Malinche Almagro intenta una maniobra más, pero no saldrá mejor parado que en sus anteriores embestidas fallidas contra Venezuela. Acompañado por unos pocos presidentes latinoamericanos el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) promueve una hasta ahora incierta reunión de cancilleres previa a la Asamblea General a realizarse en Cancún, México, entre el […]
Malinche Almagro intenta una maniobra más, pero no saldrá mejor parado que en sus anteriores embestidas fallidas contra Venezuela.
Acompañado por unos pocos presidentes latinoamericanos el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) promueve una hasta ahora incierta reunión de cancilleres previa a la Asamblea General a realizarse en Cancún, México, entre el 19 y el 21 de junio.
Se trata en realidad de un intento por desviar el foco de lo que realmente dominará esta 47ª Asamblea General: el portazo de Venezuela al Consejo de Indias.
Con ese fin, debidamente adelantado, asistirá a Cancún la canciller Delcy Rodríguez. Según informó, fue instruida por Maduro para formalizar el retiro indeclinable de su país de la OEA, pero también para agradecer a la mayoría de los países integrantes, que bloquearon el afanoso empeño de Malinche Almagro por sancionar a Venezuela con la aplicación de la llamada Carta Democrática.
El último fracaso lo obtuvo el ex ministro uruguayo y actual portavoz del Departamento de Estado el 31 de marzo, cuando los escasos cancilleres asistentes a una reunión informal y aviesamente convocada se vieron obligados a pasar a cuarto intermedio. Vano recurso para maquillar el fracaso: la sesión no se reanudó y ahora, en caso de que finalmente lo haga el domingo 18, no sólo no podrá concretar la sanción sino que no tendrá contra quién hacerlo, porque Venezuela ya no es parte del organismo. En cualquier caso, el diligente ayuda de cámara de Almagro, a la sazón canciller de Paraguay, Eladio Loyzaga, reconoce que necesita el voto de 24 de los 35 Estados miembros, pero hay 14 países caribeños más 4 del Alba resueltos a negarse. A falta de Carta Democrática, entonces, un bloque de 14 países, encabezado por los gobiernos de Argentina, Brasil y Perú, pretenden emitir un documento de condena a Venezuela.
La sola idea de que el gobierno de Brasil participe de una crítica institucional a cualquier país parece una obra maestra del cinismo. O, más bien, el paso previo a la caída de un equilibrista bamboleándose sobre la cuerda floja.
Pero no sólo el usurpador del Planalto carece de autoridad para hablar de democracia. Incluso los países que formalmente cumplen con los requisitos institucionales de la democracia burguesa están muy lejos de poder comparar sus regímenes con el vigente hoy en Venezuela. Guste a quien guste, el pueblo venezolano ha respondido masivamente al llamado de Maduro a una Asamblea Nacional Constituyente, máxima instancia de participación social en la definición del destino colectivo.
De esa realidad negada y tergiversada por la prensa comercial -se puede presumir- hablará la canciller Delcy Rodríguez. No estará en Cancún sólo para denunciar el intervencionismo violento teledirigido desde Washington y anunciar el valiente paso de Venezuela para romper las ataduras con el Consejo de Indias.
Ante todo hará oír la voz potente de la Revolución Bolivariana en circunstancias extremadamente difíciles. Para Venezuela, claro está, pero también para todos y cada uno de los países del hemisferio, comenzando por Estados Unidos, cuyo presidente representa con fidelidad la degradación del capitalismo contemporáneo.
El continente y el mundo escucharán un mensaje de genuina democracia, de verdadero ejercicio participativo ciudadano para afrontar los problemas del subdesarrollo, la violencia y el intervencionismo imperial. Será un digno réquiem para la OEA.
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