Tal como mencionamos, el expansionismo anglosajón en Latinoamérica vigoriza las aspiraciones geopolíticas de Washington a largo plazo, es decir, la conquista del espacio continental, el dominio de sus vitales rutas estratégicas y de los servicios de inteligencia regionales. Al mismo tiempo, la guerra (de conquista) por la captura de los recursos energéticos mundiales implica la […]
Tal como mencionamos, el expansionismo anglosajón en Latinoamérica vigoriza las aspiraciones geopolíticas de Washington a largo plazo, es decir, la conquista del espacio continental, el dominio de sus vitales rutas estratégicas y de los servicios de inteligencia regionales.
Al mismo tiempo, la guerra (de conquista) por la captura de los recursos energéticos mundiales implica la imposición de tratados y protocolos instrumentados por el gobierno estadounidense, con el propósito de controlar a perpetuidad las fronteras nacionales.
La presente disputa por las zonas de influencia geoeconómica en Latinoamérica origina una riesgosa e inconveniente fisura geopolítica desde el Golfo de México hasta el Golfo de Maracaibo, la Triple Frontera y la Patagonia, pues esta región conforma la franja de suministro energético hacia las grandes potencias, indispensable para sustentar su vigorosa productividad.
Así, la presente ofensiva geopolítica del imperio petrolero estadounidense se enfoca contra el corazón geográfico latinoamericano y sus recursos estratégicos. Conjuntamente, diversas corporaciones de seguridad privadas instrumentan una nueva visión geopolítica para fortificar el dominio sobre aquella ambicionada área.
Por ello, el nuevo orden de seguridad e inteligencia estadounidense -instigado por las exigencias militares y corporativas privadas de Washington y Londres- pretende imponer sus objetivos geoestratégicos y la guerra global contra el «terrorismo» sobre las naciones latinoamericanas.
En tal sentido, la firma de tratados y protocolos de seguridad e inteligencia responden tanto a sus designios geopolíticos como a la lógica del sistema de inteligencia global.
Por ello, en el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCANPLUS), el gobierno neoconservador detalla la directriz geopolítica para América Latina, donde la presunta vinculación de organizaciones terroristas con movimientos armados regionales se expone como justificación para edificar una muralla de seguridad desde la frontera norte de México hasta el istmo de Tehuantepec.
En este sentido, la edificación en México de una estructura política, militar y jurídica para contener fantasmales peligros externos se inscribe como un asunto de seguridad nacional y como una exigencia de la geopolítica imperial. En realidad, el único riesgo para la integridad de nuestro país se encuentra en la Casa Blanca.
Del mismo modo, en el TLCANPLUS se proyecta el sendero geopolítico ideado para México. De acuerdo con el documento, se dispone la subordinación del país como parte de la doctrina expansionista norteamericana, y se bosqueja la posibilidad de patrullar nuestro territorio por mar, aire y tierra. Virtualmente, se plantea la conquista jurídica y territorial de México, y la privatización de nuestras aduanas, las cuales ahora serán manejadas por agentes estadounidenses.
Todavía más, el TLCANPLUS legaliza la geoestrategia anglosajona, formaliza la privatización de nuestros recursos energéticos y consolida la dominación sobre nuestros servicios de inteligencia.
Potencialmente, la compra-venta de México saciará la creciente demanda energética de los Estados Unidos, y servirá como apoyo a cualquier aventura militar del imperio neoconservador.
Así las cosas, en el TLCANPLUS se bosqueja el proyecto geoeconómico seguido por Washington, como herramienta para asegurar a perpetuidad el dominio de los recursos minerales de México, ya que en los próximos cinco años se producirá un declive de la oferta energética global, como consecuencia del agotamiento de las reservas existentes.
Lo más, el crecimiento de la demanda podría significar un peligro para la estabilidad mundial. Tácitamente, los Estados Unidos estarían interesados en obtener jugosas ganancias estimuladas por los altos precios del petróleo.
La fabricación de una espiral inflacionaria inducida por los altos costes del barril de petróleo provocará la quiebra masiva del sistema económico-financiero mundial y de las pujantes economías rusa, china e hindú.
Al manipular el mercado energético Washington podrá satisfacer su imparable demanda y descarrilar a la competencia euroasiática.
Conforme se incremente la demanda mundial las únicas fuentes seguras se encontrarán en aquellas naciones incluidas en el «eje del mal» y en aquellas que, como México, posean cuantiosos yacimientos, a tal grado que germinarán tendencias hacia el impulso de nuevas guerras «preventivas», cuyas derivaciones se extenderán hasta el Mar Meridional de China.
Tal escenario será aprovechado para desplegar sobre México una telaraña de tratados sobre «cooperación» en materia de inteligencia y seguridad. Ante ello, la Casa Blanca impondrá la firma de protocolos y «alianzas» que le aseguren el control de los recursos energéticos nacionales.
Tal como nos dicen los destacados analistas Jack Naffair y Arthur Lepic: «según todas las proyecciones disponibles, los principales yacimientos capaces de exportar en el momento de la crisis se encontrarán en el Medio Oriente (y en México).
