción corriente, mientras que exigen el abandono de la química del flogístico. Kuhn se enfrenta por anticipado a este razonamiento, del modo que sigue, con psicologismo y un historicismo puntual:
«Pero la derivación es espúrea (…) Aunque los (enunciados derivados) no son un caso especial de las leyes de la mecánica relativista, no son las leyes de Newton. O, por lo menos, no lo son si esas leyes se reinterpretan de un modo que habría sido imposible antes de la obra de Einstein. Las variables y los parámetros que en los (enunciados) Ei de Einstein representan posición espacial, tiempo, masa, etc, se presentan también en los Ni, y siguen representando en éstos espacio, tiempo y masa einsteiniana. Pero las referencias físicas de estos conceptos einsteinianos no son en modo alguno idénticos con las de los conceptos newtonianos del mismo nombre (La masa newtoniana se conserva: la einsteiniana es convertible en energía. Sólo a velocidades relativamente pequeñas se pueden medir las dos del mismo modo, pero ni siquiera entonces es obligatorio concebirlas como idénticas). Mientras no cambiemos las definiciones de las variables de los Ni, los enunciados que hemos deducido no son newtonianos. Y, si las cambiamos, no podemos decir propiamente que hemos deducido las leyes de Newton, no, al menos, en un sentido de «deducir» que sea generalmente reconocido hoy día» (p. 163; pp. 100-101).
La argumentación tiene varios defectos: no atiende al valor cognoscitivo-práctico, sino al cognoscitivo-psicológico y (al final) al cognoscitivo-semántico (deducción = implicación estricta). Presupone la intuibilidad de las nociones. Y entiende la visión del mundo de un modo directo o primario. Ignora el posible nuevo (de verdad) paradigma de «conocimiento» o «ciencia» teóricos, que prescinde de intuibilidad.
12. Concluye que la argumentación por la deducibilidad no ha dado de sí lo que prometía dar. Esto es, no ha mostrado que las leyes de Newton sean un caso límite de las de Einstein.
«Pues en el paso al límite no han cambiado sólo las formas de las leyes. Al mismo tiempo hemos tenido que alterar los elementos estructurales fundamentales de que se compone el universo al que se aplican [MSL: aquellas formas, supongo]» (p. 164; p. 101).
Su argumentación es muy débil, porque la deducción (la integración) de las leyes presupone la reconstrucción de los conceptos (elementos), su reconstrucción, como diría Carnap. Tendría, pues, que volver a plantear la argumentación respecto de éstos.
13. «Precisamente porque no implicó la introducción de objetos o conceptos nuevos, la transición de la mecánica newtoniana a la einsteiniana ilustra con particular claridad que la revolución científica es un desplazamiento de la red conceptual a través de cual los científicos miran el mundo» (p.164; p.102).
¿Y por qué una red no puede contener otra? La metáfora de Nietzsche y la ciencia madura.
14. Conclusión:
14.1. «Tomemos pues, ya como resultado cierto que las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias e irreconciliables» (p. 164; p. 102).
Los paradigmas sucesivos difieren respecto de la población del universo y su comportamiento. (Ibidem).
Y respecto de la determinación de ‘científico’ (pp.164-165; p.102).
«La tradición de ciencia normal que nace de una revolución científica no sólo es incompatible con lo que la ha precedido, sino también, a menudo, inconmensurable con ello» (p. 166; p. 103).
.Cfr. Las objeciones anteriores. Parece olvidar el katà synthéken [por convención], también en la episteme, o quedar obnubilado por su redescubrimiento.
14.2. Habla del pensamiento por «cualidades ocultas» de la gravedad, y lo entiende como vuelta a la Edad Media (p. 167; p. 104).
Es verdad, pero ahora la cualidad oculta es cuantitativamente determinable, como el horror vacui galileano, lo que permite interrelación precisa con otros fenómenos, y, consiguientemente, generalización con falsabilidad más precisa.
14.3. «Los cambios de los criterios de permisibilidad de problemas, conceptos y explicaciones pueden transformar una ciencia. En la próxima sección, sostendré incluso que en cierto sentido pueden transformar el mundo» (p. 170; p. 105).
No parece ser muy coherente con su pensamiento la idea de «transformar una ciencia». Más bien debería hablar de inventar otra ciencia. Si no, tiene que reconocer el super-paradigma ‘ciencia’.
14.4. Habla de la tenacidad de newtonismo y maxwellismo, sin notar que, puesto que persisten sin paradigma, hablan contra la omnipotencia de los paradigmas (pp. 170-172; p. 106).
14.5. Tampoco hay progreso metodológico:
«El intento para explicar la gravedad, aunque fecundamente abandonado por la mayoría de los científicos del siglo XVIII, no atendía a un problema intrínsecamente ilegítimo: la oposición a las fuerzas innatas no eran intrínsecamente acientífica ni metafísica en ningún sentido peyorativo. No hay criterios externos que permitan un juicio así. Lo que ocurrió no fue ni la decadencia ni el ascenso de nuevos criterios, sino simplemente, un cambio exigido por la adopción de un nuevo paradigma (*). Además, luego ese camino ha sido invertido, y podría serlo de nuevo. En el siglo XX, Einstein consiguió explicar las atracciones gravitatorias y esa explicación ha orientado de nuevo la ciencia hacia un conjunto de cánones y problemas que, en este aspecto particular, se parecen más a los de los predecesores de Newton que a los de sus sucesores. O también: el desarrollo de la mecánica cuántica ha invertido la prohibición metodológica nacida en la revolución química. Hoy día los químicos intentan -y con gran éxito- explicar el color, el estado de agregación y otras cualidades de las substancias usadas y producidas en sus laboratorios. Es posible que esté en curso una invención análoga en la teoría electromagnética. En la física contemporánea el espacio no es el substrato inerte y homogéneo utilizado en las teorías de Newton y de Maxwell; algunas de sus nuevas propiedades no son muy diferentes de las que en otro tiempo se atribuyó al éter; es posible que un día lleguemos a saber qué es un desplazamiento eléctrico» (pp. 172-173; pp. 107-108).
