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Observaciones sobre el neoliberalismo: pensiones y renta

Fuentes: Quilombo

Suele analizarse el neoliberalismo solamente como un tipo de política económica -que tiende a confundirse, además, con el capitalismo- cuando en realidad constituye todo un dispositivo de gobierno. Que haya entrado en crisis no significa que sus impulsores hayan encontrado otras fórmulas, viendo el tipo de reformas que se están impulsando con bastante agresividad. En […]

Suele analizarse el neoliberalismo solamente como un tipo de política económica -que tiende a confundirse, además, con el capitalismo- cuando en realidad constituye todo un dispositivo de gobierno. Que haya entrado en crisis no significa que sus impulsores hayan encontrado otras fórmulas, viendo el tipo de reformas que se están impulsando con bastante agresividad. En Francia tuvo lugar ayer la quinta huelga general contra la reforma del sistema de pensiones y el retraso en la edad de la jubilación. Esta semana también se han producido protestas en República Checa, Grecia, Rumanía o Polonia. En España todo parece girar en torno a la huelga general del próximo día 29 de septiembre, en protesta por la reforma laboral que aprobó el gobierno, aunque hace tiempo que proliferan pequeñas huelgas sectoriales, movilizaciones y marchas que encuentran menor eco en los medios. Más que hacer campaña -que también- por la participación en la jornada de huelga general, que apoyo y que me parece necesaria (pero insuficiente), me gustaría incluir aquí algunas reflexiones teóricas que hecho en falta en estos días.

Maurizio Lazzarato, en Expérimentations politiques (ed. Amsterdam, 2009), aporta interesantes observaciones sobre el significado de ese «gobierno de las desigualdades» que es el neoliberalismo. Así que aprovechando las protestas francesas de ayer, comenzaré hoy por traducir e incluir el siguiente extracto, a propósito de las pensiones (los subrayados son míos):

 «La financiarización de la economía forma parte seguramente de los dispositivos de gobierno de las conductas porque diseña una nueva alianza o una nueva forma de integración entre capital y trabajo, que ya no se funda en el empleo, la redistribución de las ganancias de productividad y en la protección social, sino en el accionariado y en el ahorro.

El acto de nacimiento del neoliberalismo lo representa el giro monetarista de la administación estadounidense y de la Reserva Federal que, al multiplicar los dispositivos de captación del ahorro, lo han dirigido a la financiación de la empresa y de la economía a través de la bolsa. La «revolución silenciosa» de los fondos de pensión de los trabajadores (obreros y empleados), es decir, la inversión del ahorro salarial en la economía de mercado, constituye lo esencial, desde el punto de vista del gobierno de las conductas, del giro monetarista. La movilización de los fondos de pensión hacia la inversión bursátil, por ejemplo, tiene un objetivo muy preciso: se trata de eliminar «la separación entre capital y trabajo, implícita en la forma del salario fordista, al ligar estrictamente el ahorro de los trabajadores al proceso de transformación-reestructuración capitalistas» (Christian Marazzi). La nueva alianza estadounidense entre fracciones del capital y componentes del trabajo asalariado ya no se opera a partir del reparto de las ganancias de productividad que libera la industria ni por la seguridad del empleo o por el consumo, como sucedía durante el fordismo, sino se hace a partir del reparto de las ganancias de rentabilidad que libera la bolsa (es decir, por el ahorro).

Lo que nos interesa más concretamente en esta transformación neoliberal es el hecho de que la «revolución» de los fondos de pensión se abriera por la crisis fiscal del Estado de Nueva York en los años 1974-75, es decir, por una crisis de la regulación social (y no solamente industrial) del capitalismo. Los fondos de pensión de los empleados públicos se utilizaron para financiar el déficit del welfare del Estado de Nueva York, por lo que los sindicatos sustituían de este modo a los inversores tradicionales del gasto público. La crisis, antes de ser industrial, es social, y es a partir de ella que se inventaron las técnicas y los dispositivos capaces de gestionarla. La inversión del ahorro de los empleados para reabsorber el déficit del Estado-Providencia de Nueva York alcanzó un doble objetivo político: implicar a los empleados en la regulación de los gastos sociales (por medio del chantaje del déficit) y cortar la hierba bajo los pies de una posible alianza entre los «asistidos» (pobres, parados, madres solteras, jóvenes, etc.) y los funcionarios de los servicios de protección social.

La desproletarización que los ordo-liberales alemanes deseaban (construcción de pequeñas unidades de producción, ayudas al acceso de la propiedad de su vivienda, accionariado «popular», etc.) se realiza aquí primero por una nueva gestión del ahorro de los trabajadores con contrato de duración indeterminada. En esta perspectiva, la intención de los neoliberales es, desde los ordo-liberales alemanes, siempre la misma : «un asalariado igualmente capitalista ya no es un proletario», con independencia del hecho de la «salarización creciente de la economía».

Estas políticas ejercen un poder cierto sobre las conductas de los asalariados pues les dividen en su interior al volverles «esquizofrénicos«: el asalariado y el ahorrador, aunque se confundan en la misma persona, no comparten necesariamente la misma racionalidad. El capitalismo accionarial traza nuevas divisiones y nuevas desigualdades que, al hacer estallar la solidaridad de clase, hunden las políticas sindicales tradicionales en la impotencia y les obligan a una actitud exclusivamente defensiva. Las reestructuraciones, los despidos, las deslocalizaciones, el aumento de la productividad en una empresa cuyos riesgos están a cargo de los asalariados son dirigidos por la inversión de fondos de pensiones que detentan otros asalariados.

Este análisis de los fondos de pensiones hace aparecer un nuevo terreno de lucha, que no debe limitarse a la defensa de las conquistas sociales del fordismo. Porque las políticas neoliberales introducen una importante novedad que hay que saber volver contra el mismo neoliberalismo: el capitalismo accionarial promueve y generaliza la desconexión del ingreso y del empleo, de la renta y del trabajo. El objetivo de una restauración del valor trabajo, que el presidente Sarkozy ha sabido imponer, es absolutamente ridículo y falaz en un capitalismo que favorece sistemáticamente la renta financiera, petrolera, inmobiliaria, la renta de los derechos de autor (la continuación lógica del restablecimiento de la renta es la herencia – exactamente lo contrario del principio de meritocracia que preconizan los neoliberales, como muestran las primeras medidas económicas de Sarkozy). Es esta desconexión la que hay que aprender a «poner del revés» para abrir la posibilidad de nuevas formas de socialización y de mutualización. Lo que hay que generalizar no es el empleo, sino la disyunción que el capitalismo accionarial querría reservar solamente a los propietarios del capital.«

http://www.javierortiz.net/voz/samuel/observaciones-sobre-el-neoliberalismo-pensiones-y-renta