Para la junta petrolera Bush-Cheney, es por tanto conveniente tomar el control de esa región estratégica haciéndola pasar por un periodo de inestabilidad, incluso de caos.» (La guerra por los recursos energéticos ya comenzó, El poder del petróleo en el siglo XXI, en http://www.redvoltaire.net/article4338.html)
En su irrefrenable hambruna energética, Washington se estrellará contra los intereses estratégicos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y los países asiáticos consumidores, quienes han firmado entre sí innumerables alianzas en los campos energético y militar.
Inexorablemente, el escenario geopolítico de confrontación frente a Washington unificaría la geoestrategia de China, Rusia e India -principales consumidores a escala planetaria- con la OPEP. Tal como mencionan Lepic y Naffair en el referido artículo: «Eso es precisamente lo que temen los arquitectos del «Gran Medio Oriente» y es lo que quieren evitar mediante la coerción militar.»
Sin más, la progresiva escasez energética consolidará hacia el año 2010 la superioridad de la OPEP.
En esa fecha, la producción petrolera alcanzará su pico, es decir, la demanda superará a la oferta. Para el 2010, los estrategas neoconservadores proyectan que el Oriente Medio tendrá el 95% de las exportaciones petroleras y el 60% de la producción global.
Lamentablemente, a través del TLCANPLUS, México se ha subordinado frente a la geoestrategia estadounidense, y ha enajenado su petróleo ante los dictados geopolíticos de Washington.
Por ello, la conquista del petróleo mexicano es indispensable para la geoeconomía estadounidense. Sin lugar a dudas, el control del energético mexicano forma parte de la geoestrategia norteamericana instrumentada por los neoconservadores, con miras a la guerra contra las naciones euroasiáticas.
México no puede rendirse ante el avasallante poderío anglosajón, ni ser cómplice de una guerra de impensables consecuencias. Ante las voces que alientan estériles confrontaciones internas de dudosa legitimidad, México debería distanciarse de cualquier provocación externa que atente contra la soberanía nacional.
En este momento, un clima anárquico redundaría en la pérdida absoluta de sus recursos estratégicos, pues un ambiente desordenado sólo beneficia al proyecto geoestratégico de Washington.
No extraña ahora que la correduría Goldman Sachs apueste por un desmesurado incremento en los precios del petróleo, cuya cotización podría alcanzar los 105 dólares por barril.
Para comprender la dimensión geopolítica de semejante futurismo, baste recordar que Goldman Sachs es uno de los más importantes especialistas en derivados energéticos, mediante los cuales puede especular interminablemente con los precios del petróleo.
Habría que preguntarnos si el imperialismo energético prepara otra serie de catastróficas intervenciones armadas contra Irán y Siria, o si alienta una nueva ola desestabilizadora contra Venezuela o México que catapulte los precios energéticos hasta la estratosfera.
Mientras tanto, la Agencia Internacional de Energía (AIE) contribuye a la espiral inflacionaria al exigir que las naciones consumidoras de petróleo eliminen cualquier tipo de subvención a los derivados del energético. Ello incrementaría de manera notable los precios y desataría una incontrolable hiperinflación.
Nada mejor para los intereses estratégicos de Washington en su guerra encubierta contra Eurasia. Así, los imparables precios arruinarían las economías de sus más importantes rivales geopolíticos al asegurar el reembolso del comercio energético global. http://www.expansion.com/edicion/noticia/0,2458,614027,00.html
En medio de la vorágine, no faltan las explicaciones que atribuyen la incesante alza de los precios del energético a cuestiones demográficas. Es el caso de la petrolera Chevron–Texaco -flamante adquiriente de UNOCAL, quien construye los oleoductos y gasoductos para transportar el energético desde Asia Central, pasando por Afganistán, hasta Europa- la cual sugiere que el pretendido exceso poblacional de China, la India y Arabia Saudita es causante de la histórica demanda deenergéticos .http://www.bloomberg.com/apps/news
Por tal razón, frente a la escasez energética las corporaciones petroleras anglosajonas saldrían beneficiadas por el alza de los precios provocada por una nueva intervención militar en Oriente Medio o por la desestabilización programada contra algún importante productor como Venezuela, México o Arabia Saudita.
En tal sentido, «el «choque de civilizaciones» no sería más que un problema de repartición de recursos, por consiguiente, una cuestión económica. La retórica del choque cultural y religioso es un engaño que busca arrastrar a la opinión pública a un conflicto cuyo desenlace sería económicamente provechoso para el que lo suscita», según afirman Lepic y Naffair en el citado artículo.
En tal escenario, la privatización de México, reflejada en la entrega de sus recursos estratégicos, en el traspaso de sus servicios de inteligencia, y en la subordinación frente a los dictados geopolíticos de la Casa Blanca, constituye el peligro más grande del que halla memoria para la estabilidad y la integridad territorial no sólo de México, sino de toda América Latina.
* Investigador del Centro de Estudios Estratégicos y Geopolíticos (CEEG) [email protected]