Toda su argumentación excluye la dialéctica de continuidad y discontinuidad. Excluye quizás no: pero ignora. Y eso le hace excluir el avance. Porque olvida siempre la práctica con la naturaleza, la cual, claro no es sólo intraparadigmática.
(*) Hubo elevación. Ya por el simple conocimiento del problema, que rebasaba el horizonte escolástico y el cartesiano; el primero por mejor rigor del concepto; el segundo por mayor riqueza factual.
19. Final
«Esta observación nos hace volver al punto del que arrancó esta sección, porque nos suministra la primera indicación explícita de por qué la elección entre paradigmas competidores suscita regularmente cuestiones que no se puede resolver con los criterios de la ciencia normal, En la medida -tan importante cuanto incompleta- en que dos escuelas científicas discrepen acerca de qué es un problema y qué es una solución, entablan inevitablemente un diálogo de sordos al discutir los méritos respectivos de sus respectivos paradigmas. En el argumento parcialmente circular que suele surgir de esta situación, se mostrará que cada paradigma satisface más o menos los criterios que dicta para si mismo, y deja de satisfacer algunos de los dictados por su oponente. Hay otras razones más de la incompletitud de contacto lógico que es característica constante de las discusiones sobre paradigmas. Por ejemplo: como ningún paradigma resuelve todos los problemas que define y cómo no hay dos paradigmas que dejen irresueltos precisamente los mismos problemas, las discusiones sobre paradigmas implican siempre las cuestión: ¿qué problemas importa más resolver? Al igual que la cuestión de los criterios en competición, la de los valores no puede resolverse más que basándose en criterios que queden todos fuera de la ciencia normal, este recurso a criterios externos es lo que más directamente hace que las discusiones sobre paradigmas sean revolucionarias. Pero también entra en discusión algo todavía más fundamental que los criterios y los valores. Hasta el momento no he sostenido sino que los paradigmas son constitutivos de la ciencia. Ahora voy a exponer un sentido en el cual son también constitutivos de la naturaleza» (pp. 174-175; pp. 108-109).
Aunque aquí es mucho más coherente con su arranque dialéctico, no plantea nunca el problema de la posibilitación (base), y lo funda todo en el plano consciente. Ambos rasgos son idealistas.
X. «Las revoluciones como cambios de concepción del mundo».
1.Tesis.
«(…) los cambios de paradigma hacen que los científicos vean de un modo diferente el mundo de su trabajo de investigación. En la medida en que su única manera de recurrir a ese mundo procede a través de lo que ven y hacen, podemos atrevernos a decir que, después de una revolución los científicos responden a un mundo diferente» (p. 176; p. 110).
2. «Lo que ve un hombre depende de lo que mira y de lo que le ha enseñado a ver su previa experiencia visual-conceptual» (p. 179; p. 110).
Incluso diciendo verdades así ignora siempre lo que significa la capacidad -relativamente reciente- de escribir tales verdades.
3. A propósito de los experimentos gestaltistas sobre percepción visual.
«Si no hubiera un criterio externo respecto del cual poner de manifiesto la desviación de la visión, sería imposible inferir conclusión alguna acerca de posibilidades perceptivas en alternativa. Pero en el caso de la observación científica la situación es exactamente la inversa. El científico no puede recurrir a nada que esté por encima o más allá de lo que ve con sus ojos y con sus instrumentos» (p. 182; p. 113).
Manifiesta explícita exclusión de la práctica, que es la instancia isomórfica con la objetividad externa de los experimentos gestaltistas.
4. A propósito de descubrimientos astronómicos arma un gran lío, porque mezcla nuevas visiones con cambio de paradigma (post-copernicanas / ante-copernicanas) con otras que no suponen ese cambio (todas post-copernicanas y pre-einsteinianas) (p. 184; p. 115).
5. Formulación más cauta:
«La misma facilidad y rapidez con que los astrónomos vieron cosas nuevas al mirar objetos antiguos con instrumentos antiguos nos impele tal vez a decir que, después de Copérnico, los astrónomos vivieron en un mundo diferente. En cualquier caso, sus investigaciones dieron resultados como si ése fuera el caso» (p. 184; p. 116).
6. «En última instancia y como resultado del descubrimiento del oxígeno, Lavoisier vio la naturaleza de otro modo. Y a falta de posibilidad de recurrir a esa naturaleza hipotéticamente fijada que «vio de otro modo, el principio de economía nos exigirá decir que después de descubrir el oxígeno Lavoisier trabajó en un mundo diferente» (p. 187; p.117).
Idealismo muy sofisticado, que diría Tarski a Gonseth.
7. Es curioso que al hablar de Oresme no diga el cambio fundamental o decisivo: la idealización matematizadora galileana (con su correspondiente desprecio de la divergencia o discrepancia empírica), que le permitió no quedar paralizado como Oresme. ¿Por qué no se acuerda aquí Kuhn de Anneliese Maier? (p. 189; p. 119).
