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Observaciones sobre el neoliberalismo: paro, trabajo y empleo

Fuentes: Quilombo

Más observaciones sobre el neoliberalismo a cargo del sociólogo Maurizio Lazzarato (Expérimentations politiques, 2009). Una estrategia que, insisto, ha entrado en quiebra estos últimos años, por más que en Europa sus promotores se empeñen en llevarla hasta sus últimas consecuencias. En esta ocasión, sobre las cuestiones del empleo y del paro : «Para comprender el […]

Más observaciones sobre el neoliberalismo a cargo del sociólogo Maurizio Lazzarato (Expérimentations politiques, 2009). Una estrategia que, insisto, ha entrado en quiebra estos últimos años, por más que en Europa sus promotores se empeñen en llevarla hasta sus últimas consecuencias. En esta ocasión, sobre las cuestiones del empleo y del paro :

«Para comprender el funcionamiento de la estrategia neoliberal de gobierno, puede ser interesante compararla a la de una gran parte de la izquierda política y sindical. Ésta «piensa» y «actúa» a menudo a partir de una norma única, el contrato de trabajo indefinido [en Francia, de duración indeterminada (CDI)], que quiere generalizar a toda la población.

Los patrones y el Estado, pero también todos los gobiernos que se han sucedido desde hace treinta años, actúan y piensan siguiendo otra lógica: reparar, construir y consolidar una multiplicidad de «normalidades» (paro, precariedad, tiempo parcial, sistema salarial y contrato indefinido con plan de ahorro salarial, etc.). El gobierno de estas «normalidades diferenciales» no tiene como objetivo reconducirlas al modelo, a la norma del contrato indefinido sino (…) mantenerlas en un estado de «igual desigualdad», de competencia, de favorecer las diferencias de situación para perpetuar una inseguridad y una incertidumbre «movilizadoras».

(…)

Las políticas actuales de empleo y las políticas de «workfare» (que buscan forzar e incitar al empleo a quienes reciben ayudas sociales) son políticas que introducen, en diversos grados, inseguridad, inestabilidad, incertidumbre, la precariedad económica y existencial en la vida de los individuos. Ellas intranquilizan no sólo la vida de los individuos sino también su relación con todas las instituciones que hasta entonces les protegían. Es cierto que la inseguridad del parado y del precario no es la misma que la del empleado de una gran multinacional, con plan de ahorro salarial y participación financiera en los beneficios, pero sí que hay un diferencial de miedos que van de un lado a otro de un continuo. ¿Cómo explicar, si no, este sentimiento de inseguridad generalizado (y no sólo económico) que reina en una sociedad que sin embargo nunca había estado tan «protegida»?»

* * *

«La concepción del individuo como «empresario de sí mismo» supone la culminación del capital como máquina de dominación. Para Gilles Deleuze y Félix Guattari, el capital actúa como un formidable «punto de subjetivación que constituye a todas las personas como sujetos, pero mientras unos, los capitalistas, son sujetos de enunciación, los otros, los proletarios, son sujetos de enunciado sometidos a las máquinas técnicas.» Con el «capital humano«, podemos hablar de una realización del doble proceso de sujeción y de explotación. Por un lado, el «capital humano» lleva la individualización a su paroxismo, pues el sujeto compromete en todas sus actividades los recursos «inmateriales», afectivos y cognitivos de sí mismo. Por otro lado, las técnicas del «capital humano» conducen a la identificación de la individualización y de la explotación, pues el «empresario de sí mismo» es al mismo tiempo patrón de sí mismo y esclavo de sí mismo, capitalista y proletario. Como destaca Michel Foucault, con el neoliberalismo las prácticas de gobierno pasan del lado del individuo, de su subjetividad, de sus comportamientos y de sus estilos de vida. Así, si el análisis económico clásico se resume en el estudio de los mecanismos de la producción, de los mecanismos del intercambio y del consumo, y deja escapar así las elecciones y decisiones del mismo trabajador, los neoliberales quieren por el contrario estudiar el trabajo como conducta económica, pero como conducta económica practicada, realizada, racionalizada, calculada por quien trabaja.

Las técnicas de seguridad son de este modo procedimientos que integran sin parar nuevos elementos (los comportamientos, las reacciones, las opiniones) y nuevos saberes de expertos (médicos, psicólogos, economistas, sociólogos, asistentes sociales) que dependen del diagnóstico y, eventualmente, la enmienda de los individuos.

El seguimiento de los parados que introduce la «refundación social» de la Medef [patronal francesa, equivalente a la CEOE española] puede entenderse como una técnica de seguridad que trabaja por la transformación del individuo «excluido», del parado, del que cobra el salario mínimo, del precario desafiliado, en «capital humano», es decir, como una técnica que moviliza al individuo, sus competencias, su subjetividad, para adaptarlo a la oferta de empleo. Nos encontramos lejos de la representación («motivadora») que las políticas de empleo dan de sí mismas porque es el instrumento disciplinar del castigo, de la obediencia, de la obligación, de la subordinación, de la culpabilidad el que se moviliza con más frecuencia, el que se reactualiza y se redespliega en las políticas de workfare (obligación de trabajar). A medida que el paro se incrusta en la realidad socioeconómica como una «enfermedad endémica», el gobierno de las conductas se apoya ampliamente en la dimensión disciplinaria, en la construcción de una lógica disciplinaria adaptada a la seguridad. El paro aparece entonces como la culpa de los parados, como una enfermedad «moral» del individuo. La sujeción pasa por la responsabilidad, o más bien, por la culpabilidad.

(…)

La noción de empleabilidad, bajo la pluma de Denis Kessler [ex vicepresidente de la patronal francesa], expresa precisamente este cambio de paradigma que se dirige directamente a la subjetividad del individuo, pues el riesgo del paro «ya no puede considerarse como independiente del comportamiento de los individuos» y de los «estilos de vida». Ser empleable significa concordar sus comportamientos y su estilo de vida con el mercado. El riesgo se califica de este modo como una mezcla compleja de «acontecimientos aleatorios y de acontecimientos más o menos previsibles, para los que las características intrínsecas de los individuos y sus comportamientos desempeñan un papel importante.»

Según la «refundación social» patronal, vamos a entrar en la era del «monitoring», del «seguimiento individual» de los comportamientos y de los estilos de vida. Se conminará a los beneficiarios a que «se hagan cargo de cambios en su comportamiento» y en su manera de vivir. Ernest-Antoine Seillière [fue presidente de la patronal francesa hasta 2005], entrevistado por François Ewald, resume las nuevas funciones de la política social de la siguiente manera: «la protección social pasa así de la constitución de un derecho uniforme a la gestión de un modo de vida«.

El workfare es precisamente la remodelación, la adaptación de una vieja técnica disciplinaria (el control sobre el trabajador) que actúa sobre los movimientos del cuerpo en un espacio cerrado a las exigencias de las nuevas técnicas de seguridad y de control (la monitorización, el «seguimiento individualizado») que actúan sobre la subjetividad, sobre los estilos de vida, fuera de la fábrica o de la empresa. Las políticas de workfare son un buen ejemplo de la manera de integrar y hacer funcionar las técnicas disciplinarias en dispositivos de seguridad pública, de integrar la heterogeneidad de los dispositivos de poder en una nueva modalidad de gobierno.«

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/observaciones-sobre-el-neoliberalismo-paro-trabajo-y-empleo