¿Qué es Occidente? ¿Somos occidentales? Esas son las preguntas que vienen a la mente con la exposición Occidens, que al parecer ha costado un millón de euros -en plena crisis- y que ha sido organizada por el Arzobispado de Pamplona y Tudela con gran publicidad y apoyo de las elites espirituales y políticas del conservadurismo […]
¿Qué es Occidente? ¿Somos occidentales? Esas son las preguntas que vienen a la mente con la exposición Occidens, que al parecer ha costado un millón de euros -en plena crisis- y que ha sido organizada por el Arzobispado de Pamplona y Tudela con gran publicidad y apoyo de las elites espirituales y políticas del conservadurismo navarro.
Los organizadores de esta exposición afirman que se han basado en el pensamiento del filósofo neoliberal francés, Philippe Nemo, un ferviente seguidor de Hayek. Este intelectual se presenta como liberal, pero, ya sabemos, los liberales, especialmente los cristianos, son amables y tolerantes hasta que se les acaba la paciencia, sobre todo si ven en peligro su hucha y su cepillo. Así, en una entrevista en el diario La Gaceta (julio del 2008), al hablar de las raíces cristianas de Europa, Nemo calificaba «el igualitarismo de Zapatero» como «una ideología extremadamente peligrosa, fascista, que conducirá a la ruina de la civilización», al tiempo que sostenía que la izquierda había surgido del marxismo y de la francmasonería. Apunto aquí que se me hizo raro que un dirigente socialista navarro acudiera a la exposición y ensalzara en su blog sus «grandes aciertos» y sus «aires de modernidad», pero evitara analizar «los fundamentos filosóficos de la muestra». Así que voy a hacerlo brevemente en las siguientes líneas.
Nemo tiene un libro titulado ¿Qué es Occidente?, que fue traducido al castellano por la editorial de la fundación FAES. En él sostiene que son cinco los pilares de la civilización occidental: la invención de la polis o ciudad en Grecia, la invención del derecho y de la propiedad privada en Roma, la revolución escatológica de la Biblia, la revolución papal de los siglos XI-XIII y el surgimiento de la democracia liberal. Parece así que la historia de Occidente acaba en el liberalismo y su economía de mercado, a partir de la religión cristiana, como cuando dice en la página 85 de su libro:
«Mejorar el mundo implica, en definitiva, dar pan a quienes tienen hambre. Tal es la piedra de toque. Pero podría decirse que para multiplicar los panes hacía falta un nuevo milagro: la economía de mercado» (las negritas son mías).
Y concluye con la mejor de las perlas de este libro en la página 87: «La economía de mercado es, pues, esencialmente moral».
Esta es la ideología de Nemo. Y aquí la han adaptado con caridad cristiana. Se junta Grecia con Roma, se le añade algo de Biblia medieval, con unos toques de nacionalismo carpetovetónico y unos retoques de modernidad, y voilà, ya tenemos el liberal cristiano, demócrata de toda la vida, como Dios manda y con corbata. Con ello se ocultan los otros Occidentes. El Occidente purista y antisemita, que expulsó judíos y musulmanes. El Occidente machista y misógino, que ha perseguido a los homosexuales y despreciado a las mujeres. El Occidente esclavista y colonialista, que explotó negros africanos e indígenas amerindios en la conquista de Latinoamérica y el Caribe, bajo la espada y la cruz. El Occidente totalitario, que inventó el nazismo alemán, el fascismo italiano y el franquismo español. El Occidente que bendijo como Santa Cruzada el bombardeo de Durango y Gernika con la aviación de Hitler y Mussolini. El Occidente de la bomba atómica sobre Japón y del napalm sobre Vietnam. Todos estos Occidentes están ausentes en la justificación de la exposición.
El profesor William E. Connolly ha usado en sus trabajos el término «montaje cristo-capitalista» para hacer referencia a la mezcla de capitalismo cowboy y cristiandad evangélica en Estados Unidos, todo ese ensamblaje de la tierra del creacionismo anticientífico, la Texas del Bush convertido, el Tea Party fundamentalista, el sueño americano hecho a imagen y semejanza del Dios anglosajón triunfador, el integrismo democrático e industrial. Desde otro punto de vista, el esperpéntico Francisco Umbral, en un artículo de hace más de una década, llegó a decir que «lo que manda en España no es nada concreto ni preciso, sino algo genérico, general, extenso y abstracto, gaseoso y poderoso: el cristocapitalismo».
El cristocapitalismo hispánico es ahora una copia del Tea Party con mantilla, algo así como un Torrefacto Party con disimulo, para que no se note demasiado. Y eso que el nacionalcatolicismo siempre ha comulgado con la economía de mercado. El cristocapitalismo de capirote lo mismo cree en el brazo incorrupto de Santa Teresa de Jesús que en la mano invisible de Adam Smith. Todo un prodigio de fe, un milagro sociológico.
Cuando me censuraron una conferencia en el Ayuntamiento de Pamplona, hace unos meses, el teólogo Juan José Tamayo me escribió para solidarizarse, justo cuando a él también le habían censurado una conferencia en la ciudad condal, por culpa del Arzobispado de Barcelona. Esta es la política de siempre, vamos. Que no avanzamos demasiado. De la Inquisición a la Congregación para la Doctrina de la Santa Fe, desde la reliquia de Occidente hasta la cultura del espectáculo, es la ley del silencio, la tergiversación de la historia y de los acontecimientos como norma de la salvación.
En fin, para concluir, la exposición Occidens es un montaje espectacular de un millón de euros con hologramas, reliquias y proyecciones tridimensionales. Pues eso. Un gran montaje. Occidens, capitalismus Christi. ¡Si Giordano Bruno, Miguel Servet y María de Zozaya levantaran la cabeza!
Fuente: http://www.noticiasdenavarra.com/2013/01/13/sociedad/occidente-cristocapitalista