8. Fundamentación razonable de su tesis:
«Lo que ocurre durante una revolución científica no se puede reducir totalmente a una reinterpretación de datos estables individuales. Un péndulo no es un guijarro en caída ni el oxígeno es aire desflogistizado. Por lo tanto, los datos que los científicos recogen de esos varios objetos son, como veremos brevemente, diferentes ellos mismos. Más importante todavía: el proceso por el cual el individuo o la comunidad realiza la transición que lleva de la caída no libre al péndulo o del aire desflogistizado al oxígeno no se parece a una interpretación ¿Cómo podría parecérsele, si no hay datos fijos que el científico pueda reinterpretar? Más que un intérprete, el científico que adopta un paradigma nuevo es como el hombre que se pone lentes inversoras. Se enfrenta con la misma constelación de objetos que ya antes tenía ante sí y, además, sabe lo que está haciendo; pero, a pesar de ello, nota que los datos están transformados por completo en muchos detalles» (pp. 191-192; p. 121).
La descripción es correcta en conjunto, pero tiene el vicio idealista de hablar sólo de datos, no de naturaleza ni de práctica con ella.
9. Su psicologismo es generalmente ignorancia de la permanencia de la presencia de paradigmas, o sea, de la persistencia del hecho «paradigma científico», o del super-paradigma ‘ciencia’ (p. 193; p. 122).
10. «Al ver la caída forzada, el aristotélico mediría (o al menos discutiría; el aristotélico raramente medía) el peso de la piedra, la altura vertical a que había sido elevada y el tiempo requerido para que quedara en reposo» (p. 193; p. 122).
Es sensacional que a él, a él, se le escape lo esencial del paradigma aristotélico de la física: que la física no admite matemática.
11. Explica cómo la crisis de la ciencia aristotélica conduce indirectamente a Galileo. ¿Quiere decir eso que Aristóteles es requisito de Galileo? No lo creo. El azar concreto de la historia tiene como fondo la necesidad natural. El acercamiento a ésta se habría podido producir de otro modo. La interposición de la física del ímpetus lo sugiere así (p. 194; p. 122).
12. «Regularidades que no habrían podido existir para un aristotélico (y que, de hecho, no son nunca ejemplificadas con precisión por la naturaleza) se convirtieron en consecuencias de la experiencia inmediata para el hombre que veía el guijarro en vibración tal como lo vio Galileo» (pp. 194-195; p. 123).
Totalmente falso: recordar carta Toscanelli a Cremonini. Y esa falsedad implica que Kuhn ignora el superparadigma «ciencia moderna», con su comprensión de la no-intuibilidad (por idealización pitagórica en los galileanos, por práctica después) y del artefacto.
13. Resumen:
«Para concluir esta sección, pasaremos por alto, de ahora en adelante, las impresiones retinianas y restringiremos la atención a las operaciones de laboratorio que suministran al científico índices concretos, aunque fragmentarios, de lo que ya he visto. Ya se han observado repetidamente un modo en el cual esas operaciones de laboratorio cambian con los paradigmas. Después de una revolución científica muchas viejas mediciones y manipulaciones pierden importancia y se substituyen por otras. No se aplican las mismas contrasituaciones al oxígeno que el aire desflogistizado. Pero los cambios de este tipo no son nunca totales. Vea lo que vea, después de una revolución el científico sigue mirando el mismo mundo. Además, aunque puede haberlos empleado antes de otro modo, la mayor parte de su lenguaje y de sus instrumentos de laboratorio siguen siendo los mismos de antes. El resultado es que la ciencia postrevolucionaria incluye siempre muchas de las mismas manipulaciones, realizadas con los mismos instrumentos y descritas con los mismos términos de su predecesora pre-revolucionaria. Si esas manipulaciones duraderas han cambiado en algo, el cambio tiene que estar en su relación con el paradigma o en sus resultados concretos. Sugiero en este punto, aduciendo un último ejemplo, que ocurren ambas clases de cambio. Examinando la obra de Dalton y de sus contemporáneos, descubriremos que una misma operación, al relacionarse con la naturaleza por medio de un nuevo paradigma, se puede convertir en índice de un aspecto nuevo de la regularidad de la naturaleza. También queremos que a veces la vieja manipulación arroja en su nuevo papel resultados concretos muy diferentes» (pp. 202-203; pp. 128-129).
Aunque es verdad, no nota que «lenguaje» y «mundo» son mucho.
14. «La distinción mezcla-compuesto era parte de su paradigma [MSL: del de los químicos anteriores a Dalton], parte del modo como veían su entero campo de investigación y, como tal, era anterior a toda concreta contrastación de laboratorio, aunque no a la experiencia acumulada de la química tomada como un todo» (p. 206; pp. 130-131) [Cursiva MSL].
¿Qué sentido puede tener para Kuhn la expresión subrayada [en cursiva]?
15. «Donde Berthollet vio un compuesto que podía variar en sus proporciones, Proust veía sólo una mezcla física. Ni el experimento ni un cambio de convenciones definitorias podía ser importante para esta cuestión. The two men were as fundamentally ad cross-purposes as Galileo and Aristotle had been [Los dos hombres estaban tan fundamentalmente en pugna involuntaria como lo habían estado Galileo y Aristóteles]» (p. 207; p. 131)
«Purpose» es aquí puramente intelectual. Si se pasa a la práctica, a la naturaleza y a la relación con la naturaleza, la mecánica aristotélica y la galileana tienen el mismo «purpose».
16. «(…) Dalton no era un químico ni se interesaba por la química. En realidad, era un meteorólogo que estudiaba los problemas -para él físicos- de la absorción de los gases por el agua y del agua por la atmósfera. En parte porque su preparación procedía de otra especialidad y en parte por causa de su propio trabajo en dicha especialidad Dalton se acercó a estos problemas con un paradigma diferente del de los químicos contemporáneos suyos. En particular, consideraba la mezcla de gases o de la absorción de un gas en agua como un proceso físico, proceso en el que las fuerzas de afinidad no desempeñaban función alguna. Por lo tanto, para él era, sin duda, un problema la homogeneidad observada de las soluciones, pero un problema que pensaba poder resolver si podía determinar las dimensiones y los pesos relativos de las varias partículas atómicas de sus mezclas experimentales. Precisamente para determinar eso tamaños y pesos apeló Dalton finalmente a la química, suponiendo desde el primer momento que en el restringido ámbito de reacciones que suponía ser las químicas, los átomos no se combinarían sino por parejas o según alguna otra razón numérica sencilla. Ese natural supuesto le permitió determinar las dimensiones y los pesos de las partículas elementales pero también le convirtió la ley de las proporciones constantes en una tautología. Para Dalton, toda reacción en la cual los ingredientes no intervengan en proporción fija dejan de ser ipso facto un proceso puramente químico. Y así, una ley que el experimento no habría podido establecer antes de la obra de Dalton, se convirtió, una vez aceptada ésta, en principio constitutivo indestructible por todo conjunto de mediciones químicas. Como resultado de este ejemplo de revolución científica, acaso el más completo que aducimos, las mismas manipulaciones químicas entraron en una relación con la generalización química muy diferente de la que habían tenido hasta entonces» (p.207; p.132).
También en este caso, ejemplar para él, pasa por alto la novedad cuantificadora. Afinidad es cualitativo, proporción es cuantitativo, o relacional (lo que tiende a estructural).
XI. «La invisibilidad de las revoluciones científicas».
1. El carácter revolucionario de las revoluciones científicas se hace invisible por la autoridad:
«(…) el análisis necesario en este caso comenzará indicando uno de los aspectos del trabajo científico que lo distingue con mayor claridad de cualquier otra empresa creadora, con excepción quizá, de la teología» (p. 212; p. 135).
2. Tres principales fuentes de autoridad (tratados, divulgaciones y obras filosóficas):
«Los mismos tratados o libros de texto aspiran a comunicar el vocabulario y la sintaxis de un lenguaje científico contemporáneo. Las divulgaciones se proponen describir esas mismas aplicaciones en un lenguaje más cercano al de la vida cotidiana. Y la filosofía de la ciencia, particularmente la del mundo de habla anglosajona, analiza la estructura lógica del mismo cuerpo completo de conocimiento científico» (p. 213; p. 136)
En lo de «completo» lleva mucha razón. Cfr. mi observación al respecto (escolástica analítica) en el artículo sobre el filosofar de Lenin.
3. «A menos que personalmente haya experimentado personalmente una revolución durante su propia vida, el sentido histórico del científico investigador o del lego lector de manuales no abarca más que el resultado de las revoluciones más recientes de la especialidad. Así, por ejemplo, los libros de texto empiezan truncando el sentido que el científico puede tener de la historia de su disciplina, y luego pasan a suministrar un sucedáneo de lo que han eliminado. Es característico que los manuales científicos contengan un poquito de historia, un capítulo introductorio o, más a menudo, en referencias sueltas a los grandes héroes de épocas anteriores. Esas alusiones hacen que los estudiantes y los profesionales se sientan partícipes de una larga y persistente tradición histórica (*). Pero la tradición, derivada de los libros de texto, en la que los científicos sienten su participación es una tradición que de hecho no ha existido nunca. Por razones a la vez obvias y muy funcionales, los textos de ciencia (y demasiadas historias de la ciencia escritas en el pasado) no se refieren más que a la parte de la obra de los científicos del pasado que se puede considerar fácilmente como aportaciones al planteamiento y la solución de los problemas del paradigma del texto. En parte por selección y en parte por deformación, los científicos de épocas anteriores se presentan como científicos que han trabajado sobre el mismo conjunto de problemas fijos y de acuerdo con el mismo conjunto de cánones fijos que las más reciente revolución de la teoría y el método científicos han constituido en tradición histórica vigente (**). Por eso no puede sorprender que los libros de texto y la tradición histórica que ellos implican se tengan que volver a escribir después de cada revolución científica. Ni tampoco el que, una vez que han sido escritos de nuevo, la ciencia vuelva a parecer en gran parte acumulativa.» (pp. 214-215; pp. 136-137).
(*) Prueba la posibilidad de esa tradición -siempre bajo el principio «je prends mon bien où je le trouve»- el que se pueda construir. Pues, ¿qué es una tradición sino la consciencia de la posibilidad de aprovechar bienes pre-existentes? La idea de una tradición más «objetiva» que eso sería determinista o idealista: en ambos casos metafísica.
(**) Desde luego que no se debe construir así la tradición: eso sería falsear. Y en eso lleva razón Kuhn. Pero el «je prends mon bien où je le trouve» presupone, al menos, el elemento común de un criterio de esos «biens» (conocimientos y modos de pensar).
4. «Desde luego que los científicos no son el único grupo que tiende a ver el pasado de su disciplina como algo que se desarrolla linealmente hacia su presente punto de vista. La tentación de escribir la historia hacia atrás es omnipresente y perenne» (p. 215; p. 139).
Et pour cause, mon cher. Piensa en lo que ha dicho Marx sobre la comprensibilidad del primate. Lo que no se debe forzar -pues sería otro idealismo- hasta eliminar la causalidad eficiente clásica.
5. «Muchos de los rompecabezas de la ciencia normal contemporánea no han existido hasta la más reciente revolución científica. Muy pocos de ellos se remontan hasta el comienzo histórico de la ciencia en la cual se presentan» (p. 219; pp. 139-140).
Pero ya esos pocos son implicación de los superparadigmas «mecánica», «óptica», etc.
6. «Tanto Boyle como Lavoisier cambiaron la significación química de «elemento» de modos importantes. Pero no inventaron la noción, ni siquiera cambiaron la fórmula verbal que sirve para definirla. Ni tampoco como ya hemos visto, tuvo Einstein que inventar ni siquiera redefinir explícitamente «espacio» y «tiempo» para darles nuevas significaciones en el contexto de su obra» (p. 222; pp. 141-142)
Pero esos mismo hechos que Kuhn usa para mostrar el cambio de paradigmas -porque no se prescinde de instrumentos y, sin embargo, cambia la visión- sirven a su pesar para mostrar la existencia de superparadigmas duraderos (en este caso, «elemento», «espacio», «tiempo»). Si no existieran esos superparadigmas (para Chomsky probablemente «universales»), no sería comprensible el nuevo paradigma. Dialéctica de continuidad y discontinuidad.
XII. «La resolución de las revoluciones».
1. Arranque individual de la innovación, con dos condiciones: a) atención a los problemas críticos; b) juventud o novatería del innovador (p. 224; p. 143)
2. «Para ver la urgencia de esas cuestiones, recordaremos que son las únicas reconstrucciones que un historiador puede ofrecer a la investigación del filósofo acerca de la contrastación, la verificación o la falsación de las teorías científicas establecidas» (pp. 224-225; p. 143).
Esta es la motivación epistemológica de Kuhn y es plenamente justificada.
3. Momento de la innovación resolutoria:
«Por lo tanto, la contrastación de paradigmas no se produjo sino después de que un repetido fracaso en la resolución de algún acertijo notable ha dado origen a una crisis. E incluso en esta circunstancia se produce sólo después de que la sensación de crisis haya sugerido un posible candidato como alternativa al paradigma existente. En la ciencia, la situación de contrastación no consiste nunca, como la resolución de acertijos, en la simple comparación de un paradigma aislado con la naturaleza. En realidad, la contrastación se produce como parte de la competición entre dos paradigmas rivales que buscan la adhesión de la comunidad científica» (p. 225; p. 143).
Pero existe la constante relativización de paradigmas por superparadigmas.
4. Comparación de su exposición con Nagel:
«Pocos filósofos de la ciencia buscan todavía criterios absolutos para la verificación de las teorías científicas. Se dan cuenta de que ninguna teoría se puede contrastar con toas las pruebas pertinentes posibles y no se preguntan ya si una teoría ha sido verificada, sino acerca de su probabilidad a la luz de la evidencia existente. Para responder a esa cuestión una importante escuela tiende a comparar la capacidad de teorías diferentes para explicar la evidencia disponible. Esta insistencia en la comparación de teorías caracteriza también la situación histórica en la que se acepta una teoría nueva. Es muy probable que apunte a una de las direcciones que deberá emprender la futura discusión de la verificación. Pero en sus formas más corrientes las teorías probabilistas de la verificación recurren todas ellas a alguno de los lenguajes observaciones puros o neutrales discutidos en la sección X. Una teoría probabilista propone que comparemos la teoría científica dada con todas las demás que se pueden imaginar para recoger la misma colección de datos observados. Otra propone la construcción imaginativa de todas las contrastaciones a que en principio se podría someter la teoría científica dada. Parece claro que alguna construcción de ese tipo es necesaria para computar probabilidades específicas, absolutas o relativas, pero es difícil ver cómo se puede conseguir una construcción así. Si, como ya hemos sugerido, no puede haber ningún sistema de lenguaje o de conceptos científica o empíricamente neutral (*), entonces la construcción de contrastaciones y teorías tiene que proceder del interior de alguna tradición basada en un paradigma» (pp. 225-227; pp. 144-145).
(*) ¿Y filosófico? Porque un paradigma científico puede ser neutral respecto de dos técnicas. La comparación filosófica podría ser comparativa de «datos», esto es, de construcciones basadas en paradigmas diferentes.
5. Comparación de su exposición con Popper:
«Muy diferente es el planteamiento de toda esta red de problemas desarrollados por Karl R. Popper, el cual niega la existencia de cualesquiera procedimientos de verificación. En vez de ellos subraya la importancia de la falsación esto es, de la contrastación que, por dar un resultado negativo, impone el rechazo de una teoría establecida. Es claro que la función así atribuida a la falsación es muy parecida a la que este ensayo atribuye a las experiencias anómalas, o sea, a las experiencias que, por sugerir crisis, preparan el camino a una teoría nueva. Pero, de todos modos, las experiencias anómalas no se pueden identificar con experiencias falsadoras. En realidad, pongo en duda que estas últimas existan. Como lo he subrayado repetidamente, ninguna teoría resuelve nunca todos los acertijos con que se enfrenta en un momento determinado, ni las soluciones ya conseguidas son nunca siempre o a menudo perfectas. Por el contrario, precisamente la incompletitud y la imperfección del existente encaje entre teoría y datos es lo que en cada momento dado define muchos de los rompecabezas que caracterizan la ciencia normal. S todo fallo fuera motivo suficiente para rechazar teorías, habría que rechazar siempre todas las teorías existentes. Por otro lado, si la recusación de teorías se justifica sólo por un fallo grave, entonces los popperianos necesitarán algún criterio de «improbabilidad» o de «grado de falsación». Y al desarrollar un criterio así tropezarán, casi ciertamente, con la misma red de dificultades que ha acosado a los partidarios de las varias teorías probabilistas de la verificación» (pp. 227-228; pp. 145-146).
6. Críticas de las tesis consideradas:
a)Funden dos procesos en uno;
b)En el caso de la teoría popperiana de la falsación
«(..) aunque sin duda se produce falsación, no ocurre sin más, ni siquiera por causa de la emergencia de una anomalía, o de un caso falsador, lo que acaece es un proceso subsiguiente y aparte que con las mismas razones se puede llamar verificación pues consiste en el triunfo de un nuevo paradigma sobre el antiguo. Aún más: la comparación de teorías por el probabilista tiene una función crucial precisamente en ese proceso conjunto de verificación-falsación» (p. 228; p. 146).
El razonamiento es un poco vicioso, porque no vale para puzzles, y, por lo tanto, da por sentadas muchas tesis del autor.
7. «Pero esta formulación de la impresión de que la teoría de elegir entre paradigmas sea más fácil y corriente de lo que es. Si no hubiera más que un conjunto de problemas científicos, una sola visión del mundo dentro del cual serían trabajados y un conjunto de criterios para resolverlos, la competición entre paradigmas se podría resolver más o menos rutinariamente mediante un proceso que consistiera, por ejemplo, en contar el número de problemas resueltos por cada paradigma. Pero en realidad esas condiciones no se cumplen nunca completamente. Los que proponen los paradigmas en competición actúan siempre con objetivos al menos un poco encontrados» (pp.229-230; pp.146-147).
Ergo: es ineludible el tema metaparadigmático de la comparación de objetivos o intenciones (purposes), o no hay de qué hablar como no sea líricamente.
8. «Los que proponen paradigmas competidores ejercen su actividad en mundos que son diferentes en un sentido que soy incapaz de explicar más» (to explicate further) (p. 233; p. 149).
Es ignorancia querer compararlo todo teoréticamente (idealistas tradicionales) o paradigmáticamente (Kuhn).
9. «Como actúan en mundos diferentes, los dos grupos de científicos ven cosas diferentes cuando, desde el mismo punto, miran en la misma» (p. 233; p. 149).
Kuhn está, sin saberlo, en un metamundo que contiene la visión según la cual es posible hablar de «mismo punto» y «misma dirección» en varios mundos diferentes.
9. «Ya por el hecho de ser una transición entre objetos inconmensurables, la transición entre paradigmas competidores no se puede hacer paso a paso, bajo la compulsión de la lógica y de la experiencia neutral. Al igual que la conmutación gestaltista, tiene que ocurrir de golpe (aunque no necesariamente en un instante), o no ocurrirá» (pp. 233-234, p. 149).
Aparte de lo dudoso de la inconmensurabilidad (metaparadigmática, desde luego), hay aquí posiblemente confusión de lo psicológico con lo teorético.
10. Cita a Darwin y a Planck. Pero Darwin no habla en su favor, ni tampoco Planck. Darwin habla metaparadigmáticamente con hipótesis racional (la parcialidad de futuros científicos) y Planck habla metaparadigmáticamente sin hipótesis racional, sino vitalista (pp. 234-235; p. 150).
11. Luego rectifica bastante, con una exposición de la que se puede inferir la importancia de la argumentación plausible:
«De todos modos, decir que esa resistencia [de cambio de paradigma] es inevitable y legítima, que el cambio de paradigma no se puede justificar mediante prueba, no es lo mismo que decir que no haya argumentos de importancia, o que no se pueda convencer a los científicos de que han de cambiar sus convicciones. Las comunidades científicas se han convertido repetidamente a paradigmas nuevos, aunque a veces haga falta toda una generación para llevar a cabo el cambio. Además, esas conversiones ocurren no a pesar del hecho de que los científicos son humanos, sino precisamente porque lo son. Aunque algunos científicos -sobre todo los mas viejos y más experimentados- resistirán. Tal vez indefinidamente, la mayoría de ellos será afectada de un modo u otro. Las conversiones se irán produciendo aisladamente, hasta que, una vez muertos los últimos recalcitrantes, la profesión entera se encuentre de nuevo ejerciendo bajo un paradigma único, pero diferente del anterior. Por eso hemos de preguntarnos cómo se induce la conversión y cómo se resiste a ella.
¿Qué tipo de respuesta a esa pregunta podemos esperar? Ya por el hecho de que se formula acerca de técnicas de persuasión, o acerca de argumentaciones contradictorias en una situación en la que no puede haber pruebas concluyentes, nuestra pregunta es de un tipo nuevo, y exige un tipo de estudio que no se ha emprendido previamente» (p. 236; p. 151).
12. Argumentos favorables al cambio de paradigma.
a) Solución de problemas que llevaron a crisis (pp.238-239; pp.152-153).
«Las pretensiones de este tipo tienen muchas probabilidades de tener éxito si el nuevo paradigma muestra una precisión cuantitativa sorprendentemente mayor que la de su competidor más antiguo»(p. 238; pp. 152-153).
Luego habrá un superparadigma quantitative precision…y los consiguientes problemas metaparadigmáticos.
b) Predicción de fenómenos antes no sospechados (pp. 239-240; pp. 153-154).
c) Argumentos estéticos. Criterios de simplicidad (pp. 241-242; pp. 154-155).
– Aun reconociendo que, fuera de la matemática, el paradigma nuevo suele ser grosero.
– La razón de la eficacia de estos criterios estéticos es la relativa ineficacia explicativa del nuevo paradigma en su estado inicial:
«Los casos como el de la mancha blanca de Fresnel son sumamente escasos. Por regla general, sólo mucho después, luego que el nuevo paradigma se ha desarrollado, aceptado y explotado, se desarrollan argumentos aparentemente decisivos: el péndulo de Foucualt para mostrar la rotación de la Tierra o el experimento de Fizeau para mostrar que la luz se mueve mucho más rápidamente en el aire que en al agua. El producir estos experimentos es parte de la ciencia normal, y la función de aquellos no está en el debate paradigmático, sino en los textos postrevolucionarios» (p. 242; p. 155).
13. Tesis sobre la resolución de revoluciones científicas:
«Pero los debates paradigmáticos no se refieren realmente a la capacidad relativa de resolver problemas, aunque hay buenas razones para formularlas como si así fuera. La cuestión es que paradigma ha de guiar en el futuro la investigación sobre problemas muchos de los cuales ningún competidor puede afirmar que resuelve, por el momento, de un modo completo. Lo que hace falta entonces es una decisión entre modos alternativos de practicar la ciencia, y, dados las circunstancias del caso, esa decisión tiene que basarse no tanto en logros pasados cuanto en promesas para el filósofo. El hombre que adopta un nuevo paradigma en un estadio temprano tiene que hacerlo a menudo desafiando la evidencia suministrada por la resolución de problemas. O sea, ha de tener fe en que el nuevo paradigma tendrá éxito ante los muchos grandes problemas con que se enfrenta, sin saber sino que el paradigma viejo ha fracasado ante algunos de ellos. Una decisión de este tipo no se puede hacer sino por fe» (p. 244; pp. 156-157) [Cursivas MSL].
Mejor que fe, creencia, con argumentación persuasiva plausible.
14. «Es posible que, al principio, el nuevo candidato a paradigma tenga pocos sostenedores y que, a veces, los motivos de estos sean sospechosos. Pero, de todos modos, si son científicos competentes, mejorarán el nuevo paradigma, explorarán sus posibilidades, y mostrarán qué sería el pertenecer a una comunidad guiada por él. Y a medida que avanza este proceso, si el paradigma está destinado a vencer en la lucha [if the paradigm is one destined to win its fight], aumentarán el número y la fuerza de los argumentos persuasivos que le son favorables. Así se irán convirtiendo más científicos y continuarán la exploración del nuevo paradigma» (p. 246; p. 158) [cursiva de MSL].
Por no construir categorías metaparadigmáticas, tiene que recurrir al destino.
15. No se puede decir que los que pertinazmente rechacen siempre el nuevo paradigma estén equivocados. Lo más que se puede decir es que «el hombre que sigue resistiéndose [al nuevo paradigma] luego que toda su profesión se ha convertido, deja ipso facto de ser un científico» (p. 158; p. 246).
El concepto de científico es demasiado positivista, empirista, descriptivo. Incluso en ese caso, la afirmación es probablemente falsable: teorías ondulatoria y corpuscular de la luz. Es verdad que este ejemplo (habría que buscar otro) lo es de unas teorías particulares; pero el mismo Kuhn la usa. La noción de paradigma es, en efecto, vaga, y lo es por intentar ser demasiado precisa, por intentar quedarse dentro de la esencia in statu (relative) perfectionis, en vez de salir a la cultura y, en especial, a las visiones y los instrumentos conceptuales y materiales posibles en una sociedad.
XIII. «Progreso a través de revoluciones».
1. Que no pretende conclusiones en este ensayo esquemático (p. 247; p. 159).
2.La cuestión del capítulo:
«¿Por qué es el progreso un requisito reservado casi exclusivamente a las actividades que llamamos ciencia? Las respuestas más usuales a este problema han sido rechazados en el cuerpo de este ensayo. Tenemos que concluirlo preguntándonos si se puede hallar substitutos» (p. 247; p. 159).
3. PROGRESO EN CIENCIA NORMAL.
a) Aspecto puramente semántico de la cuestión (pp. 247-250; pp. 159-161).
b) «[…] una parte de la dificultad que tenemos para ver las profundas diferencias entre la ciencia y la tecnología se tienen que relacionar con el hecho de que el progreso es un atributo evidente de ambos campos» (p. 249; p. 160).
. Al hablar de main paradigms comunes a comunidades científicas diferentes que estudian los mismos problemas (cosa que considera insólita) reconoce relatividad y jerarquía de paradigmas.
c)Aspecto cuasi-semántico:
«Si, como lo hacen muchos, ponemos en duda que haya progreso en los campos no-científicos, eso no puede deberse a que las escuelas varias no progresen. Tiene que ser porque siempre hay escuelas en competición, cada una de las cuales pone constantemente en cuestión los fundamentos mismos de las demás» (p. 251; p. 162).
d) «Pero esas dudas sobre el progreso surgen también en las ciencias» (p. 251, p. 162).
e) Conclusión sobre estos aspectos semánticos y cuasi-semánticos de la cuestión:
«Así pues, respecto a la ciencia normal, parte de la respuesta al problema del progreso consiste simplemente en el ojo del observador [beholder]. En progreso científico no es de naturaleza diferente de la del progreso en otros campos, pero la corriente ausencia de escuelas competidoras que orientan recíprocamente sus objetivos y sus criterios hace que el progreso de una comunidad científico-normal sea mucho más fácil de ver» (p. 252; p. 162).
. Con más eficacia aun en la ciencia por su exclusivismo, su aislamiento de las necesidades de la vida social y su rigidez (pp. 253-254; pp. 162-163)
. Consecuencia explicativa de las diferentes velocidades de progreso en ciencias naturales y sociales (pp. 254-255; pp. 163-164)
. Consecuencia respecto de la diferente importancia del libro de texto en unas y otras (p. 256; p. 164).
No consigue convencer de su inversión efecto y causa respecto de la visión tradicional, según la cual la posibilitación de la importancia del libro de texto y del rápido aislamiento es «el camino seguro de una ciencia» y no al revés.
. La misma rigidez del aislamiento normal hace muy perceptibles las situaciones de crisis (p. 256; p. 165).
Seguro que esto contradice otras afirmaciones suyas.
4. PROGRESO POR REVOLUCIONES CIENTÍFICAS.
a) «¿Por qué ha de ser el progreso el concomitante visible universal de las revoluciones científicas? También aquí se puede aprender mucho preguntando qué otra cosa podría ser el resultado de una revolución. Las revoluciones se concluyen con una victoria total para uno de los dos bandos opuestos. ¿Cómo va a decir ese grupo que el resultado de su victoria no ha sido el progreso? […] Para ellos, al menos, el resultado de la revolución tiene que ser progreso, y ellos se encuentran en una oposición excelente para asegurar que los futuros miembros de la comunidad vean la historia pasada del mismo modo» (pp. 256-257; p. 165).
Vicioso el final por ausencia del metaparadigma «ciencia».
. El científico, «más que los ejercientes de otros campos creativos, llega a ver el pasado de su disciplina como algo que lleva en línea recta al presente punto de vista de ésta. Dicho brevemente: llega a ver ese pasado como progreso. Mientras permanezca en su campo, no dispone de otra posibilidad»(p. 257; p. 166).
«Field» es metaparadigmático.
. «En las revoluciones científicas hay pérdidas, igual que ganancias, y los científicos tienden a ser particularmente ciegos respecto de las primeras» (p. 257; p. 166).
5. Rectificación:
«Por otra parte, ninguna explicación del progreso por medio de la revolución puede detenerse en este punto» (p.258; p.166).
. Máximo (pequeño) acercamiento a la noción del metaparadigma «ciencia»:
«La nueva existencia de ciencia depende de que se invista del poder de elegir entre paradigmas a los miembros de una comunidad de tipo especial. Lo especial que tiene que ser esa comunidad para que la ciencia sobreviva y crezca se puede indicar por la misma fragilidad de la vinculación de la humanidad a la empresa científica. Toda civilización conocida ha poseído una tecnología, un arte, una religión, un sistema político, leyes, etc […] Pero sólo las civilizaciones que descienden de la Grecia helénica han podido algo más que la ciencia más rudimentaria. El grueso del conocimiento científico es producto de Europa durante los cuatro últimos siglos. Ningún otro lugar ni tiempo ha sostenido las especialísimas comunidades de las que procede la productividad científica» (pp. 258-259; pp. 166-167) [cursiva de MSL]
Por un lado, valiosa alusión a división del trabajo. Por otro, olvido de que esas comunidades son muy diferentes en la Hélade, en el 600 y hoy.
. Características esenciales de esas comunidades:
a)Interés por resolver problemas de la naturaleza (p. 259; p. 167);
b)De detalle (Ibid);
c)Con soluciones colectivamente aceptadas (Ibid);
d)Por una comunidad bien definida (Ibid). Posible vicio de circularidad
[que esa lista de rasgos distingue la comunidad científica de las demás, tanto en tiempo normal como en el de crisis];
e) La capacidad de resolver problemas admitida como criterio para cambio de paradigma (p. 260; p. 168).
+ Aunque puede haber pérdidas:
«Aunque sin duda la ciencia crece en profundidad, puede no crecer al mismo grado en amplitud» (p. 261; p. 169).
¿Y qué es esa profundidad?
. Pero
«the nature of esas comunidades ofrece una garantía práctica de que aumentarán constantemente la lista de los problemas resueltos por la ciencia y la precisión de las soluciones» (p. 262; p.169).
Quizá sea esto último la «profundidad». Pero metaparadigmática.
6. PERSPECTIVA DE UNA SOLUCIÓN MÁS PRECISA DEL PROBLEMA DEL PROGRESO EN LAS CIENCIAS.
a) «El proceso de desarrollo descrito en este ensayo ha sido un proceso de evolución desde comienzos primitivos, procesos cuyos estadios sucesivos se caracterizan por una comprensión de la naturaleza cada vez más detallada y refinada. Pero nada de lo dicho o de lo que pueda decirse habla de un proceso de evolución hacia algo» (pp. 262-263; pp. 169-170).
Pero, ¿cuáles son los criterios de detalle y refinamiento?
b) «¿Sirve realmente para algo imaginarse que hay alguna exposición completa, objetiva y verdadera de la naturaleza y que la medida propia del logro científico es la medida en la cual nos lleva más cerca de ese objetivo último?» (p.263; p. 170) [cursivas MSL].
Posible confusión idealista.
c) Defensa ad hominem de las tesis, por comparación con evolucionismo teológico y teleológico y evolucionismo darwinista (pp. 263-265; pp. 170-171).
Ridícula analogía, porque una cosa es teleología teológica y otra cosa la humana.
d) Cauta insistencia en la analogía, sobre todo en la noción de «más apto», de adaptación, del «conjunto de instrumentos admirablemente adaptado al que llamamos conocimiento científico» (p. 265; p. 172).
Pero,¿adaptado a qué?.
e) «[…] sin utilizar un objetivo puesto, una verdad científica permanente y fija» (p. 266; p. 172).
El objetivo es la realidad misma [no su «imagen»] y su transformación.